miércoles, 3 de mayo de 2017

Buenas noticias

Las entidades bancarias son buenísimas dándonos buenas noticias. Hace unos días me llegó el extracto de la tarjeta de crédito junto con un un papel en el que mi nombre es Estimado(a) y mi apellido Cliente.  En él me dicen que  desde ya me puedo relajar y disfrutar al máximo de mis vacaciones. 

En un principio me alegré al saber que voy a tenerlas pero, justo al instante, la emoción se desplomó como un castillo de naipes azotado por un fuerte viento. Esos "señores" Me cuentan que  las compras que realice con la Tarjeta de Crédito (así lo escriben, con Mayúsculas como si fuera un nombre abstracto personificado), o bien , ese dinero invisible, entre el 15 de junio y el 15 de Agosto, las puedo pagar dos meses después de la compra. ¿Acaso son bobos o qué?,  ¿quién se va a relajar con semejante noticia tan ridícula?

Pueden ocurrir dos cosas: que uno olvide por completo la compras y a los 2 meses llegue un cojonal de cuenta, o vivir con estrés ese lapso de tiempo al tener presente esa deuda que ellos ven como terapia de relajación.   ¿Por qué no nos cuentan mejor esto?:

Estimado cliente, te informamos que todas las compras que realices con tu 
Tarjeta de Crédito entre el 15 de junio y el 15 de Agosto serán gratis"

 Eso si es motivo de relajación, contrario a dilatar el pago de una deuda.

Más tarde me llega un correo de otra entidad en el que afirman que hacer retiros de dinero me va a gustar más ¿Acaso hay alguien qué  encuentra satisfacción en teclear la clave en el cajero automático y esperar a que la máquina escupa el dinero? Pero esa no es la razón por la que voy a disfrutar más ese acto; la gran noticia es que ahora el monto máximo de retiro aumento a $700.000.

La única ventaja de todo esto sería el tener que visitar menos veces el cajero automático, para sacar la plata que debemos destinar a la deuda "relajada" de la tarjeta de crédito. 

martes, 2 de mayo de 2017

Edición 73

A Pérez le piden un artículo sobre salsa para la edición 73 de una revista cuando cae la tarde. "Lo necesito para mañana" le dice el editor en un tono alegre. "Claro, como usted sólo se dedica a leerlos y mandar a escribir es tan fácil" piensa. Suspira y luego pregunta "¿Cuantas palabras?". “Es cortico hermano, no se estrese, de 500 a 800". 

Al rato de colgar, con la pereza colgándole en la espalda, decide sentarse en su escritorio. No tiene ni idea sobre que va a escribir, pero si no hace el intento de poner una palabra detrás de otra, su trabajo, su vida, ¿qué sentido tiene todo?

Escudriña su cabeza. Le gusta cómo suena esa palabra y es la primera que escribe, espera que pronto venga otra, producto de un fogonazo en su cabeza debido a la excitación de una neurona o una orgía entre varias de ellas; eso que unos llaman inspiración, otros más románticos musa, y aquellos (que no son ni los unos ni los otros), emparentan ambas bajo el nombre "Musa de la inspiración”. Espera que ese ente, lo que sea, si es que existe, le transmita algo a sus dedos para comenzar a teclear.

Pasan 5 minutos, y en el último cae en cuenta de que mira la pantalla mientras piensa que tiene hambre. Va a la cocina por un paquete de papas y una gaseosa. Toma su merienda mientras navega por internet, pero esa supuesta recarga de baterías no le sirve para nada o tal vez a su musa no le agrada esa combinación.

Decide revisar la definición de la RAE para ver si de pronto, por alguna razón absurda, viene con una historia incluida que le de luces de algo, pero se encuentra con ese muro frío, desprovisto de emociones, que son las definiciones de diccionario: “Examinar, inquirir y averiguar cuidadosamente algo y sus circustancias". "Malditos, puros sinónimos. Que gente tan perezosa esa de la Real Academia” concluye.

