lunes, 20 de junio de 2016

El incendio

Hay autores que no tienen que pierde, que nunca va a haber inconveniente alguno con meterse de cabeza en una de sus novelas, incluso si las seleccionamos al azar, a ojo o mera intuición.  Dos escritores con los que me ocurre esto son Millás y Vargas Llosa.

En las últimas versiones de la  feria del libro siempre he comprado novelas del autor peruano, del español también  busco pero son difíciles de encontrar.  El primero  narra y teje tan  bien cada una de sus historias que resulta imposible aburrirse al leerlas.  Un británico alguna vez me contó que la mejor es "Conversación en la catedral".

Tengo la novela encima de un mueble en mi cuarto, aun cubierta por el plástico (quitarle la envoltura a un libro es y seguirá siendo uno de los pequeños placeres de la vida) y  espero leerla en lo que queda de este año.  

El día que la compré, antes de pagar agarré el libro y, como siempre, lo primero que hice fue darle la vuelta para leer la contraportada, Me encontré  uno de los mejores mensajes promocionales de un autor:

"Si tuviera que salvar del fuego una sola de las novelas que he escrito, salvaría esta"
- Mario Vargas Llosa -

 ¿Por qué salvaría esa?  ¿Qué la hace especial? ese conciso copy genera la intriga necesaria para querer leer la novela, sumado a otro par de comentarios que afirman lo mismo: es la mejor novela que ha escrito el peruano.

Que chévere sería tener así de claro que salvaría uno del fuego en un incendio.  De pronto esa sería la mejor respuesta que podría dar una reina cuando le pregunten: " ¿Y usted que salvaría de un incendio en un museo: un perro o un cuadro?: "Un libro, y de ser posible Conversación en la catedral". 

sábado, 18 de junio de 2016

Cámara lenta

Me gustan los  pueblos porque sus habitantes parecen andar en cámara lenta como si, tan solo por habitar esos lugares, estuvieran anestesiados contra el caos y las constantes angustias que, sin cesar, suministran las grandes ciudades. 

A primera vista puede parecer que un pueblo tiene poco por ofrecer, pues no hay nada para "hacer", es decir, no hay salas de cine, bares o cafés, donde pasar el tiempo, pero sus habitantes se ven más ligeros y alegres; parecen disfrutar más la vida con menos cosas o distracciones, que muchas veces solo son válvulas de escape.

Hoy, después de almuerzo fui a un pueblo.  Tenía ganas de algo dulce, entré a una tienda y me compré un cono de helado de vainilla con trozos de mora. Luego, en otro local, pedí un tinto hecho en greca, que me sirvieron en un vasito de icopor.

afuera, me senté en una mesa con un parasol que daba hacia la plaza principal,  para "ver pasar la vida", actividad que  consiste en sentarse con alguna bebida en mano (medida opcional), contemplar a las personas que pasan y rumiar un pensamiento detrás de otro;  la mejor actividad que puede ofrecer un pueblo.  

Mientras veía pasar la vida en cámara lenta, un hombre de unos 60 años paso caminando. y lo seguí con la mirada.  Él se dio cuenta y me la sostuvo por unos segundos. Llevaba un sastre de un color oscuro opaco, tal vez debido a un uso constante, y un sombrero con una pluma.  Me pareció que estaba muy elegante. 

 Finalmente, el hombre se tocó el sombrero con una mano, y me dijo "Buenas tardes joven".  Le respondí el saludo y él siguió su camino en cámara lenta. 


jueves, 16 de junio de 2016

Forzar

Forzar algo, un encuentro, una situación, una decisión, es una acción que nuevamente nos divide en dos bandos: aquellos que optan por ese camino de ejecutar algo, sin importar cual sea el panorama y esos que optan por la vía de que los acontecimientos continúen fluyendo en su cause natural, por más retorcido y peligroso que este parezca.

