viernes, 24 de enero de 2025

Las balas silban más cerca

En diario de invierno, el libro en el que rememora episodios de su vida y que tengo en mi radar de lectura, Paul Auster  abre la narración con el siguiente párrafo, que lo deja a uno tambaleándose:

Piensas que nunca te va a pasar, imposible que te suceda a ti, que eres la única persona del mundo a quién jamás ocurrirán esas cosas, y entonces, una por una, empiezan a pasarte todas, igual que le suceden a cualquier otro.


Pienso en eso porque M. nos contó que está enferma y que mínimo va a estar internada un mes en el hospital. La última vez que la vi estaba bien. No la noté enferma, pero está claro que el curso de la vida cambia en un segundo.  Como leí alguna vez, a todos nos toca una porción de ese sufrimiento que el destino va repartiendo de forma aleatoria. No tenemos escapatoria.

No puede ser más cierto lo que dice Auster. Uno va por ahí y, en apariencia, la vida transcurre de forma tranquila,  dando a entender que nada malo  va a pasar, que la muerte es un evento lejano, del futuro, cuando la muerte es puro presente.

No se me ocurre bien qué escribir con la noticia de mi amiga, pero hago el intento porque ayuda a desenredarme. Más bien recuerdo lo que han dicho otros que superan mi capacidad para expresar los sentimientos con palabras. Como Rosa Montero que sentenció lo siguiente en la ridícula idea de no volver a verte:

...Y las trivialidades en las que malgastamos las horas caen sobre el suelo como polvo de purpurina.


Eso, malgastar las horas, da rabia, ¿acaso no? Y es lo que hacemos día a día sin detenernos a pensar nada, mientras, como dijo Millás, las balas cada vez silban más cerca de nosotros.