sábado, 18 de octubre de 2014

Libros Prohibidos

Hoy estaba leyendo en un café.  A dos mesas de la mía, se sentó un grupo compuesto por un viejito en sudadera, una mujer y dos hombres.  Uno de los hombres, que tenía puesto un Blue-Jean, y una camiseta morada de rayas negras verticales, saludo al viejo afectuosamente.

"Que bueno volverlo a ver, no se imagina lo que le traigo hoy.  Son unos libros de 1800; un homenaje póstumo al año de su muerte.  Él fue el precursor en ese entonces del socialismo."

¿Lenin?  ¿Stalin? El hombre no mencionó el nombre del personaje sobre el que tratan los libros que estaba a punto de entregarle al viejo.  Entonces el Indiana Jones Colombiano sacó de su maleta tres libros en pasta dura verde. Se podían notar sus hojas sucias a causa no de un mal trato, sino del paso del tiempo que siempre termina envejeciendo y ensuciándolo todo.  Mientras tanto los otros dos acompañantes soltaban frases cortas acompañadas de risitas estúpidas.

Yo estaba esperando que el viejito sacara un sobre de manila, el cual  muy seguramente iba a tener un par de fajos de dolares (los pesos colombianos para ese tipo de transacciones secretas, le habrían quitado todo el peso a la escena), pero no, el viejito simplemente los recibió; es obvio, en estos tiempos modernos el traspaso de ese dinero "sucio" se debe hacer electrónicamente, sin embargo, uno en medio de su romanticismo espera esos toques de antigüedad.

El hombre que entregó los libros, levantó la mirada y se quedo mirándome fijamente por un par de segundos.  Fue obvio que se dio cuenta que estaba espiando su conversación.  Me hice el loco y dirijí mi mirada al infinito.  Nadie, en stos días, quiere morir a manos de un traficante de libros viejos y prohibidos.

 ¿Existirán esos libros a los que muy pocos tienen acceso, simplemente porque la humanidad no podría soportar su contenido?  Tal vez si, el viejito de sudadera debe tener la repuesta; sin embargo,  prohibir libros en estos tiempos resulta tan estúpido como prohibir respirar.

viernes, 17 de octubre de 2014

Pedro: El Amigo no Amigo

Hoy estaba en un evento con una amiga.  En un momento ella se fue al baño y un hombre se acerco a saludarme " ¿Que más, como ha estado?" fue la frase que utilizó.  Mientras sonreía y me miraba fijamente a los ojos, esperando a que yo hablara, le respondí mecánicamente "¿Qué más hombre como va?".  Estoy seguro que alguna vez estuve reunido con él en un salón, creo que fue en un taller de Creatividad; pero la verdad hoy le di la mano a un perfecto desconocido.

Me siento como un tarado cuando eso pasa.  Afortunadamente ese señor, pongámosle Pedro, no mencionó mi nombre; algo que me habría hecho sentir aun más tarado. Después de mí saludo con frase de robot,  creo que  él se dio cuenta que yo no tenía ni la más mínima idea a quien saludaba.  Aortunadamente fue sensato y no trato de armar conversación, dio media vuelta y se fue; Creo que me dijo "Adios" o "Chao" en un tono desanimado.

Siempre que me ocurre el incidente del "Amigo no amigo", me da mucha pereza ponerme a averiguar quien es la persona.  El momento del saludo me genera cierta angustia, por  la decisión y actitud arrolladora con la que lo suelen abordar a uno.  

Hay ocasiones en las que en medio del saludo logro relacionar la cara de la persona con la situación, evento, etc. en el que la conocí;  pero a pesar del esfuerzo mental que hice hoy, no pude recordar en que lugar conocí a "Pedro". 

jueves, 16 de octubre de 2014

Silencio

Antes de ayer tenía dolor de cabeza y una especie de malestar general.  A esa sensación se le sumo mi empute.  Yo sé un poco rídiculo, pero me dio mal genio sentirme así, sobre todo porque así es que me han empezado unos episodios de migraña que son una completa pereza.

Es día me dormí temprano. Mi idea era taparme solo con el cubrelecho y esperar a que se me pasara el dolor de cabeza para después ponerme a  escribir algo; finalmente no fue así y me terminó por dar sueño;  Así que me quede dormido sin ponerme la piyama (esto es un decir, pues hace mucho que no utilizo y me duermo en boxers, a menos de que sienta mucho frio).

