jueves, 3 de noviembre de 2022

Sobre lanzar granadas y otros temas

Hace varios años me gustaban mucho los juegos de echar bala en X-box y pasaba horas sentado enfrente del televisor. Todavía me gustan, pero ya no tengo la paciencia para jugarlos.

En esos juegos uno va pasando misiones y se encuentra con armas y municiones a lo largo del camino y, al parecer, el personaje de uno siempre tiene la fuerza de Hulk, pues lleva encima pistola, metralleta, rifle francotirador, bazuca, entre otras armas, y salta o escala paredes o montañas como si nada. Además es muy hábil, pues cambia de arma en menos de un segundo. Digamos que tiene la bazuca al hombro, pero uno decide que coja la pistola y entonces se mete la primera donde le quepa y agarra la segunda.

Pues bien, al principio, cuando estaba jugando y me encontraba unas granadas –porque esa es otra maravilla de esos juegos, uno encuentra municiones en medio del camino–la consigna que tenía era guardarlas para cuando llegara a una parte peligrosa o difícil del juego, pero muchas veces mataban a mi muñeco antes de poder utilizarlas. Así que un día cambié de táctica y prometí gastarlas con el primer enemigo que se me cruzara ya fuera un jefe poderoso o cualquier debilucho.

Pienso en esto porque imagino que las ideas son como granadas.

Hace un momento, cuando me senté a escribir, no sabía que iba a escribir sobre esto, pues tengo una idea en la cabeza de algo que leí hoy sobre Mozart, pero que quiero arrejuntar con otras ideas que tienen que ver con el poder creativo del subconsciente. Entonces decidí no gastar esa granada hoy para lanzarla otro día sobre la página.

Ya les contaré si me funciona o no. De pronto el día que me proponga a escribir sobre aquel tema me voy a bloquear, solo porque decidí guardar la idea para más tarde.

miércoles, 2 de noviembre de 2022

Sé tú mismo

Me llega un email de una inmobiliaria.

Me dicen que la factura y el XML se encuentran como archivos adjuntos al final del correo, y que para aceptar o rechazar la factura puedo hacer clic en un enlace que me lleva a un pdf.

Tiene toda la pinta de ser un virus o una estafa para robar datos así que pienso: “Hará clic su madre”, y borro el correo.

No recuerdo haber echo ningún negocio con esa inmobiliaria. Otras veces me llegan facturas de un servicio de televisión por cable de un argentino que debe tener un email similar al mío y que siempre lo está debiendo. En fin, imagino que en medio de lo inteligente y poderoso que es internet, también se le cruzan los cables y terminan pasando cosas de ese estilo, o puede ser que sea verdad eso de que uno tiene dobles regados por todo el mundo.

En uno de sus cuentos, Ribeyro dice que todos tenemos un doble que vive en las antípodas, ese lugar diametralmente opuesto a otro, pero que encontrarlos es muy difícil porque siempre tienden a efectuar un movimiento contrario.

Asocio todo esto, quizá a las malas, con un aviso de neón color cereza, que vi en una tienda de,  cosméticos en un centro comercial: “La belleza depende de que seas tú misma”.

¿Qué carajos es ser uno mismo? Se podría suponer que consiste en no ser otro, ser irrepetible, distinto a los demás, en fin, pero a veces la vida es lo suficientemente agobiante con el rollo de ser, y que pereza tener que sumarle una capa adicional. Es decir, uno es y ya, mismo, diferente, igual, repetido, como sea.

Además, con esto de los dobles, no hay forma alguna de ser uno mismo, pues ya hay alguien idéntico, pero que hace las cosas al revés.

Ex extraño este mundo.

martes, 1 de noviembre de 2022

Los libros nos llaman

Ha vuelto a pasar lo mismo. No, no hablo sobre no saber qué escribir.

Me refiero que se me ha vuelto a cruzar una librería en mi camino y no me ha quedado otra opción que entrar a hojear libros.

Cómo no tengo ninguno especial en mente, me voy a la sección de novedades. Cuando comienzo la tarea lo hago rápido: levanto el libro, leo algún aparte de cualquier página de forma aleatoria y si no me llama la atención lo dejo donde estaba, pensando en que debe haber uno mejor que me estoy perdiendo.

Repito esa operación hasta que llego a Violeta, la última novela de Isabel Allende. Leo la contraportada y me atrapa el el resumen de la trama: “La historia de una mujer cuya vida abarca los momentos históricos más relevantes del siglo XX. Desde 1920 -con la llamada «gripe española»- hasta la pandemia de 2020”.

