lunes, 26 de septiembre de 2016

Tinto mediano

Hago fila en un Juan Valdez.  Agarro, como de costumbre, una de las facturas que  dejan en la barra.  Quiero ver que pidió la persona que la dejó ahí.  La tira de papel solo muestra el producto: Tinto Md 215ml, pero no lleva ningún nombre.  Estoy seguro que es un dato que siempre sale en la factura. 

Luego de hacer el pedido, el cajero me pregunta el mio.  "Juan" le digo y me responde "es solo para cargarle los puntos después, porque no hay línea en el sistema",  ¿Línea, acaso es un banco?  Esa es la razón por la que la factura que recogí no tiene nombre.  "Bueno" le respondo. El cajero está a la defensiva, quién sabe que gesto hice cuando  me pregunto el nombre.

Imagino que la ex-dueña de la factura es Paula, e intento imaginar por qué compro un tinto mediano a las 4:58:40.  Resulta difícil pensar  que esa sencilla actividad encierra una historia de amor, crimen, comedia, prácticamente lo que sea.

En ese momento pienso que podría escribir el guión de una serie que comienza con esa escena

Exterior - Acera -
Suena una trompeta de Jazz melancolica, la imagen comienza en un punto negro y a medida que se aleja de la cámara se refleja la silueta de Paula.  Lleva guantes rojos, gabardina y botas de color negro 

Interior - Café -
"Bienvenida ,  ¿cuál es su pedido el día de hoy?"
"Un tinto mediano, muy cargado, por favor."
Paula se quita los guantes y aprieta su puño derecho con mucha fuerza. Entrega el dinero al cajero

 "Tinto mediano" sería el título del primer capítulo. De pronto me animo a escribirla. 

viernes, 23 de septiembre de 2016

Hapke

Quiero escribir algo sobre Herwin Hapke, un biologo que se dedico por cuatro décadas  a hacer figuritas de animales en papel, con las que iba decorando su casa, que ahora es un museo, minuciosamente.  Debo entonces buscar artículos sobre ese señor, leer algunos en su totalidad y mirar con que tema, de los que se cruzan por mi cabeza, asociarlo.

Escribir un perfil, nota, artículo, crónica, ensayo, etc.  sobre Hapke es lo de menos, es decir el personaje a la larga no importa.  A Gay Talese, por ejemplo, le gusta enfocarse en los perdedores, aquellos personajes a los que nadie les pone atención.  Como vivimos vanagloriando el triunfo y todo lo que se le pueda asociar a este: éxito, felicidad, etc. nunca vamos a ser conscientes de las maravillosas historias que cargan esas personas que se encuentran en ese extremo en el que nadie desea estar.

Sin querer decir que es un perdedor, un término, por donde se le mire, muy ambiguo, podría hacerle una pequeña entrevista a Luis, por ejemplo, mi meteorologo de cabecera y portero de mi edificio. Siempre he creído que hay mucha sabiduría detrás de sus predicciones sobre el tiempo y su quijada con barba rala, que a veces le da un aspecto de trasnoche.


El punto es que las historias no dependen del personaje, y ni siquiera de quien las cuenta.  bien lo dijo Terry Pratchett:

"Las personas piensan que las historias son moldeadas por las 
personas, y es al revés.  Las historias existen independientes de sus involucrados.
 Si sabes eso, el conocimiento es poder"

jueves, 22 de septiembre de 2016

Avance y retroceda

Eucardo fue un profesor de física que tuve en el colegio.  Aparte de las notas de exámenes y tareas, en su clase también había una nota de "puesto", es decir, el puesto donde uno quedara ubicado al final del bimestre correspondía a una nota. Comenzaba con 10 en el pupitre ubicado al lado del escritorio del profesor y a cada puesto de para atrás se le bajaba una décima.

En medio de la clase, Eucardo, preguntaba algo, cualquier cosa, relacionada o no con la materia, y la persona que respondiera bien avanzaba 5 puestos y la que lo hacía mal retrocedía. A veces llevaba dulces para premiar a aquellos que contestaban bien.  

