miércoles, 11 de febrero de 2015

Cabezazo

Siempre me han intrigado los cabezazos.  No me refiero a golpear un balón de fútbol con la cabeza, sino a esos momentos de iluminación, donde se nos ocurren ideas fascinantes, o tenemos esos momentos que, dándonolas de muy gringos, llamamos insights.

 ¿Qué condiciones son necesarias para que ocurran los cabezazos? Sin duda lo primero que tenemos que hacer, es atacar cualquier problema, asunto, momento, circunstancia sin juzgar.  Todo en el mundo funcionaría mejor, si el no juzgar fuera siempre nuestro punto de partida.  Seguramente lo siguiente es atiborrarse de la mayor cantidad posible de información, para  después ponernos el traje de la divergencia y generar ideas como si no fuera a haber un mañana.

Considero que esas dos instancias, podrían ser dos primeros pasos para emprender un proceso creativo; teniendo en cuenta que cada quien maneja la creatividad como le venga en gana o como diría mi papá, "Cada cual se saca los mocos como quiera". El punto es que en algún momento del proceso, debemos dejar la puerta abierta a la incertidumbre, es decir, a no pensar nada en concreto y dejar que la mente deambule por cualquier lado, sentimiento, emoción, etc. 

Hoy vi un documental sobre el fotógrafo Bern Stern.  Stern era  un personaje  único, devoto a las mujeres, con  problemas de drogadicción, etc. Sin embargo, era una especie de Dios cuando tenía una cámara en sus manos para retratar personajes célebres como Marilyn Monroe, por ejemplo, o tomar cualquier tipo de fotografía.

En una ocasión le encargaron una pieza publicitaria para el Vodka Absolut, y llegó un momento donde su mente fue un total desierto.  Apagado creativamente, Stern agarró una copa de Martini le echó agua y salio a caminar a la calle.  Cuando comenzó a mirar los edificios a través del liquido en la copa, se dio cuenta como esta actuaba como un lente que invertía la imagen.

 No recuerdo bien, porque el fotógrafo tuvo el cabezazo de asociar su descubrimiento con una pirámide,  y en ese momento supo que tenía la idea perfecta para la campaña publicitaria del licor.  Pidió entonces que lo llevaran a Egipto para fotografiar una pirámide.  Según el documental, la imagen que consiguió puso a todo Estados Unidos a consumir Vodka.

Creo que la falta de cabezazos como el de Stern, se debe a nuestro afán de querer tener todas las variables de nuestra vida 100% controladas. 

Hoy brindo por Bern Stern.

martes, 10 de febrero de 2015

El Último Suspiro

Al parecer, nuevamente  me está dando un episodio de migraña.  Sólo llevo tres en mi vida, y ocurren, más o menos, cada año y medio.  No son, como para muchos otros que sufren de eso, algo que me tenga tumbado en la cama todo el día, sino más bien un dolor de cabeza constante y aburridor.

Aburridor porque no me gusta sentirme enfermo, frase estúpida la verdad porque sentirse enfermo, estoy seguro, no le gusta a nadie.  El punto es que cuando estoy así mi espíritu hipocondríaco sale a relucir, e imagino que estoy muy enfermo.  Todo ese tema a la vez me hace pensar que lo frágiles que somos y que al siguiente suspiro, sístole, o diástole, de nuestro corazón, podemos morir.  

Aparte de que en cualquier momento puede ocurrirnos cualquier tipo de evento bizarro, por ejemplo, que nos caiga un puente peatonal en la cabeza, últimamente he escuchado el termino asintomático, es decir que podemos llevar una enfermedad, pero simplemente no presentamos ninguno de los síntomas comunes de la misma.

Así paso con la mamá de una amiga de un primo a quien después de un dolor de estomago muy fuerte, le detectaron un tumor un Lunes y murió el Jueves de la misma semana.  O a mi madre, a quien hace poco le dio Neumonía de un momento a otro sin presentar ninguna característica habitual de la enfermedad.

Entonces cuando me siento enfermo, suelo pensar que llevo un virus tremendo en mi cuerpo, y como me gusta la literatura apocalíptica, me imagino como el paciente cero, aquel donde se está incubando el virus que va a acabar con la raza humana.

Afortunadamente mis pensamientos no dejan de ser más que ficciones personales y mi condición de salud siempre mejora.  Sólo espero no tener ninguna deuda personal o con alguien, cuando de verdad tenga que dar el último suspiro.

lunes, 9 de febrero de 2015

Un buen día

Hoy tenía una reunión a las 8:00 de la mañana.  Salí con el tiempo justo para trasladarme al lugar, así que no alcancé a desayunar. Empaque unas galletas y dos sobres de insta cream y salí a ese lugar, en ocasiones inhóspito y  surreal, al que llamamos calle.

