lunes, 27 de marzo de 2017

Mariana y el sushi

Conocí a Mariana en el matrimonio de un amigo. Ese día, durante la ceremonia, no paré de mirarla, algo que tuvo que ser obvio pues quedó ubicada en diagonal, unas tres bancas atrás, a mi derecha. Cuando pasamos al salón de la recepción, teníamos asignada la misma mesa.  Yo llegué primero y al rato ella se sentó a mi lado. Tiempo después me confesó que lo había hecho a propósito, "Pa' ver que era tanta miradera".

Creo que salimos a las dos semanas de habernos conocido. Un miércoles  La recogí en su casa y fuimos a un sector de la ciudad con varios restaurantes. No había pensado qué íbamos a comer, así que deje que ella escogiera. "¿Qué quieres comer?" "Sushi" respondió casi al instante, como si esa fuera su respuesta cuando la opción de elegir  restaurante era 100% decisión suya.

Yo nunca había probado el sushi. Me repugnaba la idea de comer algo "crudo". "Bueno" le respondí, ocultando mi repulsión hacia su opción. ¿Por qué no le propuse otra cosa apenas me dio la respuesta? Era claro que me gustaba y estaba dispuesto a sacrificar mi paladar por ella y por la cita, que romántico, ¿no?

Como no sabía nada sobre sushi, ni cuáles eran los mejores rollos, qué ingredientes, etc. dejé que ella escogiera, me imagino que mi opinión consistió en que uno tuviera salmón ya que, en contravía a mis gustos de ese entonces, si me gustaba ese carpaccio.

Cuando llegó la bandeja con los rollos, después de que ella tomó uno y lo mojó en salsa soya, hice lo mismo, Supongo que ese día también aprendí a manejar los palitos o fingí saberlos utilizar y, afortunadamente, quién sabe cómo logré desenvolverme con soltura en la tarea.  Cuando me metí un bocado a la boca, di con la agradable sorpresa que estaba probando algo muy rico. Desde ese día me aficioné al sushi.

Con Mariana salí unos cuatro meses y al final las cosas no funcionaron, pero esas son palabras para otro escrito. 

viernes, 24 de marzo de 2017

Incongruencias aéreas

En enero fue la última vez que monté en avión. Ese día el vuelo experimentó bastantes turbulencias.  Afortunadamente nunca le he tenido miedo a esa experiencia ni he pasado ningún susto. Conozco una persona a la que le da pánico volar y cuando no le queda otra opción, prácticamente se tiene que dopar para dormir la mayor parte del vuelo. 

Según el consejo nacional de seguridad de Estados Unidos, es mucho más probable que uno muera caminando por la calle, al montar en motocicleta, carro, bus o bicicleta que en un accidente aéreo. La probabilidad es de 1 entre 8 millones, es decir, si una persona abordara un vuelo, de manera aleatoria, todos los días, llegaría a tener 21.000 años antes de morir en una tragedia aérea. 

Parece que las cifras están de nuestro lado, pero el hecho de que la probabilidad no sea igual a cero no deja de inquietarme. 

Después de que uno se sube al avión, ubica el puesto y acomoda la maleta en el compartimiento que está encima de las sillas, llega ese momento previo al despegue en el que se encienden las pantallas ubicadas en el espaldar de las sillas. ¿Para decirnos qué? Donde están las salidas de emergencia, que hacer en caso de que el avión caiga en medio del mar, suponiendo que no nos hayamos desintegrado en mil pedazos; la posición que debemos adoptar en caso de impacto y cómo utilizar las mascarillas de oxigeno una vez que estas caigan como por arte de magia del techo; en resumidas cuentas puras indicaciones sobre qué hacer en caso de accidente. 

Siempre intento distraerme mirando la revista del mes que trae artículos interesantísimos, pero la voz del video se ejecuta en mi cerebro en un segundo plano. Así que de tantas veces que la he escuchado, ya más o menos tengo claro que es lo que debo hacer en caso de tragedia aérea. 

