jueves, 9 de marzo de 2017

Ciudad de cartones

Hay días en los que hace mucho sol y las noches son muy frías.  Tal vez, más allá  del cambio climático, eso también se debe a un equilibrio que pretende mantener el universo. Parece que el clima de Bogotá trata de ir a la par de su caos diario y no es más que una mezcla variopinta de frio, calor, lluvia, granizo y viento.

Hace unos días compré unos pastelitos gloria, de esos que se comen de un solo bocado y con los que uno llega a pensar: "como son pequeños, no hacen el mismo daño que uno grande".

En un edificio a pocas pocas cuadras de mi casa, dos niñas (por su parecido supongo que eran hermanas) recicladoras escarbaban una caneca.  Como bloqueaban mi paso, decidí salir del andén para caminar por la calle.

Justo cuando las iba a pasar de largo, una de ella, de cara bonita  manchada  por su trajín diario, ojos tan oscuros como el petroleo y el pelo recogido en una cola de caballo me dijo algo.  Como tenía los audífonos puestos  no escuché nada ; supuse que pedía dinero.  Me quité los audífonos para ver que era lo que quería, y nuevamente soltó su frase con un nivel de ternura que desarma al ciudadano indiferente, usted sabe querido lector, ese en el que nos solemos convertir a causa de esta mole de cemento, carros, angustias, smog, y grandes dosis de indiferencia que llamamos ciudad.

"Tiene algo de comer que me pueda regalar?"

A veces algunos sucesos encajan perfectamente.  Ese día no había comprado los pasteles para mí.

miércoles, 8 de marzo de 2017

Niños con pistolas

La primera vez que vi el libro "Voces de Chernóbil", no tenía idea que lo había escrito la premio nobel Svetlana Alexiévich.

Esa vez  leí un fragmento de la contraportada:

"Cierra las ventanillas y acuéstate.  hay un incendio en la central. 
Vendré pronto.  Esto fue lo último que Vasili Ignatienko, un joven
 bombero, dijo a su esposa Liudmila" 

Si usted, estimado lector, no siente algo de curiosidad por saber que le terminó de pasar a Vasili y su esposa, seguro es un robot. Yo no me aguanté las ganas y en la siguiente visita a la libreria compré el libro, que está dividido en tres partes: La Tierra de los Muertos, La Corona de la Creación y La Admiración de la Tristeza, que contienen más de 40 relatos, que Alexiévich define como monólogos, realizados a partir de entrevistas ha personas que han vivido la tragedia de Chernóbil en carne propia.

Algo muy interesante del libro de la escritora bielorrusa, es el enfoque hacia el lado humano de la tragedia, y como ha transcurrido y transcurre la vida de las personas que viven cerca al reactor; viejos campesinos, por ejemplo, que sienten que si la radiación no los ha matado, la vida en la ciudad terminaría de hacerlo.

En el libro quedan expuestas nuestras ínfulas como raza, de creernos amos y señores, no solo del planeta sino del universo entero.  Nadie estaba preparado para lo que ocurrió en la central,  incluso los soviéticos que se  se sentían listos para una guerra atómica.

De pronto lo mejor que podemos hacer ante esos temas que no dominamos del todo,. es comportarnos como niños pequeños, es decir, acercarnos a a lo desconocido con asombro y las dosis necesarias de respeto. De resto vamos a seguir siendo niños que juegan con pistolas.

"Es posible darle una pistola a un niño?
Nosotros somos unos niños locos"
- Voces de Chernóbil -  

martes, 7 de marzo de 2017

Chontaduro

Chontaduro es una palabra muy agradable. Creo que incluso podría utilizarse como mantra para meditar. Siempre he pensado que las palabras que empiezan con “ch” o mejor, que comienzan con las letras c y h, ya que los eruditos de la RAE le rebajaron su título a dígrafos (dos letras que representa un solo sonido), son graciosas y muy sonoras.

Hoy me llamó la atención el título de una noticia en internet: “La cirujana de mi hija vende chontaduro” que no tenía comparación con otras que la rodeaban: “Jennifer López muy sincera sobre Marc Anthony”, “Todos los involucrados en el peor caso de corrupción”, “El nuevo triunfo internacional de J Balvin”.



El título de la noticia de la cirujana es es un buen juego de palabras. Quizá evoca recuerdos de manera inconsciente y por eso llama la atención. De inmediato pensé en una historia emotiva sobre una cirujana que vende chontaduro, y a partir de ahí comenzaron a desprenderse varias preguntas: ¿qué la llevó a hacer eso? ¿apoya alguna causa? ¿qué punto desea dejar claro?”.

