martes, 13 de marzo de 2018

Brownie

Hoy en la calle vi un puesto donde vendían café, un carrito negro con unas mesas alrededor y un cartel que exponía una extensa carta de diferentes bebidas, calientes y frías, a base de café. 

Me decidí por el capuchino pequeño, porque no tenían tapa para el mediano y el grande me parecía demasiado para las ganas de café que tenía en ese momento, aunque sé que eso puede sonar a sacrilegio para aquellos quienes creen que, “mucho café” es inconcebible. 

Mientras me lo preparaban, me di cuenta de que también vendían unos brownies de cheesecake que no veía desde épocas universitarias. En el edificio de la facultad había una vending machine, y ese producto era una especie de mito universitario, pues era dificilísimo encontrarlo. Hoy, cuando le di el primer mordisco, los recuerdos comenzaron a llegar: 

Muchas veces hice una alianza estratégica con B para comprarlo.  Entre los dos  reuníamos monedas y lo compartíamos. B es una buena amiga, una de esas de las que uno se traga apenas la conoce, pero después de un tiempo la ventisca del amor pasa. 

En otra ocasión una mujer que estudiaba contaduría me puso ese sobrenombre, luego de haber perdido una apuesta con Carolina, otra amiga muy tranquila, que vivía como una pluma que mece el viento. 

Un día enfrente de la biblioteca, mientras yo hablaba con la contadora, Carolina se apareció y en vez de saludarme, lo primero que me dijo fue: “¡Mi brownie!”; "¿Cómo le dijiste?", pregunto la primera, que nunca pudo superar ese supuesto apodo.

lunes, 12 de marzo de 2018

Tantrum

Palabra en inglés que me agrada y se traduce como: rabieta, pataleta o berrinche. Me acuerdo de ella porque en una sala de espera una adolescente con una maleta de arabescos rosados, vestida con una sudadera azul y tenis blancos, habla, o mejor alega con una señora. 

La adolescente está muy alterada y llora, gime, hace pucheros, pero la mujer que la acompaña no repara en ella y mantiene una actitud fría, como desprovista de sentimientos maternales, con la mirada fija en algún punto enfrente de ella. 

No solo me acuerdo de la palabra en inglés porque la adolescente tiene un berrinche, sino porque también está hablando en ese idioma. ¿Qué por qué lo hace?, imposible saberlo. Su acento no es extranjero, pero entre sus sollozos predomina la pregunta “Why not?” y luego dice algo sobre una Verónica a la que si la dejaron.  Sus frases no sirve de nada porque su interlocutora, que supongo es su mamá, no entra en la dinámica de la pataleta. De vez en cuando le responde algo en voz baja, sin dejar de mirar hacia el frente,  y resulta difícil saber si lo hace en español o inglés. 

En medio de todo me alcanzo a identificar en algo con la adolescente, pues ¿cuantas veces la vida no nos ha dado la espalda en diferentes situaciones, y nos devanamos la cabeza preguntándonos “Por qué no?”, ¿por qué carajos las cosas tienen que ser de una manera que va tan en contra de lo que nosotros queremos? 

A punto de abandonar el lugar, veo que la adolescente saca su celular y comienza, a chatear. Teclea algo y luego sonríe. Su acompañante, como ya sabemos, sigue como una roca, incluso parece no pestañear.

sábado, 10 de marzo de 2018

Neurosis bancaria

“¡Así no debería ser el trato, esto el colmo!” Dice una mujer en voz alta y luego abandona furiosa la oficina de la subgerente de un banco que, para el pesar de ella, tiene los vidrios transparentes y todos los que hacemos fila vemos, en primera fila, valga la redundancia, el escándalo. 

La funcionaria, apenada, sale a hablar con algunos colegas; lo hace en voz baja y con expresión de: “¿Qué tal esa vieja loca? Recibe respuestas, también en voz baja, acompañadas con movimientos afirmativos de cabeza que le dan la razón. Con pasos tímidos se dirige nuevamente a su pecera y se sienta en una silla grande de cuero negro, clava su mirada en la pantalla y comienza a teclear como si nada hubiera ocurrido. 

¿Qué le paso a la cliente?, ¿Por qué estaba alegando?, imposible saberlo. Debe ser que el dinero nos produce ataques neuróticos a todos, y si sentimos que algo malo ocurre con él, que se nos agota, lo invertimos mal, o nos lo están manejado mal, como supongo era el caso de la señora, se nos ponen los nervios de punta. 

