jueves, 31 de marzo de 2016

Las virtudes de lo desagradable

En estos días no he tenido muy claro que es lo que voy a escribir, algo más bien desagradable. Varias ideas flotan en mi cabeza, pero las tengo destinadas para unos artículos específicos y no las quiero comenzar a tallar; no me gusta hacer eso, es decir, manosear una misma idea en más de dos escritos.

Siempre he creído que la verdadera importancia de la escritura radica en conectar ideas, hecho que sobrepasa totalmente la buena ortografía y la puntuación; para eso existen los editores y correctores de estilo, pero somos felices ensañándonos en corregir a los que escriben "ay" en vez de "ahí" y esas cosas. Siempre nos fascinará convertirnos en los maestros de la tilde y la coma para señalar los errores de los demás.

Conexiones Forzadas es unna técnica creativa para generar ideas y, a grandes rasgos, consiste en relacionar un tema con características de elementos escogidos aleatoriamente. Juan José Millás es brillante haciendo eso y otro escritor que también me parece muy bueno en ese aspecto es Juan Esteban Constaín, que nunca define previamente el tema de sus columnas, sino que este surge únicamente cuando se sienta a escribirlas.

Me gustaría que mi cabeza trabajara más a punta de conexiones forzadas, una manera de salirse de la caja, que buscando certezas. 

Otro escritor que parece nutrirse con frecuencia del mundo de las conexiones forzadas es Malcom Gladwell. Hoy di con un link que me llevo a una de sus charlas del The New Yorker festival, titulada "Las virtudes de lo desagradable". Gladwell comienza la charla diciendo "Me di cuenta que el programa dice que voy a discutir las virtudes de lo desagradable, no lo voy a hacer. Es una tradición mía para estos festivales que aquello que  hablo nunca tiene nada que ver con lo que dije que iba a hablar." 

Gladwell luego argumenta que le piden definir el título de su charla varios meses atrás y que eso es como si le hubieran preguntado que iba a comer esa mañana, algo imposible de saber. También para el resulta divertido diseñar títulos que sugieran charlas interesantes.  

Cierra la introducción de su charla con las siguientes palabras: "Realmente no sé cuales son las virtudes de lo desagradable, pero cuando las descubra estaré más que feliz de poder compartirlas, en un próximo año, con ustedes ".  Sobra decir que yo tampoco las conozco.

miércoles, 30 de marzo de 2016

Dulce

Con un vaso de capuccino en mis manos, busco una mesa , veo una, pero las mesas de ambos lados se encuentran ocupadas y no quiero tener a nadie cerca para no distraerme con sus conversaciones.  Paso de largo pero finalmente no encuentro otro sitio y me devuelvo a la primera mesa que vi.

A mi derecha se encuentra un hombre trabajando en un computador.  Por su vestimenta, lo defino como nerd, que vaina uno siempre juzgando a las personas, luego pienso que podría ser el próximo Mark Zuckerberg,  Cuando uno se las suele dar mucho, llega la vida y le da tres cachetadas. probando que el bobo es uno.   

Saco unas fotocopias y me pongo a leer, me concentro hasta que dos viejos, vestidos con trajes grises y corbata, sentados en la mesa a mi izquierda comienzan a hablar fuerte; uno, al parecer el lider de la conversación, le dice al otro en un tono burlesco y malicioso:

"Es que ahí es que tenemos que ponerles el dulce, para que lleguen como hormigas"

Al terminar la frase soltó un pequeña carcajada.  Su amigo lo escuchaba sin decir nada, tal vez toda la estrategia del dulce le pareció, como a mí,un chancuco (excelente palabra esta).  Antes de irse el hombre le mostró un papel a su compañero y le dijo: "es que mire, el logo de ellos es como una hormiga, tenemos que ponerles el dulce, tenemos que ponerles el dulce" y otra vez se hecho a reír.

Espero, en lo que me queda de vida, no tener que ver en lo más mínimo con esos ejecutivos de estrategias retorcidas y  dulces.

martes, 29 de marzo de 2016

Camiseta guisa

Hoy jugó Colombia. a mi parecer lo hizo bien, pero yo de fútbol sé más bien poco.  El hecho es que el equipo ganó, lo que permitió para muchos que este martes se haya convertido en un mini-viernes.  Cuando salí  a la calle, vi a varias personas con la camiseta de la selección.  Inmediatamente me acordé de María.