“La ‘cirujana’ debe ser mucho más interesante que Jennifer López o J Balvin” pensé. Dejé la ventana abierta y me ocupé con otra tarea, hasta que en una de mis frecuentes y esporádicas pausas activas mentales  del día, decidí leer la noticia. 

Me decepcionó, pues el uso de la palabra chontaduro se desperdicia completo en todo el texto. Este trata sobre "La cirujana”, que se se hace llamar “La Ronca”, y su grado médico no es más que otro seudónimo. Combina la actividad de vender chontaduro con la de realizar procedimientos quirúrgicos de “belleza”, como aumento de glúteos a través de inyecciones de Aceite industrial, a mujeres que sueñan con, digamos, tener la cola de Jennifer López. 

Seguro que "La cirujana" cuenta con el mismo nivel de mentira de todos los que están envueltos en el peor caso de corrupción. Aun intento descifrar cual es el punto de conexión que tiene con J Balvin.

lunes, 6 de marzo de 2017

¿Qué más da?

A pesar de estar cansado, José Barón fue a la celebración del cumpleaños de Pamela. "muchas viejas van a estar solas" fue el gancho que utilizó su amigo, el novio de la homenajeada para que fuera.  Había tenido una semana de mierda y sólo quería relajarse, tomarse unos tragos y ver gente, nada más.

Cuando llegó al bar, José ubicó a su "grupo de rumba", unas personas que no conocía. No había rastro de las "muchas viejas solas" que le había prometido  Martínez, su amigo, salió a su encuentro y lo arrastró a la barra.  "Menos mal que llegó" le dijo.
 "¿Quién es toda esa gente?" preguntó José
"Ni idea, puros amigos de Ana de la oficina, no los conozco".
"¿Qué tomamos?" preguntó Martínez
"No sé, yo no tengo mucha plata,  ¿por qué escogen sitios con esos covers tan putamente caros?"
"Fresco, no se estrese, yo lo cubro"

Martínez era generoso para cubrir a sus amigos cuando salían de fiesta. Pidió una botella de ginebra y otro par de agua tónica, más un vaso de zumo limón de un color verde intenso. A José el último le pareció más bien una sustancia radioactiva, así que decidió tomarse el trago puro por el resto de la noche.

De ahí en adelante se la paso conversando con Martínez en la barra.  De lejos vieron que llegaban las "muchas viejas";  eran tres: Magda, una mujer alta con pelo negro, y unas botas que le llegaban hasta la rodilla; Catalina una monita bajita, pecosa y, según Martínez, algo repuestica,  y otra de la que solo tiene una imagen borrosa, junto con el nombre, en su memoria.

Se la pasó en la barra con Martínez tomando despacio, no quería emborracharse.   Ambos se dedicaron a ver gente, bueno, Martínez a morbosear a un grupo que si tenía muchas viejas solas y ligeras de ropa. En un momento, Pamela se acerco a la barra y les pidió el favor de que se integraran con el grupo que, al iniciar la tanda de música electrónica, había formado un círculo, donde la mayoría bailaba con un gesto incomodo en sus caras, mientras se movían torpemente de un lado a otro, tratando de llevar el ritmo de la música.

"Que pereza esto" le dijo a Martínez, mientras le sonreía amablemente a Magda y sus brazos se movían como unos tentáculos que tenían vida propia.  En un momento otra mujer del grupo, se le acercó y le susurró al oído "Oiga, usted le gustó a Catalina".  "¿Y no tiene noticias de Magda?" pensó preguntarle, pero la mujer ya se había marchado a bailar a otro lugar.

La noche avanzó y otro par de personas del grupo también le soltaron un par de indirectas sobre Catalina, a las que respondía con una leve sonrisa nerviosa, que camuflaba un "no me jodan". Después de la inagotable música electrónica, el chucu-chucu fue nuevamente  la melodía reinante en el lugar.

Quizás el trago ya había hecho algo de efecto pues ahora hablaba animadamente con esos desconocidos, a quienes también abrazaba y con los que reía a carcajadas, celebrándoles  chistes flojos, como si fueran amigos de infancia. 