De todo esto hay algo que no me cuadra y que creo aumenta mi aversión a ponerle total atención al video. Si uno se fija bien en las imágenes de este,  salen unos muñecos animados con movimientos de robot, en actitud de completa calma. mientras una mujer, con una parsimonia admirable, le pone la máscara a un niño pequeño sentado a su lado para después ponérsela ella misma. Es así que en medio del caos, digamos, de un avión cayendo en picada, no se ven maletas volando por los aires y sus gestos de los muñecos no reflejan ningún tipo de  angustia (¡Hp! nos vamos a morir)-

Es muy probable que si el video fura fiel al momento, varias personas dejarían de montar en avión, pero las que lo siguieran haciendo e engancharían de inmediato con el drama del video y se aprenderían  a la perfección todas esas instrucciones.


jueves, 23 de marzo de 2017

El peso de la ley

No me gusta hacer reseñas de los libros que leo, pues una reseña no deja de ser una opinión y estas, aunque no lo queramos, siempre van a juzgar, además la verdad es que a nadie le interesan nuestras opiniones sobre lo que sea. Siempre cargamos para todo lado y defendemos a capa y espada nuestra "verdad" y es difícil abandonar ese territorio de supuesta sabiduría o que una opinión supere nuestros sistemas de defensa. 

Como no hago reseñas, me limito a marcar frases o párrafos enteros que, por una u otra razón, me causan algún impacto, qué sé yo, he vivido una experiencia similar, me evocan recuerdos, o me parecen un total acierto de palabras por parte del autor.

Algunas veces las notas ocupan varias páginas y en ocasiones las comparto todas, a pesar de haber leído miles de veces eso de:

"No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático , ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico, mecánico por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor"

¿Cuántas veces no cometimos un delito sacando fotocopias en la universidad? y, aparte de esos métodos, ¿cuáles son esos "otros métodos" que mencionan? ¿aprenderse, por ejemplo, El Señor de los Anillos de memoria y compartirlo como relato oral?

Suelo pasar una mala noche los días en los que comparto las notas de un libro.  Duermo mal, cualquier ruido me despierta y una sensación de delincuencia flota cerca de mi. Una vez soñé que un equipo táctico de operaciones, compuesto por 6 tipos rudos, armados de pies a cabeza con máscaras antigases que seguro ocultaban gestos de rabia y de querer partirle la cabeza a alguien, tumbaban la puerta de mí cuarto para luego balear mi computador, donde almaceno el cuerpo del delito.

Uno nunca sabe en qué momento  le va a caer  el peso de la lay encima

miércoles, 22 de marzo de 2017

Bilingüe

Jirka Polientis Cree que uno de los retos más grandes que tenemos como raza es lograr una sincera comunicación entre culturas y países, algo que podría catalogarse como complejo si tenemos en cuenta que existen alrededor de 7000 lenguas en todo el mundo. El inglés, que supuestamente Jirka maneja a la perfección, es una de las más trajinadas.


Recuerda como hace unos años tener un buen nivel de ese idioma podía marcar la diferencia, mientras que hoy ya es considerado como otros de los tantos must a los que nos debemos pegar.

En una entrevista que le hicieron hace poco, tuvo el descaro de decir que era bilingüe y salió, según cree, bien librado de las preguntas que le hicieron en ese idioma. Esa misma noche habló con Camila, una amiga que estudió lenguas y le preguntó que significaba ser bilingüe.

“Según el marco común europeo de referencia para las lenguas, uno es bilingüe cuando tiene un grado de formación C1 en cualquier idioma."

“¿Qué carajos significa eso?” preguntó Jirka

Escuchó como Camila tomaba aire para responderle: “En otras palabras, eso significa manejar 6500 palabras del otro idioma: significado, diferentes sinónimos, entender todos los registros formales, familiares y sus respectivas contracciones.

“Hable claro” le respondió ahogando una risa.

“Por ejemplo la palabra gonna es el registro familiar y la contracción de going to

Jirka ya no podía hacer nada en contra de la cuerda que le había dado a Camila en uno de sus temas preferidos. 

