miércoles, 8 de junio de 2016

Liquidación

En otro lugar, plano astral (¿qué carajos es eso?) o dimensión paralela me llamo Jose María Rodríguez Suarez.  Ahora que me entero de ese nombre, me pregunto si en esa otra existencia no tuve problemas de identidad cuando era pequeño, es decir, no cabe duda que Jose, nombre masculino seguido de María, femenino, puede confundir.  

De igual manera queda claro, que vivimos en una sociedad que todavía le vive prestando mucha atención a los géneros.  Virginia Woolf decía que dentro de cada uno residen las naturalezas de ambos sexos, y que aquellas mentes que saben explotar esa ventaja son las más creativas. Siendo así espero que mi otro yo hiciera las paces, desde pequeño, con su nombre compuesto, o bien con su lado femenino.

Como le venía contando, estimado lector, me vengo a enterar, gracias a un mail que me llegó  que, en otro lugar de los confines de este universo soy Jose María.  Parece ser que las direcciones E-mails de nuestros doppelgängers están conectadas con la nuestra de forma misteriosa.

El E-mail lo envía una tal Analista Miriam, en el cuál hacen referencia a la liquidación:


"Estimado (a):

RODRIGUEZ SUAREZ JOSE MARIA

Le informamos que su documentación fue recibida satisfactoriamente y de forma correcta.

Su carta de liquidación anticipada definitiva estará disponible en un plazo de dos días hábiles.

Usted puede seguir el proceso de su carta de liquidación con el siguiente número de ticket: 0100159960

¡Saludos Cordiales!"

No sé si Jose Habrá recibido el mail o no y en qué situación se encuentra, es decir si necesita deseperadamente el dinero de su (mi) liquidación o no.  Me gustaría hacerle seguimiento al proceso con el número de ticket que me proporcionan, pero no sé a que página web ingresar o a donde llamar; lo hice al 113 pero la mujer que me contestó no tenía ni idea del asunto, a pesar de que le leí el E-mail al pie de la letra.

De ser una señal, compraré el baloto en estos días con con alguna combinación de los números que aparecen en el ticket.  Espero ganármelo y ver de que forma puedo ayudar a mi otro yo.

martes, 7 de junio de 2016

Contar ovejas

Son las 2 de la mañana y Catalina no puede dormir.  Lleva más de una hora dando vueltas en su cama y ahora a su falta de sueño, se le suma un exceso de calor.  ¿Por qué carajos no puedo dormirme? piensa. Al parecer no tiene estrés o algún problema que la aqueje en estos momentos, pero como no sabemos como funciona realmente la cabeza, dar una afirmación certera sobre eso resulta imposible.

De repente se acuerda de aquel mito urbano de contar ovejas,   ¿Quién se habrá inventado eso?  ¿Por qué deben ser ovejas y no vacas, leones o dinosaurios? además  ¿por qué deben saltar una cerca? no sería más fácil contarlas dentro de un establo?

Justo cuando su mente comenzaba a divagar y extenderse, en direcciones inimaginables, en el tema de las ovejas , se concentró para hacer el intento de contar algunas. Sus ovejas eran normales.  Según ella, tenían un exceso de lana; eran  saludables y rechonchas.  Cada vez que pasaban volando sobre la cerca imaginaría de color azul, volteaban a mirarla y parecían sonreir al saber que todavía había personas que les dedicaban pensamientos y decidían moverlas de un lado a otro.

El ejercicio de las ovejas en cambo de darle sueño la despertó aun más,  ¿Hacía que lugar se dirigían esas ovejas que saltaban la cerca tan alegremente?  ¿por que querían escapar?  ¿Por qué se aventuraban hacía un territorio del cuál no sabían absolutamente nada? 

Catalina sintió simpatía hacia sus ovejas, pues compartía con ellas algo íntimo.  Ella, en muchas ocasiones, sentía que iba saltando de un lado a otro solo porque sí. Era como si alguien que quisiera dormir pensará en Catalinas  y las pusiera a saltar cercas de un territorio hacia otro, sin el consentimiento de estas.

