martes, 31 de enero de 2017

Saber cosas

Tranquilino García intentó vivir de sus oídos.  Desde pequeño había desarrollado una habilidad excepcional para escuchar sonidos casi imperceptibles.  A veces se asombraba cuando él y un perro eran los únicos que volteaban la cabeza cuando la vibración de algún cuerpo llegaba a sus oídos.

Duro 2 años sin un trabajo estable hasta que un día leyó, en la sección de clasificados del periódico, el aviso de un detective privado que hacía trabajo de seguimiento para estudios de comportamiento.

Ese día algo le hizo clic en su cerebro, en realidad no, pero a veces le gustaba aferrarse a ese tipo de clichés.  "Una de las habilidades principales de un detective privado es saber escuchar", pensó y para eso no existía nadie mejor que él, así que decidió ofrecer su servicio:

¿Quiere saber que es lo que dicen acerca de usted las personas que trata a 
diario? Llámeme.  Tranquilino García, teléfono 9565348752.  
Detective privado experto en escucha

Era un anuncio ambiguo , ni el mismo tenía claro el título que se había dado, pero le gustaba como sonaba eso de "experto en escucha", y pues, a la larga, todos se denominan expertos hoy en día.

Publicó el anuncio y luego de dos semanas, cuando estaba a punto de olvidar el asunto, le entró una llamada a su celular.  Una mujer quería contratar sus servicios.

Ella, Carolina se hacía llamar, atravesaba una situación complicada en la empresa donde trabajaba y quería saber que rumores corrían, en su lugar de trabajo, que la involucraban.

La función de Tranquilino era sencilla.  Carolina debía decirle a quien investigar y Tranquilino debía seguir a esas personas durante el tiempo que considerara prudente; ubicarse a la distancia necesaria de ellos y mirar, escuchar claro está, si la persona mencionaba a la mujer en alguna de sus conversaciones.

Comenzó su primera misión como detective experto en escucha con una lista de 10 personas.  Tranquilino veía su nuevo trabajo como una forma fácil de ganar dinero.  Eso fue lo que pensó en un principio, pero apenas supo detalles íntimos de la vida de Carolina entró en pánico. 

Un  día, en medio de un ataque de paranoia, abanonó la ciudad.  Ahora busca un especialista para reducir su capacidad auditiva.  Esta harto de saber cosas que no le incumben , de enfrentarse a dosis de realidad que, en ocasiones, lo desequilibran.

lunes, 30 de enero de 2017

Turbulencias

El avión se prepara para despegar.  Me gusta sentir la velocidad que alcanza en tierra antes de que se separe del suelo. Es de noche. Prendo la luz de mi silla, saco un libro y comienzo a leer. Lo llevé al viaje, solo de paseo, y no tuve tiempo para continuar con la lectura, así que espero dedicar todo el tiempo del vuelo a eso.

Ya en el aire, el avión se mueve más de lo normal, como si estuviera sobre una vía repleta de baches.  A los 20 minutos de haber despegado, el piloto anuncia que todo el mundo debe tener los cinturones amarrados, pues estamos a punto de entrar a una zona de turbulencias.  Reviso que el mio lo esté y lo ajusto aún más, para no salir volando en caso de que un hueco se abra en el techo o  algún costado del avión.  " ¿Como fueron las instrucciones de la mascarilla de oxigeno?" me pregunto.  Recuerdo que primero toca ponérsela a los niños, miro a mis lados y siento alivio de que ninguno se encuentre en mi fila.

Por la ventana solo se ve oscuridad, me pregunto si el piloto sabe hacia dónde se dirige o en que posición se encuentra el avión.  Una vez leí que, minutos antes de una catástrofe aérea, ninguno de los tripulantes en la cabina sabía si si el avión volaba boca arriba o al contrario. 

Intento concentrarme en la lectura pero no puedo.  No me gusta la sensación de no saber dónde estoy, además el cuento que leo no colabora para distraerme, lo encuentro aburridor,  o de pronto soy yo el que ocupa a mi mente con turbulencias imaginarias que no me permiten sumergirme del todo en la lectura.

El Piloto anuncia algo nuevo, pero solo para la tripulación, dice: "Tripulación , tomar posición de Xhfyh".  ¿Por qué no habló claro?  ¿Sabe su tripulación lo que significa ese comando indescifrable?   Intento recordar el nombre del piloto para mentarle la madre en el momento en que el avión comience a descender en picada,  ¿dónde vamos a caer? ni idea, que incertidumbre tan berraca.

Termino el cuento sonso, y comienzo uno de un hombre que juega bingo con su pareja.  Es entretenido y lo acabo rápido.  El avión ya no se mueve tanto, me pegunto si la tripulación todavía esta en posición Xhfyh. Los visualizo arrodillados con algún objeto de carácter religioso entre sus manos, enviando una plegaria hacia el cielo.

