viernes, 30 de diciembre de 2016

Tagliaferri

 Se llama Alessandro, Alessandro Tagliaferri y no tengo ni la más mínima idea quién es, pero si sé que  falleció ayer, el periodico lo anuncia.   Lo más probable es que tenga ascendencia italiana.  Me gusta como suena  todo su nombre, que parece una guerra entre vocales y consonantes.

Su aviso funebre está en italiano.  La similitud de ese lenguaje con el español, permite que entienda parte de  lo que dice. Tagliaferri fue alumno y profesor del colegio Italiano. Me lo imagino en una casa de campo sentado en un sillón muy comodo, canoso, con anteojos y fumando pipa, mientras lee un libro.  A su derecha justo al alcance de su mano, reposa una copita de Jerez seco sobre una mesita de madera finamente tallada, que bien podría hacer parte de una de las salas del Louvre.

Tampoco sé en que circunstancias murió, espero que no haya sido de manera trágica, es decir durmiendo, pues ese es el imaginario colectivo, que si la muerte nos agarra en los sueños no es tan terrible.

Supongo que Tagliaferri habrá hecho miles de cosas durante su vida, unas buenas y otras no tanto, pero es seguro que su partida hacia el desconocido destino de la muerte, y más en estas fechas en que la nostalgia pega tan fuerte, tiene devastado a sus familiares y amigos más cercanos.

No puedo llorar a Tagliaferri porque, como ya dije, no lo conocí, igual que no puedo llorar a Carrie Fisher por más princesa Leia que haya sido.

jueves, 29 de diciembre de 2016

Cosa Nº 1000

Hoy escribo la cosa (post) número 1000 de este blog.  Es como si hubiera escrito todo los días durante 2.73 años.  Para que no tenga que hacer ningún tipo de cálculo mental, estimado lector, el 0,73 corresponde a 266 días, en otras palabras es como si hubiera escrito 996 días seguidos.  No sé a donde fueron a parar esos 4 días que hacen falta; quizás en alguno de esos días perdidos se encuentra la idea de una novela que me va a llevar al estrellato, quien sabe, igual no los pienso buscar.

Comencé este blog en Agosto 13 de 2012 con este post.  En ese entonces la meta que me tracé, era escribir todos los días de la semana sobre cualquier cosa, con el fin de convertir la escritura en un hábito  y no esperar a "estar de humor"  para sentarme a teclear.  A los pocos días de haber comenzado, me di cuenta que en los fines de semana quería escribir otras cosas o simplemente  no escribir, así que modifiqué la premisa inicial y decidí escribir en este espacio de Lunes a Viernes.

A veces me salen textos buenos o más bien, que me gustan mucho y en otras ocasiones algunos textos realmente flojos, pero igual los publico sólo por no romper con mis hábitos de escritura y publicación.

La entrada que ha tenido más visitas ha sido esta y la verdad no sé por qué, quien sabe qué carajos buscan buscamos las personas en internet que los nos redirecciona a ese post.  Me gustaría que el post con más visitas fuera más bien este, que fluyo sin mucho esfuerzo, como si alguien me lo estuviera dictando.


Millás, el Maestro entre maestros y una de mis mayores fuentes de inspiración dice: "Lo de ser escritor es un efecto colateral de querer escribir", por eso es que me considero escritor; no porque haya publicado o quiera publicar libros, sino porque me gusta hacerlo.  No sé hasta cuando me alcance la gasolina para seguir escribiendo "cosas" en este blog, pero lo haré mientras pueda.


Quiero darle agradecimientos especiales a mis 5, bueno 4 porque uno de ellos so yo, seguidores Lu, Linab87, Alejandro y Tatrix que, imagino, me leen eventualmente.

Hoy celebraré mi "Cosa Nº 1000" tomándome un capuchino y leyendo algo.

miércoles, 28 de diciembre de 2016

Objetos y señales

La palabra objeto es prima hermana de "cosa", pues  todo, hasta uno mismo puede ser un objeto al igual que una cosa, pero parece más precisa, quizá porque preferimos cargar nuestras frases más con la segunda que la primera. 

Ayer, mi hermana descubrió un alambre que estaba en el piso de mi cuarto y  me lo mostró en la noche.  Quería saber cuando lo había hecho, " ¿cómo así?" le pregunte;  me lo mostró.  El alambre por alguna razón, bien sea una de esas "señales  divinas"  con las que tanto nos gusta fantasear o sólo porque sí, razón que nos cuesta entender, adoptó la forma de una persona sentada que está escribiendo.


