viernes, 28 de febrero de 2025

Restarse vida

Es viernes por la tarde y a Camila le quedan dos horas de trabajo. La verdad es que no ha hecho mucho durante toda la jornada. Desde hace quince minutos mira la pantalla de forma fija, perdida en cualquier ensoñación, y ha desbloqueado el celular tres veces, a pesar de que sabe que no tiene ninguna notificación nueva. Deslizar su dedo por la pantalla y ver videos cortos que le exigen un mínimo de esfuerzo mental es su pasión, ¿de quién no lo es?

Sea como sea, aprovechando que está en Home office y que vive sola, prendió un cigarrillo y luego de darle una calada, se impulsó hacia atrás con ambas manos y luego las puso detrás de la cabeza. Podría concluir su jornada laboral ya mismo, pues no tiene ningún jefe encima que la este vigilando, pero el remordimiento de conciencia no la deja y vuelve a mirar el documento de word en la pantalla, al que ni siquiera le ha puesto un título. El cigarrillo lo sostiene en la mano derecha, entre los dedos índice y medio. Intenta teclear algo, cualquier cosa, pero lo único que consigue es que le caiga algo de ceniza al teclado.

Cierra el portátil de un golpe seco. Qué se jodan todos, el mundo no va a dejar de girar si hoy no trabajo más, piensa. Le da una calada a su cigarrillo, juega como el humo en la boca y luego lo bota y se queda mirando como asciende y se disuelve.

En ese instante suena un comercial de radio sobre cigarrillos y una voz grave y profunda dice esa frase que tantas veces ha escuchado: Fumar es perjudicial para la salud.

Arrastra la silla con los pies de hasta el escritorio, abre el portátil y busca cuánto tiempo de vida resta fumarse un cigarrillo. Internet le cuenta lo siguiente: “Según un estudio del University College London (UCL), fumar un cigarrillo reduce la esperanza de vida en unos 20 minutos. Esto significa que un paquete de 20 cigarrillos equivale a perder alrededor de 7 horas de vida.”

Mira la mano que sostiene al cigarrillo, vuelve a leer lo que acaba de buscar y acto seguido cierra el portátil de nuevo. Le da otra calada al cigarrillo. Qué bien se siente restarse vida, piensa.

jueves, 27 de febrero de 2025

La ciudad en la que los árboles sueñan

Sergio, un amigo, me cuenta que después de 3 años de escritura, está a punto de terminar su primera novela. Ha pasado el último año buscando la mejor manera de ordenar temporalmente las más de 200 escenas que lleva escritas, pero le ha dado largas a ponerles el punto final y escribir FIN, esa palabra con sabor a triunfo.

Cree que ha hecho un buen trabajo. Está seguro que su novela no va a ocupar un puesto junto al Quijote o la Metamorfosis, pero eso lo tiene sin cuidado. Lo que más le inquieta es la expectativa que pueda causar su obra. También le parece absurdo haber dedicado tantos años a escribir una novela de más de 300 páginas y que un lector consumado la pueda leer en un solo día.

Pero eso también es lo de menos. A la larga sabe que escribe para que lo lean y que ningún escritor puede escapar a esa vanidad ni mucho menos controlar la velocidad de lectura de las personas. Lo que realmente lo paraliza es imaginar qué va a escribir después de publicar la novela. Dice que en algunos eventos literarios a los que ha asistido, muchos escritores afirman trabajar en distintas novelas al mismo tiempo. ¿Cómo lo hacen?, se pregunta. En su caso su texto se convirtió en un laberinto del cual aún no ha salido.

A veces le da por pensar sobre qué va a escribir cuando la termine, y la idea lo paraliza, pues ninguna trama nueva se le ha asomado en la cabeza. Lo tranquiliza un poco el caso de la escritora Harper Lee que luego de publicar Matar a un Ruiseñor, su novela debut, tardó más de 50 años en sacar una nueva.

Me cuenta que Lee decía que no quería tener encima la presión de la publicidad y que con su primera novela ya había dicho lo que tenía que decir. La escritora pensaba que que la publicación de un segundo libro debía ocurrir luego de su muerte, para no tener que lidiar con la atención de críticos y lectores. 

