miércoles, 28 de septiembre de 2016

Des-salarse

De pequeño, en los almuerzos familiares, a veces veía como un tío agarraba el salero, se echaba algo de sal sobre una de sus palmas y la arrojaba por encima de uno de sus hombros. 
Él tampoco permitía que alguien le entregara el salero en la mano, sino que la persona que se lo iba a pasar debía ponerlo sobre la mesa, para  él después agarrarlo. Era como si mi tío nos considerara a todos unos bultos de mala suerte.  Siempre me pareció una  conducta extraña, pero nunca pregunté, ya no recuerdo si por pereza, pena o simplemente porque una vez ocurría eso me ponía a pensar en otra cosa. 

Con el paso del tiempo, me enteré que esa particular conducta tiene que ver con la suerte. Dicen, los conocedores o expertos en el tema, que lanzar sal por encima del hombro izquierdo evita la mala suerte; también que es una forma de cegar al diablo y los malos espíritus. Imposible que, de existir, uno pueda domar al diablo con semejante pendejada.

Yo no creo en nada de esas cosas, y  la suerte, buena o mala, es un  evento completamente aleatorio, que ocurre, aunque suene poco creíble, porque si. Las cosas buenas o malas le  pueden ocurrir a cualquiera y es un desgaste innecesario sobreanalizarlas, pues salarnos o des-salarnos son estados ajenos a nuestra(s) conducta(s).

martes, 27 de septiembre de 2016

Alzheimer en gotero

Hace un rato me senté a escribir tranquilo.  Pensaba que no iba a tener ningún problema con el tema del post pues recordaba haber anotado tres ideas en mi libreta. 

Revisé la última hoja en la que he hecho anotaciones y si, ahí estaban las tres ideas, pero no me acordaba que ya había escrito sobre ellas. Fue ahí que llegó la palabra Alzheimer a mí cabeza.  La definición que da google es aterradora:

"Enfermedad mental progresiva que se caracteriza por una degeneración de las células nerviosas del cerebro y una disminución de la masa cerebral; las manifestaciones básicas son la pérdida de memoria, la desorientación temporal y espacial y el deterioro intelectual y personal."

"Progresiva" me suena a un tren a toda marcha  sin frenos, es decir, una catástrofe, y las imágenes que crea mi mente con  "degeneración" no son agradables.  Por otro lado "masa cerebral", me lleva a pensar en un accidente de tránsito, donde los sesos de una persona quedan desparramados (excelente palabra esta)  en el asfalto."Deterioro" sella la fatalidad de la definición.

Aparte de su definición, la enfermedad, en si, es mucho más trágica. Es muy duro ver a una persona que antes gozaba de todas sus facultades mentales  completamente disminuida.  Por eso el Alzheimer no debería ser tan despiadado y la vida debería administrarlo con gotero, es decir, que a uno, eventualmente y desde que nace, se le vayan olvidando las cosas; como a mi que se me olvido que ya había utilizado las tres ideas en otros escritos;  así, de pronto,  esa enfermedad nos jodería menos cuando lleguemos a viejos.

lunes, 26 de septiembre de 2016

Tinto mediano

Hago fila en un Juan Valdez.  Agarro, como de costumbre, una de las facturas que  dejan en la barra.  Quiero ver que pidió la persona que la dejó ahí.  La tira de papel solo muestra el producto: Tinto Md 215ml, pero no lleva ningún nombre.  Estoy seguro que es un dato que siempre sale en la factura. 

Luego de hacer el pedido, el cajero me pregunta el mio.  "Juan" le digo y me responde "es solo para cargarle los puntos después, porque no hay línea en el sistema",  ¿Línea, acaso es un banco?  Esa es la razón por la que la factura que recogí no tiene nombre.  "Bueno" le respondo. El cajero está a la defensiva, quién sabe que gesto hice cuando  me pregunto el nombre.

Imagino que la ex-dueña de la factura es Paula, e intento imaginar por qué compro un tinto mediano a las 4:58:40.  Resulta difícil pensar  que esa sencilla actividad encierra una historia de amor, crimen, comedia, prácticamente lo que sea.

