miércoles, 12 de abril de 2017

Pedalear

Un hombre monta bicicleta por la carrera 11.  Lleva  un abrigo azul abotonado hasta el cuello pues hace mucho frío; ese frío de las 5:52 p.m posterior a un aguacero.   ¿Qué importancia tiene dar la hora exacta? quizá no lo percibamos, pero el clima de ese minuto es diferente al de las 5:51 o 5:53, cada momento, cada segundo, minuto, época de nuestras vidas trae un clima diferente.

Tiene las manos metidas e los bolsillos del abrigo y su pedaleo lo hace avanzar a una buena velocidad.  Parece que le cuesta poco mantener el equilibrio de esa manera, a diferencia del resto de personas que también montan bicicleta a esa hora y se aferran  al manubrio con fuerza y determinación.

Está metido en su rollo, en su cuento y parece que poco o nada le importa lo que pase a su alrededor.  En ese momento su vida únicamente depende del pedaleo que, minuto a minuto, lo acerca a su destino.

En la intersección que lo veo, un semáforo se pone en verde justo cuando la cruza, como si supiera de antemano que no había necesidad de frenar o dejar su actitud relajada.  Lo sigo con la mirada hasta que la distancia se lo traga.  Nunca deja de pedalear a un buen ritmo, tal vez, en el lugar al que se dirige, lo espera una taza de chocolate caliente.

martes, 11 de abril de 2017

Tiempo

Unos le tienen pánico a las alturas, otros a los gatos, a que los entierren vivos, a los payasos, a los espacios abiertos, cerrados; una lista de nunca acabar, pues estamos en todo nuestro derechi de tenerle miedo a lo que sea.

Marcela Puentes también vive con miedos.  De pequeña le tenía pavor a los perros.  Apenas veía uno comenzaba a sudar y a buscar la mano de un adulto a la cual aferrarse.  Luego de muchos años las cosas no han cambiado; aún conserva parte de ese miedo pero ya ha aprendido a manejarlo. Tal vez ahí se encuentra el quid del asunto, es decir, en no huirle a los miedos, sino aprender a pilotearlos.

En medio de todo Marcela vive una vida "normal": tiene una familia que la quiere, trabaja, es exitosa, sale de fiesta con sus amigos, etc. pero desde hace un tiempo otro miedo ha comenzado a materializarse en su cabeza, uno extraño: Miedo al tiempo.

Podría pensarse que Marcela le tiene miedo a envejecer pero no, eso la trae sin cuidado.  Ha aceptado con dignidad las arrugas que le han aparecido en la cara y le son ajenos los miles de tratamientos de belleza que prometen camuflar la edad y dar un aspecto mucho más joven.

El miedo de Marcela respecto al intangible más importante que nos hemos inventado, tiene que ver con la inevitabilidad del paso del tiempo; que los relojes nunca paren o se devuelvan.  Le aterra saber que ese segundo que pasó, ya se ha perdido por completo y,  ¿cómo saber si lo aprovecho o no?  ¿quién le puede dar esa respuesta?  En un principio creía que ella misma la podía solucionar, pero  ¿cómo saber que si estamos aprovechando el tiempo con lo que sea que hagamos ? en últimas  ¿qué es aprovechar el tiempo?, ¿no ocurre más bien al revés y  es el tiempo quien se aprovecha de nosotros?

Estas y otras preguntas le se pasean constantemente por su cabeza, pero los hijos, el trabajo, la pareja, los amigos, hacen que las olvide y le brindan un alivio temporal, que cesa apenas suena o mira un reloj, y cae de nuevo dentro de su torbellino de inquietudes.  

lunes, 10 de abril de 2017

La de pirnos

A Gabriel le encanta conversar, encontrarse con un par de amigos y comenzar a hablar sobre cualquier tema, procurando evitar su seriedad de “Adultos profesionales” y esas ínfulas de expertos, que a veces nos invaden.  Charlar, sobre lo que sea, temas con o sin sentido. Dejar que las palabras fluyan como un rio que se desborda por la boca. 

Sabe que para hacerlo, la actividad por sí sola puede ocurrir, pero tiene claro que en algunas ocasiones puede resultar más agradable, cuando variables externas (café, licor, café con licor) hacen presencia.