Sea como sea, La ciudad en la que los árboles sueñan me parece un buen título.

miércoles, 26 de febrero de 2025

Cirugía emocional

A veces leo fragmentos de un libro en los que, por alguna razón, me detengo y los vuelvo a leer una y otra vez, para ver si logro descifrar lo que el escritor quería decir. Hace poco me paso con uno de Manuel Vilas. Decía lo siguiente:

Luchábamos por legitimar la relación, y era bien complicado, pues los dos teníamos nuestro pasado, y había que buscar una acomodación para el otro en la propia familia , y esto requiere alta cirugía emocional.

Es, imagino, un párrafo sencillo. Nada del otro mundo, y ahora me parece mucho más de esa forma, pero no logro precisar qué resonó conmigo en el momento en que lo leí. Quizá fue porque me pareció o parece (todavía no me defino) elaborado. Es decir, pienso (o pensé) que a mí no se me habría ocurrido incluir eso de la cirugía emocional nunca. Siento que esas dos palabras funcionan de maravilla y que no hay otro par mejor para cerrar el párrafo, pero si me preguntan por qué, no sabría cómo sustentar mi afirmación.

O de pronto lo que pasa es que presiento que  Vilas trabajó ese párrafo por días, semanas, incluso meses, hasta encontrar la combinación de palabras correctas. Un día se sentó y lo garabateó en la libreta que siempre lleva a la mano, luego lo paso a limpio y desde ese día comenzó a editarlo como un poseso, como si su vida dependiera de la sintaxis de ese párrafo y del significado que le quería imprimir. Un día abatido por no encontrar las palabras y cuando ya se creía perdido, se sentó en la mesa de la cocina a tomarse una cerveza y como por acto de magia las dos palabras que le dan cierre al párrafo se le aparecieron en la cabeza.

Si alguno de ustedes conoce a Vilas, por favor díganle que me saque de la duda. También díganle que su último libro es bien extraño pero agradable.

lunes, 24 de febrero de 2025

Ritmos de lectura

Una mujer cuenta que no lee desde hace bastante tiempo y estima que no lo hará por otro más, porque si las ocupaciones de su vida no la han dejado, lo más seguro es que esté más ocupada en lo que resta del año. Se me ocurre pensar, de primerazo, que presenta el síndrome malestar de lectura, un término que me acabo de inventar.

De llegar a hacerlo, piensa que será en unas vacaciones,  las cuales tampoco sabe cuándo podrá tomar. Predice que en ese futuro incierto leerá todo el día metida en la cama, que es la forma en que más le gusta leer, y que solo la abandonará para ir al baño. Una especie de activismo similar a la que practicaron Yoko Ono y John Lennon cuando se quedaron una semana en la cama para protestar contra la guerra de Vietnam, solo que en este caso sería un tributo a la lectura.

También cuenta que le gustaría tomar vacaciones para madrugar e ir a la Luis Ángel Arango a pasar todo el día en la biblioteca, ir a cine sola, caminar por la ciudad y  cuando caiga la tarde meterse a un cafecito para seguir leyendo.

A mí como a la mujer también me gusta leer en la cama, pero a las 11 de la noche, un gusto que varias veces me ha hecho trasnochar.

No entiendo por qué, si le gusta leer tanto, no busca espacios del día para hacerlo. Pienso que por más ocupado que yo estuviera, nunca dejaría de leer. También me pregunto si no estaré muy desocupado y si leo mucho. Aunque ese concepto de leer demasiado carece de sentido, pues siempre hacen falta más lecturas. Eso podría ser otro síndrome, el de exceso de lectura y llevaría, a quien lo padezca, a sentir remordimiento por leer mucho, en fin.

Hay personas que siempre cargan un libro y no desaprovechan ningún tiempo libre para leer, bien sea mientras hacen fila en un banco, mientras se hacen las uñas de los pies en la peluquería, en un trayecto de bus, en una sala de espera, en fin, donde sea.

De pronto a esa mujer no le gusta leer de a sorbitos de 15 minutos y cuando se dispone a leer, debe ser una actividad en la que invierte varias horas seguidas. Cada quien con sus ritmos de lectura.

martes, 18 de febrero de 2025

¿Qué palabras vienen?

