lunes, 29 de mayo de 2017

Mentiras

La semana pasada, al momento de comprar un pan Baguette, le pregunté, a quien al parecer era el panadero: un hombre con delantal y gorro blanco , que si el producto estaba  fresco.

"Claro" respondió mientras sonreía.  Su gesto me pareció totalmente confiable, y como estaba de afán no apliqué mi prueba de frescura cuando compro pan: presionarlo, por encima de la bolsa, entre el pulgar y el indice para comprobar que esté blando.

Al día siguiente comprobé que el pan era una piedra, que más o menos logre mejorar con una vieja técnica, que no recuerdo donde aprendí, en la que se le echa agua por encima y se calienta un poco en el microondas.

 ¿Por qué me mintió ese hombre? Quizás era el carnicero y simplemente lo confundí; igual no es un asunto de vida o muerte, pero creo que todos somos capaces de mentir con esa facilidad sobre cualquier tema, independiente de la gravedad del asunto.

Lo complicado es que empezamos mintiendo estupideces; cada una le da fuerza a la siguiente y  relaja nuestra actitud, hasta que vemos como una de nuestras mentiras, como avalancha, quién sabe a cuantos hunde y/o arrastra, mientras nosotros hacemos equilibrio en la orilla.

sábado, 27 de mayo de 2017

Las reminiscencias

Escribo esto en la madrugada. Se siente tarde, pero es temprano. Siempre he creído que es un momento del día que tiene sus ventajas. Es agradable, por ejemplo, solo escuchar, aparte del ventilador del portátil, que trabaja incansable, el ruido de unos cuantos carros que transitan por las solitarias calles de la ciudad.

Ayer, que pareciese que fuera hoy por aquello de la madrugada estimado lector, tocó las puertas de mi cabeza el plural de la palabra reminiscencia. Es una palabra bonita, sonora. Por ejemplo compárela con “tabla”, si existiera tal cosa como un concurso de belleza para las palabras, reminiscencia sería una fuerte candidata. 

Le decía entonces que se presentó ante mi como “Reminiscencias”, y consideré apropiado anteponerle “las”, para terminar de redondear su elegancia. Suponiendo que logré el cometido, me aventuro, en este instante, a buscar qué es esa otra palabra y lo que me encuentro es lo siguiente: "cuando es antepuesta a un sustantivo o a un sintagma nominal, forma una expresión definida de referente consabido”. 

Leo eso varias veces y no tengo puñetera idea de qué es un sintagma nominal. Tomo la vía fácil y dictamino que los de la RAE a veces se la fuman verde, pero los envidio un poco; como me gustaría entender todos esos vericuetos del idioma materno, en fin, sigamos con las reminiscencias.

Llegó a mí esa palabra que curiosamente tiene como definición: “Recuerdo vago e impreciso”. Pienso entonces, que se me presentó en todo su esplendor, tanto como palabra, como significado; plena podría decirse.

En ese momento, pensé que me gustaría escribir una novela con ese título, “Las reminiscencias” que seguro existe en algún lugar de mi cerebro, pero no todavía no se ha gestado de la manera correcta, para engendrar una historia. Está por ahí incubándose de manera positiva dentro de mi organismo.

Escribirla sería desgastante porque su trama, de inicio a fin, no podría traicionar el carácter lírico de su título, que evoca poesía. Quizá en el punto de partida, la exposición, podríamos tener como personaje principal a un escritor, al que de repente se le comienzan a aparecer palabras que demandan su atención, qué se yo, digamos que son cinco las palabras que, en forma de reminiscencias, le llegan a diario a su cabeza. Pero son palabras distantes que, al parecer, no tienen nada que ver una con la otra. Su trabajo entonces consistirá en comenzar a conectarlas y darles sentido. 

Así trascurren un par de años, hasta que llega un día en que al escritor no se le aparecen más palabras de esa manera tan peculiar, lo cual no es otro indicio de que debe empezar con la edición de lo que lleva escrito de “Las Reminiscencias”, su obra prima,lo que le lleva otro buen tiempo.

jueves, 25 de mayo de 2017

Pan de $100

Dejó su casa antes de cumplir 10  años, cansado de las golpizas de su padre, un borrachín consumado; sus opciones eran matarlo o largarse.

Cinco años después de abandonar su hogar luce irreconocible. Su pelo parece una maraña de alambres enredados y casi siempre lleva una mirada triste, acompañada por las típicas manchas de suciedad de las personas que habitan en la calle.

Hace rato lo dejaron de llamar Camilo; ahora todos lo conocen como “Pan de $100”, desde la vez que asaltó una panadería y mientras el resto del grupo intentaba abrir la caja registradora, el llenaba de pan una bolsa tras otra.  ¿Para qué carajos querían el dinero con esa hambre infinita que todos llevaban? pensó en esa ocasión.

