jueves, 5 de diciembre de 2019

Medio día

Hace un sol picante, pero no se ven palmeras ni se escucha el rumor de las olas por ningún lado, solo los pitos de  carros que atraviesan una vía principal. Cuando termino de cruzar una calle un vendedor ambulante que cuida su carro, sisea a una mujer que va pasando. Es morena y lleva un top rosado que resulta visualmente agradablemente con el tono de su piel. El hombre no deja de hacer el ruido, incluso cuando la mujer ya está lejos de él. ¿Qué espera? Que se devuelva y lo agarre a besos o que le pase su teléfono?. Por fin se da por vencido y después de satisfacer su instinto animal de coqueteo, continua conversando con otro hombre que está a su lado, que también siguió con la mirada a la mujer, pero sin hacer ningun ruido.

Quiero tomar un taxi pero todos pasan llenos. Aparte del calor, el ambiente carga con esa sensación de caos decembrino y las ganas que todos tenemos de consumir algo, lo que sea, pues es diciembre y hay que gastar dinero.

Comienzo a caminar y luego de un par de cuadras busco sombra en un paradero. La publicidad que tiene es de teléfonos celulares. Una mujer lleva puesta en su cabeza una diadema de color rojo con cachos de reno. Sostiene un regalo y está montada a caballito sobre un hombre de barba poblada que, a diferencia de ella, no mira hacia la cámara. El copy que acompaña la foto dice: “los regalos son para la familia primero”. Me parece que la frase tiene algo extraño, y juego a cambiar el orden de las palabras a ver si le puedo dar más ritmo a ese mensaje que no me hace sentir nada.

Los modelos de la foto, como todos los de ese tipo de anuncios, tienen cuerpos esbeltos y sonríen dejando ver dentaduras perfectas, con dientes más blancos que la leche. En ese momento un habitante de la calle llega al paradero, y se pone a estudiar la foto con detenimiento. Su barba, aunque desordenada y sucia, tiene cierto parecido con la del hombre de la foto. 

El indigente mira la foto desde diferentes ángulos hasta que se cansa y cruza la calle afanado. ¿Qué fue lo que le llamo la atención?

miércoles, 4 de diciembre de 2019

Sonreír

La cajera es una mujer delgada y de facciones finas: nariz respingada y los pómulos ligeramente salidos. Lleva unas gafas muy grandes y los lentes hacen que sus ojos se vean pequeños. Su pelo, largo, liso y de color castaño, casi le da a la cintura y lo lleva agarrado en una cola de caballo. 

Sonríe a cada nuevo cliente que se acerca a hacer su pedido en la caja, y tiene la habilidad de teclear el pedido en la pantalla sin dejar de hacer contacto visual. Supongo que en su entrenamiento le debieron haber dicho: “Debes sonreírle a todos los clientes. El cliente siempre tiene la razón y bla bla bla…” 

Una vez trabajé en un parque de diversiones y la consigna era la misma, había que sonreír así uno estuviera muerto del cansancio o hecho añicos por dentro. Un día, un español llegó a ayudarme en la atracción que estaba manejando. Era su primer día y luego del saludo hablamos sobre tener que sonreír todo el berraco turno. “¡Pues eso es una putada!” fue su conclusión. Asentí con la cabeza y después de ese día nunca lo volví a ver, pero sí que tenía razón. Sonreír todo el día, solo porque sí, es una putada. La tristeza, hoy en día, esta subvalorada, ¿No será que intentar estar contentos a todo momento cansa? No lo sé, por eso pregunto. 

El flujo de clientes en el café es continuo. Me da buena espina la sonrisa de la mujer mientras hago el pedido. Luego me siento a leer con una pared de ladrillo enfrente mío. No sonrío. Olvido a la mujer. Ella sigue atendiendo personas sin descanso alguno, va de un lado a otro cogiendo productos con servilletas y sirviendo cafés de una máquina a la que solo le tiene que pulsar un botón según el pedido. Menos mal, sería una putada si tuviera que preparar cada bebida desde cero. 

Resulta imposible saber de todas las veces que sonríe en cuántas, realmente, le nace hacerlo. Igual todos vamos por ahí regalando sonrisas llenas de rabia.

martes, 3 de diciembre de 2019

Dioses y catrinas

Después de 10 minutos por fin tecleo estas diez palabras. Digamos que durante ese tiempo, estuve en un estado contemplativo, como pensando en todo y nada, mirando fijamente una Catrina que me trajeron hace poco de México. Es una calavera pequeña y colorida, como todas las catrinas de los mexicanos que, al parecer, son los únicos que le ponen color a la muerte. 

Al lado de la figura en cerámica hay unas obleas muy pequeñas, también mexicanas. “Obleas rellenas de cajeta” es el mensaje del empaque por uno de sus lados. La cajeta, imagino, es el arequipe mexicano, o por lo menos eso es lo que parece. 