Bailó un merengue con Catalina, probablemente un Wilfridazo, como decía Martínez, ya no lo recuerda. "Será que es verdad que le gusto?" penso. y sin dudarlo se lanzó a darle un beso que ella aceptó como si nada. " Quiero bailar con Magda. Catalina no me llama mucho la atención, pero un beso no se le niega a nadie" pensó mientras se besaban.

Unos gritos interrumpieron el momento.  Volteo a mirar que ocurría y varias personas tenían agarrado a Martínez que careaba desde lejos a un amigo de Ana que, luego se enteró, había estado bailando de forma inapropiada con ella.

A las dos semanas, llamó a Catalina y salieron.  Luego repitieron las salidas varias veces pues, ¿qué más da?

viernes, 3 de marzo de 2017

Copia de seguridad

La semana pasada, mi portátil se apagó de un momento a otro. Me di cuenta que el cable de poder estaba desconectado “seguro se descargó” pensé, así que lo conecté y esperé un rato a que se cargara un poco. 

Después de unos minutos lo volví a prender, pero el sistema operativo no quería iniciar. En la pantalla salía el logo de la marca y en la parte inferior, sobre una franja azul, el siguiente mensaje: “presione F2 para entrar en BIOS o F4 para Recuperar. Oprimí F4 pero todo siguió igual. Como sé muy poco de esos aspectos técnicos, busqué en internet y me encontré con una página que recomendaba: “oprima cualquiera de las dos teclas como si estuviera jugando videojuegos, hasta que el computador reaccione” es raro,pero así decía. Seguí la instrucción, pero después de un rato paré, pues iba a dañar el teclado con el frenético movimiento del mi dedo índice oprimiendo esa tecla.

Acto seguido, mi cerebro me paseó primero por un estado de negación: “esto no me puede ocurrir”, y luego por uno de rabia: “¡computador sograntriple…!”, estados de ánimo que se potencializaron, al ver la memoria externa sobre mi escritorio. 

¿Cómo era posible no haber hecho esa copia de seguridad que tantas veces me prometí en meses pasados? Decepcionado, apagué la máquina. 

Traté de mantener la calma y pensar, que, de haberse dañado, iba a poder recuperar la información, pero ¿y si no, qué iba a hacer? es increíble el culto y dependencia que le rendimos a la tecnología, se nos daña un aparato, el que sea, y es como si  perdiéramos una parte de nuestra identidad. 

“Todo tiene solución” pensé. Intentaba mantenerme positivo, pero por mi cabeza se seguía cruzando el incidente y también un posible costo de reparación, un imprevisto en las finanzas del mes. 

Como suele suceder, al no salir las cosas como queremos, jugué al mártir, pero es evidente que existen personas a las que  les han sucedido cosas peores. 

Cuando John Steinbeck tenía listo el primer borrador de su novela “De Ratones y Hombres”, Tobi, su perro, devoró el manuscrito. 

Le contó lo ocurrido a su editor en una carta y le aseguró que el nuevo manuscrito (la restauración de los datos) estaría listo dentro de dos meses. Steinbeck, sin nada de lloriqueos, cumplió con su promesa y entregó el manuscrito de una de sus obras más importantes en el tiempo que había indicado.

Al día siguiente del inconveniente con mi portátil, antes de llevarlo a reparar, lo prendí y funcionó como si nada. Ese mismo día realicé la copia de seguridad de mis archivos, que si bien no son obras maestras de la literatura, muchos si se pueden considerar un "primer borrador". 

Hoy en día es muy difícil no recuperar la información de un computador, pero de darse el caso, no deberíamos  renegar tanto, sino mirar de que forma podemos restaurar los archivos. 

El incidente me hizo caer en cuenta que mucha de la información que manejamos día a día la tenemos en el E-mail o en la nube, así que nunca es tan grave. Eso sí, estimado lector, le recomiendo que cada cierto tiempo programe en su calendario la actividad “realizar copia de seguridad”.

jueves, 2 de marzo de 2017

La última sonata

Levantarse y bañarse con agua fría para despertarse por completo.  Desayunar algo, un café con un pan, un batido insipido, lo que sea y salir corriendo al trabajo. Manejar como un loco por las calles de la ciudad, pegarse al pito y mentar la madre por lo menos 30 veces antes de llegar a la oficina.  Así, oscuras, eran  las mañanas  de Felipe Salguero.

Un día el motor de su carro no encendió.  Utilizó 10 de los madrazos del trayecto de su casa a la oficina, combinándolos con golpes contra el volante. Abandonó el parqueadero de su edificio no sin antes darle un portazo a ese maldito pedazo de chatarra, un flamante BMW de color negro.