Hoy llamé a una amiga para que nos viéramos y no podía porque tenía clase por la tarde-noche.  Me dijo que cuadraramos para la siguiente semana, yo le dije que la otra semana está muy lejos, que quien sabe que puede pasar de aquí a allá y que más bien hablabamos luego.  Queda claro que hago parte del grupo que prefiere dejar fluir y no apurar nada.

El otro día, mientras me tomaba un café, un señor de la mesa de al lado le dijo a las personas con las que se encontraba: "Yo en mi vida, nunca he vuelto a forzar nada, las cosas que se fuerzan siempre van por mal camino".

De pronto generalizar y afirmar  que todo lo que forzamos agarra un mal camino resulta exagerado, pero puedo decir que varios de los mejores planes que he tenido en mi vida, han salido de improvisto, sin forzarlos o programarlos, que viene a ser un sinónimo de forzar. 

miércoles, 15 de junio de 2016

Lament

Hoy escuché esa canción de King Crimson. Mientras lo hacía, imaginé un mundo donde todas las personas presentan características de sinestesia, esa extraña habilidad de percibir el mundo de manera diferente: oler la música, asociarle números a los colores, saborear sonidos, etc.

En esa vida, o vidas pues no está solo la mía sino la de los 7.229.916.047 humanos restantes, soy escritor de tiempo completo y he publicado varias obras.  Por razones que nadie conoce, a pesar de mi continua producción de textos, al igual que Murakami, no me he ganado el premio nobel de literatura.  Me imagino que una de las razones es que, como a el, en esa vida muchos me consideran un escritor comercial.

Dado que todos los habitantes del planeta son sinestésicos, cuando leen mis escritos es como si escucharan música. Esto no solo les ocurre con mis libros, sino con cualquier tipo de escrito.  Bajo estas condiciones, me gustaría que mis textos fueran como Lament, que comenzaran tranquilamente y que de repente su melodía tuviera cambios inesperados, pero que al terminar uno se sienta bien y con plena seguridad que en medio del "desorden" todo tiene sentido, la narración es una sola y las ideas están perfectamente expuestas.

martes, 14 de junio de 2016

Ojos negros en la librería

Sin batería en el celular,  termino un capuccino y le pregunto a una mujer la hora. "Veamos que hora es" me responde con una sonrisa mientras descubre la muñeca en la que lleva el reloj. "Son las 6:40". Le doy las gracias y me despido.

Me quedan 20 minutos para una reunión.  En el camino me cruzo con una librería, hago cálculos imaginarios de tiempo y estimo que han pasado 3 minutos desde que la señora me dio la hora.  17 minutos son suficientes para la reconfortante actividad de  hojear libros. En realidad no eran 17 sino unos 15, 2 menos, necesarios  para llegar al lugar de la reunión.

Como siempre que entro en una librería, me aterro al ver tantos libros con títulos sugerentes e interesantes, de autores que no conozco y que probablemente nunca leeré en lo que me queda de vida. 

Levanto la mirada y al otro lado del estante de libros, una mujer busca un libro.  La altura del estante solo deja ver de sus ojos hacia arriba.  Son de color negro, como un pozo profundo lleno de aceite.  Al rato le pregunta a uno de las personas de la librería por un libro, "Si claro, por acá esta", le dice un hombre y la lleva al pasillo en el que me encuentro.

Me pasan de largo, y alcanzo a oler el perfume de la mujer de los ojos negros, es una fragancia deliciosa.  El hombre busca el libro y se lo entrega.  La mujer agarra el libro con ambas manos y sonríe, como si lo estuviera buscando desde hace mucho tiempo.  Otra vez pasa a mi lado con su perfume.  

Voy a la sección de donde extrajo el libro el  y veo que son puros libros de la premio nobel Alice Munro. Agarro uno, no sé si el mismo que se llevó, leo la contraportada y habla sobre una mujer y el amor.  Devuelvo el libro al lugar, pues creo que ya empezaron a correr los 2 minutos que necesito para llegar a mi destino.

