jueves, 23 de febrero de 2017

Cartas de amor

Martes 10:30 de la mañana. Acaba de enviar una de las cartas por correo, Antes lo hacia cualquier día de la semana, pero de tantas que ha enviado y el seguimiento que les ha hecho,  se ha dado cuenta que el correo funciona mejor ese día.

Ya tiene práctica.  Al principio no sabia cómo redactarlas, sin que la carta quedara cursi, repleta de meloserías innecesarias; ahora las palabras vienen una tras otra como una avalancha; por eso centra sus esfuerzos en el proceso de edición, para evitar que no sean extensas y decir lo necesario con la menor cantidad de ellas.

Piensa que sus cartas son dardos afilados cargados de esa sustancia que algunos llaman e identifican tan fácilmente como  "amor", y que se clavan en el corazón de quién las lee.  Se atreve a creer que  Todos necesitan de ese tipo de cartas.

Todo comenzó un día que vio a una pareja peleando en un parque . La mujer, que tenía pelo negro que hacía lindo un  contraste con la bufando roja que llevaba puesta, parecía que iba a morir por la manera en que lloraba.  Entre sollozos trataba de argumentar con el hombre, que tenía los brazos cruzados en una postura desafiante. Al rato este dio media vuelta y la dejo hablando, llorando más bien, sola, sentada sobre un anden.

Se las ingenió para averiguar los datos de esa mujer y un día escribió una carta con la dirección de un amigo soltero.  A las pocas semanas su amigo se fue a vivir fuera de la ciudad, y no sabe si la mujer trató de contactarlo.  

Tampoco quiso volver a saber sobre ella, ya se había entrometido lo suficiente y solo esperaba que su acción fuera la chispa de una reacción en cadena, sin importar si el resultado era negativo o positivo. Quería que pasara algo, cambiar el estado de los eventos de alguna manera.

 Hoy disparó  su carta de amor número 73, y aun no sabe si está desperdiciando sus palabras.

miércoles, 22 de febrero de 2017

Colores

Desde hace varios años tengo sobre mi escritorio un tubo cilíndrico de cartón, con una tapa de plástico, que contiene unos colores. Me los regalaron en una feria del libro.  Recuerdo que esa vez la mujer que me lo dio era una modelo rubia de Mazda bastante atractiva, que no estaba atendiendo en ningún stand sino que, de un momento a otro, apareció flotando a mi lado y me tendió una mano con el tubito lleno de colores, 12 en total. 

De esa versión del evento, también recuerdo que otra mujer, esa si atendía un stand, me regalo un separador con un fragmento hermosísimo de Rayuela:

"Me miras de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces
jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se
agrandan, se acercan entre si, se superponen y los cíclopes se
miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan
tibiamente, mordiendóse con los labios, apoyando apenas la lengua
en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene
con un perfume viejo y un silencio."

Hace un tiempo mi hermana compró una edición especial de ese libro, pero al final no lo leyó y me lo regaló.  Al igual que el tubo de colores también está en mi cuarto, haciendo la fila de los "libros por leer".  Espero atender su turno este año.

Cuando voy a la feria acepto casi todo lo que quieran  dar: volantes, pasquines (que buena palabra esta), separadores, etc.  Al final del día lo reviso todo y descarto lo que no me llama  la atención.  Guarde el tubito con los colores, pues en esa ocasión juré que algún día iba a pintar un dibujo a lápiz, para luego echarle tinta china y por último colorearlo con esos colores, como lo hacía seguido cuando era pequeño.  Esa vez consideré la situación como una señal que me estaba invitando a dibujar de nuevo.  Nunca cumplí la promesa y los colores aun tienen la punta intacta.  

Hoy, que nuevamente caí en cuenta del tubo, creo que inconscientemente le di el estatus de tótem, y no lo he botado, pues considero que me protege de alguna manera.   ¿Contra qué o quién? la verdad no tengo ni idea.  

Por el momento los dejaré donde están, de pronto  sigo vivo gracias a no haberlos botado, o tal vez guardan una relación directa con el libro de Cortázar, y el uso de uno desencadenará una acción, digamos mágica, con el otro. 

martes, 21 de febrero de 2017

Mariposas blancas

Desde hace unas semanas, había comenzado a adelgazarse.  Lucía cansado, como si estuviera a punto de tirar la toalla de la vida.  Y claro que tuvo consultas médicas,  y claro que se hizo diferentes exámenes pero los resultados no mostraron nada extraño. De todas maneras sabía que algo no andaba bien y que estaba encarando la última curva de la vida. 

Se había sacado la lotería de una enfermedad huérfana.   Quizás dedicó algo de tiempo a martillarse la cabeza con "por qués" destructivos que únicamente sirven para edificar  angustias.

Un día,  no tuvo fuerzas para levantarse de la cama.  La semana anterior había trabajado como si nada, pues no iba a permitir que su estado le hiciera zancadilla a su estilo de vida.

