jueves, 30 de junio de 2022
Dejar de leer
10:17 a.m.
Miro la pantalla, pero no soy consciente de las letras que están en ella. Mi cabeza está en otro lado; como cuando uno mira un punto fijo en una pared o en la distancia, pero tiene su mente en otra parte: un recuerdo, el almuerzo, una epifanía, la persona que le gusta, yo qué sé.
Ese lugar en el que estoy es una pregunta con cara de sensación: ¿Por qué no mejor me pongo a leer? Pienso en eso, porque ayer, en la noche, tenía ganas de hacerlo, pero un dolor de cabeza leve, pero constante, hizo presencia todo el día, y los muy perros tienen una gran facilidad para convertirse en migraña en un parpadeo.
“Mejor vea televisión un rato y ya”, me dijo mi yo por la noche, así que le hice caso y prendí el televisor, pero al rato, sin ni siquiera canalear un poco, lo apagué, junto con la lámpara que utilizo para leer, y me eché a dormir.
Creo que tomé la decisión adecuada, pues hoy me desperté sin rastros del dolor de cabeza, pero también noté la ausencia, si se puede decir, de no haber leído ayer en la noche.
Cuando no escribo, pienso que algo se desbarajusta en el curso de la vida, por lo menos en la mía. Bradbury decía que uno debe emborracharse de escritura para que la realidad no lo pueda destruir. Caso contrario los venenos de la vida comienzan a acumularse y nos conducen hacia la muerte, la locura o ambas cosas.
Imagino que cuando uno deja de leer ocurre algo similar. En este caso siento que las letras que no me empaqué ayer me están haciendo falta, por eso ese arrebato de ganas de leer.
Al final no lo hago, porque estoy trabajando, porque hay que ser responsable en fin, por todo ese deber ser de las cosas que a veces sabe un tanto a mierda, en fin. Pero hoy, más tarde, así haya lluvia, vendaval o terremoto en mi cabeza, me pondré al día con mi dosis de páginas diarias.
miércoles, 29 de junio de 2022
La Enana Blanca y mis audífonos
Suena catastrófico, pero podemos estar tranquilos, pues es algo que ocurrirá en unos 5000 millones de años y la probabilidad de que la raza humana todavía exista, imagino que será igual a cero.
Me gusta como esa contradicción del nombre, es decir enana blanca suena como algo muy pequeño si se compara con el tamaño del sol. Todo resulta aún más extraño, porque antes de llegar a ese estado, el sol se va a convertir en una gigante roja.
Rojo y blanco, otro contraste fuerte. Por alguna razón se me viene a la cabeza la imagen de un hombre que lo impacta una bala y una mancha roja comienza a crecer en la camisa blanca, claro está, que lleva puesta.
En ese estado, hinchado y rojo, el sol –que como el hombre también está muriendo–, lleno de furia por el hambre y abandonar su estatus de gran astro, se va a tragar a Mercurio, Venus y la Tierra de pura rabonada. Luego ese amasijo de planetas se convertirá en un objeto muy denso y con mucha masa, pero de un tamaño similar al de nuestro planeta.
Les cuento todo esto porque cuando escuché el video estaba buscando mis audífonos y no los encontraba por ningún lado. Por un momento pensé que algo, haciendo sus veces de enana blanca, pero bajo su alter ego de gigante roja, se los había tragado. Rato después levante la libreta y ahí estaban los pobres, aprisionados por su peso.
martes, 28 de junio de 2022
Razones para no leer
Hay personas que hablan de bloqueos de lectura. De repente, por diferentes motivos no se puede volver a leer por un tiempo, por más que se intente hacerlo.
Afortunadamente es algo que nunca me ha pasado. Este año tuve un momento en el que iniciaba un libro tras otro y los abandonaba luego de leer tan solo un par de capítulos, pero solo porque no me enganchaban, y bajo la premisa de que la vida es muy corta para leer por obligación, por cumplir con una estadística o sin ningún tipo de ánimo.