“Todo lo que le dije, se resume en ser Usuario independiente, es decir, aquel quien lee, comprende y produce textos en inglés casi a la perfección, quien también entiende sin mayor problema un diccionario Inglés-Inglés.” 

Mientras conversaban, recordó que Camila aprende y practica inglés desde hace 10 años.

“Chino, yo solo hasta el año pasado me certifiqué en el nivel C1, y creo que nunca voy a llegar al C2, pues significa ser un hablante nativo.

Ese día Jirka cayó en cuenta que no era bilingüe y que compartía algo en común con ese grupo de personas que cargan para todo lado la frase de batalla que aplica para diferentes idiomas: “Yo no lo escribo ni lo hablo muy bien, pero lo entiendo”.

martes, 21 de marzo de 2017

La loca

"¿cómo se llama?"
"No sé"
!¿Qué edad tiene?"
"No sé"
 "¿A qué se dedica?"
"No sé"
"¿ Tiene algún familiar o conocido a quién podamos contactar?
"No sé"

Estas y más preguntas le eran echas a la mujer que con cara de pánico y angustia abría los ojos.  Sus pupilas, de un verde intenso, parecían tener la respuesta a ese determinante "No sé" con el que respondía a cada pregunta.  Dos agentes la habían encontrado en una calle, recostada en posición fetal sobre el pavimento y llorando. Parecía el ser más indefenso del planeta.

Tenía el pelo revuelto y largas líneas negras, producto de la combinación del maquillaje con las lágrimas, cubrían su rostro y la hacían ver como una loca, pero su vestimenta de ejecutiva iba en contravía de su aspecto demacrado; dejaba claro que no era una mujer que deambulaba día y noche por la calle,

"¿Qué hacemos con esta loquita Pérez? Le pregunto el sargento a su subalterno.
"¿Meterla en el calabozo mi sargento? o no sé pero lo que usted ordene"
"¿No sé? Pérez no me diga que se le pegó la respuesta de la loca.

Mientras los dos policias discutían, la mujer intentó pararse de la silla donde la habían sentado para agarrar su bolso, que reposaba sobre la mesa de Pérez. En su desesperado intento, este la tomo de la cintura evitando que cogiera, sus pertenencias.
“Mi celular, denme mí celular” gritaba ahora. “¿Para qué lo quiere? Le preguntó el sargento “¿ya sabe a quién llamar?”
“No sé, ¡pero denme mi celular!”
“Pérez como usted se encariño con esta loquita amárrela a la silla con las esposas; yo me voy para la casa. Si se pone muy cansona, métala al calabozo y listo, ¿Bueno?” 
“¡Si mi sargento!” respondió Pérez, haciendo chocar los tacones de sus botas negras en posición firmes. 
"Deje tanta maricada Pérez"
"Bueno mi sargento"
Apenas se fue el sargento, Pérez ató a la mujer a la silla, mientras pensaba “Pórtese bien reina, que yo no la quiero meter al calabozo”. 
Afortunadamente Pérez no tuvo ningún inconveniente con la mujer por la noche. Al rato de atarla a la silla, ella cayó en un sueño profundo. 

Al día siguiente se levantó sobresaltado. La mujer estaba despierta, y aunque su cara no era la mejor, sus facciones y actitud ya no reflejaban la angustia del día anterior. 

“Buenos días” le dijo ella 
“Buenos días” le respondió Pérez con cuidado 
“¿Me podría pasar mi bolso Señor agente?” 

Pérez decidió repetirle las preguntas que le había hecho el sargento el día anterior 

“¿Cómo se llama?” 
“Diana Robledo” 
“¿Qué edad tiene?” 
“Eso no se le pregunta a una dama” respondió ella con una sonrisa 
“¿Qué edad tiene?” repitió, serio. 
“37 años” 
¿Tiene algún familiar al que podamos contactar?” 
“Precisamente para eso quiero mi cartera.  Necesito llamar a mi esposo. ¡Hoy Por fin le ponen datos a mi celular.!”

lunes, 20 de marzo de 2017

Música quieta

Otra vez se le hizo tarde.  Se toma el vaso de jugo de naranja de un sorbo prolongado y escucha como el líquido se desliza por la garganta, le da un mordisco a un trozo de pan y sale disparado hacia la calle, el mundo, la vida.  Baja las escaleras corriendo mientras, con una coordinación que lo sorprende, se pone los audífonos en sus orejas, casi a manera de movimiento reflejo.

