jueves, 6 de febrero de 2025

Escribir bien

Escribir es fácil, lo difícil es escribir bien.

No me malinterpreten. Lo que quiero decir es que cualquiera puede darse el título de escritor(a) y no tiene sentido rebatir el argumento. Cada quien dice lo que quiere ser o cree ser, ¿acaso no?

Me encuentro con una publicación de una escritora que cuenta que una editorial pequeña publicó una de sus novelas y no fue del todo una buena experiencia porque los recursos de la editorial eran limitados. Eso se se tradujo en un tiraje pequeño y poca distribución. Además, dice, no recibió apoyo con sus presentaciones y participación en ferias del libro. En otras palabras se tuvo que guerrear la promoción de su novela.

La mujer dice que quiere llevar su escritura al siguiente nivel, (y dele con esa taradez del siguiente nivel, ¿dónde queda esa tierra prometida?) pues cree que sus libros merecen ser publicados por grandes editoriales y no por pequeñas de medio pelo.

Yo estaría feliz de que una editorial pequeña me publicara algo (editoriales pequeñas vengan a mí).  Quizá piense eso porque no he publicado nada en solitario y por eso me parece gran cosa.

El punto, si hay alguno, es que cuando leo comentarios de ese estilo vuelvo a lo que cuenta Millás sobre sus alumnos de escritura creativa en La vida a ratos, su diario novelado:

Si no conquistáis la ingenuidad, tampoco lograréis escribir bien. Mis alumnos por lo general no quieren escribir bien, quieren ser escritores.

Publicar un libro, creo, debe ser un efecto secundario de escribir y, no debe ser el fin último de la escritura, pero ¿qué sé yo?

miércoles, 5 de febrero de 2025

Se me ocurre

Es tarde y tengo sueño asi que se me ocurre contarles lo siguiente:

Casi no escucho podcasts, pero es algo que me gustaría hacer con más frecuencia, pues veo que muchas personas los disfrutan,si no es que tienen uno propio, en fin. Ayer me propuse buscar alguno y recordé Las edades de Millás, un podcast en el que participa el escritor español."

Cuando me metí dentro de las cobijas conecté los audifonos al celular, me los enchufé a las orejas, escogí un episodio a puro feeling, y comencé a escucharlo. El escritor y otro hombre hablaban del alto nivel de luminosidad en las calles de Madrid, si no estoy mal,y decían que es algo que les parece una exageración.

Estaba concentrado en lo que decían, tratando de llegar a una conclusión propia, cuando un sueño milenario se apoderó de mí y me quedé dormido.

Horas más tarde, en la madrugada, algo me despertó. Quiero pensar que lo que ocurrió es que me estaba ahorcando con el cable de los audífonos, pero seguro no fue así. Tarde un momento en cerciorarme qué estaba pasando, si estaba soñando o qué, hasta que fui consciente de la voz del escritor. Me quité los audífonos como mejor pude, y al intentar ponerlos junto al celular en la mesita de noche, se cayeron al piso. Maldije mentalmente mi torpeza, algo como: buena tarado, y al instante volví a caer en un sueño profundo.

Me pregunto si algo de lo que sonó durante el tiempo en el que estuve dormido se me quedó grabado en algún lugar del cerebro. Los mantendré informados.

martes, 4 de febrero de 2025

Hablar desde el más allá

¿Qué pasará después de la muerte? ¿Existe un más allá? ¿Qué tal que simplemente no haya nada, que la muerte marca el final y san se acabó?

Una vez entrevisté a una profesora de biología y me dijo que ella siempre pensaba en la muerte de forma literal, es decir, que la muerte no es más que cuando un organismo deja de funcionar, cuando las células ya no intentan comunicarse con su entorno.

Como le leí a Millás alguna vez, sería algo trágico llegar a comprobar que después de la muerte no hay nada, pues gran parte de la arquitectura narrativa y teológica del cristianismo se vería profundamente afectada.