En ese momento pienso que podría escribir el guión de una serie que comienza con esa escena

Exterior - Acera -
Suena una trompeta de Jazz melancolica, la imagen comienza en un punto negro y a medida que se aleja de la cámara se refleja la silueta de Paula.  Lleva guantes rojos, gabardina y botas de color negro 

Interior - Café -
"Bienvenida ,  ¿cuál es su pedido el día de hoy?"
"Un tinto mediano, muy cargado, por favor."
Paula se quita los guantes y aprieta su puño derecho con mucha fuerza. Entrega el dinero al cajero

 "Tinto mediano" sería el título del primer capítulo. De pronto me animo a escribirla. 

viernes, 23 de septiembre de 2016

Hapke

Quiero escribir algo sobre Herwin Hapke, un biologo que se dedico por cuatro décadas  a hacer figuritas de animales en papel, con las que iba decorando su casa, que ahora es un museo, minuciosamente.  Debo entonces buscar artículos sobre ese señor, leer algunos en su totalidad y mirar con que tema, de los que se cruzan por mi cabeza, asociarlo.

Escribir un perfil, nota, artículo, crónica, ensayo, etc.  sobre Hapke es lo de menos, es decir el personaje a la larga no importa.  A Gay Talese, por ejemplo, le gusta enfocarse en los perdedores, aquellos personajes a los que nadie les pone atención.  Como vivimos vanagloriando el triunfo y todo lo que se le pueda asociar a este: éxito, felicidad, etc. nunca vamos a ser conscientes de las maravillosas historias que cargan esas personas que se encuentran en ese extremo en el que nadie desea estar.

Sin querer decir que es un perdedor, un término, por donde se le mire, muy ambiguo, podría hacerle una pequeña entrevista a Luis, por ejemplo, mi meteorologo de cabecera y portero de mi edificio. Siempre he creído que hay mucha sabiduría detrás de sus predicciones sobre el tiempo y su quijada con barba rala, que a veces le da un aspecto de trasnoche.


El punto es que las historias no dependen del personaje, y ni siquiera de quien las cuenta.  bien lo dijo Terry Pratchett:

"Las personas piensan que las historias son moldeadas por las 
personas, y es al revés.  Las historias existen independientes de sus involucrados.
 Si sabes eso, el conocimiento es poder"

jueves, 22 de septiembre de 2016

Avance y retroceda

Eucardo fue un profesor de física que tuve en el colegio.  Aparte de las notas de exámenes y tareas, en su clase también había una nota de "puesto", es decir, el puesto donde uno quedara ubicado al final del bimestre correspondía a una nota. Comenzaba con 10 en el pupitre ubicado al lado del escritorio del profesor y a cada puesto de para atrás se le bajaba una décima.

En medio de la clase, Eucardo, preguntaba algo, cualquier cosa, relacionada o no con la materia, y la persona que respondiera bien avanzaba 5 puestos y la que lo hacía mal retrocedía. A veces llevaba dulces para premiar a aquellos que contestaban bien.  

El intentaba que su clase fuera divertida pero en verdad era angustiante.  Primero uno siempre debía tener claro en que puesto había quedado en la anterior clase y,  a veces, generaba cierta ansiedad no tener ni idea de alguna respuesta y no contestar nada.  Los primeros 5 puestos del 10 al 9,5 siempre estaban ocupados por las lumbreras del salón, el primero casi siempre por Harold,  uno de esos personajes que existen en todos los salones de clase que nunca sacan una nota mala y cualquier tema, por más nuevo o difícil que sea, lo dominan como si nada.

Todo empeoraba cuando uno comenzaba a llegar a esos puestos que rondaban el 6.0, pues de ahí para atrás significaba perder ese porcentaje de nota que siempre ayudaba a contrarrestar los otros.

Siempre preferí las clases de Ariel, profesor de geografía y sociales, que las tensionantes clases de Eucardo y su sistemita barato de "Avance" y "retroceda".

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Manzanas en la ducha

Después de una cena, Newton y otras personas salieron a un jardín a tomar té, bajo la sombra de unos manzanos. Sentado y en modo contemplativo, vio como caía una manzana al piso. 

Ese incidente fue el que lo llevó a pensar en toda la teoría de la gravitación. Sin duda alguna Newton tenía una mente brillante. No cualquiera puede generar toda una teoría, a raíz de un evento tan cotidiano, pero lo que más me llama la atención del relato es el estado de presencia que experimentó.

Hoy en día, lograr contemplar el mundo, de manera tranquila y sin ningún estímulo del medio: aparatos electrónicos,otras personas, etc. resulta casi imposible. Uno de los pocos lugares, en donde podemos experimentar un momento de soledad que nos permite rumiar tranquilamente un pensamiento detrás de otro, es  en la ducha. 

