miércoles, 19 de abril de 2017

Cerveza de lunes

Lunes 10 de la noche.  La terraza del Pub está casi desocupada. Clara y Javier ocupan la mesa de una esquina, que tiene poca luz y un ligero aire romántico, como queriendo pasar desapercibidos.   Parece raro que la gente tome cerveza el iniciar la semana,  ¿acaso no es un plan para los últimos días de esta, y que comienza desde el Jueves? paradigmas y más paradigmas.

Javier entró hace un par de semanas al área en la que trabaja Clara.  Las miradas se convirtieron en saludos, lo saludos en conversaciones, 2+2 es 4, mañana y noche..."¿Quieres ir a tomarte unas cervezas hoy Clara?".

Ella acepto de inmediato,  ¿por qué no? Considera grosero no aceptar una invitación, y pues allá él si  cree que tiene chance de involucrarse con ella.  Muy pocos lo logran y Javier no será uno de esos, lo supo hoy mismo luego de oírlo hablar por 5 minutos. No tiene nada que ver con lo que dijo, el tema que planteo, que no le parezca atractivo  o aspectos tan ínfimos como su tono de voz, simplemente sabe que no tiene chance con ella y ya.

Entre los diferentes tumbos que da la conversación, caen en el tema de las ex-parejas. Clara dedica más o menos una hora para contarle con todo detalle posible sobres los novios que ha tenido desde que entró a la universidad, sus pros y contras, a cuáles solo quiso, cuáles amo y cuales no fueron más que una simple aventura que, por diferentes razones, se extendió más de lo debido.

Javier escucha con atención.  Se muestra comprensivo y mete la cucharada para darle la razón cuando ella menciona las características de personalidad de uno de sus últimos novios, un músico que la enamoró con su aura bohemia y de artista, le cuenta.

Clara necesita ir al baño y Javier se para para dejarla pasar.  Cuando vuelve a la mesa, él hace un ademan de abrazarla que no termina en nada, pues ella arquea su espalda, simulando un bostezo.  "Ya está tarde,  ¿nos vamos?".  Javier, resignado le alcanza la chaqueta, se pone la suya y abandonan el lugar en una clara dinámica de "yo aquí y tú allá".

"Tal vez tomar cerveza un lunes es de mal agüero" piensa Javier.


martes, 18 de abril de 2017

Una recomendación

Una mujer española que se llama Blanca, me recomienda un libro de cuentos en Goodreads: El Polen del Universo. Decido darle una mirada en Amazon a ver de qué se trata.  Siendo fiel al concepto de hojear, leo parte del prologo, que habla sobre la necesidad de la ficción en nuestras vidas.  Me parece acertado y también que invita a continuar con la lectura.

Paso por encima el resto de este hasta que llego al primer cuento.  Este comienza con una escena que me parece un buen gancho narrativo: Sergio cava su propia tumba mientras un hombre le apunta a la cabeza con una escopeta y le  da sorbos a una botella de whiskey.  ¿Por qué están ahi?  ¿Qué los llevo a esa situación? decido que todo se debe a un ajuste de cuentas,  ¿de qué?: mafia, préstamo de dinero, drogas, líos sentimentales lo que sea.

El victimario, supongo que el hombre de la escopeta mata, más adelante en el cuento, al que maneja la pala, a menos que el autor utilice uno de esos giros inesperados que llevan el relato por un camino completamente distinto al que uno se imagino; menciona una palabra y la victima comenta que es una palabra extraña y le pregunta que qué significa.  Cuando el otro se la explica entran en una discusión sobre el significado de la palabra, que tiene como único fin alargar los minutos que le quedan de vida a Sergio 

El hombre de la escopeta se cansa y quién sabe de donde agarra un bate, de aluminio, y le da un golpe en los riñones a Sergio;  le dice que se calle y que continué cavando.  Él, que se supone está a punto de morir, lo desafía verbalmente: "Te mataré, hijo de puta".  ¿Cómo?, no tenemos ni la menor idea, otro artilugio narrativo del autor para mantenernos pegados al relato.  

El personaje de la escopeta no le presta atención y le dice: "La esperanza y el absurdo están cogidos de la mano".  Hasta esa frase llega la muestra gratis del libro.