El tema me llega a la cabeza porque en Animales difíciles, la última novela de Rosa Montero, uno de los personajes muere y utiliza un servicio que se llama Punto Final, una empresa que envía un robot mensajero que entrega un cubo holográfico con un mensaje de la persona que ha muerto, y que lleva esas palabras que la gente que se quiere debería decirse antes de morir. 

Esa, creo es una buena forma de comunicarse desde el más allá. Otra sería utilizar el servicio de la empresa italiana Ricoordami que incrusta códigos QR en las lápidas, y cuando las personas lo escanean, tienen acceso a un archivo digital del difunto.

Hay gente que se empeña en seguir existiendo; yo no le veo mucho sentido a eso. Yo espero llegar—de ser posible—al paraíso, cosa que, la verdad, dudo. Sea como sea, ya estando allá—en un lugar lleno de paz en el que no tengo que preocuparme por nada, o quemándome las pestañas en el infierno—¿para qué carajos quiero establecer contacto con los vivos?

lunes, 3 de febrero de 2025

Opuestos

Leo en un café. Ahí estoy, metiendo mi nariz en el día a día de los personajes de la novela, cuando un hombre saluda a otro que está sentado en la mesa que está a mi derecha. “ ¿Qué mas Pipe?, ¿qué cuenta?.”

El recién llegado luce una barba de varios días, lleva el pelo revuelto, un morral al hombro y tiene las manos en los bolsillos. Sus hombros apuntan al cielo como si sintiera mucho frío.

Pipe, es como su opuesto y está afeitado a ras, lleva traje y corbata y el pelo muy corto, casi rapado. “ ¿Bien o no?, marica”, contesta.

“Todo bien ¿Cómo va el trabajo?”, pregunta el de la barba poblada.

“Bien, ahí vamos. A veces con ganas de mandar todo a la mierda, pero me las aguanto”, “¿Y su emprendimiento cómo va?”

“Pues ahí voy, buscando inversores”.

“Pero bueno, por lo menos no tiene que estar metido en una oficina todo el día”

“No crea, a veces también me dan ganas de mandar todo a la mierda.

Yo finjo que leo, pero pongo atención a la conversación porque el par de amigos habla muy fuerte.

El ejecutivo lo invita a sentarse, pero su amigo le dice que tiene que hacer una vuelta de banco. Pipe se pone de pie y le da un abrazo, fraternal, como si supiera que es la última vez que lo va a ver en la vida.

Antes de seguir leyendo, me pregunto cuál de los dos tomó el camino laboral correcto. Imagino que ninguno, o mejor dicho los dos, porque cada elección, como todas las que se toman, tendrá sus riesgos y sus respectivas dosis de felicidad y tristeza, pero antes de ponerme a filosofar, decido seguir leyendo y me propongo no distraerme con las conversaciones a mi alrededor.

viernes, 31 de enero de 2025

Susto pasajero

Sergio me contó que su madre estuvo hospitalizada por una semana. “Son lugares extraños las clínicas”, me dijo. Por un segundo pensé qué diferencia a un hospital de una clínica. “¿Por qué?”, le pregunté. Me dijo que es un lugar en el que el tiempo adquiere diferentes características, A veces parecía ser elástico, otras grumoso. “No sé si me entiendes”, concluyó. Asentí en muestra de apoyo. Él continuó: “Eso hace que pase más rápido o lento”.

Dijo que en ocasiones llegaba muy temprano, subía a la habitación y el día duraba una eternidad, pero que en otros parecía que las horas se compactaban, como si fueran una sola y la tarde llegaba apenas pisaba la habitación de su madre.

No sé qué cara le puse, seguro fue de extrañeza, pues no entendí muy bien a qué quería hacer referencia. “¿Y tu madre cómo está?”, pregunté, aparentando normalidad. Ya está bien, fue solo un susto pasajero, respondió, se quedó callado un instante, suspiró y siguió hablando.

“Yo creo que eso pasa porque son lugares en los que la muerte se pasea a sus anchas”, dijo mientras yo le daba un sorbo a mi cerveza. La muerte debe ser así. ¿no? como una arena movediza que te pone a reflexionar cuando hace acto de presencia. ¿No crees?