Cuando me siento a escribir para este blog, por lo general no tengo ni idea sobre qué tema lo voy a hacer. No creo que sea algo que esté bien o mal, pero me gusta sentir esa especie de incertidumbre. Creo que hay poder en lo aleatorio, en lo que surja por una u otra razón ¿Qué carajos saldrá hoy? Suelo preguntarme. ¿Qué palabras son las que vienen?

Hablo de esto porque me acorde de un libro que se llama The Boron Letters. Lo escribió Gary Halbert, uno de los mejores copywriters de la historia.

El título del libro tiene que ver con que lo escribió cuando estuvo preso en la prisión federal de Boron, porque una de las campañas en las que trabajó salió mal, no pudo cumplir con el número de pedidos y fue condenado por fraude postal.

En la temporada que pasó en la cárcel, Halbert decidió traspasar todos sus conocimientos de ventas y marketing a su hijo, a través de unas cartas.

Me acordé de ellas porque cuando Halbert se sentaba a escribirlas, nunca tenía claro qué tema iba a tratar, y terminaba escribiendo lecciones tremendas sobre ventas o sobre la vida.

Eso, creo, puede ser lo bueno de sentarse a escribir a la wachapanda, es decir, a teclear a ver qué sale. A veces, por un alineación de planetas o qué sé yo aparecen unos textos que cargan un significado tremendo. Otras, por lo general la mayoría, resultan textos que no son nada del otro mundo, pero que algún efecto deben tener en quien lo escribe o los lee porque ningún intento de escritura es en vano.

“When you get stuck or emotionally jammed up one of the ways to get yourself unclogged and flowing again is just to keep moving. Run. Walk. Jog. Write. Do the dishes. Or whatever. But don't sit around waiting for a flash from Heaven.”

– The boron Letters

lunes, 17 de febrero de 2025

Fotos maniquíes

Hablo de fotos falsas. Fotos de mentiras, digamos, como las que publican de apartamentos que están a la venta.

Me gusta ver esas publicaciones porque siempre imagino cómo sería vivir en esos lugares, especialmente los que son lujosos y que muestran apartamentos tipo loft con un aire rústico.

Lugares con espacios amplios, terrazas, piscinas y todo tipo de lujos, en los que, parece, la tranquilidad es lo que prima. Por lo general mi fantasía se desbarata cuando leo el precio de venta o de alquiler de dichos inmuebles. Siempre pienso agregar un comentario que diga algo como: me encantaría vivir en este lugar, pero no me alcanza el dinero. Avísenme si le rebajan el precio.

En fin, sea como sea, algo que me molesta es que en esas publicaciones aparecen fotos maniquíes de los apartamentos, es decir, fotos donde todo está en orden. Si es la cocina, por ejemplo, todo está reluciente y no hay rastros de loza sucia o de una de una olla humeante sobre la estufa. Si es una habitación las camas están perfectamente tendidas y nunca muestran a alguien durmiendo en ellas con las cobijas enroscadas en su piernas, o bien una pareja teniendo sexo, pero bueno, quizá eso ya es pedir mucha realidad.

De pronto les iría mejor con la venta de esos lugares si dejan de lado la pulcritud y perfección en las fotos e intentan mostrar la vida tal cual como es: desordenada, imperfecta y sucia.

sábado, 15 de febrero de 2025

Sin palabras

Paula citó a José en un café, o bien podría haber sido al revés. No importa. ¿Qué sabemos de ellos? A primer vistazo podría decirse que son amigos, pues guardan cierta distancia el uno del otro y no tienen ningún tipo de contacto físico.

De repente José le dice algo, una frase corta y contundente que altera la calma del momento. Apenas Paula la escucha, su cara de tranquilidad de se transforma en una de angustia y sus ojos negros se agrandan. Ella se corre en el sofá hasta quedar justo al lado de José. Lo mira fijo a los ojos por unos segundos y luego le toma la barbilla con ambas manos y se la acaricia, pero no es la caricia de una amante, sino la de una profunda amistad.

Ninguno de los dos habla. Quizá,dado el lazo que tienen, han alcanzado un nuevo nivel de comunicación y pueden hablarse a través de los pensamientos o tan solo con leerse los ojos. Mientras Paula lo acaricia sus cabezas están cada vez más cerca, parece que están a punto de besarse, pero ese beso, digno de un aplauso o un suspiro, nunca llega.