El piloto vuelve a hablar, e indica que el avión está próximo a aterrizar,  ¿qué fue lo qué realmente pasó durante el vuelo?  ¿estuvimos en algún momento en peligro? suficientes turbulencias por hoy.

jueves, 26 de enero de 2017

Nada

 ¿Podríamos, como personas, pretender ser objetos inanimados?. Si fuera posible creería que lo mejor sería ser como las plantas; estar ahí como observadores del mundo, pero sin reaccionar a ninguno de sus acontecimientos.  Esperar pacientemente a que nos caiga el sol y la lluvia para continuar con vida.

En ese estado imagino que no tendríamos tantas angustias porque todo nos resbalaría, pero estaríamos a merced de quien quisiera jodernos la vida, pues no  todos van a querer adquirir esa condición o ser como cualquier otro objeto inerte, qué se yo, una mesita de noche, por ejemplo.  Usted sabe, estimado lector, esas personas  que ya están tan habituadas a ser lo que son y que no hay manera de que cambien.

Uno de nuestros mayores problemas, creo yo, es que somos como un compuesto químico que reacciona con  todo, sin importar si es bueno o malo.  A cada rato bullimos, pues nos hace falta práctica para ser nada.

Bien lo dijo el papá de la narrativa:

Sólo hay una manera de evitar la crítica:
No haga nada, no diga nada y sea nada
- Aristóteles -




miércoles, 25 de enero de 2017

Carmen escribe

Mi nombre es Carmen Cruz y trabajo para un periodico mexicano que se llama "El Día". No sé si alguien va a leer esto, porque es un proyecto de escritura personal que no tiene nada que ver con mi trabajo, algo no del todo cierto porque involucra la escritura. Más bien no me importa si alguien lo lee o no, pues escribo para liberarme. ¿De quién o qué? no estoy segura, pero me agrada pensar que lo hago para eso.

Tal vez algún día publicaré un libro con todos mis reportajes y crónicas. Por el momento voy a compartir la siguiente historia conmigo, la pantalla, una copa de vino rojo y mi gato que descansa placidamente sobre el sofá.



El mundo es un lugar aterrador: guerras, hambruna, líderes políticos, el presidente número 45 de Estados Unidos, que de líder tiene poco, más bien una lista de nunca acabar. Aparte de todos esos factores externos que lo queramos o no nos afectan en cierta medida, usted tiene que lidiar con sus asuntos diarios: pagar la renta, tratar de no ser despedido o mantenerse empleable, comportarse como un ciudadano "normal", si es que eso existe, tener  todo tipo de relaciones con otras personas, etc. A veces parece que todo eso es demasiado y que  la vida simplemente se nos escapa de las manos, ¿no es cierto?



Pero, ¿qué tal si, de vez en cuando, pudiéramos obtener una visión detallada de la vida de otra persona, si fuéramos capaces de poner una lupa sobre alguien más, para así dejar de quejarnos tanto y comenzar a valorar lo que tenemos?


Eso es algo que trato de hacer. Seguir de cerca a una persona, y tratar de poner en palabras su historia-vida,  un par de palabras que considero son sinónimos una de la otra. Todos  somos iguales y las aspectos que creemos nos diferencian: Dinero, estatus, estudios, títulos, etc. son sólo imaginarios colectivos que hemos inventado. Por eso siempre nos podremos relacionar e identificar con aspectos de la vida de cualquier persona, por más que los creamos diferentes.



Suficiente soliloquio por hoy, porque apuesto que usted, al igual que yo, está cansado de las diferentes narrativas que hoy en día pretenden decirle cómo es y debería ser la vida.


martes, 24 de enero de 2017

Festival de bandas

Una vez con un grupo de amigos en la universidad, organicé un Festival de bandas. En un principio la idea era hacer un desconectado pero, si no estoy mal, cuando comenzamos las audiciones sólo  un grupo se presentó bajo ese formato, por lo que decidimos cambiar el enfoque del evento y dejar que las bandas tocaran como quisieran.

Cuando hicimos el cambio muchas más bandas se inscribieron y comencé a audicionarlas todos los sábados junto a dos músicos, que elaboraron un formato en el que se evaluaba su ensamble (afinque),  afinación,ritmo-tempo, originalidad y  arreglos.  Todo el trabajo fue de ellos pues mi único criterio de calificación, muy sesgado, era considerar si la banda sonaba bueno o no. A veces coincidía con ellos.

Al final clasificaron 5 bandas: Murdock, Un Clavo en la Pared, Los Poetas Ácidos, Zero Izquierdo y Pilatos y la la banda invitada fue The Black Cat Bone.  Con mi único criterio de calificación yo habría descalificado a Murdock, una banda de pop, pero los jurados le dieron un buen puntaje.