Lo abro y leo las primeras páginas y la dedicatoria me atrapa, Allende es muy buena arrullando con sus palabras, su prosa es muy especial. Sostengo el libro en mis manos otro rato más, hasta que decido dejarlo donde lo encontré antes de que mi comprador compulsivo se apodere de mí.

Continúo mirando y veo otro que se llama “El poder de las palabras” de Mariano Sigman. Hago lo mismo, lo abro en cualquier página y leo un poco, pero con este siento que mi comprador está a punto de salir a flote y apoderarse de mi voluntad, así que lo devuelvo rápido a su lugar.

Mientras tanto en la caja, una hija le dice a su madre: “Ya vengo ma, solo voy a ir a mirar un libro”. “Prométeme que solo vas a mirar y que no vas a comprar más”, le responde la mamá.

Tiempo después se escucha un grito de la hija: “Mamá mira este libro está espectacular”, y la madre le responde con tono de derrota en su voz: “donde estoy no lo puedo ver”.

jueves, 27 de octubre de 2022

Quinientas mil sombras

Comienzo un dibujo. Como Les conté hace unos días, el proceso inicia desde que selecciono la foto que quiero dibujar. A veces me demoro varios minutos escogiendo una, porque evaluó que no sea demasiado complicada (no quiero quedarme dibujando hasta las 2:00 a.m), es decir, que no tenga quinientas mil sombras y líneas difusas.

A veces le atino y otras no, es decir,  en ocasiones, cuando ya llevo el dibujo avanzado, llego a una sección con quinientas mil sombras en la que no me había fijado antes. En ese punto ya no hay nada que hacer, es morir con el dibujo o abandonarlo, suelo escoger la primera. En fin, por eso es que tardo tanto seleccionando una imagen, porque quiero ir a la fija.

Hoy paso lo contrario. 

 Comencé un dibujo de una mujer que estaba sentada comiendo pizza desde un punto de vista panorámico. Las proporciones me estaban haciendo sufrir y cuando llevaba parte de la cara y los hombros me di cuenta de que una sección de la foto tenía quinientas mil sombras.

“¿Qué hago?”, me pregunté y claro, “hasta la muerte”, me respondí, como buen masoquista que soy, pero la volqueta de las proporciones ya se había ido al río, y para salvar el dibujo tenía que borrarlo casi todo; si acaso dejando la nariz (casi siempre comienzo por ahí).

Luego de un rato de intentar borrar fino con un borrador gigante (mi próximo autorregalo será unborrador electrico),borré porciones del dibujo que no tenía intención de borrar, así que me emberraqué, arranqué la hoja, y como ya había gastado un tiempo considerable, busqué una imagen que no tuviera quinientas mil sombras.

Otras veces siento que lo que llevo dibujado no tiene sentido ni proporción alguna, pero llega ese momento en el que me alejo de la libreta o me pongo de pie para mirarlo desde otra perspectiva y veo que voy por buen camino. Eso me llena de confianza, y ahí si pienso: “Que carajos, hasta las 2 de la mañana”.

miércoles, 26 de octubre de 2022

No escribir

Insisto en que parece que me he gastado las palabras en otros lugares y se me está dificultando escribir en este espacio estos días. 

Imagino que no escribir también está bien, que se pueden tener temporadas de sequía de palabras y que volverán a la cabeza en el momento en que uno menos lo espera.

Puede ser que escribir, aparte de mover los dedos, produzca algún tipo de cansancio. En su Tentación del fracaso, Ribeyro cuenta:

“Escribir es como hacer el amor: una cosa brutal, fatigante, en la cual morimos y renacemos. Luego de escribir una página caigo extenuado en la cama, los ojos ardientes, la náusea del tabaco y la sensación de la consumición física. Y ello es el precio de 20 líneas, ni buenas ni malas, que serán probablemente corregidas o eliminadas, pero en cuya elaboración hemos puesto lo mejor de nosotros mismos”

Escribir, como todo, tiene su costo.

Doris Lessing contó en una entrevista que le hizo Rosa Montero, que una vez duró un año entero sin escribir. Lo extraño del caso es que lo hizo a propósito a ver qué le sucedía. La conclusión a la que llegó es que no le sentaba bien no escribir, pues la ponía de muy mal humor. Afirmaba que la escritura da cierta especie de equilibrio.

Me imagino que escribir sirve como válvula de escape de la locura que llevamos almacenada, independiente de los cuerdos que creamos ser. Lessing decía que una de las ventajas que le daba, es que ella podía pasar su locura a otra gente; rebotarla fuera de ella por medio de sus novelas.