A partir de ese momento quiso compartir todo el tiempo posible con su familia.  "No quiero un funeral; me aterra pensar que mis hijos tengan que cargar mi ataúd" le dijo a su familia.  Quizá quería restarle importancia a la muerte y hacer que la situación fuera lo más llevadera posible.

Muchos de sus amigos, sin ningún motivo en particular  fueron a visitarlo esa semana; decían que habían sentido  necesidad de verlo.  Él  también había pedido que la música de Los Beatles, su grupo favorito, no dejara de sonar en la habitación en la que se encontraba.  

Una tarde, a eso de las tres p.m, su esposa estaba atendiendo una visita en el estudió, cuando sintió que algo le oprimía el pecho y comenzó a llorar desconsolada.  Murió  justo en ese instante. 

Al día siguiente, una mata que del jardín, que  hace rato estaba apagada, volvió a florecer, al tiempo que varias mariposas blancas hicieron presencia. 

lunes, 20 de febrero de 2017

El reino del hombre con barba

Camina de afán, de un lado para otro,  con un jarro de cerveza en la mano.  La bebida parece un mar amarillo  picado, con olas a punto de sobrepasar la boca del vaso, pero el hombre tiene claro en qué momento frenar y cómo moverse para no derramar ni una gota.

Lleva una barba poblada y canosa que, al parecer, guarda miles  de historias.  Está pendiente de todo: quién entra, quién sale, qué quieren beber las personas, de qué hablan un par de hombres sentados en una mesa sobre la que reposan dos tazas de tinto medio llenas, y cómo se encuentra la mujer que alterna la lectura de un libro con sorbos de una copa de vino tinto; qué quieren los de la barra y los que husmean, indecisos, el mostrador y los estantes.

Apenas entro, da media vuelta bailando con su bebida y me saluda: "¿Qué tal?, ¿como está?, ¿qué está buscando?" me pregunta, mientras pone su mano libre sobre uno de mis hombros; un saludo sincero que no traspasa las fronteras de la comodidad.

Le pregunto por un par de libros. Le pide a su ayudante que los busque y me vuelve a hablar: "Puede sentarse ahí y leer un poco cuando le pasen los libros" me dice, al tiempo que me señala una silla.  "Gracias, unos amigos me están esperando afuera", le respondo con algo de pena.  No sé si me alcanza a escuchar, pues apenas termino la frase ya atiende otro asunto.

El hombre de la barba, vuelve a mi sitio y señala uno de los libros que pedí: "Ese es muy bueno".  Cuando termina la frase arranca de nuevo su baile y no me da tiempo de responderle. 

 Le doy las gracias al ayudante y me despido de él.  Cuando abro la puerta volteo para despedirme, y suelto un "Hasta luego, muchas gracias" más fuerte de lo normal, pero es una despedida en vano; el hombre con barba no tiene tiempo para aquellos que  están a punto de abandonar su reino. 

viernes, 17 de febrero de 2017

Cargas

El paquete que carga sólo le pesa en la conciencia. "Cada quien lleva sus cargas como mejor le parezca" piensa.

El sol había aparecido en la mañana, fuerte, inclemente y ahora se esconde tímidamente detrás de una nube gigante a la que le busca alguna forma pero al final la deja en lo mismo, en nube. Más que el calor, lo que le pica son sus ideas que colisionan con fuerza dentro de su cabeza.

El café en el que se encuentra es uno de los más concurridos de la ciudad.  Varios hombres de negocios, vestidos con traje y corbata conversan, discuten y se odian en silencio, detrás de gestos cordiales y risas.

A su derecha se encuentra una pareja de adolescentes. El joven tiene una mochila en su espalda, otra carga, y  las manos de su pareja agarradas  por encima de la mesa. Sobre esta reposan 2 vasos de café que aun despiden vaho, y un cuaderno rojo junto a un esfero verde que, al parecer, le pertenecen a ella, una mujer flaca de ojos negros grandes y profundos.

Los jóvenes inclinan sus cuerpos sobre la mesa y se besan. 1,2,3,4,5,6 de manera inconsciente cuenta los segundos que dura el beso, "La carga del amor", piensa.

Se pregunta por la serie de eventos, afortunados o desafortunados que llevaron a las personas que se encuentran con él hoy a ese lugar, ¿destino? ¿casualidad? ¿Causalidad? ¿qué es todo eso?, sigue alargando los segundos.

Palpa el paquete por encima de la mochila y recuerda que su color es similar al del cielo en esta mañana, cálido, contrario a su rugosa superficie.

No logra callar algunas ideas que le pesan y se encuentran en un pequeño rincón de su cabeza, como siempre las cargas mentales las más peligrosas. ¿Y qué si está equivocado? ¿y qué si nada está bien o mal? todo, como siempre, termina en preguntas.

Las campanillas de la puerta suenan. Una mujer de pelo rubio entra con su hijo . El pequeño lleva una pelota de letras en sus manos y balbucea algo, ¿qué?.