El intentaba que su clase fuera divertida pero en verdad era angustiante.  Primero uno siempre debía tener claro en que puesto había quedado en la anterior clase y,  a veces, generaba cierta ansiedad no tener ni idea de alguna respuesta y no contestar nada.  Los primeros 5 puestos del 10 al 9,5 siempre estaban ocupados por las lumbreras del salón, el primero casi siempre por Harold,  uno de esos personajes que existen en todos los salones de clase que nunca sacan una nota mala y cualquier tema, por más nuevo o difícil que sea, lo dominan como si nada.

Todo empeoraba cuando uno comenzaba a llegar a esos puestos que rondaban el 6.0, pues de ahí para atrás significaba perder ese porcentaje de nota que siempre ayudaba a contrarrestar los otros.

Siempre preferí las clases de Ariel, profesor de geografía y sociales, que las tensionantes clases de Eucardo y su sistemita barato de "Avance" y "retroceda".

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Manzanas en la ducha

Después de una cena, Newton y otras personas salieron a un jardín a tomar té, bajo la sombra de unos manzanos. Sentado y en modo contemplativo, vio como caía una manzana al piso. 

Ese incidente fue el que lo llevó a pensar en toda la teoría de la gravitación. Sin duda alguna Newton tenía una mente brillante. No cualquiera puede generar toda una teoría, a raíz de un evento tan cotidiano, pero lo que más me llama la atención del relato es el estado de presencia que experimentó.

Hoy en día, lograr contemplar el mundo, de manera tranquila y sin ningún estímulo del medio: aparatos electrónicos,otras personas, etc. resulta casi imposible. Uno de los pocos lugares, en donde podemos experimentar un momento de soledad que nos permite rumiar tranquilamente un pensamiento detrás de otro, es  en la ducha. 

Actividades como esa que nos hacen sentir relajados, incrementan los niveles de dopamina, hormona que se relaciona directamente con la creatividad.

Ese momento de divergencia en la ducha, tiene aspectos buenos y malos. A veces parece que cada gota es una manzana que golpea la cabeza, sin embargo, puede convertirse en un proceso poco amigable con el medio ambiente, pues las ideas que llegan se analizan demasiado, lo que significa un mayor consumo de agua. 

Lo importante es aceptarlas o descartarlas rápidamente, repetirlas mentalmente varias veces para que no se pierdan en las profundidades de la cabeza y, justo después de salir del baño, anotarlas en una libreta, teléfono, computador, pedazo de papel, el vidrio empañado o donde sea.

A veces también logro un estado similar mientras desayuno, pero eso hace que se me haga tarde, y más si coincide con un día de manzanas en la ducha.

martes, 20 de septiembre de 2016

Ella

Compro un café y me siento a tomármelo en la silla de un parque.  Son casi las 6 de la tarde y me encuentro en un sector concurrido con muchos edificios de oficinas.  Observo a la gente que pasa delante mio y trato de imaginarme cómo son sus vidas, para dónde van,  qué hacen o a qué se dedican.  

Fijo la mirada en la entrada de un edificio con puertas automáticas. Muchas personas salen de él como despedidas a presión, parece que quieren huir de ese lugar.  Intento llevar, con mi pie derecho, el ritmo del bombo de la canción que en ese momento me regala el dios del shuffle en mi mp3.

En ese momento sale ella y, a diferencia del resto, se queda quieta  en el andén por unos segundos. Escanea el lugar con la mirada.  Creo, o pienso más bien, que se llama Mariana, un nombre que me gusta mucho.  Nuestras miradas se cruzan y voy a su encuentro. 

La abrazo y le doy un beso "hola Mi amor, ¿cómo te fue hoy?". "Bien" me responde, luego de haberla tomado por sorpresa. Le ofrezco mi brazo para que se agarre de gancho, "vamos Mariana". Parece que si es su nombre, a veces la vida nos regala ese tipo de coincidencias dignas de la ficción.