La 73 podría tener algo que ver con la banda bogotana La 33, si se le suma 40 unidades de algo, ¿de qué?, ¿Instrumentos, músicos, fans?

Escudriñando a la 33, escribe. Ese va a ser el título, que espera se convierta en una cascada de palabras con cierto sentido y ritmo. Alguna vez leyó que Woolf decía que eso último era lo más importante para escribir y piensa que si se trata de un artículo sobre salsa, debe pesar aún más.

Le tiene miedo al uso del gerundio pero siempre lo siente tan a la mano, tan preciso, que decide subrayarlo, no en el amarillo chillón tan preferido por todo el mundo, sino en un parco gris. 

Ha pasado una hora y todavía le faltan, calcula a la ligera, unas 650 palabras.

lunes, 1 de mayo de 2017

Desocupado

Tomo un taxi. 

"Buenos días, a  la feria del libro, por favor"
"Buenos días,  ¿dónde es que queda? ahh ya, estamos cerca"

Avanzamos un par de calles y me pregunta:

"Le gusta leer harto?"
"Si", le respondo aprovechando mi buen humor.
" ¿Y cuántos libros se ha leído este año? .  Sus frases son alegres y tienden a terminar en una ligera risa.
Le doy la cifra de los que llevo leídos hasta el momento.

El conductor espera unos segundos y luego  exclama: "¡Uy este marica es un desocupado! y ríe.

Su comentario está lejos de ser un insulto y no me molesta. Si, tal vez es algo confianzudo pero sólo quiere hablar. Al rato lo vuelve a hacer:

"Yo la verdad si soy malo para leer,una ves me traté de leer un libro, ¿cómo es que se llama? ...  ¿quién... cómo es qué es? Quién se..."  
"...ha llevado mi queso" completo su frase
"Si ese, pero me aburrió y creo que nunca lo acabe"

" ¿Y qué es lo que más le gusta leer?"
"Ficción"
"Ahh ya, a mí lo que me gusta es ver películas de acción, por ejemplo, ¿no se ha visto la ultima de Rápidos y Furiosos? 
"No, ¿qué tal?"
"Ufff muy bacana" sonrié, mientras, parece, recuerda las escenas.
"Es que,  ¿qué no le meten? Barcos aviones, misiles, submarinos, los manes manejando carros en el hielo...hasta un bebé, imagínese"

Trato de hacerlo, pero no se me ocurre qué puede tener de interesante la escena del bebé. Me he visto un par de películas de esa serie, pero lo único que se me ocurre preguntarle, para no dejar morir la conversación, es: " ¿Y en esta película sale el que se murió?

"No, no sale.  Sólo lo mencionan en un dialogo, pero es muy chistoso, pues dicen algo como: Recuerda que no podemos llamar a fulanito porque se fue a no se donde.  Muy chistoso ese pedazo.  

"En serio le recomiendo que se la vea"

Justo cuando terminamos el tema de su gusto por las películas llegamos a Corferias, me despido y me desea buena suerte, que disfrute la feria y que ojalá compre muchos libros.

viernes, 28 de abril de 2017

Sensibilidad literaria

La dos palabras hacen buena pareja, ¿cierto? Creo que la forma en que se deslizan por la boca al pronunciarlas deja un buen sabor.  Quizás es un efecto que me produce el hecho de que tengan varias sílabas, la repetición de consonantes en ambas o que aplican como título para una novela o poema.

De pronto no sean las apropiadas para lo que quiero contar,  ¿cuántas veces seleccionamos las palabras que no son? A veces resulta difícil dar con las indicadas para expresar como nos sentimos.

Después de vaciar mi alcancía de libros, hoy visite la Feria del Libro.  Luego de ingresar a un primer pabellón me sentía algo extraño, no sé, revisaba los estantes con desgano, tal vez, como siempre, abrumado por la cantidad de libros y ese ligero aire de ansiedad, al pensar que  entre los libros que voy a comprar, me va a hacer falta uno que por alguna razón no vi y que podría cambiar mi vida.

