martes, 12 de abril de 2022

De cremas y otras cosas

Hace sol, pero también mucho viento.

No sé si quitarme o dejarme la chaqueta. Al final decido lo último, la cuelgo de unos de mis brazos y me siento en un murito.

Espero a mi hermana en la entrada de un centro comercial. Acabamos de almorzar y si el curso de la vida no se despiporra en los siguientes instantes, el plan que tenemos en mente es buscar un café para comernos un postre.

Es que así es la vida, está uno sentado en un murito con un buen clima: cielo con pocas nubes, sol y brisa y, de repente, sin tener la más mínima idea o sospecha, la muerte está acechando. Algunos podrán tildarme de trágico, pero si no fuera así, no tendría por qué existir ese programa de 1000 Maneras de Morir.

A pocos metros de donde estoy sentado, está una pareja de barrenderas con uniforme azul, el pelo recogido en un moño; cada una con una escoba en una mano y un recogedor en la otra.

Me recuerdan a las protagonistas de Una palabra tuya, la novela de Elvira lindo que cuenta la historia de dos barrenderas de Madrid, que tenían formas peculiares de ver la vida.

“Ha sido Dios el que ha preparado todo esto, Rosario
—Pero, que coño hablas de Dios, ¿desde cuándo crees tú en Dios?
—Desde la semana pasada, desde que encontré el Cristo fosforescente. Por la noche me ilumina la mesita y yo le pido cosas y todas me las concede.”
– Una palabra tuya –

Las barrenderas que observo charlan animadamente sobre cremas humectantes. “Si, hermana, esa es buenísima”, está diciendo una cuando pesco su conversación. “Además que la Lubriderm esta recara, por eso yo utilizo esa”, concluye.

A medida que conversan, sonríen y recogen hojas secas y algo de tierra y las echan en bolsas plásticas de color blanco.

La que acaba de hablar se queda quieta por un momento, luego se quita un guante negro y se acerca a su compañera para mostrarle a que huele la crema de manos que utiliza. La otra mujer la toma suavemente, la acerca a la nariz y aspira profundo.

“¡Sí pa que! Esta huele delicioso“, y cuando termina la frase vuelve a tomar la mano de su amiga para oler de nuevo la fragancia de la crema. Parece que quisiera grabarse el aroma en su cabeza.

Veo a mi hermana venir y me pongo de pie. Si la  vida tiene algún curso predefinido, parece que esta vez lo siguió.

“¿A dónde vamos”, pregunta.

“No sé, caminemos a ver con qué nos encontramos”, respondo.

lunes, 11 de abril de 2022

Expectativa

Imagino que es mejor andar por la vida sin ningún tipo de expectativa y si algo bueno pasa celebrarlo y ya.

Con la lectura también pasa lo mismo. A veces lo mejor es no esperar nada de un libro por más que le den bombo por todo lado o existan listados sin sentido, tipo: “libros que debes leer antes de morir”.

Por lo general, las lecturas que nos “muerde y arañan”, como le decía Kafka en una carta a su amigo Oscar Pollak, y que son esa “hacha que quiebra el mar helado que tenemos dentro”, no suelen ser los best-sellers, ni los libros que aclama la crítica, sino obras que pasan desapercibidas para la mayoría de personas.

Libros que por alguna razón nos llaman la atención y nos invitan a hojearlos. Así me paso, por ejemplo, con los Articuentos Completos de Millás y El señor de los Dados.

También he leído libros con mucha expectativa, porque alguien me los recomendó, pero no me engancharon como lo esperaba.

Así me pasó con Conversación en La Catedral de Vargas Llosa que, según él, si tuviera que salvar del fuego una sola de las novelas que ha escrito, salvaría esa.

No se puede negar que la novela es tremenda en cuanto a técnica narrativa, pero por alguna razón no me conecté tanto con la lectura; de todas formas me la terminé de leer.

Hace unos años leí unas memorias tituladas “Leyendo Lolita en Irán”. El libro cuenta la historia de una profesora de literatura que hizo un club de lectura y discusión secreto, con mujeres estudiantes, en el que revisaban obras que habían sido prohibidas.

El libro me gustó, porque a medida que contaba su historia y la de las demás mujeres, analizaba diferentes novelas.

Al final el libro trae un listado de lecturas recomendadas y entre ellas estaba el Asesino Ciego de Margaret Atwood.

Con esa novela me paso algo similar que con la de Llosa: me di cuenta de que la técnica es complicadísima, pero la historia tampoco me enganchó y al final la deje de leer.

Ahora siempre hago eso, si un libro no me convence en los primeros capítulos, lo abandono. La vida es muy cortica para leer por obligación.

Otro con el que no pude fue el Péndulo de Focault de Umberto Eco. Ese me lo recomendó un amigo, y me juró que era buenísimo. Lo comencé a leer y avancé bastante (fue en esa época que solía terminar todos los libros), hasta que un día, aburrido, lo cerré y ahí lo dejé. De ese no me gustó que Eco crea que uno es tan erudito como él, y que no traduzca frases en latín y otros idiomas.