Al rato, ya sin las ovejas en su cabeza y sin saber que fue lo último que pensó antes de que ocurriera, se quedó dormida.

lunes, 6 de junio de 2016

Lo Obvio

Una vez me vi un pedazo de una película sobre la segunda guerra mundial. En ella, una familia ocupaba un apartamento  que estaba un poco en ruinas.  Un día en que salen a buscar comida, llega una patrulla de soldados alemanes a requisar el lugar.

Cuando entran comienzan a revolcar todo en busca de plata o cualquier objeto de valor.  Al final no encuentran nada y se van del lugar.  Por la noche, cuando la familia vuelve al apartamento, el padre levanta una hoja de periódico que está sobre la mesa de la cocina, y debajo de esta encuentra un fajo de billetes.  Los toma y junto a su familia abandona el lugar al darse cuenta que ya no es seguro.

Es posible que lo más obvio, sea la mejor salida que tenemos a muchas de esas situaciones que nos dan vueltas en la cabeza.  Lo que ocurre es que en estos tiempos de creatividad, innovación, start ups, y otro montón de cosas de las que debemos estar al tanto si o si, nos empujan a buscar ideas tipo Seteve Jobs, es decir, cabezazos increíbles que solo nos traerán fama, fortuna y reconocimiento.

Tal vez lo mejor es dejar tanta moda de lado y apostarle, mientras no traicionemos nuestros principios,  a lo obvio.

sábado, 4 de junio de 2016

122, 123, 124...

Una familia compuesta por papá mamá e hijo llega a la mesa de un restaurante.  El padre lleva una camiseta a cuadros, de colores azul rojo y blanco; su hijo está vestido con el uniforme de la selección Colombia, y la mamá lleva puesto un suéter blanco con líneas azules horizontales.

Apenas se sientan el niño, que debe tener unos 8 años, comienza a contar: 122, 123, 124... mientras el padre le dedica toda la atención a su celular; tiene unas cejas pobladas que ayudan a dar la impresión de que anda de mal genio.  La mirada de la mamá , que tiene los brazos cruzados y que en vez de estar sentada parece desgonzada en la silla, sólo expresa aburrimiento. 

Cuando les traen las bebidas la mujer, con un par de movimientos ágiles, le quita el envoltorio al pitillo y lo introduce en la limonada, quizá pensando "Quiero largarme de este lugar" o incluso "Quiero tener otra vida".

El niño por fin dejó de contar números; ahora habla pero cada palabra que pronuncia parece no tener ninguna relación con la anterior.   Es él único que lo hace, los padres no se miran, ni dicen nada. Es una familia, pero por alguna razón están desconectados, como si les fastidiara compartir tiempo juntos.  Es como si cada uno llevará en sus cabezas un conteo diferente. 

viernes, 3 de junio de 2016

Punto

. Título la entrada "Punto" y escribo el signo de puntuación iniciando esta frase, porque quedan 18 minutos para saltar de un día a otro y no quiero que la entrada quede con la fecha de mañana; así que apenas escribí el título y el punto, valga la redundancia, guardé la entrada, la etiqueté como Cosa Nº 862, y le di publicar.  Un pequeño acto que bien podría considerarse como uno de rebeldía contra el sistema, por lo menos el de la plataforma Blogger.

Bien habría podido titular la entrada 18 minutos, y escribir  algo en ese lapso de tiempo y encaminar el escrito hacia eso, pero fue algo que hice ese día que quedaban 21 minutos, no para la media noche sino para las 10:00 pm (ahora me doy cuenta que escribí 39 y no 9 cuando mencioné la hora en ese post, lo que me recuerda ese otro escrito que tengo pendiente sobre  horas de 30 minutos, lo que daría paso a un día de 48 horas, ¿seríamos más productivos en tal caso?, en fin, de ser así, las 39 aplicarían perfectamente). 

