sábado, 1 de diciembre de 2018

Inversiones

“¿Qué quieres?”, pregunta un hombre que camina de forma despectiva con los pulgares dentro del pantalón, y con las puntas de sus botas marcando las 10 y 10. 

Su acompañante, una mujer rubia con los labios pintados de un rojo intenso, y que lleva un pantalón oscuro muy forrado al cuerpo, que termina en unos tacones de más de 10 cm, que resuenan contra las baldosas con cada paso que da, le pregunta al tendero: “¿Tienes late?”. 

Una mesa con cinco mujeres y un hombre voltean a mirarlos por unos segundos, pero pierden rápido su interés por la pareja que acaba de llegar al lugar y vuelven a su cuchicheo. 

“Tenemos perico, café, milo, chocola…”, responde el tendero, y antes de que termine la frase la mujer lo interrumpe y dice con entusiasmo: “¡eso! ¡eso! dame un milo.” 

La mujer escoge en qué mesa se van a sentar, y el hombre, que aún no ha decidido que va a pedir y ya con las manos fuera del cinturón, pregunta hablando muy fuerte: 

“¿Y estas aguas de qué son?”. 
“Aloe Vera”, responde el tendero. 
“¿A cómo son?”. 
“a $1600 y $1300” 
“Dame una de $1600 dice el hombre fuerte, como para que todas las personas se enteren de sus saludables hábitos alimenticios.” 

Apenas se sientan comienzan a hablar de inversiones en finca raíz. “Si la vendo en 230 millones, me estoy ganando 40 millones”, dice el hombre, y en medio de las inversiones que relata cuenta una anécdota tras otra, y ríe fuerte de sus propios comentarios. 

La mujer, la amante del Late pero que tuvo que decantarse por un  milo, ríe, pero es una risa nerviosa, una risa tipo: Noséquémierdashagoacá

El hombre termina una historia y se queda callado. La mujer comienza a hablar y le da consejos de qué es lo que debe hacer y de qué forma debe manejar sus importantes inversiones.

El hombre le da las gracias y le acaricia una mejilla con la mano derecha.

viernes, 30 de noviembre de 2018

Lenguaje corporal

Salgo de una reunión y decido que debo comprarme un libro. No es un pensamiento muy racional, pues no sé en qué baso la decisión, pero una vez tomada no le doy marcha atrás: hágale que no viene carro

Visito ArteLetra, con su sugestivo aviso rojo de neón, “Abierto”, en letra cursiva. El hecho de que sea necesario timbrar para poder entrar, hace que asocie el lugar con un escondite secreto. Ya adentro, me gusta que parece no haber espacio para ubicar más libros. 

Como finalmente no pude conseguir el artículo “Bienestar” de Pedro Mairal, algo me dice que debo leer al autor pronto, así que pregunto por sus libros. La librera me dice que un momento mientras teclea el nombre en el sistema. “No, lo siento, no tenemos ningún libro de él”. Para no perder el impulso, pregunto que si tienen novelas de Millás, pero tampoco tienen libros de ese autor. Le doy las gracias y me despido. 

Recuerdo que Prólogo está cerca y decido visitarla, no sin antes llamar para verificar si tienen alguna novela de Mairal. Mauricio Lleras, su fundador, es quién contesta. Después de preguntarle por los libros, me pide un momento y al rato me dice que tiene dos de sus novelas: La Uruguaya y una noche con Sabrina. Love “ ¿Cuánto Cuestan?”
“La Uruguaya 42.”
“ ¿Y la de Sabrina?”
Mmmm tengo que mirar bien, porque me sale en el sistema que no cuesta nada”. Le doy las gracias y le digo que paso en un rato. 

Cuando llego le digo que fui el que llamo hace un momento. Me muestra las novelas y me dice que la de Sabrina Love, la primera novela de Mairal con la que recibió el premio Clarín, cuesta $8000. Con ese precio es imposible no llevarla. La Uruguaya me llama la atención pero la considero muy corta para su precio.

Le pregunto a Lleras qué es lo último que ha llegado y que él considere que uno debe leer, me nombra un par de novelas y menciona con entusiasmo una colección de cuentos de Rubem Fonseca. Le digo que ya leí una, me pregunta cuál y le digo que es una que trae todos los cuentos. “Pero por la cara que hizo parece que no le gustó mucho”, concluye Lleras.