José se yergue en su silla y se limpia unas lágrimas silenciosas con el dorso de la mano. Paula condensa toda la ternura del mundo en su mirada y luego lo abraza. Es un abrazo fuerte, como si quisiera salvarlo de caer a un precipicio o de ser arrastrado por una corriente de agua. Un peligro que usted, querido lector, y yo desconocemos.

Siguen sin decirse nada. A veces le dan sorbos a una taza de café que comparten.

miércoles, 12 de febrero de 2025

Jugar a las oficinas

La sala de reuniones es pequeña y doce personas están apretujadas hombro contra hombro alrededor de una mesa. Camila está desesperada con el calor que está haciendo, pero ni modo de abrir la ventana porque está cayendo un típico aguacero bogotano de fin de mundo.

El gerente de sistemas, un área de la que no hace parte, la invitó a una reunión en la que va a presentar un proyecto sobre inteligencia artificial para la compañía. “Cami, tienes que estar. Seguro te interesa el tema”, le había dicho el tipejo por teléfono. Claro Andru, respondió lo más natural que pudo, al tiempo que pensaba: oigan a este pendejo dizque Cami, como si fuéramos los mejores amigos.

Camila llegó tarde a la reunión y Andrés ya llevaba más de 10 minutos exponiendo, Ella se agachó un poco intentando pasar desapercibida y apenas se sentó en la silla que le habían reservado, esta chirrió como si se fuera a desbaratar. Miró a Andrés y le regaló una disculpa en forma de sonrisa. “Me alegra que hayas llegado Cami. En el break te pongo al día de lo que te perdiste. Ayy, gracias, Ojala caiga un meteorito y se lleve al carajo al mundo entero antes de que eso pase, pensó ella.

Antes de abstraerse por completo en sus propios pensamientos dio una mirada rápida a los asistentes a la reunión y no tardó mucho en concluir que todos, al igual que ella, son unos expertos a la hora de jugar el juego de las oficinas. Todos hacen como si estuvieran prestando atención, pero cada uno habita un mundo propio: el de mercadeo que está sentado a su derecha, hace dibujitos en los márgenes de su libreta de apuntes, la financiera no deja de mirarse las uñas que llevan un diseño estrafalario, el cerdo de logística tiene el celular sobre los muslos y no deja de mover la mano de forma disimulada, seguro deslizando a la derecha a cuánto perfil de mujer que le aparezca en Tinder. Ella, que acaba de llegar, está poniendo atención a lo que dice Andrés por si en algún momento le hacen una pregunta, pero tiene su mirada fija en la ventana.

Miles de gotas la cubren por fuera y Camila concentra su atención en una de ellas. Le maravilla cómo se desliza por el vidrio, como si eligiera su propia ruta. En cierto punto del trayecto la gota se frena por un momento, cómo decidiendo qué camino tomar, pero al instante la gravedad se hace cargo y toma la decisión por ella.

Todo sigue igual hasta que el tontazo de Andrés finaliza su presentación y ella escucha su nombre. Le está preguntando qué le parece la propuesta. Para ganar tiempo, Camila le da un sorbo a su botella de agua y luego mira las pocas frases que ha apuntado: sobresalen tres palabras: Hiperparámetro, Deep Learning y Overlifting. Luego de que se asegura que la botella queda firme sobre la mesa, busca una forma de mezclar los tres conceptos en una pregunta que la deje bien parada. Toma aire, suspira y se lanza a improvisar: Genial Andru, solo tengo una duda respecto a los hiperparámetros, ¿crees que el overlifting pueda influir al momento de configurarlos con Deep Learning?

Habría podido hacer la pregunta diciendo Aprendizaje profundo y sobreajuste, pero Camila sabe lo mucho que le gusta a las personas utilizar términos en inglés en las reuniones de trabajo.

Andrés sonríe y se lanza a responder la pregunta. Que buena soy jugando a las oficinas, piensa Camila.

martes, 11 de febrero de 2025

Stai Calmo

Mantenga la calma. Así firma sus emails un copywriter italiano que sigo y siempre los empieza con un Ciao ragazzi. Luego dice algo como: ¿sopita o lasañas? o Escolta Bene (escucha atentamente). Lo de la lasaña lo pregunta porque ofrece sus servicios en español.