Hoy despertó con un  hambre similar y mucha rabia. ¿Por qué le tocó vivir semejante vida tan perra? Se pregunta. Quiere comprar algo de comida pero revisa sus bolsillos y están completamente vacíos. Un amigo con el que comparte un cambuche de cartones, periódicos y cobijas llenas de pulgas,  le ofrece un porro, pero Pan de $100 lo rechaza; sabe que fumar  marihuana sólo aumentaría su apetito.

Un bus frena para recoger unos pasajeros y Pan de $100 corre a encaramarse por la puerta de atrás. El bus lleva muy pocas personas, pero de igual forma pide disculpas por las molestias que pueda estar causando y luego anuncia que va a cantar una canción, una ranchera, y se llena de aire los pulmones, mientras saca pecho.

Comienza a gritar sin ningún tipo de afinación, y como sólo se sabe el coro y una estrofa. que repite dos veces, su acto acabo pronto. termina la canción en la parte de atrás del bus y se devuelve hasta el puesto del conductor para comenzar a recolectar el dinero.  Estira su mano derecha a lado y lado, mientras pasa filas, pero ninguno de los pasajeros, igual de fríos que la mañana, le da algo.

“Cabrones” piensa. Llega a la parte de atrás del bus, timbra de mala gana y cuando se abre la puerta, con el pie que se abalanzó hacia adelante que está  a punto de tocar el andén y el otro, que abandona el escalón del bus, grita fuerte y claro:

“Por eso es que hay que robarlos hijueputas”.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Estrellarse

Antonella 

Va en bicicleta por un andén. Sabe que no debería hacerlo pues puede incomodar a los peatones que lo transitan a pie, pero considera que si lo hace despacio y con cuidado no molestará a nadie; además mucho mejor desplazarse lento hasta dar con la calle que la conducirá a la ciclorruta, que exponer su vida andando por la vía de los carros. Y pues, ¿quién necesita más velocidad aparte de esa que la vida se encarga de ponernos encima?

Carlos 

Es imposible tener conocimiento de la cantidad de variables y acontecimientos que tuvieron que darse y ocurrir en determinado momento del tiempo para que Carlos también transite por el mismo Andén de Antonella, a la misma hora, en la misma ciudad y época.

Tiene mucho mal genio. No sabemos por qué. Quizá discutió con un amigo, qué se yo, digamos que alguien lo tildó de chismoso de buenas a primeras, mientras que si algo tiene claro Carlos, es que se irá a la tumba con los secretos que le confíen amigos, conocidos y desconocidos. 

Levanta la vista y ve a una mujer zigzagueando en bicicleta y que está a unos cincuenta metros “¿Por qué transita por el andén la bruta?” se pregunta, pero al instante, la letra y melodía de la canción que escucha en ese momento lo atrapan y le brindan calma por unos segundos.

Camina distraído hasta que se encuentra de frente con Antonella, da un paso a la derecha y ella lleva la bicicleta hacia el mismo lado, da otro hacia la izquierda pero la mujer ahora manda el timonazo para ese lado. Sabe que la está incomodando y que ella no tiene la culpa de su rabia contra el universo.

Cuando Carlos nuevamente se inclina hacia la derecha, pone fin al baile y se recuesta sobre una camioneta que esta aparcada en la acera. En medio de su ira lamenta haber complicado a la mujer, que ahora lucha por mantener el equilibrio. Levanta la mirada y le dice “Lo siento”. Al hacer contacto visual con Antonella, piensa que esta le va hacer un gesto despectivo, que lo va a mirar con cara de “Pobre idiota” pero no, ella le devuelve una de las sonrisas más hermosas que ha visto en toda su vida.

martes, 23 de mayo de 2017

Pareja

Marina y Josesito llevan 60 años de casados. Todas las tardes cuando los últimos rayos caen sobre la ciudad, salen a caminar.  Lo hacen despacio, como en cámara lenta, el corazón de Josesito, con dos infartos encima, ya no aguanta otro tipo de velocidad.  Marina, un par de años menor que él, podría caminar mucho más rápido, pero no tiene problema alguno en agarrarse de gancho al hombre de su vida y adoptar su ritmo lento pero decidido.

Hoy, como siempre, apenas llegan al café  todo el personal del lugar los saluda afectuosamente y uno de los meseros los hace seguir a la mesa que siempre ocupan, ubicada en un rincón con poca luz, que ya tienen preparada. Sobre esta reposa una vela encendida, y un florero con una rosa roja, detalle que Josesito creer pedir en secreto, pues sabe lo mucho que le encantan a su esposa, pero del cual ella siempre se entera ante la poca habilidad de secretismo de su esposo.