No sé qué cara hice, pero el lenguaje corporal me delató; Lleras tiene razón. Le tenía mucha expectativa a los cuentos de Fonseca por lo que había escuchado acerca de El Cobrador, uno de sus cuentos estrella, pero, a la larga, sus cuentos no me engancharon mucho. Siento algo de pena, pena de no tener una capacidad de apreciación literaria aguda como la que, supongo,   tiene Lleras, pero cada quién con en su derecho de calificar los libros como mejor le parezca, ¿acaso no?

Al final, gracias a otro impulso, decido llevar Memoria por Correspondencia de Emma Reyes.

miércoles, 28 de noviembre de 2018

Bienestar

Hace un par de años tuve una cita con un oftalmólogo. La sala de espera, que no era más que el hall al que daba el ascensor de un frio edificio, estaba compuesta por una hilera de sillas acomodadas contra la pared, que terminaba en una mesa con algunas revistas encima. 

Ese día no llevaba ningún libro conmigo, error garrafal si uno va a una consulta médica, así que aburrido de, en o con la espera, decidí hojearlas. Todas eran revistas médicas, pero una de ellas, aparte de noticias de cirugías de vanguardia y recomendaciones para cuidar la salud tenía un par de artículos. 

Uno de ellos se titulaba Bienestar y su autor era el escritor Pedro Mairal. Un pequeño párrafo, previo al artículo, decía algo como: “Le encargamos al escritor argentino un artículo sobre Bienestar…”. 

Comencé a leerlo y el texto captó toda mi intención solo con sus primeras líneas. Trataba sobre unas vacaciones que había tomado con su familia en una casa de campo y partía el concepto de Bienestar en dos: Bien-Estar y lo relacionaba con la escritura. Escribir es estar bien o bien estar, estar presentes, algo así planteaba el autor. Además tenía unas imágenes bellísimas como la manera en que la luz del sol se filtra a través de las ramas y hojas de los árboles. 

Antes de mi cita leí el artículo varias veces, deteniéndome a saborear las frases que más me habían gustado. Ese día pensé en llevarme la revista o por los menos arrancarle las páginas, pero al final no lo hice, ¿Por qué no lo hice? 

El texto me quedo dando vueltas en la cabeza, lo busqué e internet y di con la versión digital; lo volví a leer e incluso se lo envié a un grupo de amigos para que leyeran mi gran descubrimiento. Estaba aturdido por esa descarga de buena escritura. 

En estos días, no sé por qué, me entró una gran urgencia de leerlo de nuevo, pero ahora no lo encuentro por ningún lado. Todas Mis búsquedas en internet con todo tipo de combinaciones: Bienestar Pedro Mairal, Pedro Mairal Bienestar, artículo sobre bienestar Pedro Mairal, han sido fallidas, y tampoco he podido dar con el mail que contiene el link del artículo. 

De pronto ya desaparecio de internet, creo que eso a veces ocurre, ¿no? al parecer los enlaces caducan y pasado cierto tiempo mueren, por decirlo de alguna manera. 

Le envié un tweet a Mairal preguntándole por su artículo y dónde lo puedo conseguir, ojalá me responda.

martes, 27 de noviembre de 2018

Sensación apocalíptica

El mundo va a arder y nosotros con él. 

Acabo de ver una publicación de Twitter que mostraba videos de manifestaciones contra la cumbre G20 en Argentina. En el hilo, me refiero a la conversación, o bien, gritería virtual, participaban muchas personas disparando opiniones en todas direcciones, unos a favor de las protestas exigiendo sangre y muerte sin importar a que bando pertenezcan las personas, es decir, las que protestan, las que no, las que están mal parqueadas, etc. Otros estaban a favor de manifestaciones pacíficas, pues alegan que ser violentos no tiene sentido. Con respecto a esto último, los primeros afirman que nada de pacifismo, que en las manifestaciones tienen que haber piedras, motines, gases, heridos, etc. de lo contrario ¿qué sentido tienen? Aparte de esto, la conversación también estaba salpicada por videos e imágenes de otras protestas actuales en Francia y Suiza. 