Yo definitivamente le voy a Sergio; siempre tendemos a simpatizar con los personajes que están más jodidos.  Ojalá saque fuerzas de quién sabe donde, tal vez del mismo lugar de donde el otro personaje agarró el bate, y se lo meta al que le apunta con la escopeta por donde le quepa.

lunes, 17 de abril de 2017

Despertar

Andrés Rozo se despierta,  ¿qué hora es? no lo sabe. La escasez de luz le indica que es de noche, pero también podría ser de madrugada o el filo de la tarde que da paso a la noche.  No se decide por ninguno, se queda tendido, con los ojos abiertos, al rato los cierra, esperando una respuesta que nunca llega.

Se siente extraño como si fuera una persona diferente a la que se acostó; tal vez la sensación es producto de tener que despertar, ese tránsito del sueño a la vigilia que nunca deja de ser duro, extraño o ambas cosas al mismo tiempo.  Se pregunta  ¿quién es? y no se puede dar una respuesta, esta aturdido, pero eso no es lo que le evita responder la pregunta, "¿acaso alguien está 100% seguro de eso quién es?" se pregunta ahora.

Acude a su celular, pero la luz lo encandelilla y le molesta, así que lo apaga inmediatamente. Por más que desee y como en muchas otras ocasiones, el aparatico, aunque parezca, no le  va a colaborar con la definición de su identidad.

Después de su interacción con la tecnología, por lo menos sabe que hora es, 9:20 de la noche.  El sueño lo atrapo de un momento a otro sin habérselo propuesto.  Ahora también sabe que el hambre que siente es de comida y no de desayuno, una nocturna y la otra del día que, a pesar de ser casi idénticas, se diferencian por poco.

Siempre le ha causado desconcierto el tener que despertar. 

sábado, 15 de abril de 2017

Escasez de palabras

Una mujer y un hombre están en un café en el que suena música suave y  muy agradable. Teclean sus celulares freneticamente y no levantan la mirada. De repente el hombre comienza a hablar sin dejar de mirar la pantalla del teléfono: "La verdad no encuentro esa dirección,  ¿cual será?, No me deja escribirla, la verdad no entiendo esto" dice, haciendo referencia a una aplicación para pedir taxi.  

"Déjame ver", le responde la mujer, que lleva puesta una chaqueta roja y el pelo sujeto en una cola de caballo".  "Voy a llamar a Maria Fernanda, a preguntarle bien cuál es a dirección" dice el hombre.  Parece que están enfrascados en una pequeña batalla con la tecnología como excusa para no tocar otros temas para los que tal vez no tienen palabras.

!!Ya, por fin la encontre!" exclama el hombre, "aghh, pero había pedido pagar con tarjeta de crédito y el método de pago me quedó en efectivo".  
" ¿Para dónde vas?,  ¿No quieres ir un rato a mi apartamento" le pregunta, de forma algo coqueta, la mujer. El hombre por fin la mira a los ojos, le responde  con una frase a manera de escudo, que acaba con su flirteo: "No, mejor paso por mi casa para dejar la plata"  
"Claro, mucho mejor, y de ahí sales para el aeropuerto, porque si no  ¿qué va a decir tu esposa?

El hombre no le responde nada.  Al rato su celular pita, confirmando que un taxi ya va en camino para recogerlos. Guardan silencio hasta que abandonan el lugar.  

viernes, 14 de abril de 2017

Los cambios del Jeep

Hace muchos años mi papá tenía un Jeep Nissan de color azul  aguamarina.  Casi siempre estaba sucio pues, como ingeniero civil, debía llevarlo a las obras de las carreteras que construía y terminaba lleno de barro y polvo.

A mi siempre me gustó mucho ese carro por su amplitud y porque toda mi familia se podía acomodar en el sin problema.  A veces, cuando salíamos yo me sentaba adelante con mi padres y mis hermanos se hacían en la parte de atrás.

Me gustaba mirar como mi papá manejaba el jeep casi de forma mecánica, como si el timón, palanca y tablero de mandos fueran una extensión de su cuerpo.