Hace mucho frio y después de hojear la carta por encima, josesito se decide por una taza de chocolate caliente acompañada de un rollo de canela.  Marina quien todavía no sabe que pedir al momento en que el mesero les va a tomar la orden, decide no complicarse y realiza el mismo pedido de su esposo, pero cambia la bebida por un café "muy caliente joven, por favor" le dice al mesero.

Al rato llega el pedido y la pareja sonríe.  Sus ojos, que solo reflejan emoción, saltan de las bebidas a la comida y viceversa, hasta que Josesito no se aguanta las ganas y parte un trozo del rollo con las manos y se lo mete a la boca.  Al instante lo marida con un sorbo prolongado de su chocolate.

Marina también levanta su taza y cierra los ojos mientras le da un sorbo a su café "Hoy si que sabe rico" le dice a su esposo.  Por un tiempo se quedan callados, cada uno perdido en pensamientos que seguro tienen que ver con el otro.  Al final Josesito rompe el silencio y comienza a hablar sobre la venta de una casa que alguna vez tuvo "Esa vez ni siquiera me pidieron las escrituras" dice, para luego reír y seguir comiendo. 

lunes, 22 de mayo de 2017

Nefelibata

El otro día en un banco, mientras hacía fila para pagar un servicio, Camila Peralta se fijó por unos instantes en las imágenes que transmitía un televisor anclado a una pared. Por un instante creyó que solo se trataban de imágenes promocionales de la institución financiera, pero no. El banco, o más bien quienquiera que sea el encargado de programar las imágenes que deben pasar los televisores, en un arrebato de paladín del idioma español, decidió programar un segmento con significados de palabras.

Después de leer Nefelibata, Camila jugo con la palabra en su boca por un tiempo, la separo por sílabas, le cambio el acento, y al final dictaminó que le había gustado. Esa noche al llegar a su casa y prender su computador, lo primero que hizo fue buscar la definición en la RAE:

“Dicho de una persona: Soñadora, que no se apercibe de la realidad.”

Camila cumple con parte de la definición, es soñadora, pero “valiente gracia, soñar despiertos es una cualidad de cualquier ser humano” piensa. Lo realmente difícil es lograr desconectarse de la realidad pues, quién sabe por qué. deseamos vivir con los pies sobre la tierra, que todo lo que hagamos tenga sentido y que nadie nos tilde de locos.

Le gustaría poder desconectarse de la realidad fácilmente, sin la ayuda de sustancias que la lleven a los terrenos de la inconsciencia. Dejar toda la basura mental que producimos los humanos, en especial los chismes, que no existen, pero que a veces moldean nuestra realidad más que cualquier otra cosa, hasta adquirir el estatus de verdad, momento en el que todo se va al carajo.

De ser una nefelibata consumada, le gustaría estar en la capacidad de dosificar sus dosis de escape de la realidad; que cuando este aburrida o simplemente harta de una situación o una persona, logre desconectarse al instante sin ningún problema.

Al momento de acostarse cae en cuenta que lo que primero debería hacer, para entrar por completo en su tan anhelado modo de nefelibata, es definir que es real y que no, por lo menos para ella, pues está segura que cada persona le achaca un significado diferente a esa palabra tan inofensiva pero a la vez compleja.

sábado, 20 de mayo de 2017

¿Derecha o Izquierda?

Imagine que usted va caminando por ahí, por donde sea, bosque, ciudad, campo abierto, pero digamos que es un lugar que no conoce.  Usted sigue un camino claro y definido sobre el suelo, que se encuentra ahí, quizá, gracias a las miles de personas que lo han transitado antes.

Usted camina, pero no tiene muy claro hacia dónde va, pero eso no importa, pues la consigna es caminar.   ¿Que quién se la dio? no lo sabe, pero cuando las dudas lo asaltan una y otra vez, eso es lo que se repite mentalmente hasta el cansancio: "No importa", y sólo se concentra en lanzar un pie hacia adelante y al instante intentar alcanzarlo con el otro.

Está en esas cuando la vida, el destino, el universo, dios, el diablo o cualquier fuerza super poderosa en la que crea, decide joderlo,   ¿por qué? Porque en un momento su camino llega a un punto en el que se bifurca, pasa de ser una S, con una que otra curvita pronunciada, a una Y.

La consigna de caminar de hace un momento, aunque le traía algunas dudas era fácil de seguir, rutinaria y monótona pero fácil  ¿y ahora qué?  ¿Izquierda o derecha?.  ¿Cómo saber cuál es el indicado?

Hoy, Suponiendo que yo soy usted o que usted soy yo, me aventuraría a tomar el de la derecha,  ¿por qué? solo porque sí.  ¿A usted cuál lo jala más?