Ya en la acera deja de correr.  Le pone atención a la canción que escucha y comienza a cantarla mentalmente. Otros asuntos compiten con la atención que le presta a la melodía, pero les da espacio a todos. Le gusta cuando sus ideas se armonizan de esa manera.

La calle que tiene que cruzar está a pocos metros.  Apenas baja el pie derecho del Anden, ve por el rabillo del ojo que un carro se aproxima.  Calcula la velocidad del viento, la aceleración del auto, el índice de fricción de sus zapatos con el suelo, y con base en estos se atreve a dar un dictamen acerca del estado de ánimo del conductor. Luego pone el otro pié sobre el pavimento.

Da dos pasos , pero su instinto le anuncia que algo se aproxima.  Voltea la cara hacia la izquierda y ve al carro, tan ajeno hace un momento a  sólo dos metros.  "Me va a atropellar" piensa.  Su cerebro no se pone de acuerdo con las piernas, se devuelve un paso, avanza otro y de nuevo echa uno para atrás, parece que  bailara.

Cierra los ojos y por encima del ruido de la música que sale de sus audífonos y de sus pensamientos, escucha la frenada.  Cuando los abre ve el bómper del carro a sólo 50 centímetros de él. Luego levanta la cara y ve al conductor moviendo los labios y las manos con furia. Levanta torpemente una mano y la mueve, según cree, en señal de disculpa.  

La muerte como siempre a tan solo a un compás, beat, tono, lejos de nosotros.

domingo, 19 de marzo de 2017

Antimateria

Desde que Verónica lo dejó, se ha dedicado por completo al estudio de la antimateria, quién lo hubiera pensado, toda una vida dedicada a la fisica para terminar estudiando cosas que son y no son o más bien que son lo contrario a lo que son, es decir, pasarse semanas enteras e incluso algunos fines de semana, analizando las propiedades de las  antipartículas que son las que componen su base de estudio, trabajo, y por qué no decir vida, la antimateria. 

No entiende que fue lo que falló. Su relación con Verónica parecía una ecuación sencilla Noviazgo + amor = matrimonio.  Se había obligado a pensar que su era un asunto sobre el que tenía algo de decisión. El, todo un científico,  quiso apostarle a una  una vida predecible y determinada.  Cerrar los ojos antes el caos natural de la vida pero, ¿qué más caótico que el amor?

Habían organizado un viaje a Borgund, Noruega, para visitar un par de iglesias medievales  con dragones construidas en madera que tanto le fascinaban a ella.  Iba a ser el viaje de sus vidas.  Al segundo día, uno soleado que auguraba un buen desenlace de eventos, metió el estuche con el anillo de compromiso en un bolsillo de su pantalón de la suerte.  A veces le aterraba seguir aferrado a agüeros como ese.  

Mientras caminaban, en un momento que atravesaban  un bosque lleno de árboles altos y frondosos, la tomó por sorpresa y se arrodillo para proponerle matrimonio.

Ya no recuerda cuáles fueron las palabras que salieron de su boca  cuando abrió el estuche, solo la expresión de angustia de ella y su anti-respuesta para la ocasión: "lo siento, no puedo" para luego salir corriendo y lo dejarlo allí arrodillado, lleno de sentimientos encontrados o anti-sentimientos.

El recuerdo aun le incomoda y lo pone nostálgico.  Sigue dedicado al estudio de la antimateria, pues cree que tal vez esa sea la respuesta a todos los problemas que tenemos. Trabaja una teoría que indica que cualquier asunto de nuestras vidas  tiene dos lados que se equilibran; entonces así como suponemos que hay  amor, también debe existir anti-amor y en cualquier momento una de las "sustancias", por catalogarlas de alguna manera, prevalece sobre la otra.