Nunca asisto con una listado de libros en mente, sino que voy escogiendo los  que me hacen sentir algo apenas los veo.  Discrepo entonces de ese viejo refran de: "nunca juzgues un libro por su portada", pues es lo primero que hago (Como ya escribí hace un tiempo, tengo una seria debilidad por los diseños de la editorial Seix Barral, que siempre me parecen apropiados).  

Siguiendo la línea de sensibilidad, luego miro la foto del autor, a ver que me  trasmite su semblante, y leo el pequeño resumen de su carrera en el mundo de las letras.

Por último aplico un procedimiento que,  una vez me contó el escritor colombiano Juan Manuel Silva, tenía un editor: consiste en leer tres párrafos, uno del principio, otro del medio y uno de las últimas hojas, para ver cómo sentimos el estilo del autor.

De está manera fue que conocí a Millás, cuando nunca había oído hablar de  él.  El ritual también me gusta mucho pues es una apuesta abierta a la serendipia, que tiene mucho de incertidumbre y casualidad.

jueves, 27 de abril de 2017

Almuerzo con la muerte

La tarde comienza con mucho sol y una mujer se encuentra sentada en una cafetería. Con su mano derecha Cucharea con desgano una lasaña y también alterna sorbos de gaseosa. Aparecen ciertas preguntas: “¿Acaso sólo tiene una mano?, ¿por qué no utiliza la otra?, entonces le explico: En la otra,  que puede suponerse libre o fantasmagórica, sostiene su celular al que están conectados unos audífonos que lleva puestos. Al diablo las ventajas del “manos libres”. Es difícil descifrar la expresión de su cara, que no sabemos si es de angustia o profundo aburrimiento. 

No le importa condimentar su almuerzo con una molesta charla de trabajo, ¿y qué si le quedan pocas horas de vida? ¿Cómo saber que disfrutamos de nuestros últimos momentos sobre la faz de la tierra y que no los estamos desperdiciando? 

Sólo está almorzando, si, no hay necesidad de sobreanalizar semejante acto tan simple que millones de personas realizan a la par con ella en diferentes rincones del planeta; pero la mujer no es la única persona que compone la escena. Tan solo a dos mesas enfrente de ella está sentada la muerte. 

Podríamos entrar a discutir un problema de género, pues la muerte viene a ser femenina, pero en esta ocasión es masculina. Hace presencia como un hombre de aspecto pálido, barba poblada, en extremo flaco (una fuerte ráfaga de viento lo podría hacer volar por los aires), y lleva un traje en su totalidad negro, incluida la corbata, totalmente inapropiado para el calor que hace, pero el equilibrio climático tal vez lo logra con el frío que como parca lleva encima. El contraste del color de su piel con el del vestido le da un aspecto macabro.

Como siempre, se hace la loca o, en este caso, el loco y nos habita sin que nos percatemos. Come lo mismo que la mujer pero en vez de gaseosa toma jugo de naranja, que acaba de un sorbo decidido, arqueando su espalda. 

Nadie tiene idea alguna de quién es, la maldita o el maldito, el muerte, él, muerte o él, todo muerte quién sabe cuántas veces nos pasa en frente de las narices y no tenemos posibilidad alguna de identificarlo(a).

Estudia a la mujer, su próxima víctima, que no para de hablar por el celular y que ya se cansó de trinchar trozos de pasta bañados en salsa boloñesa. 

Ahora la muerte, él muerte, ya está claro su carácter hermafrodita, no deja duda de su identidad pues esconde su mirada revisando con parsimonia una separata de autos del periódico. No cabe duda que es ella. En medio de todo el poder que tiene, no sabe comportarse como un humano en su afán de almuerzo de jornada laboral.

De repente se pone de pie y abandona el lugar con un andar perezoso y despreocupado. Ya no le interesa la mujer, quizás le entraron ganas repentinas de llevarse a la primera persona que vea con zapatos rojos, porque si se trata de aleatoriedad, nadie le gana. 