¿Por qué cuento esto? porque en vez de ponerme a escribir hace un rato, decidí jugar un juego de computador que se llama Limbo. Trata sobre un muñequito que siempre tiene que avanzar y con el que se deben resolver una especie de acertijos. Me gusta porque los escenarios son sombríos y uno no entiende bien dónde carajos se encuentra metido el personaje del juego, pero así y todo, me gusta que solo tenga que avanzar, además de que los únicos controles que hay que manejar son las flechas y le tecla ctrl que sirve para agarrar objetos, no como un control de una consola de videojuegos y sus miles de botones.

Por eso les hablo de la firma y el saludo del copywriter italiano. Porque no tenía idea sobre qué escribir y eso frase fue lo que me llegó a la cabeza. Me gusta eso de Stai calmo porque es lo que uno debería hacer ante cualquier trancazo de esos que nos suele dar la vida, ¿acaso no?

En limbo, el muñequito siempre luce calmado y la mayor parte del tiempo, como ya lo dije avanza. Me aventuro a pensar que ese juego es como la vida, que está repleta de escenarios extraños, muchas veces sombríos, y entonces uno se pregunta: ¿Pero dónde carajos estoy? o posibles variaciones como: ¿Pero qué putas pasa?

Así que nada ragazzi, espero que logren conservar la calma y que su mayor dilema sea tener que escoger entre sopita o lasañas.

lunes, 10 de febrero de 2025

Pedacitos de realidad

Hago limpieza de la aplicación de notas del celular. Hay de todo: direcciones, frases, comienzos de escritos, títulos de libros, entre otros apuntes. Me gusta pensar que esas anotaciones son como balas perdidas.

Llego hasta una que no tengo idea quién la disparó o a qué hace referencia. Dice lo siguiente: "Detrás de cada foto, detrás de cada video hay una historia. Es un momento que está curado y pensado. Son pedacitos de realidad".

Leo la frase un par de veces y rescato, de los abismos de mi cerebro, el recuerdo del momento en que la anoté. Fue algo que dijo una influencer en un video.

Si no estoy mal alguien la había criticado por algo y en su defensa salió a decir eso.

Eso, ¿Pueden creerlo?

Dizque sus fotos y videos son pedacitos de realidad, pero la mujer se contradice porque también afirma que son momentos curados y pensados.

Imagino que en el momento en que le metemos mano a la realidad, o cuando decidimos curarla como dice la mujer, deja de ser realidad y se convierte en microficciones que le narramos a nuestras audiencias.

Para no dejar ese exabrupto de idea a la deriva, uno se puede hacer otras preguntas, como: ¿qué carajos es la realidad?

La vaina, la cuestión, la cosa (me voy lanza en ristre contra todos los que odian la palabra cosa para referirse a algo), el quid del asunto,es que el cerebro no cuenta con un registro de la realidad, sino que la construye a cada momento.

Como quien dice, lo que vemos es solo una simulación de la realidad, que vaya uno a saber cómo carajos es, y cada persona fabrica una especie de modelo de realidad en su cerebro. Hay tantas realidades como seres humanos en la tierra. Qué raro es todo.

En el momento en que esa mujer cura los momentos, supongo que abandona la realidad y se mete en una microficción personal. O puede que yo este mal, pues la mujer siempre habita su realidad que son las redes sociales con sus reels, carruseles y esas cosas que poco entiendo. Puede que la postura de la influencer sea válida, pues como dice un personaje de Millás en una de sus novelas: “Las fantasías también forman parte de la realidad.”

viernes, 7 de febrero de 2025

Un último mensaje

Julieta escribió en su teléfono y pinchó la pantalla para enviar el mensaje. ¿Qué pasaría por su cabeza en ese momento? imposible saberlo y pido disculpas por no ser ese narrador omnisciente en tercera persona que lo sabe todo. Debo confesarle, querido lector, que me intriga saber qué era lo que pensaba Julieta en ese momento.

