lunes, 21 de mayo de 2018

Palabrero

Edito un texto que escribí en inglés con la ayuda de una aplicación. A primera vista, la mía nada más, está bien, pero apesto con el uso de las preposiciones y estoy casi seguro de que el texto no está 100% correcto.

Además de esas dudas que pienso dejar pasar hasta que un hablante nativo lo revise, la aplicación genera un aviso. Dice que el escrito es muy palabrero, too wordy, así lo afirma.

La traducción literal de google para wordy es “verboso”, pero esa palabra, por una u otra razón, me genera desconfianza, así que prefiero palabrero, que la RAE define escuetamente como: “Que habla mucho”, es decir, una especie de Cantinflas. Es preferible, pienso yo, que a uno le pregunten: “¿Por qué es tan palabrero?”, en vez de que a uno le lancen una acusación del tipo: “Deje de ser tan verboso”; quizá de ahí viene la repulsión por la palabra, porque la asocio con “mierdero”, que si estuviera aprobada por la RAE tendría como definición: “Que habla mucha mierda”.

Le borro unas cuantas palabras al texto, evitando que la idea principal se pierda, pero nada, la berraca aplicación insiste que el escrito está palabrero o que yo lo soy, pues fui quien lo produjo.

Nada mejor que ir al grano y ser conciso, de ahí la importancia de podar los escritos hasta decir lo que se quiere con la menor cantidad de palabras.

viernes, 18 de mayo de 2018

Existencia

El correo electrónico está en inglés. Dice que mi perfil ha sido aprobado para participar en una lotería por una Green card, ese supuesto pasaje de entrada al sueño americano. 

Seguro es otra de las tantas estafas que se hacen a través de Internet, pues no recuerdo haber creado ningún perfil. Los encargados de redactar el correo tienen mucho coraje. Empiezan diciendo, atención, que América es reconocida por su diversidad étnica y la gran contribución de los inmigrantes a su desarrollo. También que quienes aplican, en este caso uno de mis tantos dobles, duplicados, doppelgängers regados por el mundo, son elegidos de acuerdo al país de origen y sus bajas tasas de emigración en los últimos cinco años, y que se enorgullecen de poder informarme que Colombia ha sido seleccionada para participar en el programa de lotería de la Green Card. El mensaje finaliza con un cuadrado rojo y letras blancas en el que me informan que puedo aprovechar esta ganga por tan solo 15 dólares. 

El mensaje es lo de menos pues, por ejemplo, ¿quién no es pariente o conocido de ese rey Nigeriano con ansias de repartir su fortuna entre miles de personas?, o ¿Quién no ha recibido información sobre el caso de Amy Bruce que lleva un resto de tiempo muriéndose a causa de un cáncer en el cerebro y el pulmón? 

Lo que me llama la atención es la cantidad de veces que podemos existir en este mundo sin que lo sepamos. 

Conozco algún par de personas que se jactan de ser anónimos en la red. Según ellos si alguien intenta buscarlos, nunca los van a poder encontrar por su nombre. Aplaudo esas ganas de querer permanecer anónimos en estos tiempos en que la mayoría queremos dejar claro quiénes somos y que hacemos a cada rato, pero ¿qué tal que eso sea imposible, es decir, que apenas diligenciemos cualquier formulario en internet, el que sea y por más inofensivo que parezca, ya hagamos parte de esa red amorfa y extraña que día a día nos deshumaniza un poco más?. 

De pronto ese perfil que yo, o mi otro yo diligenció, sea producto de una inteligencia artificial que me anda duplicando en diferentes lugares del planeta. Va uno a ver y resulta que  se tienen multas de tránsito en Moscú o una familia en Indonesia. 

Que extraña es nuestra existencia.

jueves, 17 de mayo de 2018

Pizza en el bosque


Hoy ojeé una revista en una peluquería. Uno de los artículos traía la foto de una casa de campo cerca de  La Toscana. Era una foto panorámica, en un día soleado, que dejaba ver la inmensidad de una casa con paredes blancas, rodeada de jardines muy verdes, árboles frondosos, y en uno de sus recovecos se veía una piscina cristalina. 

