lunes, 3 de enero de 2022

Oscuridad y notas

Hace un tiempo leí una noticia que estaba cargada de conflicto y de emociones encontradas. Desde ese día almacené esa información en los archivos temporales de mi cabeza y al día de hoy, por fortuna, no se han borrado.

La nota de prensa hablaba sobre un escritor que debe tomar una decisión de vida o muerte: mirar si quema una novela en la ha trabajado por dos años, para poder seguir con vida.

Ese día en que leí la noticia pensé: “Voy a escribir una historia sobre esto, y anoté en algún lugar el título de la noticia, al tiempo que un pequeño resumen de la historia: “Un escritor que bla bla bla…”

Puede que alguien piense que la trama es algo ridícula, pues cualquier persona escogería vivir por encima de cualquier cosa, pero pues ese escritor no es cualquier persona y por eso es capaz de contemplar la idea de anteponer su obra a su vida, además piensa que si la termina esta le asegurará inmortalidad en forma de letras.

Otros podrían preguntarse: “¿Pero si Steinbeck fue capaz de reescribir De ratones y hombres luego de que Toby, su perro, se comiera el manuscrito, como es posible que este escritor no sea capaz de reproducir de nuevo su novela?”

El escritor sabe que sí puede hacerlo, pero le gusta como está y piensa que la nueva novela tendría ligeros cambios, imperceptibles para cualquier lector, pero no para él. Ese hombre piensa que el trabajo escrito de una idea, una vez trabajada, más todas las emociones y posturas que genera, no se puede volver a reproducir de forma idéntica por más que se intente.

Siempre trato de anotarlo todo en mi libreta, en la aplicación de notas del celular o enviándome un mail, bueno no todo, pero si lo que se me ocurre, me llama la atención o me parece importante. Pero más importante que realizar una anotación, creo, es recordar en qué lugar se hace, pues he buscado la nota como loco y no la encuentro por ningún lado.

Tendré, como Steinbeck, que empezar de cero. A la larga escribir es un poco eso, alumbrar la oscuridad con palabras hasta encontrar un camino y seguirlo, ¿acaso no?.

viernes, 31 de diciembre de 2021

Temas varios

Me acuesto a las 2 de la mañana y me despierto a las 6. Intento hacer pereza, pero me evade, así que me levanto y voy a la cocina, me preparo un café y lo acompaño con cuatro galletas de panadería, pido disculpas a los dioses de los desayunos bien trancados, tipo calentados con un huevo frito encima y esas cosas.

Vuelvo al cuarto y prendo el televisor. Antes de acostarme había visto algo en National Geographic, canal que siempre busco para ver si doy con Alerta Aeropuerto. No lo estaban dando, así que me conformé con un programa del Chef Gordon Ramsey en México, hasta que me aburrí y apagué el aparato.

Ahora están en un segmento de televentas, y un locutor resalta los beneficios de la Invictus one, que suena a Roma, a gladiadores, pero solo es una aspiradora que, gracias a su diseño, se mete en los rincones más recónditos de la casa, y además cuenta con una tecnología yo no sé qué.

Miro un rato cómo la aspiradora, delgada como una serpiente, recoge todo tipo de basura, hasta que decido cambiar el canal.

Caigo en uno de cocina, donde una mujer rubia lleva puesto un vestido de flores ajustado y sonríe mucho a medida que habla. La voz del doblaje es agradable y el discurso es fluido, así que decido ver que está preparando: Risotto vegetariano. 

 En una olla tiene un caldo que a primera vista parece agua de cañería, y en un sartén esta sofriendo el arroz arbóreo con tomate y cebolla. Dice que es bueno hacerlo para que vaya adquiriendo sabor, luego le echa una taza de vino blanco seco y dos cucharadas del caldo que tiene en la olla, también unas arvejas. Me parece que el risotto quedaría espectacular si le agrega unos camarones o langostinos, pero no tengo manera de decirle; igual al final la receta y el programa son de ella, que cocine lo que le dé la gana.

Después de que muestra el plato finalizado cambio de canal y ahora caigo en A&E Mundo. Están dando un programa de detectives. La escena consiste en que unos miembros de un equipo especial están en un centro de operaciones y un hombre canoso, el director, al parecer, da indicaciones a los agentes que están en campo. Ese hombre solo habla y los agentes le responden, imagino que llevan algún tipo de auricular incrustado en la oreja.

La misión que tienen es atrapar a una mujer Rusa, una tal Darya. Esa Darya camina por el muelle de una feria y le pide a un señor que le tome una foto. Le pasa su celular y posa con el mar de fondo. Luego le da las gracias y se va caminando rápido. A cierta distancia del hombre se quita los guantes de cuero, unos de cirugía que llevaba debajo y los bota en una caneca junto con el teléfono.

