lunes, 27 de mayo de 2019

Jugo en la cara

El escritor cuenta como en una celebración de noche buena su padre comenzó a estrellar los platos contra la pared. Él era pequeño, y dice que no entendía nada de lo que pasaba, pero que si recuerda el malestar que el episodio le generó. ¿Por qué su padre había tenido que escoger precisamente esa fecha para descargar su rabia contra él, su familia o el mundo? El escritor es Manuel Vilas. 

También dice como después de que eso ocurrió, nunca hablaron acerca del tema. 

Yo también tengo un recuerdo de cuando era pequeño. Era de noche y estábamos con mi familia en la mesa de la cocina, y mi papá y mi hermano estaban discutiendo por algo. No recuerdo a qué se debía el altercado, pero si que ambos se pusieron de pie, y que estaban muy alterados. Cada vez subían más el tono de la voz y se inclinaban hacia adelante cada vez que hablablan como para hacer énfasis en sus palabras. Yo, a mis 8 años, esperaba, con angustia el desenlace de la pelea. Sentía que el mundo se iba a acabar. 

De repente mi padre se quedó sin palabras, y la única reacción que tuvo fue echarle el vaso de jugo en la cara a mí hermano. Reacción que acabó la pelea y que a pesar de lo violenta y/o humillante que haya sido, fue  mucho mejor que recurrir a un puño, por ejemplo. 

Tampoco recuerdo que pasó después de eso, supongo que mi hermano se fue a su cuarto y que se dejaron de hablar por unos días. Me imagino que, como en el caso del escritor, tampoco volvimos a hablar del tema, simplemente lo dejamos ser y ya. Cómo lo escribí hace algún tiempo, nada mejor que el “Como si nada”, como mantra de vida, para evitar patinar sobre las situaciones. 

Todo esto me recuerda el preciso párrafo de apertura de Ana Karenina: “Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada”, pues todas las familias, creo yo, han tenido episodios de infelicidad.

jueves, 23 de mayo de 2019

Carpetas de intención


En mi computador tengo una carpeta que se llama artículos, que guarda otras de algunas revistas a las que he enviado algunos. Unos han sido publicados y otros no, y dentro de ese listado de carpetas, hay unas que no tienen ningún archivo; llamémoslas: “carpetas de intención”. 

Son dos esas carpetas: Rolling Stones y New Yorker. La primera la creé porque una vez, en una feria de libro, me conseguí los datos de la editora de la versión en español de esa revista, y pensé que en un futuro podría enviarle algún texto. La carpeta estuvo vacía por mucho tiempo, hasta un viaje que hice a Santa Marta con mi hermano. Esa vez visitamos el bar de rock Crabs, y tuvimos una larga conversación con Oscar Zuluaga, el dueño. 

Días después del viaje, ya en Bogotá, escribí una crónica sobre nuestra visita al bar, que titulé “Las tenazas del rock”. Luego me acorde de los datos de la editora de la revista, hice dos  nuevas versiones del texto, y lo envié. Nunca me dieron repuesta, vaya uno a saber si alguien llegó a recibir ese E-mail. 

La otra carpeta, la de New Yorker. Aún continúa vacía. Si algún día llega a tener un archivo será una historia, porque quien quita que me ocurra lo mismo  que a Kristen Roupenian; la escritora a la que le publicaron la historia Cat Person, que se volvió viral. Poco tiempo después una editorial le dio un avance de 1.2 millones de dólares para que escribiera el libro de historias You know you want this

Que bien debe sentirse recibir un cheque por esa cantidad, pero que angustia tener que escribir bajo la sombra de un texto viral. Igual, ahí continuó con mis carpetas por si, de pronto, algún día se me ocurre una pieza maravillosa.

miércoles, 22 de mayo de 2019

Cansancio

Estoy cansado, razón por la cual escribo sobre eso, por pura pereza, o bien, cansancio; un cansancio que me dice al oído que no me preocupé en buscar otro tema al cual pueda arrancarle unas cuantas palabras. 

Sería buenísimo, por ejemplo, tener el estilo de vida de Murakami, en otras palabras, ser un escritor de tiempo completo y, obviamente, tener su misma capacidad de producción de novelas. 

Murakami se cansa, pero se cansa, aparte de sus rutinas deportivas, escribiendo: 

“The whole process–sitting at your desk, focusing your 
mind like a laser beam, imagining something out of a blank horizon, 
creating a story, selecting the right words, one by one, keeping the 
whole flow of the story on track–requires far more energy, 
over a long period, than most people ever imagine.” 
- What I talk about when I talk about running – 

De pronto lo que también  puede cansar  al momento de sentarse a  escribir algo, es no tener ningún tema a la mano. A veces dedico una porción de tiempo del día a pensar sobre qué voy a escribir, y si encuentro el disparador adecuado: Una frase, una imagen, un recuerdo lo que sea, el texto va apareciendo con facilidad, y lo tengo que anotar en algún lado: las notas del celular, un mail que me auto-envío, mi libreta, donde sea, pero otras veces la rutina me absorbe y llego al punto en el que estaba hace un momento, cansado y sin tener ni idea sobre qué escribir. 