El artículo hablaba sobre una mujer, una empresaria decía, que era la dueña y/o heredera del lugar. No queda claro si la mujer tenía una empresa o recibía el título porque había remodelado el lugar y ahora alquila parte de la casa, 14 habitaciones, para que las personas se queden allá. La mujer contaba que también tenían un lugar privado en el que ellos, refiriéndose a su familia, se quedaban, pero a veces, cuando no estaban ahí, también rentaban ese espacio. 

Mientras leía la nota pensaba que cuando me gane ese baloto, que no compro, o cuando fallezca ese familiar millonario que aún no conozco, y que espero, por alguna razón, me incluya en su testamento, programaré unas vacaciones a ese lugar. 

Otra de las preguntas tenía que ver con sus hijos, que si disfrutaban pasar tiempo allá, ¿Acaso quién no?. La respuesta fue más que obvia, que si claro, que les encantaba visitar la casa y que mucho más ahora, que ya dominan bien el italiano y pueden hablar con los lugareños. “¿Y cuáles son los planes que más les gusta hacer? La mujer, la empresaria, la dueña de esa berraca casa, que envidia, dijo que les gustaba caminar y montar a caballo en los alrededores y también ir a una pizzeria que queda dentro del bosque, o también ir a comer helado o gelato

En ese punto el artículo me perdió, pues me quede pensando en cómo será esa pizzeria.  Creo que lo del bosque le da cierto toque fantástico. 

Pizza, vino y helado, ¿Qué más se le puede pedir a la vida? Sé que muchas cosas, pues nunca estamos satisfechos, pero podemos empezar por esas, más una temporada de vacaciones en La Toscana. 

miércoles, 16 de mayo de 2018

"¿A usted le gusta leer?"

Matías quiere estudiar Derecho. Hoy le hicieron la entrevista para entrar a la universidad. Fue una entrevista grupal, y los entrevistadores fueron el decano y la directora de carrera. 

“¿A usted le gusta leer?”, fue una pregunta que le hicieron a todos. “Si”, respondió Matías en su turno. 
“¿Cuál fue el último libro que leyó?” 
“El Ensayo sobre la ceguera”, y cuando le preguntaron que por qué, simplemente respondió que la historia lo había enganchado, y argumentó el porque de manera sencilla. 

Cuando le tocó el turno a una mujer, también respondió que le gustaba leer, y el libro que mencionó fue “El Quijote”, y sin que nadie se lo pidiera concluyó diciendo que su gusto por el libro de Cervantes se debía a como había logrado  el escritor mostrar la Edad Media que era tan bella, y como describía a ese caballero que era el Quijote. Según Matías, la mujer tenía súper preparada la respuesta y más bien parecía que estuviera recitando de memoria un libreto. 

Luego fue el turno de otro hombre, que ante las sólidas respuestas del resto de entrevistados no tenía otra opción que decir que también le gustaba leer, y el libro que selecciono fue El Extranjero de Camus, una novela con un crimen y un juicio, muy pertinente, quizá, para la ocasión. 

“¿Usted defendería al extranjero?” fue la pregunta que le hicieron y el hombre comenzó a titubear para al final no decir nada. Cerró su intervención diciendo: “Realmente no sé. No lo he terminado, me faltan como 40 páginas”. 

Al siguiente que le tocaba el turno, evitó complicarse con lugares comunes y contó que el último libro que había leído tenía que ver con aviones, pues es un tema que le apasiona mucho y el libro era un regalo muy preciado que le había dejado su abuelo, con quien compartía esa afición.

martes, 15 de mayo de 2018

Todos somos poderosos

Hago fila en el supermercado para pagar unos productos. No importa cuáles; una vez leí un ejercicio de escritura creativa que consistía en ir a un supermercado y mirar lo que las personas llevaban en sus carritos y con base en los avistamientos, se debía escribir cómo eran sus vidas, entonces, qué sé yo, una señora podía llevar un tomate y una crema de dientes y uno en el ejercicio la podía transformar en una asesina en serie, por ejemplo. 