No había mucho tráfico, así que llegué casi con 40 minutos de anticipación.  El cuerpo me pedía a gritos el primer tinto del día  ¿Qué hacer? comencé a caminar sobre la amplia acera de la 26, hasta que encontré un Juan Valdez. 

El lugar estaba repleto de ejecutivos con portátiles y otros que hablaban animadamente.  Mientras me dirigía a hacer la fila, vi a una mujer que estaba sentada en la terraza, y tecleaba frenéticamente sobre el teclado de su computador, con el particular sonido que se produce cuando unas uñas largas golpean las teclas.  Imaginé que escribía un mail con furia, pero cuando pase justo detrás de ella, me di cuenta que tenía abierto un documento de word y que escribía un texto el cual llevaba a mitad de página.  Me quede por un instante mirando la pantalla, pero no pude leer nada, entonces seguí de largo.   ¿Qué tal que esa señora estuviera escribiendo un Best Seller?, siempre me gusta imaginarme eso cuando veo a alguien  que teclea con mucha convicción en un café.

En la fila, delante mio, estaba ubicada una ejecutiva con un sastre verde,  medias veladas negras, y una minifalda que dejaba apreciar sus bonitas piernas.  Si hay algo estéticamente bello en este mundo, tiene que ser las piernas de una mujer.  Me entero que su nombre es Mónica, cuando le piden el número de su cédula para registrar los puntos de su compra: una torta de zanahoria con un nectar de mandarina; una combinación, desde mi humilde punto de vista, poco acertada, tanto  para la hora como para los  productos.

Hice mi pedido: un tinto mediano casi a punto de vapor sobrecalentado.  Al caminar hacia la barra ya  no había rastro de Mónica.  Le eché al tinto un sobre de Insta cream, pedí una tapa para el vaso, y comencé a caminar de vuelta al lugar de la reunión.  

En ese momento sonó en mi mp3 la canción Drive de Incubus.  Me gusta mucho, pues tiene unas estrofas y frases muy buenas:

"Sometimes I feel the fear of uncertainty stinging clear,
and I can't help but ask myself how much I'll let the fear
take the wheel and steer

Lately I'm beginning to find that I should be the one behind 
the wheel.  Whatever tomorrow brings, I'll be there with
open arms and open eyes

Would you choose water over wine?
Hold the wheel and drive"

 Además, a manera de agüero personal, siempre he creído que va a ser un buen día si el dios del shuffle me sorprende con una canción que me gusta mucho; Así que, mientras camino voy cantando partes de la canción. Un par de las personas  con las que me cruzo me miran  de forma extrañada.

Llego al sitio de la reunión, y me encuentro con una amiga, justo a la hora que habíamos acordado.  

Fue un buen día.

jueves, 5 de febrero de 2015

Médico de palabras

Me encontré en estos días con una amiga de mis padres.  Su familia, otra y la mía siempre han sido muy cercanas, desde aquellos tiempos en que las tres vivieron en Popayán.  Después del saludo y un par de frases de esa conversación protocolaria en la que la mayoría de veces caemos, me comenzó a preguntar por mi familia, que como estabamos, que si había algo nuevo por contar, etc.  Después de decirle que todo, al parecer, andaba en orden, un silenció incomodo envolvió nuestra conversación.

Supe en ese momento que quería hablarme de algo, pero que necesitaba que yo como interlocutor le sacara cuidadosamente las palabras, no las comunes y corrientes, sino esas que tantas veces se nos clavan adentro, y por las cuales enfermamos al no sacarlas.  

Era claro que no podía decirle algo cómo "Bueno,  ¿Cuál es el misterio? al grano por favor" así que poco a poco enderecé la conversación hacía eso que tanto me quería contar.  Hace una semana su esposo tuvo una complicación cardíaca, y ella y sus hijos se llevaron un susto tremendo.

Me imagino qué muchas veces he dejado escapar muchas oportunidades en las que hubiera podido ser un "médico de palabras", pero mis ansías de figurar en la conversación  las han aniquiliado.  Todos, creo yo, deberíamos preocuparnos más en escuchar mejor a las personas, para saber cuando quieren decir algo que les cuesta y necesitan de nuestra ayuda.  En esta ocasión las palabras y ligera ansiedad de la mujer me ayudaron, pero para actuar, independiente de la situación, no siempre podemos esperar que nos den todas las señales.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Galletas de Chocolate

La comida siempre  me traerá  buenos recuerdos, sobre todo de mis épocas de infancia.  Hasta hace sólo un par de meses, me enteré que en los supermercados Jumbo, en la sección de panadería, venden galletas de chocolate.

Debía tener unos 5 o 6 años, cuando me aficione por completo a las galletas de panadería.  En un principio la que consideraba la mejor de todas, era la clásica galleta tres ojos, usted sabe, esa que viene con tres huecos (ojos) que dejan ver una mermelada roja o verde y que tienen axucar en polvo por encima.  Poco saludables, pero ricas a morir.
 