Mientras tanto el hombre que le tomó la foto, un testigo de no sé qué, dicen los agentes, cae al piso y comienza a convulsionar.

Al final, a pesar de que tenían toda la zona rodeada, Darya se les escapa. Gran fracaso del equipo especial, pues se quedaron sin el testigo ni la delincuente.

No entiendo qué ocurre y en ese momento el sueño vuelve a aparecer doy media vuelta y me arropo con las cobijas.

Caigo en un estado de duermevela on el ruido del show de detectives de fondo. Ahora escucho conversaciones y disparos lejanos, intento ponerle atención a lo que dicen, pero al final me duermo.

Me despierto a las 11:30 y me pregunto qué habrá pasado con Darya.

Apago el televisor para hacer pereza.

jueves, 30 de diciembre de 2021

Respirar profundo

Sentado en la sala del consultorio, George Puchard espera a que la mujer de la recepción le avise que puede seguir. Intenta leer una antología de cuentos danesa, un libro que no sabe cómo apareció en su casa, y que lleva leyendo por más de 2 años. Hay días, como hoy, en que lo encuentra, lee un cuento, y luego el librito desaparece misteriosamente, hasta que se le vuelve a aparecer en cualquier rincón de su apartamento.

“Señor Puchard puede seguir” le anuncia la mujer. Apenas entra en el consultorio, se encuentra con el mismo ambiente de la mayoría de consultorios que ha visitado en su vida. De una de las paredes cuelgan todos los diplomas  y música clásica suave sale de unos parlantes que no están a la vista.

“Por favor tome asiento señor Puchard”, le dice el doctor, un hombre de bigote poblado y que lleva puestas unas gafas negras de marco grueso, al tiempo que se ajusta la bata. Antes de entrar en materia, la de su salud, el médico, sin habérselo pedido, le cuenta sobre su trayectoria de más de 30 años: La vez que trabajó aquí y esa otra allá, cuando hizo esto o lo otro, en fin, a Puchard le cayó mal porque se notaba a leguas que el tipo era un fantoche.

Cuando terminó de hablar, el hombre lo miró fijamente, como esperando una respuesta a su pequeño discurso de autoadulación, pero Puchard no dijo nada y se apresuro a sacar los exámenes de sangre de su mochila. Después de tomarlos el médico se subió las gafas con un dedo índice y comenzó a analizarlos.

“Colesterol bien, azúcar bien, Triglicéridos bien, y a medida que iba mencionando cada ítem, los chuleaba con un esfero negro, como si estuviera calificando un examen.

“Todo está bien, sin embargo, le voy a dar una orden para que se haga un examen, porque este valor que no me gusta mucho. Puchard debió reflejar algo de angustia en sus ojos porque el doctor se inclinó para mostrárselo. “Si ve, es este”, “ok le respondió” en un tono preocupado. ¿Acaso no estaba todo bien?, pensó.

El doctor, al parecer, se percató de su incomodidad y le dijo: “Tranquilo, lo más probable es que no sea nada, aunque podrían ser cálculos o un cáncer”.

Esa palabra lo sacudió por completo, y también le dio rabia, porque le pareció que el hombre estaba feliz por haber descubierto que algo podía andar mal.

Salió de la consulta y en los días siguientes no pudo evitar pensar en eso “¿Tendré cáncer?” se preguntaba, ¿qué tal que sí?”. Puchard llegó a la conclusión de que siempre tiende a pensar que eso le pasa a otros, a personas desafortunadas, pues ¿por qué razón le va a tocar a uno?”, pero está claro que la vida no funciona así, es decir, no basta con ser buena gente, para que a uno no le ocurran desgracias.

También pensó  si es bueno que a uno le den una noticia importante o trágica así de sopetón, o dosificada de alguna manera. A veces llegaba a la conclusión de que sí, que lo mejor es que una bomba informativa caiga de forma inesperada, pero en otras pensaba que no era necesario, que lo mejor, de acuerdo al calibre de la noticia, es ir abonando el terreno y soltarla por pedacitos.

Le dieron cita para dos semanas después de su visita al médico, y hasta ese día no volvió a pensar en el tema.

“¿Será?”, se preguntó ahí sentado en la sala de espera, mientras tomaba agua a sorbos exagerados como si de esa acción dependiera su vida, A cada rato se preguntaba:

“¿Será?

“No seamos tan pendejos”, se respondía.

El médico que me hizo el examen le dijo que todo estaba en orden.