La bebida que más le gusta es la cerveza, que se encuentra en todo lado, y es una de las más asequibles en cuanto a precio . En él la cerveza actúa como una chispa que le prende el cerebro y que produce una colisión de neuronas que se traduce en palabras, acompañada de exclamaciones y risas.

Es sábado en la noche y Gabriel está con un grupo de amigos charlando en un café.  Al momento de la partida, en medio de apretones de mano y besos en la mejilla, Juliana pregunta: “¿Y si nos tomamos una cerveza? Todos se miran con caras de “¿y por qué no?” y vuelven a tomar asiento. “Solo una y ya” responde con una sonrisa Gabriel mientras mira su reloj.  “Si solo una, la de pirnos” dice Juliana a quién le brillan los ojos.

Piden esa única cerveza de la noche, que rara vez es una.  Esa primera o única, como quiera llamarla estimado lector, cumple con calentar los motores, bien sea de la conversación, la noche, el flirteo o lo que sea.  Apenas se acaba. La cantidad de temas que quedan expuestos sobre la mesa necesitan ser cerrados de alguna forma, si suponemos que se puede concluir algún tema en esta vida.

Gabriel, con un sorbo decisivo y prolongado, es el primero en acabar la cerveza, y espera, golpeando con las uñas la botella y llevando quién sabe el ritmo de qué canción, a que el resto lo haga.  Es ahí cuando suelta la pregunta: “ ¿Qué, otra?”,  y dígame usted,  ¿quién es el malvado que responde “no” ante semejante pregunta tan inofensiva y tentadora? “Bueno” responde Juliana, quitando el pelo de su frente. “Pero esta si es la de pirnos” dice otro amigo”. Gabriel asiente con la cabeza y esboza una sonrisa que poco a poco agarra fuerza hasta que muestra todos sus dientes, una sonrisa que encierra un mudo y tajante “¡Si!”, levanta la mano para llamar a la mesera y pedir la otra tanda. 

La segunda, igual que la primera, suspendió el tiempo y acompaño la conversación.  Cuando se acabó, el grupo de amigos sabía que tenían que pedir la tercera.  Hay momentos que no se pueden cortar de forma abrupta.

Esa les dio para otra media hora de conversación. En sus caras se les notaba el cansancio, pero también la emoción de la charla y el reencuentro.  Cuando se la terminaron, alguien se atrevió a soltar la misma pregunta de hace un rato “¿Otra?” y esta vez la respuesta de todos al unísono fue: “Nooo pa’ la casa”

Quizás esa tercera cerveza separa el territorio de “un buen rato” con ese otro de “penumbras de la inconsciencia” al que a veces queremos a viajar cuando tomamos licor.

Apenas se pusieron de pie, Gabriel y Juliana, en un acto reflejo, entrelazaron las manos. A Su conversación aún le quedaba tema.  

viernes, 7 de abril de 2017

Las 5 patas del gato

Gabriela camina por la calle distraída y, sin querer, escucha  una frase de una conversación entre dos hombres: "No le busques 5 patas al gato."

 ¿Qué pasaría si alguien se entera de lo que ella sabe, que los gatos en vez de 7 vidas tienen 7 patas?, ¿ si alguien, por alguna razón descubre que sus días amanecen de noche y oscurecen de día?,  que  ¿ 2+2 no siempre es cuatro, como nos han tatuado en la cabeza? seguro la tildarían de loca y la encerrarían en un manicomio por cuestionar abiertamente la  normalidad de la realidad.

Por eso prefiere guardarse sus verdades e ir a la fija.  Jugar a lo seguro en sus relaciones con familiares, amigos y parejas (esposo y amante) y actuar bajo el "orden" del mundo.  Sabe que ocultar su caos mental, le brinda tranquilidad a las personas que conoce.

Hoy su cielo tiene 2 lunas la de siempre y otra con el doble de  tamaño de esta y de color rojo.  Una vez leyó una noticia en la que aseguraban que un planeta de nombre Hercólubus  sería el causante del apocalipsis en la tierra, "como si necesitáramos ayuda externa para ese episodio" piensa.  Ese gran astro provocaría terremotos y maremotos y llevaría a la humanidad al borde de la locura.