Comenzamos a caminar, dejo que ella me lleve, pues no sé dónde vivimos. Durante el trayecto al paradero del bus, me cuenta como le fue en su día, que tuvo que hacer y a que reuniones asistió.  Le presto toda la atención posible, pero no digo nada; mientras tanto pienso en nuestro hogar,  ¿qué nos espera?  ¿vivimos en una casa, o en un apartamento pequeño?  ¿tenemos que llegar a hacer la comida o la empleada la dejó lista, para calentar, en las ollas?  ¿Tenemos hijos o una mascota a la que tratamos cono uno?

"¿En qué piensas?", "En nada" le respondo con una sonrisa.  Miento, pues casi siempre que nos hacen esa pregunta, pensamos en algo. 

Ya en casa, vemos algo de televisión, comemos y luego Mariana saca una botella de vino tinto. "Mira, te compré tu favorito" me dice.  El único trago que tomo es  cerveza pero callo; ella compró mi vino favorito y no quiero hacerle un desplante.  Nos bebemos la botella rápido.  Al rato se pone cariñosa, y comienza a acariciarme, me excito claro esta, y continuamos nuestra faena en la alcoba.  No tiene televisor, " ¿Qué haremos todas las noches?" me pregunto.

nos desvestimos rápidamente y tenemos sexo desabrido.  Ella y yo tenemos la mente en lugares completamente diferentes que la habitación y el momento.  Nuestra cópula se asemeja más bien a una transacción comercial.  A la larga esa es la base de todas nuestras relaciones, puras transacciones comerciales con las que ganamos diferentes cosas.

A la mañana siguiente me despierta con un beso.  Abro los ojos y la veo completamente arreglada.  "Se te esta haciendo tarde para ir a la oficina tontito" me dice. "Hoy tengo tele-trabajo" le respondo. "bueno, no se te olvide recoger a Damián esta tarde en casa de mis padres".  "Claro, así lo haré"

"Damián, supongo, es nuestro hijo, estoy seguro que no fui yo el que escogió el nombre.  Apenas oigo que cierra la puerta, me visto y me voy  del lugar lo más rápido posible.

lunes, 19 de septiembre de 2016

Aretes

Llevo días sin ver mi esfero negro de gel.  Reviso otra vez mi escritorio, con su particular entropía, y no lo encuentro.  Salgo de mi casa y camino hasta una papelería para comprar uno.  

"Buenos días.  ¿tiene esferos negros de gel?"
"Si claro regáleme un momentico" 

Trato de imaginar cual es la duración de un momentico en segundos, y si es la misma unidad de tiempo para todas las personas. Llego a la conclusión de que no, que cada uno lleva tiempos diferentes  y que los "momenticos" es una medida de tiempo personal.  Tal vez esa es una de las razones para tantos malentendidos; nuestros momenticos nunca coinciden. La mujer me habla y no me deja trabajar más sobre mi teoría acerca de  "momenticos".

" ¿De qué color negro o azul?"
"Negro"
" ¿retráctil o con tapa?"
"Retráctil"
" Chino o Americano"
"Ahhh"
"¡Ja! ¿Cómo me vio ahí?" Y ríe.

Le sonrío, me gusta su actitud.  pruebo el primer esfero que me pasa y me doy cuenta que es el mismo modelo que me prestó una cajera, hace unos días,  en un banco.  Ese día me gustó firmar con ese esfero.  "Deme este" le digo mientras pienso que haberlo encontrado es una especie de señal.

En el momento que estoy sacando la billetera, llega una mujer que tiene puesto un sastre negro. "¿Tiene aretes?" pregunta "es que se me olvido ponerme unos hoy"

Volteo y miro el lóbulo de su oreja derecha.  No sé por qué quiero confirmar que no lleva aretes.