¿Ya revisó  el color de los suyos?   

miércoles, 26 de abril de 2017

Despedidas

Pierre Curie, dándole la espalda, tomó su maletín y luego se dio vuelta. La miró serio por unos segundos. Ella tenía muchas ganas de abrazarlo, de darle el sagrado beso de despedida de todos los días, pero empapándose de orgullo no hizo nada y le sostuvo la mirada. Pensó decir algo, lo que fuera, pero apenas comenzó a abrir la boca, sus labios empezaron a temblar, así que prefirió quedarse callada e intoxicarse con sus lágrimas.

Él sí tuvo valor para hablar, organizando sin problema alguno una pregunta sencilla despojada de cualquier sentimiento,  que a ella le pareció la mayor ofensa posible: “¿Vas a ir más tarde al laboratorio?”. 


"¿Dónde dejó el “vida mia”, “cariño”, “amor”?” se preguntó Marie. Tenía que seguirle el juego de la indiferencia, pero, ¿hasta cuándo?”. Le despachó un “No sé” con forma forma de puño  verbal, luego concluyó: “No me gusta que me presiones Pierre”.

Pierre no dijo nada más y se marchó. Horas después, cuándo Marie quería dejar el incidente atrás, lo volvió a ver, pero ya no le pudo decir nada. Pierre había muerto atropellado por un carro.

“Entro en el salón. Me dicen: «Ha muerto.» ¿Acaso puede
una comprender tales palabras? Pierre ha muerto, él, a 
quien sin embargo había visto marcharse por la mañana, él, 
a quien esperaba estrechar entre mis brazos esa tarde, ya 
sólo lo volveré a ver muerto y se acabó, para siempre."
- Diario de Marie Curie -

martes, 25 de abril de 2017

Mosquito

A Mario Alcántara siempre le han dicho que todo tiene un final, excepto las salchichas que tienen dos, que todo nace y muere, que es la ley de la vida y que no tiene sentido alguno el intentar descifrar ese gran misterio de la muerte en cualquiera de sus presentaciones. 

Las relaciones entre las personas también tienen su fin. “Hasta que la muerte los separe” vaticinan los curas al casar una pareja. Pero no solo los nexos sentimentales se acaban, sino también los de amistad, pues esta, a veces, entra en coma, permanece así por un periodo indefinido, o muere. 

Alcántara, como todos, ha experimentado la muerte de diferentes maneras. Hoy, sentado en un café y mientras bebe una cerveza, intenta reflexionar sobre la muerte de su amistad con Camila Caprino. 

¿Hablaban? si, ¿cada cuánto? Nunca llevó la estadística. ¿Habrá sido suficiente?, ¿en qué se mide la amistad?, ¿en charlas, tiempo al lado de la otra persona, prestamos de dinero, favores, mensajes, cartas, borracheras juntos, salidas, consejos?, ¿qué la conserva?

Le cuesta entenderlo. Repasa sus últimos encuentros, las frases que utilizó en las conversaciones, pero tiene mala memoria, se inventa la mayoría de sus recuerdos y los llena de frases brillantes que sabe, no sería capaz de pronunciar hablando normalmente.

Calcula que a su Birra Moreti, la cerveza, a lo sumo le quedan dos sorbos. Cuando se sentó a tomarla juró no dedicarle más tiempo al asunto de la Caprino, que lo que le durara la bebida, por lo menos por hoy. Detesta echarle tiza a los asuntos.

Un mosquito diminuto aterriza sobre la mesa. Es la señal que estaba esperando. Concluye que cuando las personas cambian tanto, sin razón aparente, de un momento a otro, de la noche a la mañana (muerte y nacimiento, otra vez) se debe a la picadura de un mosquito. 

Está claro que la comunidad científica aún no lo ha descubierto, tienen cosas más importantes por investigar que las rarezas en nuestras conductas, el caso es que dicho mosquito, que Alcántara imagina no más grande que una mota de polvo, pica a las personas y les afecta su sentido de la amistad. 

Decide, por el momento, llamarlo: el mosquito de la extrañeza. 

It's a funny word 'friends'
You get beginnings and you got ends
I guess I'll see you when we're ashes again"