El día del festival, la primera banda concursante en subir al escenario fue Un Clavo en la Pared, un duo de guitarra y vocalista femenina, que me parecía muy linda. La idea fue empezar suave para ir calentando el ambiente.  Ya no recuerdo cual fue el orden de las demás bandas, creo que Murdock fue la que siguió; luego continuaron los Poetas Ácidos, un grupo de punk con canciones de letras repletas de significado; luego Zero Izquierdo, una banda de Heavy Metal, y el cierre estuvo a cargo de Pilatos, la banda ganadora, que, a lo largo de su presentación, tocó un cover de Shine  muy acertado.

El festival tuvo muchos contratiempos y en varias ocasiones pensamos cancelarlo; afortunadamente conseguimos  los patrocinios a tiempo y una semana antes del festival, en una mañana muy fría, estaba firmando el contrato  con el dueño de  un estudio de grabación que le iba a regalar la producción de 2 temas a la banda ganadora, sentado sobre una caja de herramientas en un una sala de grabación, una carpeta sobre mis piernas  y un tinto en mi mano derecha.

lunes, 23 de enero de 2017

Maldita actitud

¿Qué nos pasa? ¿Por qué no podemos ser más tolerantes? Hoy mientras esperaba que me dieran un café, el barista llamó a otro cliente para entregarle su pedido. Pregunto varias veces por un tal Yemin. Yo y otro par de personas que estábamos esperando, le indicamos que ninguno de nosotros se llamaba así. De repente un señor, al parecer un extranjero. dijo fuerte y en un tono muy agresivo “Es JEMIN, ¿pero qué es lo que hablan ustedes, acaso no es español?” 

 A mí me dio mucho mal genio y estuve a punto de contestarle algo, pero si discutir no es agradable; mucho menos debe ser hacerlo con un desconocido, así que le regale una de mis mejores miradas de "¿Qué putas le pasa?", reclame mi café y lo deje sólo con su neurosis. 

Ok, entiendo que el señor Jemin pueda ofenderse un poco porque la gente pronuncie mal su nombre, En la universidad había una mujer que se llamaba Michelle Rodnik , y muchos profesores cuando llamaban a lista le decían Michael Rolnik, varias veces corrigió su nombre en voz alta con algo de rabia.

¿Qué le vamos a hacer si en Colombia e Jemin no  es un nombre  común? Si fuera Jaime, de seguro nadie lo llamaría Yaime, Yemin o inserte aquí un nombre de su preferencia que empiece con Y

El punto es ¿por qué casi siempre andamos tan a la defensiva? Creo que todo es cuestión de actitud, de intentar ver que el otro no piensa igual que nosotros, que tiene más o menos conocimiento que nosotros y de exponer nuestro  punto de vista de manera  cordial.

De ahora en adelante a todo Jemin que me encuentre le diré Yemin, para mirar cómo reacciona.

domingo, 22 de enero de 2017

Colecciones

Imagino que todos en algún momento intentamos coleccionar algo.  En mi época de colegio  me dio por coleccionar latas de gaseosas y llaveros.  De las primeras se suponía que debían ser latas extrañas de lo que fuera, qué se yo, una cerveza de Timor del este o una gaseosa de Praga, por ejemplo.  Llegué a tener unas 50 latas que ocuparon, durante mucho tiempo, una repisa en mi cuarto, hasta que un día no le vi sentido alguno a la colección y las boté.

No sé en qué momento me dio por tener una colección de llaveros, pero lentamente comencé a arrumarlos en un cajón, pero nunca utilicé más de uno y por más diseño novedoso que tuvieran algunos, todos cumplían a la perfección su función de cargar las llaves.  Una vez una amiga que visitó Madrid me regalo uno muy bonito; inmediatamente lo cambié por el que tenía y me sentía bien cuando lo sacaba para abrir la puerta de la casa, hasta que un día lo boté en una fiesta, creo que desde ahí le perdi la emoción a esa colección.

Quizá cuando intentamos atesorar objetos de la misma clase y les damos el estatus de colección pierden toda su gracia. Lo mejor son las colecciones inconscientes, como la de los libros o las de música, pues los objetos se adquieren por un deseo mucho más profundo que el simple hecho de tener montones de cosas parecidas solo por querer tener una colección de algo. 

Una vez en la universidad le pregunte a une mujer que si había coleccionado algo en algún momento de su vida y me respondió que coleccionaba recuerdos.  Recuerdo, valga la redundancia,  que  en esa ocasión, aparte del cliché, me molesto el aire místico en el que intentó envolver la respuesta, además que esa es una colección que todos tenemos por defecto.