viernes, 25 de junio de 2021

Mishima

Yukio se llama, y es un escritor japonés que nunca he leído.

Ayer organicé unos libros huérfanos de biblioteca y apareció uno de ese autor "Yasunari Kawabata, Yukio Mishima. Correspondencia (1945-1970). El primero fue el tutor del segundo.

Mishima irrumpe en mi vida, justo cuando una mujer me cuenta que su libro, El rumor del oleaje, es uno de sus preferidos, y que es una lectura a la que vuelve una y otra vez.

El que me encuentro lleva un sello de la librería Nacional en la primera hoja, y debajo de este, en letras mayúsculas, aparece la palabra CORTESÍA.

Me imagino que me lo encimaron por alguna compra, pero no recuerdo cuál, y mucho menos por qué lo escogí. De pronto lo hice por mi gusto por los diarios, y un intercambio epistolar entre dos escritores, puede tener ciertas semejanzas con ese tipo de libros.

Lo más probable es que necesite leer al autor, y este no se cansará de aparecer en mi vida a modo de noticia, comentario suelto, o como sea, hasta que lo haga; así de caprichosos son los libros, y uno todavía cree que es el que los escoge, en fin.

El que me encontré, cuenta que Mishima consideraba un maestro al escritor veterano, y que ambos compartían varios temas y obsesiones: La atracción por la muerte, las percepción trascendente de las relaciones humanas, signifique lo que eso signifique, y la devoción por la belleza, entre otros.

Parece que era tanta la atracción por la muerte de los dos, que ambos se suicidaron.

miércoles, 23 de junio de 2021

¿Qué hacer?

Fabian Peláez, consultor financiero independiente, se despertó temprano. Fue a la cocina, se preparó un café cargado, le echó un chorrito de leche, que dejó caer en la taza desde gran altura, y se sentó a tomarse la bebida en la mesa de la cocina.

Como era temprano, las cuatro y media de la mañana, la ciudad cargaba un silencio pesado. Peláez aprovecho esa atmosfera acogedora y leyó un capítulo de “Las flores malditas”, una novela policiaca que lo tenía en vilo.

Cuando lo acabó, dudó por un instante si continuar con la lectura, pero en un arrebato de responsabilidad cerró el libro, terminó su café de un sorbo decidido y luego se dirigió a la ducha.

Cuando las primeras gotas de agua golpearon su cabeza, una idea de trabajo se le apareció en ella, pero se obligó a pensar rápido en otro tema, pues quería disfrutar del baño, sin ningún tipo de preocupación.

Por más que trató de hacerlo, la idea se camufló en los pliegues de su cerebro, y aunque Peláez creyó evitarla, nunca dejó de pensar en ella.

Más tarde, cuando se sentó en su escritorio, la idea de trabajo creció hasta ocupar todo su pensamiento. Peláez cayó en cuenta de que más que una simple idea era una epifanía, un salvavidas que le tiraba el destino, su cabeza o las circunstancias, para que corrigiera el rumbo de su negocio.

Ahí sentado, con las manos sobre el teclado, cayó en cuenta de que debía replantear toda su estrategia. Si no conseguía los resultados que quería, era porque desde el principio se había equivocado en uno de sus planteamientos.

Mientras pensaba sobre eso, quedó como paralizado. Miró su reloj; marcaba las 6 de la mañana y, justo en ese momento, sonó la alarma del despertador de su esposa, pero el ruido de la chicharra le pareció lejano, como si fuera de otra dimensión.

Luego abrió un documento de Word, anotó la idea, presionó la tecla enter una, dos, tres veces, y escribió la pregunta "¿qué hacer?"

Aún no lo sabe, pero cree que con haber planteado esa inquietud, puso a rodar su vida en la dirección adecuada.

martes, 22 de junio de 2021

Tienda de especias

Me metí en un club de lectura en el que estamos leyendo “Donde cantan las ballenas”, la novela de Sara Jaramillo Klinkert. Cuando lo terminemos, vamos a tener una sesión virtual con la escritora. Eso me parece maravilloso, es decir, poder preguntarle a un autor, todo lo que a uno se le ocurra acerca de su obra, con la historia fresca en la mente.

Antes de enterarme del club de lectura, tenía en mi radar de títulos “Como maté a mi padre”, su primera novela, pero ya ven, a veces no escogemos los libros que leemos, sino que son ellos los que atropellan nuestros caprichos lectores, con sus cascos de potrancos desbocados.