Me desperté a la 1 de la mañana, intenté hacer pereza (vender pereza debe ser un buen negocio), pero mi cuerpo parecía estar completamente descansado, así que me quede quieto escuchando nada; fue muy extraño pero por varios segundos mis oídos no captaron ningún tipo de ruido.  Durante ese corto lapso de tiempo ningún carro sono, el pájaro del reloj cucu no hizo ruido, la nevera tampoco, nada.  Me acuerdo que cuando era pequeño dormirme era un martirio porque cerraba los ojos, y me imaginaba un sonido metálico en la cocina, no sé porque pensaba que un robot malvado se paseaba, en horas de la noche, allá.

Pensé en el silencio en ese momento, y que tal vez meditar habría sido una buena opción, pero no sé hacerlo; aunque dicen que no es complicado, sino que simplemente uno se debe sentar comodamente y comenzar a  exhalar y expirar profundamente, al mismo tiempo que se debe tratar de no pensar en nada.  Lo de la respirada me lo aguanto, pero eso de no pensar en nada me parece extraño, pues el siemple hecho de tratar de no pensar sobre nada, implica el pensar sobre nada  ¿no?, en fin.  

En la universidad una amiga estuvo metida en el cunto de los Hare Krishna; ella sabía meditar, llevaba un punto de henna en la frente  y su cara tenía faccciones orientales.  Se sabía varios mantras, y a mí me gustaba oirla cuando los recitaba; siempre he sentido fascinación por cualquier tipo de lengua de la cual no conozco ni media palabra.  Solo me aprendí el principio de uno que, creo que, pretendia buscar la paz: "Namaste Narasimhaya pradala; el resto nunca me lo pude aprender.  Ella los recitaba muy rápido y fonéticamente eran muy agradables.

A la larga creo que de vez en cuando es bueno guardar silencio, pues en medio de tanto ruido, las indicaciones para tomar el camino adecuado se nos pierden.  

martes, 14 de octubre de 2014

Amor Minimalista

Deberíamos apuntarle a un  amor minimalista, es decir, a un tipo de amor sincero y sin complicaciones; pero no es así, nos enredamos con el concepto de querer algo/alguien y sus diferentes niveles, comenzando por el "te quiero",  hasta el famosísimo e indescriptible "Te amo".

En estos tiempos de menos es más, less is the new more, etc. deberíamos tratar también de aplicar esas posturas  a los sentimientos.  Suponga  usted, estimado lector, que le gusta alguien; entonces comienza a salir con el susodicho(a) hasta que llega ese momento en el que alguno de los dos dice "Te quiero".  Esa última palabra debería bastarle a la relación por y para siempre, pero no, uno siempre busca pruebas maricas de amor y de cierta forma todos esperamos poder decir o que nos digan el "Te amo" ¿En qué momento "Amar"  adquirió un mayor estatus que "Querer"?  ¿A cuántos no les han dicho "Te amo", al mismo tiempo que les ponen los cachos?.

  ¿Cómo saber en qué momento uno deja de querer a alguien y comienza a amarlo?  ¿Son eventos  mutuamente excluyentes o independientes? es decir, si usted quiere no puede amar o viceversa?  ¿Qué se debe responder si a uno le dicen "Te amo" y uno no cree todavía amar a la otra persona,  "Lo siento pero hasta el momento mis niveles de afecto hacia ti, continúan en la zona del "querer"?  

La verdad, creo yo,  nuestro lenguaje a veces no es práctico, y nos enreda la vida; deberíamos, como los gringos, tener una sola palabra para expresar afecto hacía la pareja.   "Querer"  debería ser suficiente.


"Porque me sentía Ronald Gutierrez  o cualquier galan
de la peor de las calañas cuando lo decía (<<te amo tanto>>)
y no entendía cual era la puta diferencia entre decir <<te amo tanto>>
y decir <<te quiero mucho>>"
- Ricardo Silva Romero, Relato de Navidad en la Gran Vía -

lunes, 13 de octubre de 2014

Excavar

Por alguna razón me gusta más la palabra Dig. No sé, tal vez fonéticamente me parece más relajada o menos sería (Quería también escribir fonéticamente porque es otra palabra que me gusta). El gusto por las palabras es similar al gusto que tenemos hacia otra persona. Puede ser que para el resto, aquella persona que nos gusta a morir, sea simple e inclusive fea, mientras que para nosotros lo es todo.