Actividades como esa que nos hacen sentir relajados, incrementan los niveles de dopamina, hormona que se relaciona directamente con la creatividad.

Ese momento de divergencia en la ducha, tiene aspectos buenos y malos. A veces parece que cada gota es una manzana que golpea la cabeza, sin embargo, puede convertirse en un proceso poco amigable con el medio ambiente, pues las ideas que llegan se analizan demasiado, lo que significa un mayor consumo de agua. 

Lo importante es aceptarlas o descartarlas rápidamente, repetirlas mentalmente varias veces para que no se pierdan en las profundidades de la cabeza y, justo después de salir del baño, anotarlas en una libreta, teléfono, computador, pedazo de papel, el vidrio empañado o donde sea.

A veces también logro un estado similar mientras desayuno, pero eso hace que se me haga tarde, y más si coincide con un día de manzanas en la ducha.

martes, 20 de septiembre de 2016

Ella

Compro un café y me siento a tomármelo en la silla de un parque.  Son casi las 6 de la tarde y me encuentro en un sector concurrido con muchos edificios de oficinas.  Observo a la gente que pasa delante mio y trato de imaginarme cómo son sus vidas, para dónde van,  qué hacen o a qué se dedican.  

Fijo la mirada en la entrada de un edificio con puertas automáticas. Muchas personas salen de él como despedidas a presión, parece que quieren huir de ese lugar.  Intento llevar, con mi pie derecho, el ritmo del bombo de la canción que en ese momento me regala el dios del shuffle en mi mp3.

En ese momento sale ella y, a diferencia del resto, se queda quieta  en el andén por unos segundos. Escanea el lugar con la mirada.  Creo, o pienso más bien, que se llama Mariana, un nombre que me gusta mucho.  Nuestras miradas se cruzan y voy a su encuentro. 

La abrazo y le doy un beso "hola Mi amor, ¿cómo te fue hoy?". "Bien" me responde, luego de haberla tomado por sorpresa. Le ofrezco mi brazo para que se agarre de gancho, "vamos Mariana". Parece que si es su nombre, a veces la vida nos regala ese tipo de coincidencias dignas de la ficción.

Comenzamos a caminar, dejo que ella me lleve, pues no sé dónde vivimos. Durante el trayecto al paradero del bus, me cuenta como le fue en su día, que tuvo que hacer y a que reuniones asistió.  Le presto toda la atención posible, pero no digo nada; mientras tanto pienso en nuestro hogar,  ¿qué nos espera?  ¿vivimos en una casa, o en un apartamento pequeño?  ¿tenemos que llegar a hacer la comida o la empleada la dejó lista, para calentar, en las ollas?  ¿Tenemos hijos o una mascota a la que tratamos cono uno?

"¿En qué piensas?", "En nada" le respondo con una sonrisa.  Miento, pues casi siempre que nos hacen esa pregunta, pensamos en algo. 

Ya en casa, vemos algo de televisión, comemos y luego Mariana saca una botella de vino tinto. "Mira, te compré tu favorito" me dice.  El único trago que tomo es  cerveza pero callo; ella compró mi vino favorito y no quiero hacerle un desplante.  Nos bebemos la botella rápido.  Al rato se pone cariñosa, y comienza a acariciarme, me excito claro esta, y continuamos nuestra faena en la alcoba.  No tiene televisor, " ¿Qué haremos todas las noches?" me pregunto.

nos desvestimos rápidamente y tenemos sexo desabrido.  Ella y yo tenemos la mente en lugares completamente diferentes que la habitación y el momento.  Nuestra cópula se asemeja más bien a una transacción comercial.  A la larga esa es la base de todas nuestras relaciones, puras transacciones comerciales con las que ganamos diferentes cosas.

A la mañana siguiente me despierta con un beso.  Abro los ojos y la veo completamente arreglada.  "Se te esta haciendo tarde para ir a la oficina tontito" me dice. "Hoy tengo tele-trabajo" le respondo. "bueno, no se te olvide recoger a Damián esta tarde en casa de mis padres".  "Claro, así lo haré"

"Damián, supongo, es nuestro hijo, estoy seguro que no fui yo el que escogió el nombre.  Apenas oigo que cierra la puerta, me visto y me voy  del lugar lo más rápido posible.