Respiró profundo.

miércoles, 29 de diciembre de 2021

Caminar sobre muertos

Una vez, en un taller de crónica, visitamos el Cementerio Central. A primera hora leímos un texto sobre ese lugar y luego lo analizamos. El profesor, un periodista que ahora está 100% dedicado a la literatura, nos hizo caer en cuenta de algunas inconsistencias que tenía, como un par de cifras sin ningún tipo de contexto o soporte, que si uno “leía con ojo crítico”, así decía él, le restaban calidad al texto.

El fin de la visita era sencillo. Llegar al lugar, pasearlo por un rato, fijarnos en algo que nos llamara la atención, para luego escribir un texto.

Ese día hacía frío y una ligera llovizna caía en el centro de la ciudad, un clima algo lúgubre y perfecto, creo, para visitar un cementerio.

De camino a ese lugar me acordé de Alguien camina sobre tu tumba, aquel libro de Mariana Enríquez con crónicas de algunos cementerios que ha visitados en sus viajes, pues son lugares que le causan fascinación.

La primera vez que vi ese libro fue en la Lerner, y el título me llamo mucho la atención. Luego, al año siguiente, en un encuentro con Margarita García Robayo, la escritora colombiana recomendó leer a Enríquez, y cuando investigué un poco sobre ella, me di cuenta de que era la autora de ese libro. Eran muchas coincidencias al mismo tiempo, así que no dude ni un segundo en comprarlo.

Pero les hablaba de la visita al cementerio, ¿cierto? Ese día en la entrada, nos recibió una figura en bronce de la Virgen cargando al niño Jesús. Este tenía los brazos extendidos hacia el cielo, como enviando una plegaria. En una de sus manos alguien le había puesto unas flores rojas y amarillas que se mecían con el viento y a las que ya se les habían caído la mayoría de sus pétalos, eran, si me permiten decirlo, unas flores tristes. La escultura iba acompañada de una placa que decía ““Requiescat in pace” (Descanse en paz). Latín, religión, lluvia, solo faltaba un piano de fondo, en fin, algo tenebrosa la escena.

En un momento de la visita comenzó a llover más duro y tuve que escampar en una hilera de tumbas ubicadas hacia la calle 26. Mientras caminaba distraídamente por el pasillo, me fijaba en algunos de los sepulcros, la mayoría adornados con flores de color rojo.

Me detuve ante una, la de un tal Jorge Rubio Marroquín que decía:

“Noviembre 2 de 1942”

¿Nació y murió en un mismo día?,  ¿Acaso es un bebé”, me pregunté.

Me fui del lugar antes de que al fantasma de Marroquín se le ocurriera tocarme la espalda para responderme.

"De modo que caminamos sobre los cuerpos de aquellos muertos pobres.
No están allá lejos, están debajo. Entiendo que el guía evite decirlo.
Mucha gente se asusta cuando sabe que camina sobre muertos".
- Alguien camina sobre tu tumba -

martes, 28 de diciembre de 2021

2 horas

Ese es el tiempo de lectura que me queda para terminar El infinito en un junco, ese gran homenaje de Irene Vallejo a los libros y la literatura. Caí en él porque Millás lo mencionó en un artículo, y lo comencé a leer En noviembre de 2020, junto con la novela A Corazón abierto de Elvira Lindo.

Comencé con un buen ritmo, pero a ratos me parecía una lectura pesada; entonces, a veces, no lo volvía a tocar en días o semanas.

Pienso que es uno de esos libros que no se deben leer de un tirón, sino más bien de a pequeños sorbos de lectura; por eso me acompaño en varias salas de espera durante todo este año.

Me parece que tiene unos segmentos bellísimos, pero mis ganas de consumir historias, digamos, continuas, son más grandes y por eso recaía en la lectura de novelas, y lo relegaba para después.

Ocurre lo de siempre: Se lee por puro placer y no por alimentar una estadística de libros leídos al año. Con este y por el tema que trata, sentí que no debía abandonarlo y terminarlo sin importar cuánto tiempo me tomara hacerlo, pues al final también se lee con la frecuencia en que uno le de la gana; el fin es leer y ya está.

Me propuse aprovechar estos días entre navidad y año nuevo, tan silenciosos y extraños, para terminar de leerlo.

Hoy me desperté temprano, fui a la cocina, me preparé algo de desayuno, luego volví al cuarto y me metí de nuevo en la cama y me puse a leer, pero después de dos capítulos los ojos se me comenzaron a cerrar, así que di media vuelta y caí primero en un duermevela, que luego dio paso a un sueño profundo.

