viernes, 11 de agosto de 2023

Disfrutar la vida

Llevo días sin escribir acá. Ayer terminé un cuento que, creo me quedó bien, pero ¿cómo saberlo? Uno es muy narciso con lo que escribe. A lo que me refiero es que quedo contenido, es decir, no quedan cabos sueltos; se narra algo concreto y se concluye. Muchas veces ese es un problema al escribir cuentos;  sin querer, terminan por hacer parte de una historia más grande que incluso el autor desconoce, en fin.

Aparte de que, al parecer, a ese cuento le dediqué mis fuerzas escriturísticas de estos días, cogí una gripa, o más bien ella me cogió a mí. No tenía ganas de hacer nada. Más allá de estornudos, congestión nasal y un leve dolor de cabeza, el síntoma más grave que tuve fue el desgano.

Solo hasta hoy me siento de nuevo funcional. Aprovecho mis energías para embarcarme en la tarea de empacar cosas en cajas para un trasteo que ya no tiene reversa alguna. La mayoría de cosas que me encuentro podrían considerarse basura.

Doy con una libreta, quién sabe de qué año es, y me encuentro con algo que escribí que titulé Disfrutar la vida. Lo pongo en cursiva porque en ese momento debía ser otro. Dice así:

El cuarto está casi en completa penumbra. Las luces están apagadas y una cortina roja, pesada, como de terciopelo, bloquea la entrada de los rayos de sol. Me atrevo a decir que afuera, en la calle, es casi seguro que la ciudad vibra con miles de personas en movimiento, yendo de un lado al otro. Realizan compras, toman copas de licor, se ven con amigos, ríen y llevan gafas de sol. Personas que, se podría pensar, si saben disfrutar la vida.

¿Qué es disfrutar la vida? Quizás eso: Hacer mil cosas en el menor tiempo posible para sentirse vivo. Pero disfrutar la vida no puede ser un absoluto. También puede significar estar quietos. Tumbarse en una cama y dedicarse al fino arte de mirar pal techo. Hacer nada. Cerrar los ojos e irse bien adentro sin abandonar la vigilia.

El aire acondicionado emite un murmullo constante. Imagino que se debe al proceso en el que el aire entra húmedo y caliente al aparato y este lo expulsa frío. O quizás no. A veces siento que no sé nada.

Podría buscar en internet cómo funciona un aparato de esos, pero se me ocurre pensar que disfrutar la vida también consiste en estar equivocados y caer en el error; en siempre dudar de lo que creemos saber y poner todo en tela de juicio.

jueves, 3 de agosto de 2023

Despertar

Siempre he pensado que el acto de despertar es extraño. Que la transición del sueño a la vigilia es violenta. Aterra un poco pensar de qué forma habrá cambiado el mundo, y con él nuestras vidas, durante el tiempo que permanecimos dormidos, ¿acaso no?

Creo que la icónica frase de Joan Didion se pude parafrasear de la siguiente manera:

La vida cambia rápido. La vida cambia en un instante. Te despiertas, y la vida que conoces se acaba.

La alarma del celular suena. Estiro un brazo para pulsar uno de sus botones para que se calle y lo meto debajo de las cobijas. Dejo una mano sobre él, porque a los cinco minutos va a volver a sonar y odio la melodía de la alarma. Que maldito invento ese de las alarmas, y que lástima que debo acudir a ellas, pues no hago parte de esos iluminados que se despiertan todos los días a la misma hora.

No quiero abrir los ojos. Doy media vuelta y pienso: pues si me quedo dormido, me quedo dormino, ¡Qué carajos!, pero el sueño ya se esfumó.

La única opción que me queda es eso que llamamos Hacer pereza, que pensamos sirve para descansar más, pero solo hace más tortuoso el tránsito hacia la vigilia.

Suena la alarma de nuevo y la calló. Lo considero como una pequeña victoria contra todas las alarmas del mundo. Por fin decido abrir los ojos y saco el celular de debajo de las cobijas.