El punto a la larga no existe, es un fin que siempre continua, o más bien un "no fin".  Tan sólo basta analizar que después de cualquier punto podemos continuar narrando lo que sea.  Entonces el punto viene a ser como un planeta más en ese multiverso, que se extiende hasta donde la imaginación no nos llega, en el que se encuentra la tierra.

Decir adiós o despedirse, es algo similar a un punto, pero siempre permitirá que los que se separan sigan narrando historias diferentes, que se cruzarán en el futuro.

miércoles, 1 de junio de 2016

El libro rojo

Llego a mi casa después de un largo día. Entro a mi cuarto y descargo mis cosas, me quito los zapatos y me tumbo en la cama por unos 10 minutos.  Pocos momentos superan llegar a la casa después de un largo día de trabajo.

Me paro y justo cuando voy a salir, veo en la biblioteca un libro de tapa roja que nunca había visto .  Me acerco y leo el título, "La historia de tu vida".  Imagino que es una especie de biografía, aunque no entiendo por qué el título no está en primera persona.

Voy a la cocina y me preparo un sándwich. Me sirvo una ginger con hielo y rodajas de limón, un pequeño placer perfecto para terminar el día.  Agarro una bandeja y llevo la comida al cuarto y, entre mordisco y mordisco, cambio los canales del televisor frenéticamente, en busca de una imagen que me llame la atención.

Volteo a mirar hacia la biblioteca, el libro rojo sigue ahí, no sé como llego a mí biblioteca. Finalmente decido agarrarlo y comienzo a hojearlo. En el índice veo que está mi nombre, y cada capítulo lleva como título un episodio impotante de mi vida.  

Me voy al número 1. que se llama "Nacimiento" la voz que narra, por su ternura, parece la de mi madre.  En la segunda página cuenta esa historia que tanto me gusta sobre el trino de los pájaros el día en que yo nací.  Salto a un capítulo que  se llama Amable recordatorio; está en primera persona, como si yo lo hubiera escrito, y narra, a modo de crónica, todos los eventos del día de mi accidente y de mi posterior recuperación. 

Me entusiasmo, nuevamente me devuelvo al indice y deslizo mi dedo hasta el último capítulo, el título es casi obvio: "Muerte".  Cierro el libro, y decido ir a lavarme los dientes.  De vuelta en el cuarto, me rindo ante la intriga y leo la primera línea de ese último capítulo: "Esa mañana Juan Manuel desayuno café.  "Que cosa más obvia", pienso, quien sea que haya escrito ese libro, está falto de imaginación.

martes, 31 de mayo de 2016

Aborto textual

El año pasado comencé a escribir  algo para una mujer que me gustaba.  Finalmente el texto nunca vio la luz, es decir, yo fui el único que lo leí y nunca lo terminé.  Un par de meses después de haberlo escrito lo volví a leer y me pareció que estaba lleno de clichés, vainas cursis y lugares comunes, así que lo destiné a la papelera de reciclaje; en otras palabras lo maté en medio de su gestación.

¿Qué pasará con esas palabras que queríamos que otros escucharan, pero que finalmente nunca entregamos, bien sea de forma oral o escrita?  Esta es una pregunta que parece no tener respuesta, pues resulta imposible saber si esas palabras, ya olvidadas, iban a tener la fuerza suficiente para cambiar el curso de los acontecimientos.

En ocasiones no pasa nada con matar las palabras,  otras veces, por decencia o hipocresía, lo hacemos para no meternos en problemas y luego  el remordimiento nos taladra la cabeza una y otra vez.

Tal ves lo mejor es dejar reposar las palabras, no matarlas, sino más bien  retenerlas, darles vueltas, editarlas, borrarlas, tacharlas, cambiarlas, buscarles el sinónimo, adjetivo o tiempo verbal adecuado y  volverlas a escribir o hablar.