También, a veces me va mal cuando le pido recomendaciones a algunos libreros. Una vez, en Authors, uno me recomendó On the Road de Jack Kerouac. Ese sí que lo detesté.

Por eso ahora, cuando escojo una nueva lectura, evito leer reseñas o noticias sobre , para leer sin ningún tipo de expectativa.

viernes, 8 de abril de 2022

Conocer el final

Leo La vida invisible de Addie LaRue y tomo capuchino o tomo capuchino y leo, en fin, sea como sea, es uno de esos momentos en que la vida queda suspendida en un estado de serenidad.

Lo hago sin afán. Me falta poco para terminar la novela y saboreo el momento, la lectura y la bebida. Pienso que así debería ser la eternidad, un lugar con cafés al aire libre y muchos libros, por lo menos los que no se alcanzaron a leer en vida. Tal vez aspiro a mucho y más bien es un lugar aburridor, como la sala de espera de un consultorio, en fin.

Trato de, estar presente, disculpen lo cliché, todo lo que pueda, porque son instantes efímeros. Momentos de los que hay que agarrarse con dientes y uñas, y pelear por preservarlos como si fuera lo único que tuviéramos que hacer en la vida, pues en cualquier momento un pensamiento negativo atraviesa esa capa de tranquilidad que parece indestructible y nos llenamos de dudas que conducen a la tristeza.

Les decía que leo y mis niveles de dopamina están por los aires, porque tengo intriga de saber qué les va a ocurrir a los protagonistas que, claro está, están metidos en un problema ni el berraco.

En una escena conversan, tendidos en la cama, después de un día agotador. Ya no recuerdo el diálogo, pero este hace que piense en un posible final para la novela. “¿Será?”, me pregunto, y creo que sí podría serlo. imagino que hay relatos que conducen a los escritores a un único final, el menos disonante.

No me disgusta, pero prefiero cuando no logro intuir nada del desenlace de lo que leo. Por lo general soy malísimo para hacerlo y todos los posibles resultados que imagino solo quedan convertidos en finales alternos.

jueves, 7 de abril de 2022

Ponerse las medias

Puede ser que el destino del mundo no se decida en los momentos que consideramos críticos, sino en aquellos sencillos, simples o anodinos. Cuando experimentamos estos últimos, lo más probable es que estemos tranquilos, libres de angustias. ¿Quién se puede imaginar que ponerse las medias puede desviar el curso de la humanidad?

No recuerdo de forma precisa en qué pensé cuando me las puse hoy. Creo que mientras me visto, siempre visualizo el desayuno, sobre todo la preparación del tinto, pues, como ya he dicho antes, todo su ritual –alistar la cafetera Medir el agua, el café, prender el fogón, etc– tiene algo de Zen.

Soy malo para hacer preparaciones muy elaboradas para el desayuno entre semana, a diferencia de M, una amiga, que una vez me contó que le encanta ese momento del día, porque puede cocinar cosas riquísimas. Yo, con un cereal en leche y el tinto me conformo.

Pero mejor sigamos hablando de ponerse las medias, un movimiento casi mecánico y que pasa desapercibido. ¿Qué tal que sea determínate para el curso de nuestras vidas?

Qué tal que Hitler, luego de no ser admitido en la escuela de Bellas Artes a sus 23 años, haya pensado, al día siguiente, luego de salir de la ducha, justo cuando se ponía las medias algo como: “Creo que es mi deber conquistar el mundo y acabar con los judíos”.

Habría que entrar a analizar si hay alguna diferencia entre ponerse unas del mismo color o con figuritas, pero creo que debemos prestarle más atención a esos momentos.

Ya les digo, póngale atención a todo aquello que tenga pinta de insignificante, porque, independiente de lo que sea: una persona, un momento, un par de palabras que nos dicen o que dejamos de decir, quizá  cuentan con todo el poder para  cambiar el curso de la vida.

miércoles, 6 de abril de 2022

Preguntas al más allá

Un hombre cuenta, en una red social, que su esposa quiere saber si existe alguna forma de comunicarse con su padre que falleció hace unos años.

No sé para qué quiere hacerlo, pues como dice Manuel Vilas: “Si quieres preguntarle algo a alguien hazlo ya, porque el mañana es de los muertos”.

No sé si comunicarse con el más allá será posible. Muchos piensan, me incluyo, que  tal vez lo mejor sea dejar a los muertos tranquilos, sea cual sea el plano en que se encuentren y ya.

Una vez salí con una mujer que se la pasaba hablando de un exnovio que murió en un accidente trágico y de las varias veces que había establecido contacto con él. Era muy repetitiva con eso y siempre quería llevar la conversación hacia ese tema.  Yo no le prestaba mucha atención y trataba de cambiarlo, porque no sabía qué contestarle. Recuerdo que me contó que su muerto le había dicho que todo ese rollo del purgatorio era cierto.

Ella, como el hombre que lanzó la pregunta hoy, son libres de creer en lo que quieran y si quieren lanzarle preguntas al más allá pues, valga la redundancia, allá ellos, ¿acaso no?