El mensaje, con la ayuda de redes y servidores viajó, digamos que por los aires, y justo después de que ella lo enviara, el celular de Felipe vibró en el bolsillo de su pantalón. Acto seguido él lo sacó y lo leyó:

“Te llamo esta tarde”, decía. Una oración afirmativa en futuro inmediato. Se puede pensar que la persona que escribe algo así, tiene la intención de hacer una llamada telefónica en el transcurso de la tarde. Se supone, pero vuelvo a comentar lo mismo: No sabemos qué pensaba Julieta en ese momento. Muchas veces las personas dicen cosas distintas a las que piensan.

La llamada nunca llegó.

Han pasado nueve meses y Felipe no ha vuelto a saber nada de ella. ¿Acaso no supe leer algo entre líneas?, se pregunta. Quizá, piensa, esa inofensiva frase enmascaraba algo más, posiblemente un: “te odio y no quiero volverte a ver nunca más”. De ahí la importancia de saber lo que pensaba Julieta en ese momento.

Felipe podría dejar de comerse la cabeza, volverla a llamar y ya está, pero le ha marcado a Julieta tres veces desde esa ocasión y ella nunca le ha contestado. En parte eso confirma sus sospechas de que no quiere establecer ningún tipo de contacto con él.

¿Qué sabemos de las personas que creemos conocer?, se pregunta Felipe. De pronto Julieta es una espía encubierta de una agencia de un gobierno extranjero y él, con su llamadera indiscreta, estaba poniendo en peligro una importante misión.

Sea como sea y si Julieta si era algo de lo que decía ser, imagina que se van a encontrar en un funeral, puede que el suyo o el de ella, ese evento en que las personas que llevan tiempo sin verse se reencuentran de nuevo.

jueves, 6 de febrero de 2025

Escribir bien

Escribir es fácil, lo difícil es escribir bien.

No me malinterpreten. Lo que quiero decir es que cualquiera puede darse el título de escritor(a) y no tiene sentido rebatir el argumento. Cada quien dice lo que quiere ser o cree ser, ¿acaso no?

Me encuentro con una publicación de una escritora que cuenta que una editorial pequeña publicó una de sus novelas y no fue del todo una buena experiencia porque los recursos de la editorial eran limitados. Eso se se tradujo en un tiraje pequeño y poca distribución. Además, dice, no recibió apoyo con sus presentaciones y participación en ferias del libro. En otras palabras se tuvo que guerrear la promoción de su novela.

La mujer dice que quiere llevar su escritura al siguiente nivel, (y dele con esa taradez del siguiente nivel, ¿dónde queda esa tierra prometida?) pues cree que sus libros merecen ser publicados por grandes editoriales y no por pequeñas de medio pelo.

Yo estaría feliz de que una editorial pequeña me publicara algo (editoriales pequeñas vengan a mí).  Quizá piense eso porque no he publicado nada en solitario y por eso me parece gran cosa.

El punto, si hay alguno, es que cuando leo comentarios de ese estilo vuelvo a lo que cuenta Millás sobre sus alumnos de escritura creativa en La vida a ratos, su diario novelado:

Si no conquistáis la ingenuidad, tampoco lograréis escribir bien. Mis alumnos por lo general no quieren escribir bien, quieren ser escritores.

Publicar un libro, creo, debe ser un efecto secundario de escribir y, no debe ser el fin último de la escritura, pero ¿qué sé yo?

miércoles, 5 de febrero de 2025

Se me ocurre

Es tarde y tengo sueño asi que se me ocurre contarles lo siguiente:

Casi no escucho podcasts, pero es algo que me gustaría hacer con más frecuencia, pues veo que muchas personas los disfrutan,si no es que tienen uno propio, en fin. Ayer me propuse buscar alguno y recordé Las edades de Millás, un podcast en el que participa el escritor español."

Cuando me metí dentro de las cobijas conecté los audifonos al celular, me los enchufé a las orejas, escogí un episodio a puro feeling, y comencé a escucharlo. El escritor y otro hombre hablaban del alto nivel de luminosidad en las calles de Madrid, si no estoy mal,y decían que es algo que les parece una exageración.

Estaba concentrado en lo que decían, tratando de llegar a una conclusión propia, cuando un sueño milenario se apoderó de mí y me quedé dormido.

