viernes, 27 de mayo de 2016

Señalar con el dedo

Una mujer rubia llega al restaurante con su esposo y su hijo, un monito de unos 5 años, gracioso y completamente despelucado.  Me llama la atención él y su mamá, que lleva muy poco maquillaje, un saco negro largo y tiene la nariz respingada 

Apenas se sientan el hijo empieza a deambular, completamente disperso, por el restaurante.  Quién sabe que historias se está contando.  Cuando por fin se sienta en la mesa señala a una persona.  "No señales así" le dice la mamá.

Señalar con el dedo se podría considerar una frase redundante  ¿Con qué otra parte del cuerpo va a señalar uno algo? existirán aquellos que opinen que es posible señalar con la boca,  pero para señalar a algo o alguien , no hay forma más fácil de hacerlo que con el dedo.

No sé a quien carajos se le ocurrió inventarse eso de que señalar con el dedo es mala educación.  Esa afirmación es uno de esos bits de información que se nos quedan grabados en la cabeza desde pequeños.

Lo malo es que de pronto  sin darnos cuenta, le hacemos caso a esa consigna en diferentes escenarios en nuestras vidas, y dejamos de señalar eso que nos hace sentir mal: personas, puntos de vista, etc. para no ser maleducados, lo que nos lleva a actuar de manera hipócrita.

Finalmente el monito dejo de señalar a la persona con el dedo, se fue a una mesa desocupada, tomó un vaso que habían dejado otros comensales y sorbió su liquido. La mamá lo regaño y le dijo que no fuera cochino que quién sabe que bacterias podía tener ese pitillo.


jueves, 26 de mayo de 2016

La mosca

Me gustan aquellos escritores que tienen la capacidad de escribir textos maravillosos a partir fde cualquier evento cotidiano.  Esto tal vez puede sonar redundante, porque todos los escritores deberían estar en capacidad de hacer eso, pero es que hay algunos que tienen una facilidad impresionante para conectar ideas por más lejanas u opuestas que parezcan.

Siempre que pienso sobre este tema, imagino que algún día en el que esté escribiendo, una mosca va a pasar volando enfrente o mio, o mejor, va a reposar en la pantalla, quizás en busca de  calor, o, de pronto, con la intención de soplarme el texto.

Ese día voy a escribir un texto maravilloso sobre la mosca, tal vez sobre esa mosca en particular o sobre su especie.  Recuerdo que cuando era pequeño veía moscas a menudo, de esas que se ensañan con el vidrio de una ventana y producen ese ruido tan particularmente fastidioso.  Ahora ya no veo moscas,  ¿Alguien sabrá qué pasó con ellas?

La escasez de moscas, sumado al evento particular de encontrarme con una cuando este escribiendo, es lo que ha frenado la producción de ese texto maravilloso, digno de ganarse el nobel de textos, si existiera tal premio,  que en algún lugar de mi cerebro se encuentra.  

Ese día, cuando eso ocurra, todas las ideas de mi cabeza se van a conectar como por arte de magia y no solo voy a escribir un texto maravilloso, de paso voy entender en que consiste la vida y su contraparte.  Mientras tanto, aquí les dejo esto.

miércoles, 25 de mayo de 2016

"No se ponga rabón que no es mi culpa"

Escuché esa frase esta noche cuando venía caminando a mi casa.  Una señora con un uniforme azul de peluquería hablaba por su celular y justo cuando pase a su lado la pronunció.

Andres Ospina, define "rabón" en su libro, el Bogotálogo, como: 
1. ". Individuo mezquino y dado a proceder de manera incorrecta."
2. " Poseído por la ira o el deseo de venganza."

Ambas definiciones  van de la mano, es decir,  una complementa a la otra. El individuo que experimenta la definición No. 1, al ser desdichado o infeliz tiende a actuar  de la manera que expone la No. 2

Lo que le dijo la señora a la persona con la que conversaba es muy cierto y algo que nos hace falta entender.  En muchas ocasiones que nos ponemos  o estamos rabones la culpa la tiene nuestra paranoia.

Sin embargo, existirán ocasiones en que si seamos los causantes de estados de raboneidad en otras personas.  Independiente de eso, lo esencial sería que uno le diga a los demás cómo y por qué son los causantes de tal estado. 


lunes, 23 de mayo de 2016

Las lágrimas de Ana Ximena

Casi todas las sillas de la sala del consultorio están llenas. El turno de atención que me toca es el número 64. Trato de asociarlo con algo a ver si corresponde a una de esas señales de las que tanto habla la gente, pero no se me viene nada a la cabeza.   

Me siento en una silla y volteo a ver rápidamente hacia la derecha a una mujer que tiene la cara muy congestionada.  Tiene la nariz muy roja, pienso que posiblemente es la paciente 0 de un virus que va a acabar con la humanidad, buena, y preciso me siento a su lado, pienso.  Mi paranoia me hace creer que voy a ser el paciente 1. 