Tengo varios mensajes de chats , y me acuerdo del partido que jugaron las colombianas, ¿Cuánto habrá quedado? Busco el resultado y veo que Marruecos ganó por un gol. Seguro las colombianas jugaron más relajadas y no le metieron tanto la ficha.

La vida, al parecer, no había cambiado mucho, pero me faltaba revisar los mensajes. Ahí está el baldado de agua fría.

Reviso unos chats que no dicen nada, esos grupos que dan ganas de responder “Dejen dormir”, hasta que llego al que me sacude.

Me enteró de que F. murió a las 4 de la mañana a causa de una trombosis.

La ´última vez que la vi, 4 meses atrás, fui a su apartamento y me dio tinto con una torta de ahuyama que parecía de zanahoria. Ella misma había hecho y le había quedado riquísima. F. cocinaba como los dioses.

Caigo en un espiral de preguntas: ¿Por qué?, ¿De qué trata este circo? ¿qué sentido tiene?, pero es inútil hacérselas. Ante esas inquietudes, lo mejor es responderse, como leí hace poco: “porqueriza, portaviones, portafolio, pordiosero, porque sí.”

Bien lo dijo Rosa Montero en la Ridícula idea de no volver a verte: “Sólo en los nacimientos y en las muertes se sale uno del tiempo; la Tierra detiene su rotación y las trivialidades en las que malgastamos las horas caen sobre el suelo como polvo de purpurina”.

miércoles, 2 de agosto de 2023

Hoy vengo a escribir lo que sea

O lo que salga, que viene a ser lo mismo.

Otra vez heme aquí, sentado enfrente de mi portátil, sin la más mínima chispa de un de tema en la cabeza. La verdad es que tengo pocas ganas de escribir, pero es precisamente en esos casos en los que hay que aporrear las teclas a ver qué sale. Como leí alguna vez: If you Wait for inspiration to write, you’re not a writer but a waiter. Ahora me vengo a enterar de que la frase también funcionaría en español, ya que waiter, se podría traducir como esperador, y la RAE, con sus viejitos de barbas largas y túnicas que besan el piso cuando caminan, la define escuetamente de la siguiente forma: Que espera.

Se habrá podido dar cuenta, estimado lector, que acudo a esa zona segura del free writing, método que pretende captar la mayor cantidad de pensamientos que a uno se le crucen por la cabeza. Solo un decir, porque no creo que se pueda poner por escrito todo lo que se piensa en un momento determinado.

Además, me pregunto que tan free será, porque en el momento en que uno piensa: Ok, voy a escribir de forma libre, de cierta manera está haciendo que el proceso de escritura sea consciente. No sé si me entiendan, a lo mejor lo que dije no tiene ni pies ni cabeza, pero no importa. Solo quería escribir algo, las mismas 300 palabras que intento escribir para Almojábana cada vez que me siento a hacerlo.

De pronto esa es la razón por la que me gustan tanto los diarios de los escritores, porque de cierta forma son ejercicios de escritura libre, en el sentido en que los escritores no están pensando en contar una historia con la estructura de una de novela,, sino solo las percepciones y sensaciones que les dejó un día específico.

Hablando de diarios, me entraron unas ganas repentinas y fuertes de volver a leer uno de los volúmenes de Anaïs Nin que por un artículo que leí de Maria Popova. Sus diarios, creo, son uno de los mejores que se pueden encontrar. Si no me creen a mí, créanle a Julio Ramón Ribeyro, que los menciona en su Tentación del Fracaso.


martes, 1 de agosto de 2023

A un lector no lo capan dos veces

Camino de forma distraída por los pasillos de una librería. Hojeo libros sin prestarles mucha atención porque tengo como propósito no gastar plata.

Intento averiguar de qué forma están ordenado los libros en los estantes, si por orden alfabético, por editorial o alguna otra manera, pero no logro dar con ella. Parece que están organizados por géneros o regiones. Por ejemplo, hay una que lleva el título de Literatura Colombiana y los libros están ahí, arrumados como sea.

En medio de mi andar mis ojos captan Que nadie duerma, un libro de Juan José Millás, mi escritor favorito. Ya no me preocupo en preguntar por sus libros, pues los tengo casi todos.