En ese entonces pensé: "¿será mi primer bloqueo lector?". Pero llegó Isabel Allende a salvarme con Paula y me curó de un trancazo mi crisis de lectura; fue como si me hubiera inyectado ese libro por medio de una inyección intravenosa.
Pienso que sería muy difícil, o más bien aburridor, vivir sin leer, e imagino que en uno de los días de la semana de la creación del universo, Dios dedicó un tiempo especial para inventarse la lectura, pues es, pienso, el origen de muchas cosas buenas.
También se me ocurre que podría obligarme a no leer, como cuando Doris Lessing se obligó a no escribir para ver qué sucedía. La escritora cuenta que cuando hizo ese experimento tuvo muchos problemas. Creo que no me sienta bien no escribir: me pongo de muy mal humor. La escritura te da una especie de equilibrio, dijo en una entrevista.
Seguro me pasaría lo mismo que ella y no podría prolongar esa conducta por mucho tiempo, Además, ¿para que cortar lo que le hace bien a uno?
Lessing también decía que la escritura le servía para pasar su locura a otra gente, puedo rebotarla fuera de mí. Imagino que, de cierta forma, la lectura también permite hacer eso.
viernes, 24 de junio de 2022
Hojear libros como estilo de vida
Cuando entro, una mesa con libros, con un cartel que dice NOVEDADES absorbe toda mi atención.
Siempre suelo ir hacia esa mesa como si tuviera las mejores obras. Cuando estoy al lado veo libros de Rosa Montero, Juan Gabriel Vásquez, Orhan Pamuk y Piedad Bonnet, entre otros autores.
"Oiga y si se compra un libro?", me comenta el comprador compulsivo que llevo por dentro.
"¿Para qué? No tengo previsto comprar libros hoy”.
"¿Cómo que para qué? Porque sí, porque siempre es bueno comprar libros. No se necesita tener una razón."
"Bueno, voy a mirar a ver si me antojo de alguno".
Pienso que, de ser así, ese libro no lo voy a encontrar en la mesa de las novedades, porque lo que realmente importa no suele estar en frente de nuestras narices ni donde los demás miran.
Levanto la mirada y escaneo los otros estantes de del lugar. "Superación personal", "literatura juvenil", "clásicos de la literatura".
Me decido por el último y lo primero que noto es que los libros que tiene son muy gruesos comparados con los que ya he visto. Está el Ulises de Joyce ¿Cuándo lo voy a leer?, me pregunto, otro de Thomas Mann, ¿y la montaña mágica qué? y unas obras de teatro.
Trato de imaginar como esos esos escritores escribían obras de gran tamaño a mano. Como leí por ahí, si uno no escribe es porque no quiere.
Empiezo a orbitar por el lugar y vuelvo a mesas que ya he visto, para ver si se me escapó algún título, Creo que siempre se espera encontrar un libro diseñado exclusivamente para uno, de ahí el afán de comprar libros cada vez que se tenga la oportunidad.
De los parlantes del lugar sale reggaetón y lo acompaña una de esas voces de tarado, como si la persona no supiera pronunciar las palabras.
Al final no encuentro ese libro que le mencioné a mi comprador compulsivo, pero si anoto algunos que me llaman la atención: Volver a dónde, cómo viajar con un salmón, y el gato que amaba los libros.
Abandono el lugar sin comprar nada. Juanma: 1 Comprador compulsivo: 0
jueves, 23 de junio de 2022
Tensión y juegos de mesa
Cada una toma una carta y la ponen en el centro de su tablero. Corresponde al personaje que el contrincante debe descubrir haciendo preguntas sobre su apariencia física.
Conozco el juego, pero no tengo idea de cómo se llama. empiezan a preguntarse cosas: “Tu personaje tiene el pelo largo? ¿Es mujer o hombre? ¿Tiene barba? ¿Es rubio o pelinegro? ¿La camisa es de color rosado?”
Las observo con detenimiento y veo como la pequeña va ocultando las fichas que descarta con base a sus preguntas. A medida que lo hace Ríe de forma nerviosa y cada vez más, a medida que el juego se acerca a su final, a la gran revelación.