Después de eso, mi gusto se volcó hacía las galletas de chocolate, tal vez me aburrió tanto dulce que tenían las otras. En esos tiempos solía acompañar a mi mamá a hacer vueltas al supermercado y a los bancos, pero como no había tanto comercio, nos tocaba caminar mucho.

Para mí era toda una aventura.  Recuerdo que siempre bajabamos por una calle que tenía árboles a cada lado, y el piso siempre estaba repleto de hojas secas.  Para mí no no había mejor, ni mayor diversión que pisarlas y escuchar como crujian.  ¿Por qué será qué cuando crecemos perdemos nuestro nivel de asombro antes los eventos sencillos?

Mi premio al final de cada recorrido, eran un par de galletas de chocolate con una pony malta; en ese entonces el café no había irrumpido en mi vida. 

Hoy, cada vez que me  como una galleta de chocolate, pasan por mi mente imágenes de  esas largas y agradables caminatas con mi madre.

martes, 3 de febrero de 2015

Información Secreta

Hoy fue a imprimir un logo en un papel adhesivo.  Cuando llegué, la mujer que estaba atendiendo me dijo "Siga a ese computador y abra el documento".  Me senté, abri mi E-mail y el mail que lo  tenía.  Luego, la mujer tomó el mando del equipo para cuadrar todo lo relacionado con las opciones de impresión.

Cuando me di cuenta que mi impresión ya estaba casi lista, busqué la carpeta de descargas recientes y eliminé el archivo de aqui a la eternidad, es decir, utilicé el comando Shift-Supr para eliminar el documento de forma permanente.  He escuchado un par de historias sobre personas que borran los documentos y alguien los descubre en la papelera de reciclaje y se arman unos escándalos ni los berracos.

Cuando borré el archivo, casi me voy del sitio sin cerrar mi sesión de correo.  He ahí el punto.   ¿Cuántas personas guardan información Secreta en sus cuentas de correo electrónico?  ¿Cuantos somos un Snowden Criollo? yo creo que muy pocos, y aun así, si por alguna razón alguíen X diera con nuestra contraseña no les serviría de a mucho.

Eso me hace acordar de dos cosas.  Hace mucho tiempo, cuando medianamente le apostaba a eso de conocer mujeres por internet, tuve contacto frecuente con una paisa.  Una vez, mi sesión de gmail quedó abierta en una sala de computadores de la universidad, seguramente en el que me senté tenía activada la casilla "No salir de la cuenta".  Cuando llegué a mi casa y entré a mi E-mail, el bobito que se encontro abierta mi sesión respondió alguna de las conversaciones con esta mujer, donde se burlaba de ambos, y nos decía que dejaramos tanta cursilería.

En otra ocasión, cuando comencé a utilizar internet y solo tenía el correo de hotmail, me di cuenta que una mujer, Carla (me parece algo exótico ese nombre, cómo "Reciban con un gran aplauso a Carla, La vedette", tal vez por eso lo recuerdo), mientras ingresaba a su correo dijo la clave en voz alta como si estuviera repasando un dictado.  La memoricé, ingresé un par de veces a su correo, pero al final dicha actividad me aburrió, no había nada que me interesara, pues no cruzaba más que el saludo con ella; la vieja iba en octavo semestre mientras que yo era primíparo.

No sé porque le tenemos tanto miedo a dejar el mail abierto o a que alguien por cualquier motivo llegue a leerlo.  La verdad, todos los asuntos  de mi vida que considero información secreta, los llevo en mi cabeza.  De igual forma si no fuera así, y estuvieran esparcidos en un par de mails, no pasaría mayor cosa, pues no son nada del otro mundo.

"If we insist on being secretive we’ll end up looking as though we had something to hide."
- Andrés Neuman, Traveler of the Century - 

lunes, 2 de febrero de 2015

Información Tatuada

Ojalá pudieramos borrar información que no nos deja actuar tranquilamente, y que en vez de hacernos ligeros nos pesa y confunde nuestros pasos.  Me refiero a esos paradigmas que todos tenemos que no permiten que evaluemos los eventos desde diferentes puntos de vista.

A mí me gusta ver el programa  Ink Master, porque los tatuadores que participan dibujan muy bien.  En una de las temporadas, uno de los participantes, era un tipo que no tenía ningún tatuaje en su cuerpo.

A los jueces esto les parecía inconcebible.   ¿Por qué un tatuador tiene que tener el cuerpo repleto de tatiajes, acaso el número de tatuajes es proporcional a la calidad de su trabajo? La verdad no lo creo.

El punto es que tenemos tatuada en nuestro cerebero mucha información que entra sin ningún tipo de filtro, y no somos capaces de aceptar que cada quien funciona de forma diferente y tiene su propio tumbao' sin importar el ambiente en el que se desenvuelva.

Si no podemos borrar la información que tenemos tatuada en el cerebro, por lo menos deberíamos comenzar a  cuestionarla.