Cuando eso me ocurre, pienso si tengo algún escrito reciclado en alguna carpeta del computador. Recuerdo que alguna vez empecé a escribir uno sobre Kim Young Un, de esa época en la que se quería dar en la cabeza de tu a tu con Estados Unidos. Ya no recuerdo porque no lo terminé de escribir, seguro fue por pereza o por cansancio. Una vez intenté retomarlo, pero no le vi futuro y ahí se quedó, ahí seguirá, y quien sabe si algún día, en el que no esté cansado, le ponga el punto final que, digamos, se merece.

martes, 21 de mayo de 2019

Hipocondría

Estás sentado en la sala de espera de un consultorio médico y tomas una revista que alguien dejó olvidada sobre una silla. Comienzas a hojearla distraídamente, hasta que te encuentras con la palabra hipocondría, que es como un agujero negro. No sabes si la atracción que produce se debe al acento en la penultima sílaba, a su carácter grave, con esa tilde en la í que es como una bandera puesta en lo alto de una montaña, en la que posas la mirada con facilidad, o si es por todo lo que encierra su significado, es decir, ese coqueteo con la muerte administrado en tan solo 5 sílabas. 

Te despiertas un día con un dolorsito inofensivo, en tal o aquella parte del cuerpo, y te imaginas que es una enfermedad terminal, que no ha sido descubierta por la comunidad científica, y que carcome tus entrañas a manera de huésped silencioso pero destructivo. 

¿Por qué piensas eso?, porque eres bueno para crear ficciones y sobre todo ficciones negativas y absurdas que no hacen más que reforzar la red de angustia en la que vives atrapado. 

La palabra también sirve como nombre de monstruo mitológico: Hipocondría de dos cabezas, o el de un órgano del cuerpo humano. "Me van a a sacar la hipocondría" podrías decir, y cómo sería de provechoso para nuestra salud mental ese procedimiento quirúrgico, que la hipocondría fuera tan extirpable como la vesícula, por ejemplo. 

La hipocondría viene a ser entonces un órgano imaginario a manera de cuento, situado en algún oscuro rincón de tu imaginación, una historia a la que le añades cada día más párrafos y que te cuentas a diario; la encargada de fabricar todo tipo de teorías conspirativas en torno a tu salud, y una de las maneras en que intentamos tantear a la muerte. 

Y es que hay que ver lo triste que es su definición: “Afección caracterizada por una gran sensibilidad del sistema nervioso con tristeza habitual y preocupación constante y angustiosa por la salud.

lunes, 20 de mayo de 2019

La vida de Lara

El título de este post resulta pretencioso, pues es casi imposible contar la vida de alguien en poco más de 500 palabras que, supongo, va a ser la extensión de este post, pero uno nunca sabe qué puede ocurrir con un escrito.

Si Tolkien garabateó en la hoja  de un examen que estaba calificando: “En un agujero en el suelo vivía un Hobbit”, la semilla narrativa del mundo de esos seres,  que luego fue detallado a fondo en la trilogía del Señor de los Anillos; cualquier cosa podría ocurrir con la vida del Lara de este post. Tiende uno a creer eso, es decir, uno piensa que lleva una novela en el inconsciente, y que en el momento menos pensado va a brotar de las profundidades del cerebro y que lo único que vamos a tener que hacer es pasarla a limpio, en fin.

Dudo que mi novela sea la vida de Lara, pero si así fuera, estoy seguro de que la frase que la abriría sería: “Pobre vida la del pobre Lara que escupió pa’ arriba y le cayó en la cara”, y pueden decirme que soy falto de creatividad e imaginación, pero lo siento nada me hará cambiar de parecer, esa es la frase y punto.

Me imagino que Lara es un tipo como usted o como yo, o bien podría ser una mujer, y también sería como usted pero no como yo, aunque hay quienes dicen que los hombres llevan encima cierto porcentaje de feminidad, al igual que las mujeres cierto porcentaje de masculinidad pero, ¿si ven? Lo escritos, esos grandes monstruos, comienzan a torcerse y dejan el camino principal para andar por trochas poco transitadas, desordenadas, sin nada de inicios, nudos o desenlaces, arcos narrativos y esas cosas.

Volvamos, mientras se pueda, con Lara. Les decía que es como usted o como yo; digamos que lleva una barba rala de un par de días, que yo no  tengo, pero puede que usted si, y lleva el pelo largo hasta los hombros. 