"¿Y qué pasa si sólo por hoy se queda sin aretes?" pienso preguntarle.  No lo hago, nadie quiere ser fastidiado en sus momenticos y en la forma que los utiliza; esa, tal vez, es otra de las razones por la que nos cuesta tanto entendernos, nos la pasamos fastidiando los momenticos de los demás.

La mujer de la papelería saca una tabla repleta de chispitas que brillan con la luz. "Deme estos" dice, de forma automática, la joven ejecutiva,  como si toda la compra fuera una escena ya preparada. Yo, claro, soy un extra.

Abandono la papelería.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Conversaciones en la hora de almuerzo

Hay dos momentos en el día que Clara siempre espera con ansías.  El primero es la hora de almuerzo, donde puede dejar de pensar en el trabajo y dedicarse  echar globos y también a desarrollar la trama de su novela.  El segundo el tiempo que se demora en caminar hasta el paradero del bus.

Está en un punto en el que no sabe que hacer con un personaje, pues una serie de eventos de la trama lo han dejado mal parado,  y  ahora piensa que lo mejor sería eliminarlo.  Esa sensación de poder, de ser el dios  (la diosa, en su caso, para no herir susceptibilidades de género) de un mundo, así solo  ella  lo conozca por el momento, le agrada mucho.

No quiere pensar en el trabajo que implicaría la eliminación del personaje, quizás cambiar parte de la exposición de la primera parte y arreglar otras escenas posteriores para lograr la coherencia necesaria y no perjudicar el ritmo.  Hoy fingió tener una cita médica para escaparse de un aburridor almuerzo de trabajo, y decidió prestar mucha atención a las  conversaciones ajenas, una de las habilidades más críticas de un escritor, para su sesión de trabajo narrativo en la noche.

Delante de ella, en la fila de un restaurante de comida rápida, un hombre y una mujer hablan animadamente sobre trabajo  "¿Por qué hablan de trabajo en la hora de almuerzo?  ¿Acaso no son suficiente las 7 horas restantes para hacerlo?  La mujer habla sobre una inversión millonaria y le cuenta a su compañero que el próximo viernes va a asistir a un evento de 2 a 4.  "Si quieres solo vamos y vemos la intro"  A Clara le molesta como la mujer pronuncia la palabra intro (introuuu).    

El otro hombre no participa en la conversación. Los mira fijamente, parece que sus compañeros le producen tedio y que quiere gritar "¡Ya Cállense malditos!".  Clara estudia los movimientos de la mujer pues es igual de fastidiosa que Pamela, uno de los personajes de su novela. Saca su libreta y garabatea un par de ideas. 

Pensó que después del almuerzo se iba a comprar un bizcocho.  no pudo evitar pensar en un baño por esa palabra,  ¿por qué no pensó en su sinónimo, "postre"? pero ya su cerebro había metido la cucharada y lo primero que iba a hacer al llegar a la oficina era buscar en internet a quién se le había ocurrido ponerle semejante nombre a una parte del inodoro.

Después de hacer el pedido, mientras buscaba una mesa donde sentarse.  Vio a tres mujeres que hablaban muy duro.  Dos de ellas, una rubia y la otra de pelo negro, llevaban minifalda y zapatos de tacón gigante.  "Ni  a bala cambio mis baletas de flores por semejantes adefesios" penso.  

La mujer rubia, que tenía puesto un vestido rosado, hablaba sobre otra mujer, no presente claro está: "Uyy no tenaz  que se ponga esos vestidos todos justos.  ¿Acaso no ve cómo se le salen  los gordos?" Lo que más le molesto a Clara fue la forma en que gesticulaba con sus manos para aclararle a sus amigas la gordura de la otra mujer.  

Era increíble que por sus conversaciones, tantas personas merezcan cachetadas a la hora del almuerzo, pensó. Y concluyó que a este paso lo mejor sería que nadie hablará y que todos se enterraran en sus pensamientos y ya. 

Por un momento olvido lo de eliminar al personaje.  Esta semana se iba  dedicar a revisar cada diálogo de su novela.