Un rayo de sol se cuela por una de las ventanas, en un ángulo perfecto, que le permite ver como danzan unas motas de polvo en el aire.

Al niño se le escapa la pelota de las manos y va a dar a sus pies. Considera el hecho como una señal teatral, el desencadenante perfecto para jugar su papel.  No aguanta más, se pone de pie y grita con todas sus fuerzas: 

"Allāh akbar"

jueves, 16 de febrero de 2017

Debajo de todo

There's times where I want something more
Someone more like me 
There's times when this dress rehearsal
Seems incomplete 


Me suelen gustar las mujeres que se parecen en algo a mí.  Tal vez esté equivocado, tal vez lo mejor sea aferrarse al viejo cliché: "Los polos opuestos se atraen"; buscar a alguien completamente diferente, diametralmente opuesto en todo aspecto de vida. 

Siempre me había imaginado bailando despacito esa canción con ella, bien pegaditos, besándonos, usted sabe querido lector, esas fantasías que uno recrea en la mente cuando alguien le gusta. 

De repente un día llegué a la oficina y mi jefe me dijo: "Mañana viaja a Medellín". Por fin la iba a conocer. La llamé inmediatamente y le conté. Todo era felicidad. A veces los planetas si se alinean y todo ese montón de cosas raras en las que algunas personas creen ocurren, o eso parece. A veces toca mirar debajo de todo, para darse cuenta que los sucesos se desenvuelven de acuerdo a lo esperado.

But, you see the colors in me like no one else
And behind your dark glasses you're 
You're something else 


Esa noche íbamos a al Blue, un barsito que a ella le encantaba o le encanta, supongo que sus gustos no han cambiado, del que siempre me había hablado. Algún día tenemos que ir, rolo maluco. me había dicho. Ese día, por fin había llegado. Llevábamos tres noches seguidas parchando, haciendo toures tipo "Una-cerveza-en-cada-bar". Apenas nos encontrábamos el cansancio de la jornada laboral desaparecía. 


Pero esa noche, la última de mi viaje, algo la había picado. No quería nada conmigo y en cierto momento nos pusimos a pelear. Salió del bar emputadísima y no la seguí. Cuando me quede sólo, en medio de la pista, comenzó a sonar Undeneath it all, malditas coincidencias. 

Al rato volvió con una amiga. Tenía actitud de fiesta pero no conmigo. Me fui a dormir.


You know some real bad tricks
And you need some discipline

Debajo de su loquera temporal en esa ocasión, debajo de todo, era espectacular:



You're really lovely
Underneath it all

miércoles, 15 de febrero de 2017

Alicia

"¿Cuál es el color de la tristeza?" se preguntó mientras se le escapaban unas lágrimas que, aunque incoloras, le parecieron azules.  Decidió que ese color era con el que debía vestir su estado de ánimo "¿son el mar y el cielo sinónimos de tristeza?", igual, ¿qué importaba? 

Conoció a Alicia en un curso de escritura creativa.  Al principio sólo era una más de los asistentes.  No creía en el amor a primera vista, pues cree que bajo ella todos son iguales, pero ella probó lo contrario.

En los descansos solían ir a un Pub cercano al lugar donde tomaban la clase, a tomar y comer algo. En ese lugar solo ponían rock.

Nunca le presto atención a las conversaciones sobre autores, libros y escritura que sus compañeros sostenían en ese lugar, pero si a lo que sonaba. Cantaba la canción mentalmente y si no se sabía la letra intentaba llevar el ritmo con su pie derecho pisando el pedal de un bombo imaginario. Un día sonó "La Mula" el conocido solo de batería de Ian Paice del Made in Japan.  Mientras le ponía atención a los desquiciados redobles, tripletas, notas y patrones, se miraron y se atrevió a pensar que ella esbozo una sonrisa que iba más alla de la decencia.  Cuando se devolvían al salón comenzó a llover, y  ahora, con el pelo mojado, Alicia no solo se veía bonita sino también sexy.

Luego de ese día comenzaon a hablar y terminaron saliendo.  Todo marchaba tan bien como un compás de 4/4 en batería, hasta que ella le contó  que tenía que irse del país.  Aunque fue una cachetada directa a sus emociones, actuó como si nada.  Pudo ver lo triste que ella estaba cuando le dio la noticia pero, como no le gusta el drama, guardo silencio.  

Alicia le soltó semejante bomba verbal en el pub.  Extrañamente ese día no sonaba Rock sino uno tonada de unos  violines tristes .  La vida y sus bandas sonoras.

El día en que Alicia viajaba, fue al aeropuerto no para despedirla, sino sólo para ver cómo el avión despegaba, quería ahogarse en su tristeza y melancolía. 

 Ahora le ha cogido gusto a comer chocolate en diferentes presentaciones porque alguien, no tiene idea quien, estableció que es una buena manera de contrarrestar la tristeza.