Volvamos a la fila, mientras hago parte de ella, ojeo el estante de revistas, y dulces, que también tiene libros, la mayoría de estos novelas. Está “Los divinos” la última de Laura Restrepo, “It” de Stephen King y entre estos también se encuentra otro libro: “Todos somos poderosos”. 

El título llama la atención, pues uno escasamente sabe quién es y que un libro, independiente de lo que uno crea ser, diga de manera tan categórica que uno es poderoso, inquieta un poco, ¿Poderoso en qué o para qué? 

Leo la contraportada y cuenta que para ser poderoso es necesario dar un primer paso y que el libro es una herramienta indispensable—atonta un poco la palabra, por la inmediatez que sugiere—para dar ese paso hacia la poderosidad, que se asemeja a ponderosidad: “Que hace o se hace con gran cuidado”, y pues debe existir alguna relación entre ambas palabras, pues ser poderoso no debe ser una cuestión de soplar y hacer botellas como se suele decir. No todo acaba ahí, dice también que el libro es una guía definitiva para vencer todos los miedos y mostrarnos como el poder de transformar el mundo está en nuestras manos. Esto me hace pensar que después de leer el libro, hasta Thanos se queda en pañales. 

Luego la corta narración da un giro radical porque ahora hablan de que en el libro también encontraré consejos esenciales, disparan adjetivos fuertes, para convertirme en una celebridad del Social Media, transformando mi hobby en el mejor negocio de mi vida. 

Luego el texto se descontrola y menciona algo sobre un mapa de sueños, las relaciones tóxicas que me impiden ser feliz, y cierra diciendo que voy a descubrir todos mis súper poderes, ya decía yo que todo este cuento algo tenía que ver con súper héroes, y los de las personas que me rodean, porque, resulta casi obvio, todos somos poderosos. Que no se nos olvide.

lunes, 14 de mayo de 2018

Acto final

Desayuno. Mastico una almojábana al igual que unos pensamientos sobre la muerte, mientras miro, a través de la ventana, cómo las ramas de dos árboles se mecen con la brisa, Present Tense:

Do you see the way that tree bends?Does it inspire? 
Leaning out to catch The sun rays, a lesson to be applied
Are we getting something out of this all encompassing trip?
You can spend your time alone redigesting past regrets oh... 
Or you can come to terms and realize 
You're the only one who can forgive yourself

Pienso mucho sobre la muerte, ese acto final que concluye el viaje. Le doy varias vueltas al tema pero, como siempre ocurre, nunca llego a una conclusión contundente, me pregunto si a ustedes les pasa lo mismo, es decir, si también se preguntan seguido por ese tema o simplemente dejan pasar el asunto, viven y ya. De pronto la mejor forma de llevar la vida es evitar  a toda costa el existencialismo.

Estoy a punto de asistir a un funeral, así que, en medio del tren de pensamiento, procuro que la corbata no vaya a terminar dentro de la taza de café. Habría sido mejor ponérmela después de desayunar, pero apenas salí de la ducha pensé que mi cerebro había borrado los pasos para hacer el nudo, así que fue lo primero que hice para cerciorarme de que no había sido así.

Termino de desayunar y me lavo los dientes, echando ahora la corbata hacia la espalda para no mancharla con un escupitajo de crema dental. Luego pido un taxi. Voy tarde.

Cuando llego al lugar, hay mucha gente y nadie habla, todos llevan caras serias. Saludo a un par de personas y luego me quedo solo, en silencio, me acoplo al código de conducta del lugar: otra estatua más en traje y corbata. 

Una amiga llega. Lleva una cartera inmensa y un abrigo gruesísimo. Veo que necesita más de dos manos y le pregunto que si le ayudo con algo. Me responde que si con una sonrisa y me pasa el abrigo, es de lana y grueso, pesa mucho. 

Un hombre y una mujer entran a la sala de velación. El primero, con una hoja en la mano, dice fuerte: “buenos días, soy fulanito de tal, y soy el encargado del protocolo de la sala. Les presento a fulanita, la asistente de sala”, dice mientras ladea su cuerpo hacia la mujer, que luce incomoda con la presentación y todas las miradas puestas encima de ella.