Horas más tarde, en la madrugada, algo me despertó. Quiero pensar que lo que ocurrió es que me estaba ahorcando con el cable de los audífonos, pero seguro no fue así. Tarde un momento en cerciorarme qué estaba pasando, si estaba soñando o qué, hasta que fui consciente de la voz del escritor. Me quité los audífonos como mejor pude, y al intentar ponerlos junto al celular en la mesita de noche, se cayeron al piso. Maldije mentalmente mi torpeza, algo como: buena tarado, y al instante volví a caer en un sueño profundo.

Me pregunto si algo de lo que sonó durante el tiempo en el que estuve dormido se me quedó grabado en algún lugar del cerebro. Los mantendré informados.

martes, 4 de febrero de 2025

Hablar desde el más allá

¿Qué pasará después de la muerte? ¿Existe un más allá? ¿Qué tal que simplemente no haya nada, que la muerte marca el final y san se acabó?

Una vez entrevisté a una profesora de biología y me dijo que ella siempre pensaba en la muerte de forma literal, es decir, que la muerte no es más que cuando un organismo deja de funcionar, cuando las células ya no intentan comunicarse con su entorno.

Como le leí a Millás alguna vez, sería algo trágico llegar a comprobar que después de la muerte no hay nada, pues gran parte de la arquitectura narrativa y teológica del cristianismo se vería profundamente afectada.

El tema me llega a la cabeza porque en Animales difíciles, la última novela de Rosa Montero, uno de los personajes muere y utiliza un servicio que se llama Punto Final, una empresa que envía un robot mensajero que entrega un cubo holográfico con un mensaje de la persona que ha muerto, y que lleva esas palabras que la gente que se quiere debería decirse antes de morir. 

Esa, creo es una buena forma de comunicarse desde el más allá. Otra sería utilizar el servicio de la empresa italiana Ricoordami que incrusta códigos QR en las lápidas, y cuando las personas lo escanean, tienen acceso a un archivo digital del difunto.

Hay gente que se empeña en seguir existiendo; yo no le veo mucho sentido a eso. Yo espero llegar—de ser posible—al paraíso, cosa que, la verdad, dudo. Sea como sea, ya estando allá—en un lugar lleno de paz en el que no tengo que preocuparme por nada, o quemándome las pestañas en el infierno—¿para qué carajos quiero establecer contacto con los vivos?

lunes, 3 de febrero de 2025

Opuestos

Leo en un café. Ahí estoy, metiendo mi nariz en el día a día de los personajes de la novela, cuando un hombre saluda a otro que está sentado en la mesa que está a mi derecha. “ ¿Qué mas Pipe?, ¿qué cuenta?.”

El recién llegado luce una barba de varios días, lleva el pelo revuelto, un morral al hombro y tiene las manos en los bolsillos. Sus hombros apuntan al cielo como si sintiera mucho frío.

Pipe, es como su opuesto y está afeitado a ras, lleva traje y corbata y el pelo muy corto, casi rapado. “ ¿Bien o no?, marica”, contesta.

“Todo bien ¿Cómo va el trabajo?”, pregunta el de la barba poblada.

“Bien, ahí vamos. A veces con ganas de mandar todo a la mierda, pero me las aguanto”, “¿Y su emprendimiento cómo va?”

“Pues ahí voy, buscando inversores”.

“Pero bueno, por lo menos no tiene que estar metido en una oficina todo el día”

“No crea, a veces también me dan ganas de mandar todo a la mierda.

Yo finjo que leo, pero pongo atención a la conversación porque el par de amigos habla muy fuerte.

El ejecutivo lo invita a sentarse, pero su amigo le dice que tiene que hacer una vuelta de banco. Pipe se pone de pie y le da un abrazo, fraternal, como si supiera que es la última vez que lo va a ver en la vida.

Antes de seguir leyendo, me pregunto cuál de los dos tomó el camino laboral correcto. Imagino que ninguno, o mejor dicho los dos, porque cada elección, como todas las que se toman, tendrá sus riesgos y sus respectivas dosis de felicidad y tristeza, pero antes de ponerme a filosofar, decido seguir leyendo y me propongo no distraerme con las conversaciones a mi alrededor.