Debajo del paquete de obleas, cuelga una figurita tejida de una indígena envuelta en una bata de colores naranja, negro, verde morado y azul, que es el extremo de un separador hecho a mano y que me trajo una amiga hace unos años de Guatemala 

Esculco un poco más ese recoveco olvidado de mi escritorio a ver con que más me encuentro. Doy con un portavasos del museo Nacional de Antropología con la figura de un indígena en la que predominan los colores rojo y amarillo. Encima de su cabeza lleva el nombre Xipe Totec. Me vengo a enterar que fue uno de los cuatro Tezcatlipocas, y el dios que se desprendió de su piel para ofrecerla como alimento a su humanidad. 

En esa esquinita de dioses y catrinas también hay una hoja suelta doblada en cuatro con unas anotaciones que dicen lo siguiente: “Acerca de entrevistas falsas, Pág. 515 Notas de Prensa. Periodismo apresurado sin control ètico, y luego una flecha que sale hacia una esquina y que apunta a otra frase: “Las penuria de los hombres públicos."

Imagino que esos apuntes hechos a la carrera, así lo confirma la letra, tienen que ver con las Notas de Prensa de Gabriel García Márquez. No recuerdo por qué esos temas me llamaron la atención. Voy a darle una leída a esa página para ver si evoca lo mismo que sentí en el momento que realicé la anotación. 

También hay otras hojas grapadas y dobladas por la mitad que corresponden a Steps, un cuento que escribí en inglés. Las hojas tienen las anotaciones de un británico. Se trata sobre todo de correcciones a preposiciones mal usadas o no usadas e inconsistencias en los tiempos verbales.

Hay otras objetos, pero me parece que carecen de importancia al ponerlos al lado de una catrina o un dios sin piel, así este venga en forma de portavasos.

lunes, 2 de diciembre de 2019

Viernes negro

Viernes negro o Black Friday. No sé cuál es el origen de la festividad. Imagino que tiene algo que ver con el día de acción de gracias de los gringos. Podría realizar una búsqueda rápida para conocer más acerca de la fecha, pero me da pereza. A veces, creo, es mejor no saber por qué ocurren las cosas.

Camino y llueve, la excusa perfecta para meterme a una librería a esperar a que la lluvia pase. Ocurre lo de siempre: tengo varios libros en línea de espera, pero pienso: "¿qué más da comprar otro?". Además es viernes negro y es probable que tengan descuento. Y sí, lo tienen, cuestan un 35% menos o, por lo menos, eso es lo que dicen.

No he leído a Margaret Atwood. Voy a la fija, es decir, pregunto por el Cuento de la Criada. Ir a la fija con los libros significa no perder tiempo con lecturas, si es que eso se puede decir, porque independiente de si el libro gusta o no, si es bueno o malo, algo completamente subjetivo, siempre se aprende algo; mejor dicho ir a la fija significa dar con esos libros que descolocan. 

También pregunto por el asesino Ciego, que una vez me recomendó una mujer en una librería. La forma en que comienza la descripción de esa novela en Goodreads es impactante: Margaret Atwood takes the art of storytelling to new heights.

No tienen El cuento de la Criada, está agotado. Miro otro libro de la escritora, Alias Grace, que tiene un cintillo que lo promociona porque tiene serie en Netflix como si eso fuera lo más importante y como si Atwood lo hubiera escrito basándose en la serie, en fin.

Y también ocurre lo mismo de siempre: tomo el libro en mis manos lo peso, lo abro aleatoriamente en cualquier página y leo un poco. Pero no, quiero el Cuento de la Criada, así que dejo el libro donde estaba y abandono la librería, antes de que mi comprador compulsivo me haga cambiar de opinión.

No aguanto la fuerza del viernes negro y en la noche pido "La vida a ratos" de Millás.

jueves, 28 de noviembre de 2019

Películas por partes

A veces veo algo de televisión antes de dormirme. Con Netflix soy más de series que de películas, y trato de seleccionar esa que cuentan con capítulos de no más de media hora, para no trasnochar. Las pocas veces en que decido ver una película la veo por tandas, es decir, comienzo a verla hasta que creo que es hora de dormir y la terminó de ver en los días siguientes. 

Así me paso con una que se llama Replicas en la que actúa Keanu Reeves. Creo que Reeves quedó muy marcado con el personaje de Matrix, y siempre que lo veo actuar muchas veces pienso: "ahí está Neo haciendo tal personaje", en fin. 

La película que vi trata sobre clonación e inteligencia artificial, y de cómo pasar la conciencia de un muerto a un robot. El personaje que interpreta Reeves es el de un científico que es brillante en su trabajo. 

No les voy a contar qué ocurre, pero hay un momento en la película en el que el personaje tiene que tomar una decisión muy difícil, y no recuerdo donde fue que leí, pero alguien dijo que en esos momentos es cuando uno se da cuenta de lo bien diseñado que está un personaje, es decir, cuando este se enfrenta a una situación que lo pone entre la espada y la pared, y por la manera en que actúa ante esa situación, aún sabiendo que cualquiera de los resultados que tiene a la mano no van a tener un final feliz. 