Salió de prisa caminando y el sol le encandiló los ojos. Lo maldijo.  Hacia mucho que no tomaba el metro subterráneo. Luego de caminar 10 minutos llegó a Ground Cantral,una de las estaciones del metro.  Había olvidado cómo era: Personas bajo la batuta del afán todas evitando contacto visual con los demás, "Mucho mejor, suficiente tengo con compartir espacio con ustedes" pensó.   Vendedores ambulantes, músicos, vagabundos, un universo al que se había desacostumbrado por completo, terminaban de adornar esa cálida mañana.

Alguien comenzó a tocar violín y la gente, contradiciendo su afán, se arremolinó alrededor de la interprete, una mujer ciega que llevaba gafas negras y un sombrero púrpura.  Tocaba una  sonata que invitaba a la nostalgia y a evocar recuerdos tristes. Varias personas se pasaban las manos por sus ojos para limpiar sus lágrimas. 

En ese momento llegó el metro y el público quedó entre Felipe y el vagón que debía abordar. Se las arregló para traspasar la multitud a punta de empujones e insultos.  "Maldita ciudad, maldita ciega, pero claro todos se relamen en su condición  de discapacitada y se les cuela la tristeza como si nada,  ¿acaso no tienen que trabajar?" se dijo mentalmente.

Su viaje en metro no duró más de 20 minutos.  Se acopló al afán de la mañana fácilmente y salió corriendo del tren.  Ese día tenía una reunión muy importante, iba a cerrar un negocio con uno de los magnates de la ciudad.

Cuando llegó al edificio, el sector de los ascensores estaba repleto.  No lo dudo un instante y tomó las escaleras.  Comenzó a subir por ellas a grandes zancadas, mientras maldecía mentalmente su mal estado físico, En el octavo piso sintió una punzada en su pecho que lo hizo caer y rodar por un par de escalones. No solo su carro fue el que dejó de funcionar ese día.

No se sabe quien contrato la música para su funeral, pero ese día la ciega tocó como nunca. Todos los asistentes lloraban; era difícil saber si a causa de la melodía o por la partida de Felipe Salguero.

miércoles, 1 de marzo de 2017

Ritual

Camila Caravante hace fila para que un sacerdote le estampe una cruz de ceniza en la frente con dos movimientos certeros,  uno vertical y el otro horizontal, del dedo gordo de su mano izquierda.  Le agradan las personas zurdas, pues tienen que lidiar con un mundo diseñado para los diestros; de cierta manera navegan en contra de la corriente.  Aunque diestra, a veces así se siente, una zurda a la que le resulta difícil encajar.

Cuando era pequeña le daba cierta importancia a todo el ritual, y después de que le ponían la cruz, era lo más cuidadosa posible.  Parecía una estatua todo el día, sentada con la espalda erguida y su mirada en un punto fijo; andaba despacio  para evitar que un movimiento brusco le hiciera perder intensidad al símbolo que portaba con orgullo en uno de los lugares más visibles del cuerpo.  Se la pasaba todo el día mirándose al espejo para constatar que  la ceniza todavía tenía forma de cruz y no como la de varias de sus compañeras que que se habían convertido en una simple mancha.

Sabe que el ritual tiene que ver algo con la cuaresma.  Le gusta la sonoridad de esa palabra y siempre que la escucha intenta hacer rimas con "cuarenta".  Hoy, después de que el cura concluyó su movimiento mecánico, le dijo con una voz cansada: "En polvo eres y en polvo te convertiras". 


Cuando iba camino a la oficina, rumió un poco la frase en su cabeza. La pronunció un par de veces moviendo los labios imperceptiblemente y en voz muy baja. De repente se le apareció esa otra frase con tinte terrorífico: "dale señor el descanso eterno y brille para ella luz perpetua", y quiso pensar en otro asunto. Se acordó lo que le había dicho otro cura hace unos años: "Arrepiéntete y cree en el evangelio", No se arrepentía de nada de lo que había hecho en la vida; la verdad prefería convertirse en polvo antes que arrepentirse.

Ahora es de noche.  Cuando se acuesta  vuelve a caer en cuenta del símbolo en su frente.  Se pasa la mano para ver si sus dedos sienten la ceniza. Luego los pone enfrente de sus ojos para ver si distingue algo con la poca luz que entra de los postes de la calle a su cuarto.  No puede ver nada, se da media vuelta y en pocos minutos se queda dormida.