Bien podría ser la silueta de alguien comiendo, pero eso es lo terrorífico y a la vez mágico de las "señales", que les atribuimos el significado más romántico que tengamos a la mano.  

Imagino entonces que esa señal en forma de pedazo de alambre desprendido de quien sabe qué, pretende indicarme que no deje de escribir el año que viene. La señal era innecesaria, pero igual le agradezco su aparición.  

El objeto ahora cuelga del laúd de una figura que tengo de Sarasvati, la diosa hindú de la voz y el conocimiento, protectora del arte y a quien se le acredita la invención de la escritura. Imagino que ambos objetos van a entablar una buena amistad.

martes, 27 de diciembre de 2016

Encapotado

El capítulo de un libro, una autobiografia,  se titula "Alicia cae". En él, la autora habla sobre un episodio de su vida y lo relaciona con la caída de Alicia en el agujero del conejo.  El texto está cargado de alegorías bellísimas, pero me cuesta concentrarme.  Le estoy dando vueltas a un tema en mí cabeza, que le hace zancadilla a mi comprensión de lectura. Mi cerebro está encapotado por ideas, algunas inofensivas y otras tan oscuras como las nubes que cubren el cielo.

Cuando caigo en cuenta de eso, me hablo: "Vamos a calmarnos".  Si hay algo que considero una blasfemia en esta vida, es no disfrutar de algún tiempo de lectura".  Después de ese breve monologo mental, retomo la lectura y esta fluye de la manera adecuada o, más bien, experimento presencia, aquel estado en el que nuestro entorno desaparece y hacemos parte del relato, algo similar al término "Estar en la zona", utilizado en psicología; ese estado mental operativo  en el que la persona esta completamente inmersa en la ejecución de una actividad. 

Encapotado es una palabra que, como muchas otras, me llama la atención.  Me gusta como suena y la manera en que, poco a poco, nuestro sistema del habla la va desenvolviendo.  Quizás es un efecto que producen las palabras con varias sílabas, o tal vez sea solo un gusto personal y la palabra me llama la atención por algún motivo difícil de precisar.

Nuestra mente suele estar encapotada con problemas, angustias, dilemas, etc.  A veces lo mejor es observarla callados, y dejar que el aguacero se suelte, pues  ¿qué más da?, dejar que llueva hasta que escampe o dejarse mojar.  A veces resistirse hace más daño.

lunes, 26 de diciembre de 2016

Editar hasta la eternidad

Hace unos días planeé escribir dos textos. Pensé que uno lo iba a hacer por la tarde, pero al final me ocupé y a las 10 de la noche no había escrito nada.

A esa hora y con algo de pereza, decidí arrancar con el otro texto, un artículo para el que había llenado dos hojas con anotaciones y del que ya tenía una página redactada.

Leí lo que había escrito y la introducción,muy floja,  invitaba a abandonar el texto después del primer párrafo. En ese momento supuse que mi plan era muy sencillo: editar lo que había escrito y terminar de escribir el texto con las notas que aun no había chuleado. 

Al final terminé borrando los primeros párrafos, duré un poco más de una hora escribiendo la introducción y  corrigiendo el resto del escrito, que está lejos de ser la versión final.  

Pero, ¿y cómo saber cuál es la versión final de un escrito? Es algo muy difícil, porque probablemente no existe.  Uno se puede quedar editando un texto toda una eternidad y siempre va a parecer que una palabra se puede remplazar por otra más precisa o que un signo de puntuación no va ahí, sino en otro lugar o más bien que simplemente no va.

En cierto momento uno tiene que dejar el texto quieto.  Confiar que los dioses de la lingüística lo acompañaron y teclear el punto final sin remordimiento alguno.

viernes, 23 de diciembre de 2016

Maniquí sin rostro

Estoy en un almacén. Las personas se mueven freneticamente, parecen hormigas a punto de ser exterminadas, que buscan la salvación.  Todos cargan muchas bolsas y van de un lado otro de afán, como si se les estuviera haciendo tarde para algo,  ¿vivir tal vez? no lo sé.  menos mal que no tengo la respuesta para todo, pues eso debe ser una forma de locura.