Un día creo que el se dio cuenta de mi ensimismamiento y me preguntó que si quería hacer los cambios. "¿Yo?" le pregunte, y asintió sonriendo.  De ahí en adelante me convertí en el operador de la palanca de cambios del Jeep.

La palanca de cambios era muy grande, o tal vez no, pero para mi estatura y mi visión de las cosas en ese entonces lo era; era negra y terminaba en un mango negro en forma, más o menos, de bola.

Para mi era un honor hacer los cambios del jeep y me sentía muy importante. Al principio mi padre debía decirme en qué momento debía meterlos, pero con el tiempo me fui familiarizando con el sonido del motor y sabía el momento preciso de bajarlos o subirlos.

miércoles, 12 de abril de 2017

Pedalear

Un hombre monta bicicleta por la carrera 11.  Lleva  un abrigo azul abotonado hasta el cuello pues hace mucho frío; ese frío de las 5:52 p.m posterior a un aguacero.   ¿Qué importancia tiene dar la hora exacta? quizá no lo percibamos, pero el clima de ese minuto es diferente al de las 5:51 o 5:53, cada momento, cada segundo, minuto, época de nuestras vidas trae un clima diferente.

Tiene las manos metidas e los bolsillos del abrigo y su pedaleo lo hace avanzar a una buena velocidad.  Parece que le cuesta poco mantener el equilibrio de esa manera, a diferencia del resto de personas que también montan bicicleta a esa hora y se aferran  al manubrio con fuerza y determinación.

Está metido en su rollo, en su cuento y parece que poco o nada le importa lo que pase a su alrededor.  En ese momento su vida únicamente depende del pedaleo que, minuto a minuto, lo acerca a su destino.

En la intersección que lo veo, un semáforo se pone en verde justo cuando la cruza, como si supiera de antemano que no había necesidad de frenar o dejar su actitud relajada.  Lo sigo con la mirada hasta que la distancia se lo traga.  Nunca deja de pedalear a un buen ritmo, tal vez, en el lugar al que se dirige, lo espera una taza de chocolate caliente.

martes, 11 de abril de 2017

Tiempo

Unos le tienen pánico a las alturas, otros a los gatos, a que los entierren vivos, a los payasos, a los espacios abiertos, cerrados; una lista de nunca acabar, pues estamos en todo nuestro derechi de tenerle miedo a lo que sea.

Marcela Puentes también vive con miedos.  De pequeña le tenía pavor a los perros.  Apenas veía uno comenzaba a sudar y a buscar la mano de un adulto a la cual aferrarse.  Luego de muchos años las cosas no han cambiado; aún conserva parte de ese miedo pero ya ha aprendido a manejarlo. Tal vez ahí se encuentra el quid del asunto, es decir, en no huirle a los miedos, sino aprender a pilotearlos.

En medio de todo Marcela vive una vida "normal": tiene una familia que la quiere, trabaja, es exitosa, sale de fiesta con sus amigos, etc. pero desde hace un tiempo otro miedo ha comenzado a materializarse en su cabeza, uno extraño: Miedo al tiempo.

Podría pensarse que Marcela le tiene miedo a envejecer pero no, eso la trae sin cuidado.  Ha aceptado con dignidad las arrugas que le han aparecido en la cara y le son ajenos los miles de tratamientos de belleza que prometen camuflar la edad y dar un aspecto mucho más joven.

El miedo de Marcela respecto al intangible más importante que nos hemos inventado, tiene que ver con la inevitabilidad del paso del tiempo; que los relojes nunca paren o se devuelvan.  Le aterra saber que ese segundo que pasó, ya se ha perdido por completo y,  ¿cómo saber si lo aprovecho o no?  ¿quién le puede dar esa respuesta?  En un principio creía que ella misma la podía solucionar, pero  ¿cómo saber que si estamos aprovechando el tiempo con lo que sea que hagamos ? en últimas  ¿qué es aprovechar el tiempo?, ¿no ocurre más bien al revés y  es el tiempo quien se aprovecha de nosotros?

Estas y otras preguntas le se pasean constantemente por su cabeza, pero los hijos, el trabajo, la pareja, los amigos, hacen que las olvide y le brindan un alivio temporal, que cesa apenas suena o mira un reloj, y cae de nuevo dentro de su torbellino de inquietudes.