Las respuestas no tardaron en llegar y varias personas le dijeron al hombre quienes hacen ese tipo de trabajo, o metían su cucharada de la mejor forma que les pareciera.

Una mujer, por ejemplo, dijo que existe una posibilidad de comunicarse por medio de los sueños. El único requisito para lograrlo es ser creyente en Dios, rezar un credo antes de dormirse y pedirle que le permita comunicarse con su padre. De esa forma seguramente soñará con él, para que le transmita un mensaje importante.

Otras personas no respondían a la pregunta planteada, sino que en vez de tragarse su opinión, la escupían como si nada, como una mujer que escribió: “Mejor dejar descansar a su papá y entregarle a Dios cualquier sentimiento o problema que no llegaron a solucionar”.

De pronto hablar con los muertos es justo lo que necesitamos, porque hablar con los vivos cada vez se torna más complicado.

martes, 5 de abril de 2022

Pereza

Tengo pereza de escribir. Dicha sensación está potenciada por no tener idea sobre qué hacerlo.

La única forma de combatirla es escribiendo. Siempre he pensado que la escritura es como un músculo que se debe ejercitar, sobre todo cuando sentimos que anda flojo.

Acudo a la solución más fácil: escribir precisamente sobre eso, mi pereza de escribir, o bien, mi incapacidad para hacerlo.

No dediqué un rato del día a pensar sobre un tema, porque me la pasé editando un correo que debía funcionar completico, es decir, no le podía sobrar ni faltar una palabra.

El correo también tenía un archivo adjunto que pude redactar más rápido de lo que pensé, pero mi maquinaria narrativa se varó al momento de enfrentarme al cuerpo del email.

Necesitaba que fuera cercano y por eso conté una pequeña historia al comienzo, pero cuando debía hacer una transición al tema central, mi mente quedó en blanco.

Salí a dar una vuelta. Como ya lo he dicho antes, a veces, para que las ideas fluyan, lo mejor es pensar en los huevos del gallo de forma deliberada.

Caminé hasta un Dunkin’ Donuts y me compré una de Choco-maní (la mejor de todas y no pienso discutirlo por el momento), luego le di una vuelta a un parque y regresé a mi casa.

Hasta ese momento seguía sin pensar en el correo que debía enviar.

Al llegar a casa, lo primero que hice fue prepararme un tinto. Mientras lo hacía, no me aguanté las ganas y le metí un mordisco a la dona. Me supo muy bien porque estaba fresca, a diferencia de esas que dejan en el mostrador un viernes y el fin de semana es largo porque hay festivo, y cuando uno las compra emocionado resultan tiesas.

Si el mordisco solitario de la dona fue bueno, ustedes no se imaginan su maridaje con el  tinto. Me la acabé en no más de 5 mordiscos, alternados con sorbos de la bebida.

Luego me senté en el escritorio, leí lo que llevaba redactado del correo, vi un camino para enfocarlo de otra manera, lo tomé y luego de 15 minutos le di clic al botón enviar.

lunes, 4 de abril de 2022

Fracasado

Espero a alguien en un restaurante.

Varios meseros revolotean por el lugar: toman nota de qué quieren los comensales, caminan de afán mientras hacen equilibrio con bandejas que transportan por encima de sus cabezas, llevan cuentas y facturas, manejan datáfonos, rellenan los vasos de agua, así solo se les haya dado un sorbo, recomiendan platos o mencionan cuáles ya se agotaron.

“Señor, ya no tenemos Mero”, dice uno de ellos a una pareja que se encuentra en la mesa de al lado. El hombre se pone a mirar la carta de nuevo. Queda claro que no está preparado, y que no tenía una segunda opción en mente. “Entonces tráigame un bistec”, dice con desgano, como si estuviera seguro de que el plato le va a salir malo.

Me salgo de mis pensamientos para ponerles atención, parar oreja es un buen deporte.

“¿Por qué piensas eso?”, le pregunta la mujer al hombre, que ahora tiene los codos apoyados sobre la mesa y las manos sobre la cabeza. Las mueve de adelante hacia atrás, y luego se las pasa por la cara.

“Por qué lo digo?”, pregunta como si fuera obvio.

“Si, dime porque piensas que eres un fracasado”.

Pues es casi obvio Marce, ya casi voy a cumplir 50  y todavía no tengo un hijo”

“Pero Omar”, le responde ella tomándole la mano que reposa sobre la mesa, “Tienes trabajo, dos apartamentos, carro, una finca productiva. No te entiendo.

Un mesero llega para volver a llenar la copa de agua de él, que terminó hace un momento con un sorbo prolongado.

“Por favor no digas eso”, concluye ella. Tienes que tener cuidado con las palabras que utilizas, y esa es una muy fuerte.

A Omar parece no importarle lo que le dice su amiga, y como para dejar claro lo poderosa y negativa que es la palabra, ella saca el celular para buscar su significado.  Lo lee en voz alta:

Persona Que no ha conseguido en la vida la posición o el estado a los que aspiraba. ¿En serio crees que eres un fracasado?

Omar le regala una mirada triste, le vuelve a dar un sorbo a la copa de agua.  No responde nada de lo que piensa.