Lo que más me gusta es oír sus carcajadas que están repletas de tensión. De cierta forma parece que se estuviera jugando la vida en esa partida. Así debería hacer uno con cualquier cosa que se hace, sea pequeña o grande; jugarse la vida y carcajearse independiente de que se pierda o se gane, en fin.
Al final la mamá le gana, pero se nota que a la niña no le importó perder porque se divirtió.
Mientras las observaba, recuerdo qué juegos me gustaban a mí. Había uno que se llamaba escalera. Era un tablero gigante y uno avanzaba, de acuerdo con el puntaje de un lanzamiento de dados, por unas casillas, hasta caer en una que tenía una escalera que obligaba a subir o bajar.
miércoles, 22 de junio de 2022
Animal
Llegué al canal justo en el momento en que Christian Slater, el presentador de ese año decía: “Aquí, interpretando una nueva canción por primera vez en cualquier lugar, damas y caballeros, Pearl Jam”
“¿Quiénes son esos?, muestre a ver”, pensé. Entonces Abruzzese Marcó cuatro tiempos en los platillos hi-hat, y el cuarto empató con la entrada de las guitarras y el bajo. Esa vez tocaron nada más ni nada menos que Animal, cuando Vedder no tenía la voz desgastada.
¿Qué decir? Me voló la cabeza y fue mi puerta de entrada a esa banda. Al día siguiente corrí a comprarme el Vs, y ya en la tienda de discos me di cuenta de que también tenían, en mi humilde opinión, el mejor disco que han sacado: el Vitalogy.
Me fui a la casa solo con el primero y me dediqué a escucharlo en esa temporada de vacaciones, como si de eso dependiera mi vida. Recuerdo que mi consigna era escucharlo como mínimo una vez al día, pero a veces no me aguantaba y lo ponía hasta tres veces.
Me sentaba en el sofá y me dedicaba exclusivamente a escuchar las canciones y si acaso cantar un coro o alguna estrofa de las letras que traía el librito del CD.
A la semana siguiente no me aguanté las ganas y me fui a comprar el Vitalogy, que terminó de destrozarme la cabeza, en el buen sentido de la palabra.
Larga vida a Pearl Jam.
martes, 21 de junio de 2022
Desconfiar
Si de alguien hay que desconfiar es de la cabeza.
“Hacia dónde quiere viajar?”, le pregunto la mujer de la aerolínea. Estocolmo, respondió casi al instante”.
La frase hace parte de un dialogo de un cuento que escribí hace unos días. La primera vez que lo leí, luego de terminarlo, la subrayé porque pensé agregarle algo más, modificarla o borrarla.
Ayer, cuando lo estaba editando llegué a ese diálogo y recordé el momento en que lo había subrayado, pero no por qué lo había hecho.
Ahí estaba yo. Acababa de leer esa frase y no me sonó bien por si sola o porque no encajaba con alguna otra pieza del relato, y de puro iluso pensé: “Solo la voy a subrayar, porque no se me puede olvidar esta idea tan brillante que se me acaba de ocurrir."
Cómo sería de magnífica que cayó en los abismos de mi cerebro y allí se quedara hasta morir de hambre; dale señor el descanso eterno.
Tampoco sé porque no le agregué un comentario con una instrucción sencilla, una palabra, si acaso, que me recordara que era lo que quería hacer con ella.
Nada más falso que confiar en la memoria para hacer algo después. Hay que anotarlo todo, con el miramiento que requiera el caso, y lo que sea que anotemos debe ser tan sencillo y simple que un niño de 5 años lo entienda.
¿Cómo saber si esa frase era lo que mi cuento necesitaba para funcionar de forma compacta sin presentar ni una sola grieta narrativa? De pronto esa simple línea contenía todo el significado que quería imprimirle.
Ahora la veo y me parece un diálogo flojo, de pronto lo único que quería hacer desde un principio era borrarlo.