María es una mujer con la que alguna vez trabajé y a la que le aplica perfectamente el término "compañera de trabajo" pues a pesar de que hablábamos y nos tratábamos bien, siempre existió una barrera entre nosotros que impidió convertirnos en amigos. Hay personas que simplemente no entran en el terreno de la amistad ni a bala.

En ese entonces, en un día de trabajo, jugó la selección y María estaba muy indignada.  En el almuerzo nos explicó por qué. Ella, en su mundo, no puede concebir  que existan mujeres que se pongan falda, tacón y que rematen su vestimenta con la camiseta de la selección Colombia.  "Muchas viejas tan guisas" fue lo que dijo.

A mí siempre me gustó entrar en polémica con ella, y apenas dijo eso le pregunté que por qué lo afirmaba. No me acuerdo que me respondió, pero tenía que ver algo con su concepto de moda, fashion y verse bien o arreglada.

Nunca he sido muy fan de la moda, y escasamente me preocupo por mi ropa.  Recuerdo que cuando era pequeño y llegaba del colegio en la tarde, me cambiaba de ropa para  salir a jugar con un amigo.  Mis pintas favoritas eran unas bermudas de colores chillones, y unos sacos estampados.  Ahora me parece una ropa súper chistosa pero para mi, en ese entonces, era la vestimenta más  cool que podía existir.

A la larga todo se reduce, como en casi todos los temas,  al intransferible punto de vista de cada persona, en este caso de las mujeres que utilizan la camiseta de la selección con sastre.  A ellas les puede parecer completamente normal vestirse de esa manera, y mejor aún si les vale huevo hacerlo y lo que piensen las demás personas.

Creo que la crítica a la "camiseta guisa" y otras actitudes de María,  fueron  conductas que evitaron que me convirtiera en su amigo. 

lunes, 28 de marzo de 2016

Consentir

El fin de semana, mientras cumplía con mi ritual de leer y tomarme un capuccino, en la mesa de al lado se sentó una pareja con el hijo de aproximadamente 8 años.  Al él le fue muy mal en todo el desayuno porque pidió un te helado y se lo hecho encima dos veces, al parecer su vaso estaba a rebosar.  El papá lo trato de una manera rabona, y la segunda vez que le ocurrió eso al niño le gritó en un muy mal tono:  "¿Ves? ¡eres un bebé!, ¡eres un bebe!", que en medio de todo esa una frase sin sentido, pues es obvio que un bebe no puede levantar un vaso de vidrio, lleno de algún líquido, por sí solo, en fin.

El hombre casi no hablaba con su esposa, más bien parecía estar pendiente de la próxima embarrada de su hijo, para lanzarle un regaño en forma de grito, afortunadamente el niño no volvió a regar el te, o fácilmente se habría ganado una cachetada.

Cuando el ánimo en la mesa se calmó, la mujer, que tenía las uñas pintadas de rosado, le dirigió la palabra al hombre: "Es que a mí si no me gusta que me toquen o me consientan, que pereza eso" dijo. " ¿Por qué no? le pregunto el hombre.  "Pues una cosa es que a uno le den un abrazo y eso, pero que cualquier persona se pongan a consentirlo a uno si es muy molesto".  El niño seguía la conversación pero no entendía nada, después de que su madre o la novia del papa termino de hablar, comenzó a preguntar  "¿por qué?" como loco.

Una ves en la universidad una conocida actuaba de esa forma conmigo, y apenas comenzaba la tocadera yo me escabullía, hasta que un día me dijo "a ti te molesta que te toquen,  ¿cierto? No recuerdo que palabras utilicé para responderle, pero le deje claro que estaba en lo cierto.

Estoy de acuerdo con la mujer del desayuno, a mí también me da pereza que me consientan o toquen porque sí; lo que pasa es que usualmente a uno no lo consiente la persona que uno quisiera, sino esas por las que uno no tiene ni el más mínimo interés. 


viernes, 25 de marzo de 2016

El siempre mundo cambiante y el mismo miedo

Hoy, mientras saltaba de una página de internet a otra mis pensamientos hacían lo mismo. De repente llegó a mí cabeza, quién sabe por qué, la frase "ever changing world". Tecleé esas palabras en google, con la seguridad que me iba a encontrar con una letra de Guns and Roses.  Había olvidado por completo que hace parte de la canción Live and Let Die de McCartney.

Información sobre el cambio y cómo adaptarse a este (de seguro ya existen artículos tipo: 7 cosas que debes hacer para enfrentar el cambio, 31 lugares que debes visitar antes de morir para cambiar o cualquier chorrada por el estilo) ya sobra. Lo  raro es  ¿por qué todavía nos asusta tanto si es una constante diaria en nuestras vidas?