Pero esta vez me encuentro con dos que no había visto nunca: La ciudad y Viva el silencio. Ambos son compendios de mini relatos, que más que libros parecen cartillas Si me los encontré sin querer significa que los debo comprar, pienso, intento justificar de alguna manera una compra que no tenía prevista.

Los tomo, los vuelvo a poner en el estante, los agarro de nuevo, leo otra vez la contraportada, saco la billetera para mirar cuánto dinero tengo, y al final saco fuerza de voluntad de quién sabe dónde, los vuelvo a dejar en su sitio y abandono la librería.

Por la noche no dejo de pensar si perdí la oportunidad de comprar dos libros únicos de Millás que no había visto nunca y me doy palo mental por no haberlos llevado.

Al siguiente día sigo en las mismas. No me aguanto las ganas, vuelvo a la librería y voy directo al lugar donde los había visto. No los encuentro por ningún lado. ¿Si ve? Ya se los llevo otra persona que no dejó escapar la oportunidad, pienso. Miro con recelo a los demás compradores, pues puede ser que uno de ellos esté a punto de comprarlos.

Le pregunto a un librero y tampoco los encuentra. Le digo los nombres, los busca en el sistema y aún aparecen.

Cuando ya estoy a punto de darme por vencido, el hombre dice: “¡Mírelos, aquí están!” y me pasa los dos libros. De ahí salgo directo para la caja.

A un lector no lo capan dos veces

lunes, 31 de julio de 2023

Circo

Se aproxima un trasteo. Traté de dilatar el asunto lo más que pude, no pensar en él, pero ya llegó esa fecha en la que sí o sí debo comenzar a empacar cosas.

Ahora caigo en cuenta de que los trasteos consisten más en botar o regalar cosas que en empacarlas. Uno se va llenando de objetos que después de un tiempo, luego de la euforia de la compra, se convierten en chucherías.

Comienzo por revisar precisamente un mueble repleto de ellas. Hay de todo: papeles muy viejos , libros, fotos, comics y revistas, entre otros objetos.

Veo una foto que me tomé con María Margarita en un viaje que realicé en el 2002 ¿qué será de su vida? Me atrevo a decir que nos gustábamos. De mi parte estaba claro que era así, de la de ella creo que  hubo muchas señales, pero me falto concretar, hacer el pase gol, si ustedes me entienden. Salimos un par de veces y luego nuestra comunicación se diluyó. Tiempo después pensé mucho en ella y me propuse contactarla de nuevo, pero había borrado todos sus perfiles de redes sociales y el teléfono que me había dado ya no funcionaba. Prácticamente se evaporo.

También hay una revista de Rock, una Circus. En la portada lleva una foto de Kurt Cobain y el texto que la acompaña dice: "Dentro de la vida turbulenta de kurt Cobain de Nirvana."

La palabra Circus me hace recordar un poema de Bukowski:

We're all going to die, all of us, what a circus!
 That alone should make us love each other but it doesn't. 
We are terrorized and flattened by trivialities, we are eaten up by nothing.

Ojalá fuera tan preciso con las palabras como él, pero no soy poeta. Esto me lleva a pensar sobre la recomendación de leer más poesía que alguna vez le escuché a Margarita García Robayo. Una idea que me repito desde esa ocasión, pero continúo leyendo novela de forma desaforada, en fin.

El punto, si es que hay alguno en todo este circo de la vida, es que las 24 horas diarias no alcanzan para hacer todo lo que uno quisiera. Tal vez solo deberíamos concentrarnos en lo que nos gusta hacer y ya está, igual,  ya nos aviso Bukowski que algún día, quién sabe cuál, vamos a morir.

sábado, 29 de julio de 2023

Sombrío

Así está mi ánimo hacia el mediodía, con poca luz.

¿La Solución? Leer. No significa que sea la única, pero a mí me funciona como remedio para esa sensación de hastío.

¿Y qué leer? Hace poco terminé un libro de no ficción. Necesito consumir ficción. Rosa Montero dice que es indispensable incorporarla en nuestra rutinas para que no se atrofie la imaginación.