La palabra excavar llegó a mi mente, precisamente porque me puse a hacer eso. Tal vez, hace un par de días, anoté en mi libreta alguna idea sobre la cual quería escribir, pero hoy no anote ninguna. Así que me puse a excavar en mi mente a ver que se me ocurría y finalmente decidí escribir sobre la palabra.

Alguno dirá entonces que fue una excavación chimba o superficial, pues en vez de empezar a cavar un hueco, me quedé con la pala en la mano, en fin, una historía, ensayo, libro, novela puede comenzar alrededor de una cosa tan ajena para uno como lo es una pala, mientras que para alguien que tiene como trabajo cavar tumbas, aunque suene extraño, lo puede ser todo.

El punto es (me tiene mamado ese cliché narrativo de "el punto es", es tan flojo y/o perezoso como los puntos suspensivos. Obviamente habrá miles de formas para no utilizarlo) o más bien a lo que voy es que nos molesta excavar nuestra mente; nos molesta meternos en esta, y no queremos saber qué es lo que realmente pasa en ese territorio de penumbras; pero ¿A quién no? con la cantidad de basura, emociones, miedos, tristezas que vamos almacenando a lo largo de la vida, la mente puede ser tan peligrosa como se quiera.

Sin embargo tenemos, por más difícil y dolorosa que resulte la experiencia, que realizar esa excavación mental de forma constante pues es vital para definir quienes somos, y en que punto de nuestra historia y de la historia estamos ubicados. Creo que el punto de partida constántemente cambia, y es posible que estemos listos para correr los 100 metros planos, mientras nos esperan en la competencia de salto largo.

domingo, 12 de octubre de 2014

Microorganismos

En el Colegio me dictó clase Pabón, un personaje muy particular, que siempre andaba de saco de rombos y tenía cierto parecido con el personaje de Condorito "Garganta de Lata".  Una de las cosas que más recuerdo era como, cuando el salón estaba en un completo desorden, alzaba su voz para decir: "¡AGHHH! dejen la Rochela"; palabra interesante esta última y sinónimo de bullicio o algazara que a su vez significa, según los eruditos de la RAE, "Ruido de muchas voces juntas, que por lo común nace de alegría", y es verdad porque  ¿Quién no se alegra haciendo desorden?

También recuerdo, que alguna vez nos dijo, que si el ojo humano pudiera percibir la cantidad de microorganismos que están a nuestro alrededor, inmediatamente trataríamos de encerrarnos dentro de una capsula, para buscar algo de resguardo, es decir,  para aislarnos de los millones de bacterías que transmiten enfermedades.

El punto es que al día de hoy continuamos sin ver las bacterias, pero nos comportamos como si nosotros mismos las fueramos.  Hoy, leyendo un artículo sobre el virus del Ébola, este decía que lo  primero que pensamos es que se debe aislar a los Africanos.  Dejarlos allá con "su virus", y que se pudran si ha de ser necesario.   ¿Por qué pensamos, en la mayoría de ocasiones,  en desentendernos de un problema en vez de ayudar?.

Entonces lo que decía Pabón de cierta forma se cumple; tratamos a toda costa de encapsularnos, de encerrarnos dentro de nosotros mismos, hasta el punto que solo importa nuestro bienestar; hasta allá nos ha llevado el máldito ego.

Deberíamos, más bien,  darnos cuenta que en realidad si somos unos microorganismos.  Un mísero punto, que digo, ni siquiera llegamos a ser uno completo, en toda la existencia de la raza humana, y que nos deberíamos preocupar solo en buscar tranquilidad y dejar de ser miserables con el resto de las personas.

Mientras tanto el Ébola continúa mutando y evolucionando sin que lo podamos ver.  Tal vez quiera enseñarnos algo.  

sábado, 11 de octubre de 2014

Título

Esta entrada va a ser un revuelto de temas.  Siempre escribo entradas similares cuando me siento en algun lugar y trato de detallar la escena a mi alrededor; como si  estuvieran grabando un documental justo donde me encuentro.

Los fines de semana mis horarios de comida se suelen desordenar.  Desayuno tarde; la hora del almuerzo se corre, y lo mismo pasa con la de la comida.  Son las 9:37 p.m y no tengo hambre.  Me imagino que a eso de las 11 me dará, y entonces me comeré cualquier porquería de paquete.