Llegar a un acuerdo en estos temas que generan tantas pasiones es difícil, pero a lo que voy, lo que quiero decirles, es que hay veces, con noticias como esa, en las que siento que el mundo está a punto de arder, que se encuentra inmerso en una tensa y falsa calma, como la cuerda de una guitarra recién afinada que está a punto de vibrar. 

Un economista, si no estoy mal (y ya había escrito sobre esto, pero me repito, porque uno se repite con los temas y muchas veces se es como un viejo que siempre cuenta las mismas historias) hablaba sobre esto, y decía que el mundo en la actualidad es como una bomba de tiempo, y pues que no tiene sentido alguno renegar del estado de los eventos actuales; que lo que en verdad nos debería preocupar, lo realmente crítico e importante, es preocuparnos por identificar nuestro momento Franz Ferdinandezco, haciendo referencia al evento que desató la primera guerra mundial, es decir, mirar que es lo que va a quebrar esa falsa calma del mundo y lo va a hacer arder.

lunes, 26 de noviembre de 2018

Las señales del tiempo

La palabra tiempo es muy compleja  debido a todo lo que connota. Es grave en todo sentido, y quizás hagan falta miles de páginas para intentar describirla y poder tener un atisbo de lo que realmente significa. 

Pasa así con muchas otras palabras; para no ir tan lejos ahí están, todos los días en frente de nuestras narices, las que determinan nuestra existencia, junto con tiempo, las palabras muerte y amor, pero, en fin, hoy no les vengo a hablar sobre eso. Disculpen que me haya descarrilado un poco, pero ya ven, los escritos son así: cree uno tener el dominio sobre ellos, pero resulta que es al contrario. 

En la noche del sábado pasado se fue la luz y los números del reloj despertador quedaron titilando. El domingo, cuando caía la tarde y en una de mis sesiones de dormir Netflix, cerré los ojos un rato y creo que me quedé dormido por un tiempo no muy largo. 

Cuando los abrí, mi mente estaba a toda máquina y repasaba todo tipo de temas, algunos, en apariencia, trascendentales y otros triviales. En medio de ese ejercicio contemplativo abrí y cerré los ojos varias veces, hasta que caí en cuenta de que siempre que los abría, me quedaba mirando fijamente los números del radio despertador, como hipnotizado por su imitación de direccionales de carro. 

No sé cuál tornillo tengo desajustado en la cabeza, pero si existen algunas personas que no aguantan que los objetos estén dispuestos simétricamente mal, como una mesa con su individuales y cubiertos no todos a la misma distancia los unos de otros; a mí me molesta ver esas luces parpadear. 

Con algo de pereza estiré la mano para espichar cualquier botón y hacer que el frenético parpadeo de números se detuviera, y la hora que quedó marcando el reloj fueron las 8:13. “Que pereza, ahora tengo que mirar otro reloj, para ver qué horas son y ajustar la hora”, pensé en medio de la modorra. 

Unos minutos después mire la pantalla de mi celular y la hora que estaba marcando, la real digamos, era 8:10. Me sorprendió, solo un poco a decir verdad, la extraña coincidencia, porque no soy un tipo dado a las “señales” que supuestamente nos envía el universo, pero si me alegré de no tener que ajustar la hora. 

Lo que si está claro es que no sé que ocurrió con los 3 minutos de diferencia, si los perdí, los gané, en fin,  si me van a hacer falta o  a sobrar en la vida, pues va uno a ver y 3 minutos, aunque no parezca, es mucho tiempo, valga la redundancia.

jueves, 22 de noviembre de 2018

Sabiduría urbana

Me gusta cuando voy por la calle o estoy en algún lugar y sin proponérmelo escucho frases sueltas de conversaciones; son pura sabiduría urbana. 


“¡Yo no lo debo plata a nadie!” Dijo un hombre que iba caminando y hablando por celular; otro en una esquina, desde el puesto de un vendedor ambulante que vende minutos, le decía también por celular, al parecer, a su pareja: “Lo que pasa es que tu grupo de amigos es diferente a mí grupo de amigos”, y en una droguería una mujer le decía a otra: “Son sueños que parecen reales. Te quedas dormida unos segundos, te despiertas y crees que lo que soñaste pasó en realidad”. 