Se pregunta si esa luna de color rojo es el Hercólubus sobre el que leyó en esa ocasión o su Hercólubus, que se presenta para acabar con su desordenado mundo.

Mira ambas lunas por la ventana de su casa por mucho tiempo, hasta que se aburre y da media vuelta para dormirse.  Mañana será un nuevo día para continuar fingiendo.

jueves, 6 de abril de 2017

Lector profesional

Bruno Ovalle muerde una tostada y el crujido parece un lamento del trozo de pan sólido.  Al instante lo ablanda con un sorbo de café y voltea a mirar el reloj de pared y siente  cada traqueteo del segundero como una micro-puñalada. 6:20 a.m. Hace unos cálculos mentales rápidos y concluye que dispone de 15 minutos para hojear el periódico.

De forma distraída agarra los avisos clasificados de empleo, y antes de sumergirse en la sección de deportes, pasa unas cuantas hojas despectivamente.  Un anuncio, con fondo amarillo y letras de un negro intenso, que ocupa la mitad de la página,  capta toda su atención:

LECTOR PROFESIONAL 
La empresa Leer&Leer busca  una persona apasionada por la lectura.  
No se requiere título profesional, sino únicamente ganas de leer en diferentes 
cafés a lo largo de la ciudad y como si el mundo se fuera acabar mañana.  Es obligatorio
 que la persona tenga un gusto exagerado hacia el café o té, bebidas que podrá acompañar 
con cualquier producto de pastelería. El puesto está sujeto a una prueba literaria de 
conocimiento para comprobar su trayectoria como lector. 

Ovalle leyó el aviso unas 10 veces letra a letra, sílaba por sílaba.  No lo podía creer. " ¿Quién gasta tanto dinero en un anuncio? seguro es una broma" pensó, pero,  ¿y si no lo era. cómo dejar pasar la oportunidad?  

Cumple con todos los requisitos y es la oportunidad perfecta para dejar un puesto de trabajo con el que nunca se ha sentido a gusto.  Por un momento piensa en no ir a la oficina. Cree que, de enviar la hoja de vida, el trabajo será suyo; mejor ponerse a repasar sus conocimientos literarios  para la prueba que pronto va a presentar.

Al rato se desanima  "¿y qué si estoy soñando?" se pregunta. Siente rabia, que tristeza que todo el asunto solo haya sido ese viejo cliché de un personaje al que todo lo que le ocurre no es más que un sueño; "que fórmula tan barata" murmura.

Han pasado dos días y Bruno Ovalle no ha vuelto a su trabajo, sigue sentado en el mismo lugar de la cocina, esperando despertar.  Ya perdió la cuenta de las veces que ha leído el anuncio.  Nadie ocupa aun el puesto de Lector Profesional. 

miércoles, 5 de abril de 2017

Nido de libros

Hoy fui a un lugar que tenía una nido de libros, es decir, una estructura en madera en forma de casa, de la cual las personas pueden tomar un libro para leer y luego volver a dejarlo en el mismo lugar. Siempre me ha parecido una idea brillante, que solamente había visto hace un par de años en  un Cul de Sac muy acogedor de Bozque Izquierdo.

 El "nido" tenia escrito en uno de sus costados, sobre pintura amarilla y en letras azules el número "451", como referencia sarcástica, imagino, a la novela apocalíptica de Ray Bradbury en la que está prohibido leer libros.  

Apenas  la vi fui a mirar que libros guardaba pues a veces los libros nos llaman.  Eran 7 libros: Un minuto de silencio, una portada de fondo azul con una imagen de una pluma, al parecer de escribir, dentro de un frasco de tinta vacío, que me pareció algo cursi;  Libro del Abad y la alquimia, un libro de poesia con un dibujo sencillo de un castillo; Diccionario Filosófico y Marxista, el más viejo de todos que catalogué aburridor de primerazo, pido excusas para quienes ese sea su libro preferido; Erosión, la obra poética desde 1977 hasta 1988 de un escritor  de apellido Chaparro; La Celestina, que no me molesté en hojearlo, Omeros de Derek Walcott y simulación de un reino de Álvaro Miranda: Poética de la deconstrucción del canón  ¿Qué?,  y  Brevario del Despojo.