A las 3:00 decidí salir a almorzar.  Estaba solo y me entraron ganas de comer algo específico.  Me fui a una plazoleta (Palabra que inmediatamente asocio con un  pueblo) de comidas.

Apenas ubiqué una mesa, ya con mi pedido,  me puse a mirar la cantidad de personas que tenía a mí lado y todo el ruido del momento: voces, mordiscos a comida, besos, gritos, risas, una carne asándose sobre una parrilla, unos cubiertos metálicos estrellándose contra el piso, un dispensador de gaseosa llenando un vaso, niños gritando, llorando, una voz a través de un altavoz (quizas  llamando al dueño del carro de placas XXX-XXX, que está en cine (Siempre me imagino a los dueños de esos carros viendo una película), un radio, música, una caja registradora tragándose el dinero de una persona, un eructo (no el mio), zapatos estrellándose contra el baldosín, puertas de ascensor abriéndose y cerrándose con su sonido de videojuego,  el particular sonido al abrir una lata de gaseosa, el de una botella, unos cubiertos de plástico quebándose o abriendo pequeños huecos en un plato de icopor,  los carros en la calle, pitos. El ruido y sus diferentes proyectiles y uno  ahí, justo  en el medio, recibiendo múltiples impactos. 

Escucho que una persona dice "Obsequio" y justo al instante en una mesa a mis espaldas (Cómo si fueran dos, La derecha y la izquierda) otra dice "¡Gonorrea!.  La palabra obsequio me parece extraña; yo siempre digo regalo.  Decir obsequio me parece, no sé porque, como decir Cena. Aquí en Colombia por la noche comemos no cenamos, pero bueno, a veces tenemos ínfulas de europeos.

En la mesa de enfrente (Que al contrario de las "espaldas", solo es uno) se encuentra una familia:  Los papás, dos hijos, y otra persona.  El hijo llegó a la mesa con una plato de arroz con algo,  le repartió un plato vacio a cada uno.  La hija agarró una cuchara y comenzó a servir.  Creo que estaba esmerándose por servir exactamente la misma cantidad en cada uno de los platos. Un celador, vestido con una chaqueta verde fosforesecente se acercó y les dijo algo; pensé que de pronto quería un poco de arroz, pues servían y servían y no parecía acabarse.  No fue eso.  Le dijo al hijo que quitara la chaqueta del espaldar de su silla porque le podían robar algo.  Él la cogió y se la puso.  No sé porque hizo eso con el calor tan infernal que estaba haciendo; parecía que el ruido lo hubiera calentado todo.  Mientras el celador se aleja, la familia le da las gracias.   ¿Le dará más hambre de lo normal durante el día, por tener que vigilar esa zona de comidas? 

Me aburro de mirarlos y concentro mi mirada en una pareja de esposos.  Ambos están de sudadera y cachucha.  No le presto atención a lo que están comiendo.  La mujer no deja de teclear  la pantalla de su telefono celular, y el marido, que de vez en cuando la mira, lleva con desgano un tenedor hacia su boca.  Ninguno habla, parecen maniquíes con movimiento.  Que pareja tan aburrida ¿En eso se convierte  el matrimonio después de unos años de convivencia?.

A la derecha de esta pareja memorable, se encuentra una mamá con 3 niños pequeños y una niña un poco más grande.  Los niños le prestan más atención a un televisor que transmite un partido de fútbol que a lo que están comiendo.  Uno de ellos, con un vaso de gaseosa en la mano, una camisa roja de rayas negras horizontales dice  "Es cristiano Ronaldo".  Bajo la mirada y veo que tiene unos tenis verdes fosforescentes.  Pienso que el celador debería comprar unos así, para que le combinen con su chaqueta.   

En la mesa ubicada a mi espalda izquierda Dos amigas hablan con cara de seriedad.  Una le muestra una foto en su celular a la otra.  Me imagino que están hablando sobre hombres, la verdad un pensamiento un poco machista; tal vez discuten una de las posturas de Herbert Marcuse  ¿Cómo Saberlo?.  La mujer que mostró la foto, ahora se sujeta la cabeza con la mano izquierda, mientras apoya el codo en la mesa, como queriéndole dar un toque más dramático y serio a su converación.

Acabo mi comida.  Apenas me levanto , una mujer dice "¡Ayy!  que ternura".  Entonces se me viene a la cabeza este título:

Cero Ternura:
- ¡Bájese del obsequio Gonorrea! -