Todas son frases que en apariencia no tienen nada que ver una con la otra, ni tampoco con nuestras vidas, aunque, como ya lo he dicho, creo que todos los eventos que ocurren en el mundo se relacionan con cualquier otro de extrañas maneras. 

Está por fuera de nuestra comprensión, que más bien es poca, saber que la taza de café que levante hace unos segundos parar llevármela a la boca, cómo ese simple acto, va a repercutir en los ciudadanos de Guangzhou, China; eso que unos llaman el efecto mariposa. Digamos que mi acción podría desencadenar un tifón que va a azotar esa región del mundo. 

¿Y es que acaso quién puede negar que la fuerza que contiene un simple gesto, no es similar a la de un cataclismo?, he ahí una palabra para saborear: cataclismo (por favor, estimado lector, repítala mentalmente varias veces hasta empalagarse verbalmente) 

Algo así, me imagino ocurre con las frases urbanas, esos pequeños fragmentos de historias o balazos narrativos que nos impactan en la calle; de cierta manera, nos incumben y si miramos bien, hablan acerca de nosotros.

martes, 20 de noviembre de 2018

Ich wiederhole

Ayer, en Cali, un avión de Lufthansa y otro de Avianca, casi se estrellan en pleno vuelo. 

El piloto alemán le anunció a la torre de control que su vuelo no podía mantenerse sobre “Manga”, y justo después el piloto colombiano irrumpió en la conversación, para repetirle lo mismo a la controladora aérea, y al final le preguntó que si estaba entendiendo al piloto Alemán. 

“Afirmativo, correcto. Muchas gracias”, respondió la mujer como para salir del paso. Imaginémosla mirando las pantallas fijamente, con una gota de sudor en la frente que lentamente se escurre por su cara. 

Después el piloto de Avianca le dice que bueno, que ok, pero que el vuelo 024, el suyo, tuvo un avión a la misma altura, que, supongo, es como el mismo carril aéreo, y que ahora están en el outbond, y por último le pregunta que si vuelan a la derecha directo hacia el VOR. 

La mujer le da la razón, que siga derechito hacia el VOR y que las instrucciones para el piloto alemán fueron proceder a esperar en Manga. 

“Señorita, pero entienda; él no le está entendiendo lo que usted le está diciendo y estuvimos muy cerca—contesta de inmediato el piloto colombiano, y luego concluyó —por favor sea más clara con lo que está diciendo porque estamos muy mal con eso”, y cuando termina la frase hay interferencia en la comunicación; no se entiende lo que dice y resulta imposible saber si eso último es un insulto o qué más le dice. Al final como un papá que regaña a su hijo(a), le dice que si no entiende ponga a otra persona a que le ayude. 

“Comandante, correcto. Sí se le copió a la aeronave, pero desafortunadamente varias aeronaves hablaron al tiempo, y no se le pudo copiar la información al piloto”, responde la mujer; podríamos decir que fue una comunicación-Nocomunicación. 

Resulta difícil imaginarse toda la situación junto con la angustia que habrá sentido la culpable de ese accidente-Noaccidente (últimamente fantaseo mucho con el no de las cosas, es decir, ese otro lado que, digamos, las complementa, pero que nunca ocurre), la controladora aérea del aeropuerto de Cali. 

Ich Wiederhole es una frase en alemán que más o menos suena Ig vidajole, y que significa: “repito”. 

No me imagino lo estresante que debe el trabajo de esa mujer que claramente no sabe alemán y, supongo, pedalea el inglés. Es fácil irnos lanza en ristre en contra de ella con toda clase de acusaciones, pero a veces uno simplemente no entiende lo que le dicen, y resulta necesario preguntar que repitan lo que nos acaban de decir: Kannst du wiederhole, bitte? (¿puedes repetir por favor?), por si acaso la controladora aérea lee estas palabras. 

Además, no sé cómo hacen esas personas para entender lo que los pilotos dicen con toda la estática de la comunicación. 

Las estaciones de tren alemanas cuentan con una mujer que recita por los parlantes la información de los trenes: horas de llegada y salida, destinos y, supongo, algo más. De toda la retahíla, lo único que se le entiende de forma clara es cuándo la mujer hace una pausa, una vez termina su parlamento, toma aire y dice: “Ich wiederhole”, y comienza de nuevo a repetir toda la información a toda velocidad, como si el orden del mundo dependiera de eso.