El título de este último, también de poesía, me llamo la atención, es sonoro y la palabra Despojo tiene fuerza.

Lo abrí más o menos por la mitad y me encontré el siguiente poema, frase o frase poema o, me atrevería a decir, fina cachetada de palabras:


"Sin darnos cuenta trabajamos duro para perder el tiempo con dignidad"


Leí otro par hasta mientras esperaba a otras personas, y todos guardaban un tono similar: algo de rabia, y mucha vulnerabilidad:


"Es bueno llevar una carta en el bolsillo de la camisa 
—junto al corazón—
sacarla y leerla de vez en cuando"


"No hay que tener miedo a celebrar con champaña

o con un vulgar vino comprado en la licorera de la esquina"


     "Books were only one type of receptacle where we stored a lot of things
 we were afraid we might forget. There is nothing magical in them, at all. The magic 
is only in what books say, how they stitched the patches of the 
universe together into one garment for us."
- Fahrenheit 451 -

martes, 4 de abril de 2017

Miga de pan

Joaquín Fäber (pronucie la ä como mejor le parezca, estimado lector) está desayunando. Se encuentra en una etapa de su vida en la que no hace más que saltar de una duda existencial a la otra.

Subraya cada tema en su mente, hasta que dejan de tener sentido y luego los olvida para empezar a cuetionar y cuestionarse con otro

Le gustaría que alguien le preguntara “ ¿usted no sabe quién soy yo?” sólo para poder responderle “nada”. Cree que todos somos nada y “¿cómo es posible que seamos nada?” si en verdad es así, ¿a qué carajos vinimos al mundo?, ¿en que se convierte este circo al que llamamos vida?” se pregunta

Se imagina entonces al universo y sus millones de cosas, incluida la palabra cosa, abstractas, sólidas, reales, imaginarias, vivas, muertas, inanimadas (¿son estas dos últimas lo mismo?), unas tan grandes como el edificio de 80 pisos que puede ver a través de la ventana y otras tan tremendamente pequeñas como la miga de pan que flota en su café. 

También trata de imaginar todo el tiempo que ha transcurrido y todo lo que ha pasado para llegar a este momento de la raza humana, que de humana más bien poco.

Trabaja el borrador de una teoría en la que se le asigna, no tiene idea de qué manera, un porcentaje de espacio y/o significado a todas las cosas que conforman el universo. De lograr realizar ese cálculo tan particular y complejo, sería inevitable llegar a la conclusión de que no significamos nada, que nuestro porcentaje de participación en la historia de la raza humana, no guarda gran diferencia con la miga de pan que miró hace un rato.

Cree que hacemos parte de algo que no logramos entender y, si lo hiciéramos, comprenderíamos que de nada sirve toda esa importancia que le damos a nuestros títulos, estatus y credenciales.

Piensa que tal vez parte de su teoría tenga que ver, de alguna manera, con eso que unos llaman “iluminación”, que está asociado a momentos de profunda meditación, en los que las personas, de repente, aclaran su panorama, descubren su misión en la vida y cuál el paso a seguir.

Fäber leyó una noticia de esas la semana pasada. Una periodista famosa con una vida “normal” y lo que esta supone: status, posesiones, riquezas, etc, de repente decidió despojarse de esa carga material, física y mental, y donó todo para darle un nuevo sentido a su vida. 

“No creo ser capaz de hacer lo mismo que esa loca” piensa y luego le da mal genio haberla juzgado. Allá ellá con su rollos, allá ella con su vida y el rabo que es un candelero y todas esas cosas. Fäber piensa que si nunca se va a iluminar en vida, por lo menos va a tratar de dejar de encasillar a las personas en un único rol: el fiel, infiel, el que estudia, el pilo, el negado, el fracasado, el brillante…

“¡Si no existe nada que importe, no hay nada porque
enfadarse! ¡Y si no existe nada porque enfadarse tampoco
existe nada porque pelearse!”
- Jane Teller, Nada -