Saco un libro y mientras lo leo, la mujer que va a acabar con la humanidad marca un número en su celular y comienza a hablar con alguien; al parecer, un hombre. Caigo en cuenta que la mujer no tiene ningún virus o gripa rara, sino que está llorando, un llanto de esos que parece no tener consuelo.  "No sé, Tengo mucha angustia", le dice a la persona al otro lado de la línea.

Al rato una enfermera menciona su nombre en voz alta "Ana Ximena, siga por favor" y ella pasa al cubículo #1 dónde le van a sacar sangre.  ¿Habrá sido ese el único motivo de su angustia?

viernes, 20 de mayo de 2016

Madrugar

Dicen que tener un ritual de escritura muy temprano en la mañana es muy recomendable porque es un momento donde las ideas fluyen mejor.  

Cuando Murakami está, como él dice, en modo novela, se levanta a las 4 de la mañana y trabaja unas 5 horas seguidas.  En la tarde trota y a veces también nada.  Luego lee, escucha música  y se acuesta a las 9 de la noche.

A Ray BradBury no le preocupaban los horarios, y se sentaba a escribir cuando esa necesidad lo apremiaba, pero desafortunadamente pocos, como él, sienten tales impulsos desde los 12 años.

Alguien una vez me contó que el escritor japonés Oe Kenzaburo se encierra en un cuarto completamente oscuro, prende una grabadora y comienza a hablar sus novelas.  Luego se sienta y las transcribe.

Capote, que empezó a escribir desde los 8 años,  al parecer  necesitaba otro tipos de estímulos o ambientes y podía escribir sus obras en moteles, por ejemplo.

Queda claro que no todos los escritores no cumplen con un ritual riguroso de escritura por las mañanas, independiente de si es un horario en el que se es más creativo.  Hace pocos días vi una imagen que mostraba a un muñeco en una cama durmiendo y a otro levantado que hacia ejercicio.  Debajo del primero decía: "Personas no exitosas" y del segundo "Personas exitosas".

Me parece trasnochado ese cuento de que las personas exitosas únicamente son aquellas que se levantan muy temprano.  Sin entrar a tocar el subjetivo concepto de lo que es el éxito,  continúo sin entender por qué todo en la vida tiene que ser Blanco o Negro. 

No podemos contar, más aun en estos tiempos no predecibles, con una fórmula que nos asegure el "éxito".  Cada quien mirará como le funciona andar por la vida, si madrugando o levantándose al medio día.

jueves, 19 de mayo de 2016

Confusión

Ayer mientras caminaba, llego a mi cabeza la frase "Confussion is my middle name" de la canción Funky Monks.  Confusión es un nombre que perfectamente le podría aplicar a cualquier persona, pues el caos del mundo y las angustias de nuestro día a día cada vez nos empujan más hacia ese territorio.

Siempre queremos mostrarnos como si lo tuviéramos todo bajo control, como si nuestra vida fuera una película o serie de televisión llena de pajaritos y florecitas, repleta de puros eventos afortunados y en la cual somos completamente felices;  una vida sin tachones o errores.

Estar confundidos, no tener ni la más mínima idea de qué hacer o cuál es el paso a seguir no tiene nada de malo.  De hecho en esas nos la pasamos sino que somos muy buenos al momento de disimular e improvisar.

A veces, cuando la confusión se establece como segundo nombre,  quedarnos quietos es lo mejor que podemos hacer, aunque sea una acción totalmente castigada por el mundo eficiente y productivo en el que vivimos inmersos  .   Quedarnos quietos, sin sobreanalizar la situación; solo observarla, experimentarla y ya.  A todos nos hace falta dominar el arte de hacer nada y aprender a abrazar a la confusión.

miércoles, 18 de mayo de 2016

Mejor cortos

Me agrada cuando los capítulos de una novela son cortos.  Nunca me ha gustado dejar un capítulo a medias o parar la lectura en un punto aparte, que da paso a un cambio en el punto de vista o que precede una transición, por ejemplo.  

Me gusta mucho leer por la noche porque el ruido de la ciudad se apaga un poco.  No tengo inconveniente alguno cuando los capítulos son cortos y tengo sueño, pues se que este no me va a ganar antes de sentir el golpe del libro en la cara.

Laura, una amiga que tiene la manía de mirar cuál es la última palabra de una novela antes de comenzar a leerla, fue quien me recomendó leer a Roberto Bolaño.  Decidí enfrentármele a 2666, una de las novelas que más trabajo me ha costado leer,  precisamente por el largo de sus capítulos.

La novela consta de 5 partes.  La primera tiene 196 páginas y no tiene numerales, y las otras una cantidad similar o mayor.  Recuerdo que cada vez que volvía a agarrarla, me tocaba leer un par de páginas atrás para volver a meterme en la historia.

Cuando hablé con Laura ella me dijo que se había leído Los Detectives Salvajes; no sé, de pronto  para leer la obra de algunos autores de culto, como Bolaño, es necesario hacerlo en cierto orden, y yo arranqué por la que no era.