En un episodio de no escritura, Kafka anotó en su diario: “El estado en que me encuentro no es la desdicha, pero tampoco es la dicha, ni la indiferencia, ni la debilidad, ni el cansancio, ni ningún otro interés, ¿qué es pues?

Imagino que no hay que luchar contra esos episodios de no escritura, sino dejar que se instalen a sus anchas, hasta que se aburran y decidan largarse.

lunes, 24 de octubre de 2022

Sobre el tiempo

Escribo sobre el tiempo porque no lo hay o mas bien se esfumo, me explico: Hace un rato, poco diría yo, cuando terminé el dibujo del día, miré el reloj y faltaba poco para que fueran las 10 de la noche. “No es tan tarde, dentro de un rato me pongo a escribir algo”, pensé.

Así que fui a la cocina, calenté una arepa y le eché los restos de una carne desmechada y me senté en el comedor.

Ahora que lo escribo, es posible que una gran porción del tiempo se me haya ido ahí, pues suelo echar infinidad de globos durante las comidas, sobre todo al desayuno, en fin. Supongamos que me gasté 30 minutos en esa tarea entonces, haciendo cuentas alegres, acabé de comer a las 10:30 p.m.

Luego faroleé una media hora más (lavé la loza, me bañe los dientes, miré redes sociales) lo que darían las 11:00 p.m. Fue en ese momento cuando hubo un salto en el tiempo porque cuando me senté a escribir ya eran las 11:40.

Con razón que la frase preferida de muchas personas es “no tengo tiempo”, pues ¿cómo lo van a tener si de la nada se desaparecen grandes porciones de ese intangible?

Algo bueno de esos 40 minutos que se esfumaron de mi vida, es que me dieron tema sobre el cual escribir, porque antes de sentarme me estaba haciendo la misma pregunta de siempre: “¿Y sobre qué carajos voy a escribir?”.

Y ya eso es lo que les quería contar. Este último párrafo es de relleno, y solo tiene la función de completar mi cuota mínima de palabras por post que son 300, hasta aquí van 278. Solo me faltan 22, ahora solo 18.

¿Qué por qué 300 palabras? Creo que fui algo que lei en el memoir On writing de Stephen King, más o menos ponía ese ejemplo, decía algo como: “imagine que escribe 300 palabras al día durante todo un mes, al final habrá escrito 9000 y si lo hace todo el año serían 108.000, lo equivalente a una novela bien larga.

Esto, claro está, no es una novela sino un blog en el que escribo cualquier cosa, pero otra de las fantasías que tengo es que una editorial me contacta y me propone volver almojábana un libro.

Ya llevó 385 palabras, mejor me detengo aquí.

jueves, 20 de octubre de 2022

Irse adentro

Le he fallado a Almojábana estos días. La culpa la tiene Inktober. Este año me propuse no hacer dibujos tan detallados y que quedaran como quedaran, pero cuando me embarco en uno y veo que va bien, que no he mandado a la porra las proporciones, me parece un sacrilegio terminarlo a la carrera, así que cuido cada trazo como si mi vida dependiera de ello.

Pero no importa, me gusta mucho el nivel de concentración que alcanzo cuando dibujo, podría decir que es como si meditara, pero mejor dejémoslo en lo otro, me aburre tanto misticismo que carga la gente hoy en día.

Pero tengo claro que dibujar me centra, o más bien me resetea. Si mi cabeza está patinando en pensamientos negativos, esa actividad los evapora de inmediato.

Me gustaría no ser tan empírico y tener conceptos avanzados de anatomía, pues cada vez que dibujo, me sorprende la armonía de las proporciones del cuerpo humano.

Si lo hago medianamente bien, mucho se lo debo a mi madre, pues cuando era pequeño pequeño  llegaba con una hoja Xerox en blanco a la cocina y y le preguntaba: “¿Qué dibujo?”. Entonces ella escaneaba la cocina con su mirada a toda velocidad y nombraba cualquier objeto a la vista, y yo lo dibujaba fuera lo que fuera: una fruta, un objeto, a ella, etc.

Dibujar es irse bien adentro, es lograr algo de silencio en medio de tanto ruido. Es desacelerar, pues funciona para bajarle las revoluciones a un ritmo de vida moderno que no da tregua alguna

Todos deberíamos hacerle caso a lo que dijo Kurt Voggenut en un discurso de una graduación:

“Practica cualquier arte: música, canto, baile, actuación, pintura, dibujo, escultura, poesía, ficción, ensayos, reportajes, sin importar que tan bien o mal lo hagas y no por el dinero o la fama, sino para experimentar “llegar a ser”. Para encontrar qué hay dentro de ti; para hacer que tu alma crezca”.