Más tarde, con energías renovadas, producto de una ducha con agua fría, pues el calentador de agua se dañó hace una semana, volví a su lectura. Subí la persiana para dejar que unos rayos de luz se estrellaran contra la cama me recosté boca abajo y logré entrar en un flujo de lectura sin distracciones.

“Leer es siempre un traslado, un viaje, un irse para encontrarse. 
Leer, aun siendo un acto comúnmente sedentario, nos vuelve a 
nuestra condición de nómadas, Antonio Basanta"
- El infinito en un junco -


lunes, 27 de diciembre de 2021

De críticas y otras cosas

"To avoid criticism, say nothing, do nothing, be nothing."

Lee Camila Osorio en el estado de Facebook de Jose Cáceres, un cabrón con el que salió por dos meses y que se la pasaba criticando a medio mundo.

Osorio hace una búsqueda rápida en internet y se encuentra que la frase está atribuida a dos personas: Aristóteles y Elbert Hubbard, un escritor estadounidense

“no pues ahora resultó filosofo”, piensa.

"Estás como gorda, ¿no? Sería bueno que bajaras unos kilitos", fue lo que  le dijo un día el tarado de Cáceres, y ese fue el detonante para dejarlo, y ahora véanlo ahí, colgando frases culas en sus redes sociales.

Y sí, puede que estuviera gorda. A Osorio le cuesta un montón bajar  de peso, pero si se trata de ganarlo, cree que no hay persona en el mundo entero que le resulte más fácil que a ella. Piensa que "Ganando peso", es es la respuesta que debería dar en las entrevistas de trabajo cuando le pregunten en qué se considera buena.

 Siempre ha soñado tener uno de esos metabolismos extraños con el que cuentan algunos de sus amigos y familiares, que llevan una vida repleta de excesos, y que van por la vida sin barriga ni papada que los delate.

"Además, ¿para qué andaba conmigo si tanto le molestaba mi aspecto?", se pregunta.

La frase que acaba de leer le hace pensar que no hay forma alguna de evadir las críticas, que siempre habrá alguien dispuesto a regalarnos una, sin importar cuál sea el contexto.

A la larga todos somos así, piensa, nos la pasamos criticando aquello que no está acorde con nuestro estilo de vida o visión del mundo.

Pero lo otro, el quedarnos callados y hacer nada es, piensa, una verdad absoluta. No sabe si esa actitud evita las críticas, pero cree que lo mejor es no hablar si no se tiene nada bueno por decir.

Ser como una mota de polvo, piensa Osorio. Ir de un lado para el otro al vaivén del viento. No pensar, no ser nada ni nadie.

viernes, 24 de diciembre de 2021

Lecturas aleatorias

 Hace dos días me topé con una librería que no conocía.  Quise darle un significado más allá del trivial a ese evento, y decidí que debía comprarme un libro.  ¿Qué otra razón para que la librería coincidiera conmigo en ese instante espacio-temporal? Excusas pendejas que uno se inventa para comprar libros.

Comencé a pasearme por ella, miraba los lomos, inclinaba la cabeza para leer los títulos, y cuando uno me llamaba la atención,  tomaba el libro y leía su contraportada o lo abría en una página al azar para leer un fragmento a ver si me convencía; recuerdo que así di con Juan José Millás, mi escritor favorito, cuando en una feria del libro  caí en una frase de sus Articuentos Completos que me hizo soltar una carcajada; pienso que si un texto logra hacer que uno se ría, ahí debemos pasar tiempo.

Comencé a hacer un repaso mental de libros de los que he oído hablar en los últimos meses, pero no me preocupé en preguntarle por ellos a la mujer que atendía, pues estaba atareada, encaramada en una escalera ordenando libros aquí y allá y solucionando las dudas de otros compradores. La luz del local se reflejaba en pequeñas gotas de sudor en su frente.

Ahí, mirando libros, pensé que en cuantos a gustos, digamos, literarios uno debería ser más arriesgado, es decir, no buscar siempre a los mismos autores que nos gustan, ni los que nos han recomendado o los que alaba la crítica, sino apostarle a la aleatoriedad.  ¿Para qué?, pues para expandir los puntos de vista que se tienen y no dejar que se  enquisten, en fin, para tener más miradas del mundo, inclusos si son opuestas a la nuestra.

Entonces comencé a pasear el dedo índice de mi mano derecha por encima de una hilera de libros, hasta que deje de hacerlo porque sí, y  saqué el libro que tenía señalado: Lista de locos y otros alfabetos.

El título me gusto, pero lo hojee un poco y no me convenció. 

Espero poder afinar la técnica el año que viene.