Hace dos semanas fui a la Lerner, mi comprador compulsivo salió a flote, y compré ambos.

A ratos pienso en hacerme un harakiri de lectura, y mirar si también leo su primer libro. Lo más probable es que no lo haga, porque tendría que acabarlo en un tiempo récord y leer, creo, no se trata de eso.

Disculpe usted, querido lector, por lo que acaba de leer, que no tiene nada que ver con el título del post.

Mejor vamos al lío, como dicen los españoles.

En la solapa de la novela, sale una foto de la escritora y, a primera vista, por la expresión de su cara, se podría pensar que es una mujer seria.

Luego viene ese extracto en el que se cuenta con rapidez quién carajos es Klinkert en el mundo de las letras. El texto dice que estudio comunicación social y periodismo en la Pontificia Universidad Bolivariana, que ha trabajado en los principales medios colombianos y que cursó un Máster de Narrativa en la escuela de escritores de Madrid.

Pero lo mejor de ese breve escrito es la frase que lo cierra: “En la actualidad vive en Medellín, dirige una tienda de especias y escribe su tercera novela.

lunes, 21 de junio de 2021

Señales divinas

En una tarde de 1978, un hombre fue a un estadio de beisbol. Ya en el lugar, compró una cerveza y se sentó a ver el partido. El cielo estaba azul, sin rastro alguno de nubes, la bebida helada, y el contraste de la pelota blanca y el verde intenso del césped, era un efecto visual placentero.

En la parte baja del primer inning, el bateador golpeó el lanzamiento del pitcher hacia el campo izquierdo.

¡Crack!

El impacto del bate contra la pelota resonó en todo el estadio

Fue justo en ese instante, y sin ningún motivo aparente, en el que el hombre tomó una decisión importante: “Creo que puedo escribir una novela”, pensó.

La señal divina le cayó en la cabeza ahí mismo; no sabemos si iba dirigida hacia él, o si el mecanismo con el que funcionan los eventos del universo falló por un instante, y le tocó  ser el receptor de esa señal que, en principio, iba destinada a otra persona, como, por ejemplo, un escritor con la autoestima baja.

Ahora, lo único que ese hombre sabe a ciencia cierta, es que el doble de Dave Hilton, el bateador, cambió de forma drástica su vida.

Después del partido, camino a su casa, compró una resma de papel, un bolígrafo, y comenzó a escribir su primera novela. La actividad lo fascinó y le pareció algo muy fresco.

En días posteriores, cada vez que llegaba del trabajo, repetía su rutina de escritura sentado en la mesa de la cocina. El momento en el que terminó borrador de su primera novela, coincidió con el final de la temporada de béisbol.

Hasta ese momento, el hombre afirma que no tenía ni idea de cómo escribir ficción, y lo que le gustaba leer, eran novelas rusas del siglo XIX y cuentos americanos de detectives.

El hombre es Haruki Murakami.

Su historia me hace preguntar algo: ¿Será que el universo a cada rato nos envía señales divinas para que vivamos la vida a la que estamos destinados y, como somos medio atembados, muy pocas veces nos damos cuenta de ellas?

viernes, 18 de junio de 2021

Sirena

Cuando llamo a un negocio de sushi que queda cerca de mi casa, la mayoría de las veces contesta una mujer. Siempre Me cautiva su voz, y la escuchó con cuidado mientras toma mi pedido.

Su tono y timbre, son una mezcla de ternura y sensualidad que, aunque suene raro, me atraen. Trato de imaginar cómo será, todo un despropósito, en fin.

Hoy, después de varias semanas volví a llamar, y su voz surtió el mismo efecto. A veces me dan ganas de preguntarle cualquier cosa, qué platos me recomienda, los diferentes tipos de sushi, etc. solo por prolongar un poco la llamada, pero nunca lo hago.

Apenas cuelgo el encantamiento cesa de inmediato.

Leo por encima del tema. Cuentan que en tiempos antiguos a los marineros les daba miedo aventurarse en aguas desconocidas, pues corrían peligro de encontrarse con sirenas, que los atraían usando sus atractivas y sensuales voces. Por medio de ellas lograban que estos se echaran al agua como si nada, para morir en el mar.