Puse la botella en la mesa y mi cerebro estaba en blanco. Luego le volví a dar otro sorbo para ganar tiempo, a ver qué se me ocurría contestarle. Cuando estaba a punto de hacerlo, Sergio volvió a hablar: “pero bueno, lo importante es que mamá está bien”, levantó su botella y la chocó con la mía en el aire. “Más bien cuéntame lo de Catalina”.

Apuré otro sorbo de la cerveza. Tomé aire y comencé a hablar.

lunes, 27 de enero de 2025

1,2,3,4,5...

A veces no sabes qué viene primero, si la intención o a la acción. Empiezas a contar ¿Tu mente visualiza el número uno o son tus labios los que lo pronuncian primero?. No lo sabes.

1.

Lo dices mentalmente, en voz alta o a manera de susurro. Antes de ir por el siguiente número, haces una pausa y dejas que el momento te habite por completo. De pronto cuentas para calmarte.


Por alguna razón, olvidas el número que le sigue al que acabas de pronunciar. Te angustias un poco, ¿cómo voy a olvidar los números?, pero casi al instante recuerdas la figura curvada del que sigue:

2.

Ahora estás en ese número, podría parecer que lo habitas, pero no te preocupas por estar en el momento presente, ni cuentas para respirar y exhalar profundamente. Solo cuentas. Fue algo que aprendiste cuando eras un niño, cuando la vida era solo juego y eras un sabio a la hora de escapar de la tristeza. Sigues.

3.

Sigues inmerso en la experiencia de contar, y bloqueas todo tipo de distracción o ruido. Sin quererlo te conviertes, por un breve instante, en un maestro zen. Ya no escuchas los carros de la calle, los pitos de los conductores llenos de rabia, nada. Solo aparecen los números, uno detrás de otro, en tu cabeza y luego los vas soltando por la boca.

4.

Llegas a ese número que marca el puesto que no recibe ningún tipo de premiación en una competencia. Piensas en eso, en que no está mal no ocupar los primeros puestos, que el 4 es tan número como los que vienen antes de él.

5.

Llegas al cinco rápido y te das cuenta que contar en medio de su simpleza te regula. Lo sigues haciendo aunque no tengas claro para qué. Sabes que no toda ación debe tener un fin específico.

viernes, 24 de enero de 2025

Las balas silban más cerca

En diario de invierno, el libro en el que rememora episodios de su vida y que tengo en mi radar de lectura, Paul Auster  abre la narración con el siguiente párrafo, que lo deja a uno tambaleándose:

Piensas que nunca te va a pasar, imposible que te suceda a ti, que eres la única persona del mundo a quién jamás ocurrirán esas cosas, y entonces, una por una, empiezan a pasarte todas, igual que le suceden a cualquier otro.


Pienso en eso porque M. nos contó que está enferma y que mínimo va a estar internada un mes en el hospital. La última vez que la vi estaba bien. No la noté enferma, pero está claro que el curso de la vida cambia en un segundo.  Como leí alguna vez, a todos nos toca una porción de ese sufrimiento que el destino va repartiendo de forma aleatoria. No tenemos escapatoria.

No puede ser más cierto lo que dice Auster. Uno va por ahí y, en apariencia, la vida transcurre de forma tranquila,  dando a entender que nada malo  va a pasar, que la muerte es un evento lejano, del futuro, cuando la muerte es puro presente.

No se me ocurre bien qué escribir con la noticia de mi amiga, pero hago el intento porque ayuda a desenredarme. Más bien recuerdo lo que han dicho otros que superan mi capacidad para expresar los sentimientos con palabras. Como Rosa Montero que sentenció lo siguiente en la ridícula idea de no volver a verte:

...Y las trivialidades en las que malgastamos las horas caen sobre el suelo como polvo de purpurina.


Eso, malgastar las horas, da rabia, ¿acaso no? Y es lo que hacemos día a día sin detenernos a pensar nada, mientras, como dijo Millás, las balas cada vez silban más cerca de nosotros.