El hombre lee unas palabras. Habla sobre la muerte brevemente. Imagino que es un texto estándar en el que solo cambian el nombre de la persona que fallece. El hombre dice algo sobre el acto final de la vida. Luego vienen unos padre nuestros y ave marías, junto con él “Dale señor el descanso eterno…”

Terminados los rezos, el hombre del protocolo pide a los 6 hombres encargados llevar el féretro  hasta el ascensor, e invita al resto de personas a pasar a la iglesia para la eucaristía.

En el sermón, el padre dice que seguro mucho de los presentes se han preguntado que cómo es posible que haya ocurrido semejante tragedia, que por qué las cosas ocurren así y no de otra manera, en resumidas cuentas, que por qué la vida es tan trágica. Luego dice que es algo obvio, que incluso él, como si fuera distinto al resto de los presentes, también se ha hecho esas preguntas, y que la verdad no tiene mucho sentido hacérselas, que lo que mejor podemos hacer en esos momentos en que la muerte hace presencia, es arrodillarnos ante la cruz y que ahí encontraremos alivio y entenderemos todo. Dice eso y otras frases llenas de misticismo que intento desmenuzar, pero la verdad no logro entender. Hace también referencia a la muerte como la visita personal que Dios, en cualquier momento, hará a cada uno de nosotros, pero que no debemos temer porque todo será mejor cuando estemos a su lado, concluye. 

Unas filas adelante, mientras el padre habla una mujer se marea y la recuestan en una de las bancas, mientras otra le echa aire, a modo de abanico, con un papel. La escena me sugestiona un poco y pienso que también me voy a desmayar, pero no ocurre nada.

viernes, 11 de mayo de 2018

Ansias

Tengo muchas ganas de escribir algo. Eso es bueno, lo único malo es que no sé qué, pero el solo hecho de querer hacerlo es un buen indicio. 

Supongo que hay infinidad de niveles de ganas para hacer cualquier cosa, pero para ser prácticos digamos que son cuatro: Alto, medio, bajo y penumbra, este último, un estado en el que, con cada una de nuestras acciones, podemos caer en la luz tan fácil como en la oscuridad, como si anduviéramos por un camino de éxtasis con el precipicio de la depresión al lado.  El nirvana y la oscuridad total, que están más cerca de lo que pensamos.

Hoy, afortunadamente, me encuentro lejos de esa zona de penumbra, pero mi musa está dormida. La verdad tiendo a creer que esa ensoñación poética no existe, que lo único con lo que contamos son las ganas de querer hacer algo y ya, y que no hay necesidad de ponerle tantas arandelas al asunto ni de fingir una sensibilidad artística especial cuando no la hay. 

En medio de esas ansias de escribir di, como en muchas otras ocasiones, con una columna de Millás que quizá da en el blanco de mi estado: 


“Estar a punto de ponerse a escribir es como estar a punto 
de tirarte por la ventana de un séptimo piso: de un lado 
lo deseas, para acabar con todo, pero de otro notas cómo 
el pánico, que tiene una mano grande y vigorosa, en 
cuyo interior cabe todo el sistema digestivo, comprime 
tus vísceras” 


De pronto ese párrafo lo explica todo, pues, ¿cómo uno no va a sentirse ansioso de cometer un acto de esos, de tirarse por la ventana o escribir? Es que solo imaginémoslo: pararse en la cornisa sentir cómo el viento golpea la cara, el agarre fuerte de los dedos a los marcos de la ventana, una gota de sudor que lentamente resbala por una mejilla; mientras esperamos que alguien nos hale hacia adentro de nuevo, pues supongo, no lo sé, sé muy pocas cosas la verdad, que por más mal que estemos, siempre esperamos que algo o alguien nos salve. 

Quién sabe en cuántas situaciones de nuestras vidas hemos saltado al vacío, pero, ya ve usted, estimado lector, seguimos aquí con o sin musa, con o sin escritura; sin muchas cosas que creemos necesitar y con otras tantas que, sin saberlo, son nuestra salvación.