Parece que esa atracción que se siente por una voz, tiene que ver con el cerebro y las conclusiones que este saca según su frecuencia: Cuanto más alta sea la de las mujeres, sin llegar a pasarse de chillona, y más baja la de los hombres, las voces funcionan mejor si de atraer a alguien se trata.

¿Será posible que esa mujer provenga del linaje de las sirenas?

miércoles, 16 de junio de 2021

Carne de reno

“En serio me da tristeza, era el único evento al que pensaba asistir. Hasta iba pedir permiso entre semana” dice C, una amiga, por un chat de WhatsApp. Se refería a la feria del libro, que otra vez se canceló por culpa de Covid Alfonso.

El rumor era que Suecia, como país invitado, iba a botar la casa por la ventana. Mi amiga pensaba que era posible que trajeran carne de Reno. Eso la había entusiasmado, pues ella la ha probado y dice que sabe muy bien.

Luego de haber expresado su decepción, L, otra amiga, compartió un tweet de un hombre, que afirmaba extrañar las filas para ir al baño y las crispetas a 20.000 pesos, cifra que, imagino, exageró para darle un toque gracioso a su publicación.

Yo extraño el evento, pero sin tanto guayabo. En las últimas ediciones me gustó mucho ir solo, en los primeros días de la semana, para paseármela a mi ritmo, siempre con actitud Flánerie y con muy pocos libros en mente.

Solo hubo una edición en la que llevé una lista y encontré dos novelas que tenía muchas ganas de leer: El tumbao de Beethoven y Vibrato.

También, con esa actitud vagabunda conocí los Articuentos completos de Millás y caí, o bien, sigo cayendo en el abismo de su obra.

También recordamos las filas para entrar al pabellón de caricatura, no encontrar mesas para almorzar, llevar sándwich porque era difícil comprar algo, y tomar cafecito sentados en el piso, porque todo estaba lleno.

“¿Pero no te estresa un poco pensar en ese ambiente, todo super lleno?” le pregunta L. a C. Yo lo pienso y es como “Estábamos locos para estar así de juntos jajaja".

C responde que eso le encantaba, es decir, saber que la gente andaba comprando libros, junto con el dolor de espalda de caminar horas y horas viendo libros, y esperar los últimos días la promoción de 4x8 de Random House.

“Siento que es como una vida pasada”, concluye.

También recuerda cómo ella y su esposo llevaban maletas vacías para cargar sus compras, y dice que hasta desarrolló una habilidad para llenar un formulario, para que le dieran entrada gratis todos los días.

Pero ya ven, los amantes de los libros otra vez nos quedamos sin feria y sin poder probar la carne de Reno.

martes, 15 de junio de 2021

Leer a sorbos

Me considero un lector que lee a sorbos, a copitas de lectura y no de esos que se empacan un libro de una sentada, como si supieran que se van a morir al día siguiente.

Tal vez eso se deba a que siempre leo hacia las 11 de la noche, ya estoy cansado, y si me demoro mucho leyendo, levantarme al otro día me costaría más de lo normal.

Otra razón, imagino, es porque me gusta leer varios libros al tiempo, entonces cuando leo, a veces, suelo mezclar sorbos de lectura de un libro y de otro.

Igual ser un lector que le gusta atragantarse con las letras o ser otro, como yo, que lee de a poquitos no importa, pues el fin es leer, ¿acaso no?.

Leer como sea y en el momento que se pueda, porque puede que llegue un día en el que no lo vamos a poder hacer más.

Digo eso, porque estoy leyendo los diarios de Sándor Márai y son impactantes, pues el escritor se está desmoronando físicamente, ya casi no puede ver, al igual que su esposa, y lo que más lo aterra es ese día en el que no pueda volver a hacer lo que más le gusta: leer.

Eso que dice Márai, prueba lo que cuenta Rosa Montero en su libro La Loca de la Casa. A La escritora española le gusta hacerle una pregunta a sus colegas: "¿ si, por alguna circunstancia que no viene al caso, tuvieras que elegir entre no volver a escribir o no volver a leer nunca jamás, ¿qué escogerías?”. La gran mayoría escoge leer.

“Y es que, ¿cómo puede una apañárselas para vivir sin la lectura?
Dejar de escribir puede ser la locura, el caos, el sufrimiento;
pero dejar de leer es la muerte instantánea.
Un mundo sin libros es un mundo sin atmósfera, como Marte.
Un lugar imposible, inhabitable.” 
- La Loca de la Casa -