Neurosis, dice la RAE, es “una enfermedad funcional del sistema nervioso caracterizada principalmente por una inestabilidad emocional. Inestabilidad no es más que falta de estabilidad. y estabilidad se traduce en cualidad de estable, como la estabilidad económica, por ejemplo. 

Al rato del incidente de la señora, una mujer dos puestos adelante del mío en la fila, se puso a alegar con los cajeros en voz alta, tal vez envalentonada por la actitud de la otra mujer, y exclamo su inconformidad con la demora en la atención, por culpa, según ella, de la fila preferencial: “¿pero al fin cómo es la atención?”, preguntó batiendo unos papeles en una mano, “¿2,2 1 o 2,1,2?”. Imagino que la señora, aburrida en la fila, intentó descifrar la secuencia de atención y fue así como llegó a esa combinación de números. 

viernes, 9 de marzo de 2018

Tarkovski

Tarkovski el apellido, Andréi su nombre. Sin saber nada acerca del personaje, me lo imagino deslizándose a toda velocidad sobre una pista de hielo en Moscú, terminando su carrera en un salto pulcro, mientras unos jueces con caras serias esperan a que termine su rutina de patinaje, para darle un puntaje. 

En mi fantasía solo le atiné al país de procedencia de Tarkovski, que fue un escritor, actor y director de cine soviético. ¿Por qué me lo encuentro en este momento de mi vida? 

Desde hace algunos años con dos buenas amigas que conocí en un trabajo, de un momento a otro y sin proponérnoslo, iniciamos una tradición de regalarnos libros en navidad. El año pasado una de ellas, me regalo el libro: “Atrapad la vida: lecciones de cine para escultores del tiempo”, ¿Qué por qué me lo regalo?, no lo sé, pues me gusta el cine, pero sin llegar a ser un apasionado, gran conocedor o crítico del séptimo arte; es decir, creo que hay dos tipos de películas las buenas y las malas (las que me gustan y las que no), sin necesidad de hablar sobre planos, espacios, encuadre y otros conceptos técnicos de los que tengo muy poca idea.

Hoy que lo comencé a leer pensé que, de pronto, disfrutaría más de la lectura de una novela, por ejemplo, pero creo que el acto de regalar un libro encierra una actitud bondadosa y que cuando somos quién lo recibimos, debemos darle una oportunidad a su lectura, por respeto a la persona que nos lo regalo, al autor, a los libros, a la escritura, y porque seguro vamos a aprender algo que no sabemos. Además, es bueno salir de la zona de confort y leer textos a los que no estamos acostumbrados, y también siempre queda ese factor místico, al pensar que el libro cayó en nuestras manos justo en el momento en que debía hacerlo, por alguna razón que está fuera de nuestra comprensión. 

"Escultores del tiempo” es una frase que evoca muchas cosas. Al parecer, Tarkovski tenía grandes inquietudes sobre ese concepto y trataba de apaciguarlas con su trabajo. 

“Creo que lo empuja a una persona cualquiera a ir a cine Es la posibilidad 
de tener un encuentro con el tiempo: El tiempo perdido, el tiempo fugado 
o aún no alcanzado. Vamos al cine en busca de una experiencia vital, 
pues el cine, como ninguna otra forma de arte, amplía, enriquece y 
concentra la experiencia material del hombre”
- Andréi Tarkovski -

jueves, 8 de marzo de 2018

15 minutos

“No me alcanza el tiempo”, “no tengo tiempo”, solemos decir y, a veces, parece verdad que ese intangible tan ligado a la muerte y que nos enreda tanto la existencia, se nos escapa por entre los dedos en aquellas ocasiones en que lo intentamos atesorar. El tiempo debe ser como el agua, de ahí, supongo, la expresión “el “río de la vida.” 

Ayer quería escribir y cuando me senté a hacerlo eran las 11:45 p.m. Finalmente no lo hice. Tal vez si habría podido redactar algo en esos quince minutos que le quedaban al día; además es chévere cuando uno se pone esas limitaciones al momento de escribir pues, ante la premura, la mente comienza a hacer conexiones extrañas y, en ocasiones, resultan buenos textos. 

Si en un segundo el corazón de una musaraña etrusca, o lo que eso sea, late 20 veces; las alas de un colibrí baten sesenta veces, nacen cuatro bebes, se envían 2.8 millones de E-mails y 4000 estrellas aparecen en el universo, 15 minutos, viéndolo bien, son una eternidad, en la que pueden ocurrir millones de cosas. 