 Hace un rato pasé por una caja, y un señor le respondía a la cajera: "12 cuotas";   ¿Qué difirió a tantos meses? ni idea.  En ese momento quede sin habla, al pensar como ese mundillo de intereses, cuotas y deudas nos envuelve de manera silenciosa.

Olvido el incidente del hombre luego de unos pasos y me concentro en mi tarea, buscar una camiseta para mi hermano.  Intento caminar rápido mientras esquivo personas y estantes repletos de ropa.  En mis cortos trayectos de un lado a otro, me fijo en los maniquíes, esos seres que apaciblemente vigilan nuestras compras , Digo seres porque, en cierta medida, son similares a nosotros, los humanos. 

 ¿Qué podrían decir los maniquíes acerca de nosotros, si alguien, qué se yo un dios, mago o algo así, les diera la oportunidad de hablar?.  Tal ves todos poseen cualidades increíbles que les permiten mirar por debajo de las personas, es decir, que solo con presenciar nuestros métodos y actitudes de compra, logran entender como somos y cuáles son nuestros más profundos y oscuros deseos.

Estoy seguro que en algún momento, alguien que tuvo un encontronazo mágico con un maniquí que podía hablar,  y este  confrontó a  esa persona a sus miedos, angustias y aberraciones, guardadas en los abismos de su mente.  

Esa persona decidió poner una queja a las empresas que producen maniquíes, exigiéndoles que los crearan básicos, sencillos, que preferimos morir engañados a que alguien nos diga un par de verdades en la cara.  El resultado es algo trágico, una monstruosidad: el maniquí sin rostro.   

Pero pues eso no es nada; el otro día, mientras caminaba por la 53, vi a otro maniquí masacrado.  Lo habían cortado por la mitad, únicamente con el fin de exhibir un pantalón de mujer. Queda la duda  también hacía parte del grupo de maniquíes sin habla.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

¿Uno debe o debería?

El idioma a veces resulta peligroso, de un momento a otro una palabra, un término una frase y su significado nos hacen dudar y enredan nuestra existencia; así ocurre con el verbo deber.

Deber hacer algo es una salida sencilla, es como escoger entre blanco y negro y olvidar, a propósito, los millones de colores que nos ofrece la paleta de la vida. 

Su conjugación “debería”, esa acción hipotética para el presente o el futuro, en cambio, permite cuestionar el estado de los eventos y le apuesta a que el curso de nuestras vidas no sea lineal.

Alguien que tiene muy claro este tema es Elle Luna. En su familia era una tradición estudiar derecho, así que, sin pensarlo, decidió ser abogada. Aplicó a nueve escuelas, pero ninguna la aceptó. Luego se presentó al instituto de arte de Chicago y logró ingresar para estudiar cine. 

Quizás ese fue el punto de quiebre en su vida, el momento en que se dio cuenta del gris camino del “debe” y del dinámico, lleno de atajos, baches y callejones, camino del “debería”. Tomó uno de esos atajos y cambió sus estudios a Storytelling conceptual.

Al graduarse, consiguió trabajo en la prestigiosa empresa de diseño IDEO. Luego de cinco años, el boom de las empresas Startups, la llevó a trabajar para Mailbox, Uber, y por último en la plataforma en línea Medium.

En medio de su frenética carrera, Luna también se dedicaba a pintar, actividad que se convirtió en algo mucho más importante que un simple pasatiempo. Se sentía dividida, repartida entre el mundo de las startups y su gran pasión por la pintura, al final se decidió por la última.

En su Charla de CreativeMornings narra esa transición:

“Todo comenzó con un sueño que se repetía, en el que yo entraba a un cuarto 
con paredes en concreto blancas, relucientes y un colchón en el piso. En el sueño 
me sentaba en el suelo de ese cuarto y me llenaba de paz interior. Un día una
 amiga me pregunto ¿ por qué no buscas el cuarto de tus sueños en la vida real?”

Hasta que lo encontró, con cada uno de los detalles de su sueño. Lo alquiló y la primera noche en él, se sentó para experimentar el estado de paz de su sueño, pero nada ocurrió. 

Comenzó a entrar en pánico, hasta que preguntó en voz alta: “¿Por qué estoy acá? Y el cuarto le respondió “Es hora de pintar”

Ojalá todos pudiéramos tener tan claro nuestro papel en la vida, pero nunca es tarde para hacerle caso a esas inexplicables corazonadas y preguntarnos qué es lo que realmente deberíamos hacer con ella.