En el momento en el que, creo, ocurrió eso en la película me interesé mucho por la trama y por saber cómo el personaje iba a solucionar la situación, pues había mucha tensión y no se sabía que iba a pasar, pero justo en ese momento decidí dormirme, porque si no me iba a trasnochar. 

Al otro día, cuando llegué a la casa continué viendo la película, pero hubo algo, no sé exactamente qué, que me desanimó. Como que la tensión que habían creado los guionistas se fue al carajo y resolvieron el conflicto del personaje a la ligera, y al final terminé de ver, la película solo por saber qué iba a pasar. 

Como consumidor de historias uno es una pereza, pues creo que siempre estamos tras la búsqueda de esa historia perfecta, sin grietas narrativas, y siempre nos va a parecer que algo les falta o les sobra o, de pronto, lo que ocurre es que mi costumbre de ver películas por partes es lo que daña la experiencia.

miércoles, 27 de noviembre de 2019

Quede el que quede

El tráfico avanza lento. “¿Cómo ve lo del paro hoy?”, le pregunto al taxista. “pues ya empezaron a bloquear algunos puntos importantes, responde con desgano, quizá cansado de que todos los pasajeros utilicen la misma carta narrativa para iniciar una conversación.

Los carros se comienzan a mover y en el próximo semáforo en rojo el hombre vuelve a hablar: “Lo que pasa es que los políticos nunca solucionan nada. Quede el que quede siempre va a ser la misma vaina. Por eso yo nunca le he regalado el voto a nadie.

“¿No ha votado nunca?”, le pregunto
“Si, solo una vez en mi pueblo, 
“¿De donde viene usted?
“De Guática, queda en Risaralda.
“¿Y hace cuánto está acá?
“Mi papá se vino hace 40 años con toda la familia por trabajo. Yo tenía como un año”.

Nos quedamos en silencio un rato. Un vendedor ambulante se acerca y nos muestra los productos por la ventana y como no le prestamos atención, sigue de largo. Mientras miro distraído como el viento mece las ramas de un árbol, el taxista vuelve a hablar:

Esa vez que le dije vecino, cuando voté, fue porque un tío se iba a lanzar al consejo”
“¿Y como le fue esa vez a su tío?”
“Se quemo por un voto”, dice riendo. “Desde esa época no he vuelto a votar por nadie, sino que rayo todo el tarjetón. Yo no creo en esa vaina. Quede el que quede el país andaría en las mismas.”

martes, 26 de noviembre de 2019

Marinar un escrito

No debería estar escribiendo esto, sino más bien un texto que tengo en mente, que trata sobre la muerte y el amor, pero como no sabía que escribir, decidí contarles sobre ese escrito-no-escrito. 

Todo, creo yo, tiene que ver con esos dos temas, fuerzas, deles el nombre que quiera, que son los que realmente nos impulsan a vivir, así que eso de la pasión, que nos han tratado de meter por los ojos, en verdad no resulta tan importante. 

Siempre que pienso sobre la muerte acudo a La ridícula Idea de no volver a verte, ese texto magistral de Rosa Montero, a quién este año le otorgué el segundo puesto entre mis escritores favoritos; el primero como ya saben lo tiene Juan José Millás. Algo deben tener en su sensibilidad los escritores españoles para que me atraigan tanto. 

Pero bueno, volviendo al tema, Montero copia un aparte del diario de Marie Curie en su libro: 

“Entro en el salón. Me dicen: «Ha muerto.» ¿Acaso puede
una comprender tales palabras? Pierre ha muerto, él, a quien sin embargo
 había visto marcharse por la mañana, él, a quien esperaba estrechar entre
 mis brazos esa tarde, ya sólo lo volveré a ver muerto y se acabó, para siempre.
Siempre, nunca, palabras absolutas que no podemos comprender siendo como somos pequeñas criaturas atrapadas en nuestro pequeño tiempo." 

Mientras tanto sigo aquí, tal vez sentenciado a muerte a ese escrito que aún no ha nacido, abortándolo, digamos, pero si actúo de esa manera es porque quiero que el texto se marine un poco más en los jugos de mi cerebro, que coja más sabor, que se empape de ideas y puntos de vista que, en apariencia, puede que no tengan nada que ver con él, pero bien sabemos que sí, que todo está conectado de extrañas maneras; todo se relaciona, solo que pocas veces somos capaces de discernir de qué manera. 

De todas formas me inquieta un poco marinar por tanto tiempo el texto, pues quizá se pudra, pierda fuerza o se transforme en algo diferente. 

Recuerdo que apenas lo pensé, lo desarrollé casi por entero en mi cabeza, bueno, solo un decir, pero lo alcancé a hilar, creo, con un ritmo adecuado. Luego de unos días lo olvidé por completo, y ayer de nuevo volvió a aparecer: “oiga hermano, escríbame o me esfumo”, fue lo que me dijo. 

Y como puede ver, leer más bien, estimado lector, aún no le hago caso.