Eso es parte de lo que sé sobre Lara, y hay otros detalles que  no les quiero contar porque me gustaría que se formen la imagen de él que mejor les parezca. Quizá Lara solo es un simple Hobbit metido en un agujero de mi imaginación.

domingo, 19 de mayo de 2019

Roger

Roger me envía una solicitud de amistad por LinkedIn. No sé quién es, pero hace mucho un coach laboral me sugirió aceptar las invitaciones de extraños en esa red, pues, según él, uno nunca sabe en qué momento va a parecer alguien con quien vamos a poder hacer un negocio, o que nos va a ofrecer una buena oportunidad laboral. Por eso acepto la solicitud de Roger que, según su perfil, estudia en una universidad de Estados Unidos. 

Tiempo después me envía un mensaje: “Juan, gracias por contactarme, ¿cómo estás? 

No entiendo porque me da las gracias si fue él quien me contacto, y, sé que puede sonar estúpido, pero no me siento a gusto con el tuteo por parte de un completo extraño. Le respondo con el ícono de pulgar arriba, una de las opciones por defecto que da la página. 

Pasado un día, Roger contraataca, y ahora me pregunta: “Excelente. Me permite una pregunta… ¿Te gustaría ser pionero en tu país y generar riqueza?”. 

Salta de un pronombre personal al otro como si nada, y su pregunta, que no me dio tiempo de permitírsela, es extraña. ¿Pionero de qué? 

Le respondo que no, que muchas gracias por la oferta, pero que, por el momento, no estoy interesado. Creo que el asunto ya quedó solucionado y que Roger va a proponerle su negocio de generación a riqueza a otra persona, pero no, utiliza una última carta de su juego de palabras: 

“Pero ¿no te gustaría ser libre financieramente de tiempo y dinero?” 

Roger, Roger, Roger, mi amigo virtual, ¿qué te dijera? ¿Qué significa ser libre financieramente?, me imagino que tiene que ver con tener mucho billete, y gastarlo sin ningún tipo de remordimiento, ¿cierto? Y pues sí, me encantaría no sufrir por deudas y dedicarme a tener billete, pero, por otro lado, uno nunca es libre financieramente, es decir, se es esclavo del dinero independiente de si se tiene mucho o poco, ¿acaso no? 

Por otro lado, mi querido amigo no-amigo, creo que ese concepto de libertad que se intenta vender hoy es una farsa, pues nunca somos libres del todo. 

Eso y mucho más quería decirle a Roger, pero me pareció una desfachatez darle cátedra sobre un tema del que sé muy poco, además de un derroche molesto de superioridad moral; por eso decido contestar a su última pregunta con un “No”. 

Roger deja de escribirme.

jueves, 16 de mayo de 2019

Ausentarse

Ayer lo hice. Me ausenté de este lugar, es decir, no escribí acá. Eso no quiere decir que no lo haya hecho en todo el día, pero no lo hice acá y, como ya lo he dicho antes eso, de una u otra manera, quizá de forma microscópica, imperceptible, hace que el mundo se desbarajuste; el mio, digamos, pero imagino que en eso radica la cordura, en que el mundo de uno, el interno, no se desequilibre, y eso tiene mucho que ver con hacer y no hacer eso que nos gusta. 

Hoy podría haberme ausentado de nuevo porque tengo sueño, que fue lo que evitó que escribiera aquí ayer en la noche. Hoy quiero dormir, pero también quiero leer, como mínimo, un capítulo de una novela y, además, ver el capítulo de una serie. Lo ideal sería hacer ambas cosas, pero creo que voy a traicionar a  alguna, o las dos, poeque las horas no me van a alcanzar, pues los días, bien saben ustedes, se empeñan en tener únicamente 24 horas; así que es posible que simplemente me decida por rendirle homenaje a Morfeo, sin darle tantas vueltas al asunto. 

Hoy, cuando venia caminando a la casa, svompsñsfo (la palabra era acompañado, pero ubique mal los dedos en el teclado) de una lluvia triste que caía sin ganas, sonó en mi MP3 Joining you,  del desconectado de Alanis Morissette. En ese instante pensé que una de las estrofas era perfecta para relacionarlas con el concepto de ausencia y sus consecuencias catastróficas, en mi mundo repito, relacionadas con no escribir. Hace un rato leí la letra de la canción y no entendí por qué llegué a semejante conclusión. Esta fueron las líneas que me llamaron la atención: 

And yes, they're in shock 
They are panicked 

No sé cuál fue la relación que encontré en ese momento con el tema de este post. Parece que no hay ninguna, pero bien sabemos, o por lo menos eso es algo que me gusta creer, que todo en esta vida se relaciona de extraña manera. 

Se me ocurre que, de pronto, la vida simplemente consiste en ausentarse, en cambiar de espacios, rutinas y momentos, y que eso es algo que nos hace entrar en shock. Por eso es bueno buscar rutinas que sirvan para calmarnos, rutinas que nos anclen, y que eviten que el mundo siga dando vueltas. La clave está en volver a ellas apenas podamos, antes de que nuestro mundo se despiporre, que buena palabra esta, por completo.