Entonces llega ese momento de escoger mi próxima lectura, procedimiento para el cual no aplico ningún método, sino que es pura cuestión de feeling. Se me viene a la cabeza Alejandro Zambra, pues tengo No leer, pero es un elogio a la lectura y, como ya dije, quiero cambiar a la ficción; además hace un tiempo comencé a leer El amor de mi vida de Montero que, de cierta forma, es similar al de Zambra.

Recuerdo un archivo en pdf que redescubrí en estos días, una selección de Articuentos de Millás titulados Identidad e identidades. Es un documento de 48 páginas. Quién sabe de dónde y cuándo lo descargue. Lo más probable es que hagan parta de los Articuentos Completos, pero para no dilatar más la escogencia de una lectura, pienso que es un texto en el que puedo escampar, por lo menos por hoy, hasta que me decida por una nueva novela.

Lo cargo en el Kindle y el aparato me dice que su tiempo de lectura es de 45 minutos. Está perfecto, pienso. Nada mejor para mi estado de ánimo que Millás, su humor y su escritura que se pasea entre el territorio que comparten la realidad y la ficción.

Salgo a la calle y comienzo a caminar sin un rumbo definido. Como leí hace poco, echarse a andar es un acto liberador que sirve para despejar la cabeza. En medio de mi caminata llego a un cruce y puedo torcer a la izquierda para ir a un mercado o especie de feria o seguir derecho hasta llegar al café de una librería.

Me decido por la segunda opción, pues pienso que estar rodeado de libros me hará bien. Llego al lugar hojeo varios, me zampo un capuchino y los Articuentos de Millás (el mejor es el de alguien que cae dentro del paréntesis de un texto). 
 
termino la lectura y de salida duro otro buen rato hojeando libros y apuntando los que me llaman la atención en el celular.

Abandono el lugar y ya no hay rastro de esa sensación de aburrimiento que me invadía horas antes.

Ya saben que pueden hacer para los malestares emocionales: echarse a andar, leer o tomar café.

"Avancé seguro de reconocer el camino, pero me extravié en una
 subordinada, y al decidir volver sobre mis pasos rodé a un segundo
 nivel donde no se veía nada. Se trataba de uno de esos paréntesis 
con sótano, un poco laberínticos, en los que cuanto más te acercas 
al final, más te alejas de su sentido."
- Juan José Millás -

martes, 25 de julio de 2023

El hombre del saco azul

Salgo a tomar un café.

De camino al lugar caigo en cuenta de que estoy tranquilo, que en ese preciso instante ningún tema de los que ronda por mi cabeza me angustia. Quizá esa fue la razón que me hizo dar ganas de salir por un  café. Siempre hay que aprovechar esos instantes de relativa calma y sacarles el mayor provecho posible, pues en menos de un segundo la vida se nos puede enredar.

A menos de una cuadra de llegar al lugar al que suelo ir, uno en en que le echan galleta oreo triturada por encima al capuchino, veo que un hombre de saco azul con capucha que camina en dirección contraria.

Tose, intenta tomar aire y tose de nuevo. Nada que una buena aclarada de garganta no pueda solucionar, pienso, pero el hombre sigue tosiendo. Algo no anda bien.

Cuando me lo cruzo caigo en cuenta de qué es lo que le pasa: El hombre llora de forma desconsolada. Por la forma en que lo hace parece que carga toda la tristeza del mundo encima. ¿Qué le habrá pasado?, me pregunto, ¿qué noticia le dieron?

Volteo a mirarlo y sigue llorando sin importarle nada. El único cambio en su andar, es que ahora metió las manos en los bolsillos y agachó su cabeza.

Me gustaría traspasarle un poco de la tranquilidad que tengo en ese momento, decirle algo como todo va a estar bien o cualquier frase vaga para levantarle un poco el ánimo. Incluso invitarlo a tomar un café para que  descargue sus penas a un completo desconocido.

Sigo pensando en qué fue lo que le paso y trato de inventarme cualquier historia para justificar su forma de actuar.

Ojalá que el hombre del saco azul se encuentre mejor en este momento.