“¿Y a mí que me importa el aleteo de un colibrí?” puede quizá preguntarse usted, estimado lector, pero en esos detalles, en apariencia insignificantes, de la vida tal vez se encuentra la razón de ser de la misma, solo que estamos muy ocupados con nuestros delirios de grandeza que los descartamos al instante, y no nos tomamos el tiempo de prestarles la atención que merecen. 

Durante esa aparición de más de 4000 estrellas en el universo, mientras me debatía entre escribir algo e irme a dormir, me acorde de la frase de Warhol: “En el futuro, todos serán famosos mundialmente por 15 minutos” 

¿Es ahora ese futuro del que hablaba el artista plástico? ¿renuncié a mi momento de fama al dejar escapar esos últimos quince minutos del día de ayer? 

No lo sé, pero hace más de quince minutos comencé a escribir esto y no me siento famoso.

martes, 6 de marzo de 2018

Mérito literario

Recuerda que el plazo de la convocatoria a los talleres de escritura vence mañana, pero es de noche y está cansado. Decide escribir el texto el siguiente día. 

Cuando se acuesta a dormir piensa sobre qué tipo de texto va a presentar, pero no tiene ni idea. Cierra los ojos y mastica algunos temas que al final considera flojos y el sueño lo termina de atrapar. 

Por la mañana, un cielo azul despejado augura un buen día “¿por qué no, un buen escrito?” piensa. Cuando enciende el computador, y luego de abrir el procesador de palabras, una leve angustia lo invade; nada llega a su mente, ninguna idea, ningún recuerdo del que pueda rasguñar algunas palabras. 

Para empeorarlo todo, lo que si recuerda es que en el formulario de inscripción leyó que el texto a enviar debía reflejar su “mérito literario”. “¿Qué carajos es eso?, ¿Quién lo otorga? ¿Los lectores, escritores de renombre, la academia sueca encargada de dictaminar año a año quién es el nobel de literatura?” se pregunta ahora. Es la primera vez que escucha al término, y cree que ya tiene suficiente con dar con algún tema sobre el cual escribir. 

Un taladro que suena en una obra aledaña y ahuyenta sus pensamientos. Después, un perro gime. No sabe si ese último sonido está anclado al caos urbano de su ciudad o es producto de su imaginación, una extraña manera en que su cerebro deja en evidencia su corto circuito creativo, o bien, ausencia de mérito literario.

lunes, 5 de marzo de 2018

Olvidar

¿Qué tal que en vez de tener la capacidad de recordar tuviéramos la capacidad de olvidar?, ¿que si algo que nos ocurrió en nuestras vidas nos molesta, perturba o lo consideráramos innecesario en nuestro bagaje de recuerdos, lo pudiéramos eliminar de nuestra mente como si nada? 

El cuerpo, con sus miles de mecanismos de defensa, cuenta con algo parecido que ese llama amnesia postraumática; “un fallo en el registro continuo de las actividades diarias” (gracias página de Internet), que ocurre cuando el cerebro bloquea los recuerdos de un suceso, como dice su nombre, traumático. 

Tal vez la definición no sea exacta y esté hablando, o bien, escribiendo basura, pero ¿qué más da? Creo estar en derecho de hablar sobre eso, pues lo experimenté o experimento, no sé cuál tiempo verbal sea el adecuado, de primera mano, luego de que a la vida le dio por dejarme el amable recordatorio

Volviendo al tema del súper poder de olvidar, puede que tenga un inconveniente. De estar en capacidad de hacerlo, tal vez intentaríamos quedarnos solo con buenos recuerdos, entonces nuestra cabeza sería una sopa de amor, paz y buenas cosas, que no digo que sea malo, pero si una especie de fantasía o ficción, porque sabemos que gran parte de nuestras vidas está llena de conflicto y que, paradójicamente, es lo que la mueve hacia adelante; porque "si no existiera el sufrimiento, el hombre no conocería sus limitaciones, no se conocería a sí mismo”; frase brillante que no se me ocurrió a mí sino a Tolstói, que berraco para tenerla clara. 

“Su madre había sobrevivido a décadas de matrimonio con 
su padre alcohólico, iracundo y decepcionado desarrollando 
lo que ella llamaba “olvidoria” en lugar de memoria. 
Cada día al despertar, olvidaba el día anterior” 
- Joseph Anton -