Al salir, la mujer de los ojos negros está pagando en la caja.  Intento mirar el título del libro, pero sus manos lo esconden.

lunes, 13 de junio de 2016

Movimiento de 4 piezas para comprar el pan

Es Domingo y el almuerzo es pasta boloñesa.  Me entran unas ganas casi infinitas de comerla con pan baguette, así que salgo a comprarlo.  Miro por la ventana e intento  descifrar el clima, una tarea casi imposible de realizar en Bogotá; veo unos rayos de sol y me decido por una chaqueta delgada y también agarro mi MP3.

Apenas salgo el sol desaparece, y ráfagas de viento comienzan a embestirme.  Cierro la cremallera de la chaqueta, y arranco a caminar rápido para que me de algo de calor.  La primera canción que suena es Kashmir, la versión con la  orquesta egipcia; una de mis favoritas. El "golpe" del baterista de esta presentación es impresionante, al igual que la energía y buen ambiente de los músicos y la banda. 

La canción dura 12 minutos tiempo en el que alcanzo a llegar al lugar donde voy a comprar el pan. Cuando salgo prendo nuevamente el reproductor musical y ahora suena It's so easy.  En lo que dura, me pregunto, a diferencia de Axl Rose que lo afirma, qué tan Fucking easy es todo.  Es una buena canción.  Ese álbum no tiene pierde.

A los gunners le sigue Pearl Jam con In my tree. De esta, lo  que más me gusta es la letra:

"Up here in my tree, yeah
newspapers matter not to me, yeah
No more crowbars to my head, yeah
I'm trading stories with the leafs instead

I wave to all my friends, yeah,
they don't seem to notice me, no
All their eyes trained on the street"...

A veces es bueno quedarse en el árbol, no prestarle atención a nada e intercambiar historias con las hojas, aunque  siempre existirán esas personas que quieren bajarnos a punta de "piedras verbales".

Cuando ya estoy llegando a la casa, suena Run baby run de Sheryl Crow, una canción ni fu ni fa y que más bien considero sonsa.   ¿Que por qué está en mi MP3? porque hace parte del un cd de grandes exitos de Sheryl Crow que únicamente compré porque tenía "All I wanna do", que me parece un cabezazo completo de canción.

Considero que la aleatoreidad de las canciones para mi breve trayecto fue la apropiada.

viernes, 10 de junio de 2016

Tiempo muerto

El tiempo, ese intangible que tanto nos enreda la cabeza, porque no lo tenemos ( ¿cómo agarrarlo me pregunto?) o se pasa muy rápido, ahora resulta que también muere.

En internet, mientras se"mata tiempo", tan solo basta un segundo de procastinación para dar un clic y zambullirse por completo en sus profundidades.  Así fue que di hoy con un artículo que  habla sobre el tema que titula el post. 

Dicen, los conocedores de lo oculto y vainas extrañas, que a partir de las 3 de la mañana, más exactamente a las 3:33 a.m,  hora conocida como tiempo muerto y  que hace alusión a la mitad del mítico 666 o número del diablo, es el momento en que podemos experimentar con más fácilidad fenómenos paranormales, pues se supone que se abre un portal dimensional. La palabra portal trae a mi mente imágenes de transmilenio, un lugar donde definitivamente se mata mucho tiempo.

Son pocas las veces que me he despierto en la madrugada.  En esas ocasiones a veces me dan ganas de mirar la hora, pero solo para calcular cuanto tiempo falta para que suene la alarma. Según otro artículo, esa conducta es supremamente mala pues altera los ciclos circadianos del sueño, que no sé muy bien que son, pero me gusta como suena la palabra circadiano.

Les estaré informando si algún día me despierto en la madrugada exactamente a las 3:33  a.m y experimento eso del tiempo muerto.  Eso si, si no soy poseído por algún espíritu pues no creo que los que entran en ese desafortunado  trance de convulsiones violentas y comunicación en lenguas extrañas, sientan deseos de sentarse a escribir.