You can rescue someone from danger, but not from change and death; 
the soldier who survives the battle becomes someone else, something else, 
somewhere else.
- Rebecca Solnit -

Tal vez la respuesta es que siempre tendremos miedo, sin importar quienes seamos o como estemos. Es probable entonces que personajes tan altamente venerados hoy en día como Richard Branson, o Zuckerberg lo tengan;  menos que nosotros tal vez, por ejemplo, no tienen ningún problema con la variable dinero en sus respectivas ecuaciones de vida, pero quien sabe que tema, con el que no se sienten a gusto, les machaca la cabeza.

  "En toda verdad humana siempre hay algo de angustioso, de afligido,
 nosotros somos, y no me estoy refiriendo simplemente a la fragilidad de
 la vida, una pequeña y trémula llama que en todo momento amenaza 
con apagarse, y tenemos miedo, sobre todo tenemos miedo."
- José Saramago -

jueves, 24 de marzo de 2016

3 - 2

Ayer acompañe a mi hermano al estadio.  Él es hincha de Santa Fe, pero uno parco, es decir, de esos que sienten un gran cariño y siempre acompañan al equipo pero sin mucha bulla.  Yo en cambio soy un hincha pésimo, de esos que le importa muy poco si su equipo gana o no.  Se preguntará usted, estimado lector  "¿Y cuál es su equipo?" se supone que soy hincha del América, pues cuando tenía unos cinco años vi jugar a ese gran equipo de Falcioni, Battaglia, Cabañas y Gareca, toda una tromba, y por eso decidí serlo.

Hacía mucho que no iba al estadio y me gustó.  El ambiente de alegría  que se siente, el nerviosismo de los hinchas, que parece invadir el aire,  las cornetas, la rivalidad, mientras sea sana, entre barras; conforman un ambiente agradable. 

 Atrás de nosotros había un grupo de costeños y tuvimos que aguantarnos múltiples "Cara de mondá" y otros insultos más subidos de tono.  No sé porque el Colombiano le tiene tanta fe a las palabras "hijueputa" y "malparido".  Si yo fuera de esos que se la pasan gritando insultos a los jugadores en el estadio, me la pasaría diciendo "Bobo hijueputa", no hay combinación de palabras más ofensiva que esa. 

A diferencia de los demás espectadores, yo miraba el partido simplemente con el ánimo de,pasar un rato agradable.  Cómo mi padre y hermano son hinchas del Santa Fe, le guardo cierto cariño a ese equipo.

En medio del partido, le pregunté a mí hermano cómo se había hecho hincha del equipo.  Me contó que fue algo  que le transmitió mi papá.  Tenía 8 años la primera vez que fue al estadio, y como en ese entonces no vivían en Bogotá, en un viaje a la ciudad mi padre aprovecho para llevarlo al  estadio.

Mi hermano se acuerda del primer gol que anotó Santa Fe de penalty, y también que de la emoción al celebrarlo; casí se le escapa de los brazos a mi papá que lo tenía alzado. Ese día Santa Fe perdió 2-1.

Ayer fue divertido ver la emoción de mi hermano y los demás hinchas del equipo que se abrazaban de felicidad cuando su equipo marcaba goles.

El partido quedó 3-2 a favor de Santa Fe.  Los goles de Seijas estuvieron buenos.

miércoles, 23 de marzo de 2016

Maleducado y aburrido

Eso es lo que muchos taxistas deben pensar sobre mí, porque siempre trato de evitar conversar con ellos.  No porque los temas que propongan sean aburridores o por que no les pueda sostener una conversación, sino porque siempre que viajo en taxi, me gusta ponerme a echar globos y rumiar temas que tengo pendientes en mí cabeza.

El otro día me subí a uno y apenas me senté, el conductor comenzó a hablarme, no me acuerdo cuál era el tema, pero combatí su conversación con la táctica del monosílabo.  El taxista la adopto  como si nada,  y mis respuestas cortas parecían inyectarle más ánimo a su discurso.

En un semáforo al taxista se le acabaron las palabras, y en ese momento implementé la fase dos de mi plan: Audífonos a las orejas y mirada perdida en el horizonte; evitar el contacto visual es primordial en estas ocasiones. 

Luego de eso, en el trayecto, el taxista me preguntó algo, me quite un audífono para preguntarle " ¿Cómo perdón? me repitió la pregunta, se la conteste y retorné a mi estado de mutismo.  Creo que mi comportamiento en los taxis se debe a que considero la experiencia como un momento íntimo.