miércoles, 15 de febrero de 2017

Alicia

"¿Cuál es el color de la tristeza?" se preguntó mientras se le escapaban unas lágrimas que, aunque incoloras, le parecieron azules.  Decidió que ese color era con el que debía vestir su estado de ánimo "¿son el mar y el cielo sinónimos de tristeza?", igual, ¿qué importaba? 

Conoció a Alicia en un curso de escritura creativa.  Al principio sólo era una más de los asistentes.  No creía en el amor a primera vista, pues cree que bajo ella todos son iguales, pero ella probó lo contrario.

En los descansos solían ir a un Pub cercano al lugar donde tomaban la clase, a tomar y comer algo. En ese lugar solo ponían rock.

Nunca le presto atención a las conversaciones sobre autores, libros y escritura que sus compañeros sostenían en ese lugar, pero si a lo que sonaba. Cantaba la canción mentalmente y si no se sabía la letra intentaba llevar el ritmo con su pie derecho pisando el pedal de un bombo imaginario. Un día sonó "La Mula" el conocido solo de batería de Ian Paice del Made in Japan.  Mientras le ponía atención a los desquiciados redobles, tripletas, notas y patrones, se miraron y se atrevió a pensar que ella esbozo una sonrisa que iba más alla de la decencia.  Cuando se devolvían al salón comenzó a llover, y  ahora, con el pelo mojado, Alicia no solo se veía bonita sino también sexy.

Luego de ese día comenzaon a hablar y terminaron saliendo.  Todo marchaba tan bien como un compás de 4/4 en batería, hasta que ella le contó  que tenía que irse del país.  Aunque fue una cachetada directa a sus emociones, actuó como si nada.  Pudo ver lo triste que ella estaba cuando le dio la noticia pero, como no le gusta el drama, guardo silencio.  

Alicia le soltó semejante bomba verbal en el pub.  Extrañamente ese día no sonaba Rock sino uno tonada de unos  violines tristes .  La vida y sus bandas sonoras.

El día en que Alicia viajaba, fue al aeropuerto no para despedirla, sino sólo para ver cómo el avión despegaba, quería ahogarse en su tristeza y melancolía. 

 Ahora le ha cogido gusto a comer chocolate en diferentes presentaciones porque alguien, no tiene idea quien, estableció que es una buena manera de contrarrestar la tristeza.

martes, 14 de febrero de 2017

Guitarras

Barcelona en primavera. Es raro que a las 7 de la noche todavía sea de día. Las estaciones y sus maravillas para quienes solo están habituados a sol, la lluvia , la noche y el día. 

Habían salido a caminar por Las Ramblas, pero estaba repleta. Conversaciones, risas, mucho ruido. Un mar de cabezas presenciaba los espectáculos artísticos de la calle: bailarines, pintores, músicos, estatuas callejeras, cualquier cosa. 

Tanto caos no era lo suyo. Después de caminar un largo rato, terminaron en un Chiringuito del Mar, ¿Cómo no aprovechar la playa de noche? Pidieron cerveza y mojitos y hablaron mucho, de todo y de nada, como siempre.

Cuando el sol por fin se rindió ese día, arrancaron a caminar sin un rumbo definido, a puro modo flanerie, sin objetivo, sin un destino definido, el camino abierto a cualquier posibilidad.

Fieles a esa conducta llegaron al Barrio Gótico, con sus edificios y calles de piedra, y sus gárgolas expectantes. Entraron a un restaurante, donde los atendió un mesero cubano, que les explicó todas las bondades del pan Tumaca y la forma correcta de prepararlo. Después de un par de preparaciones, esparcían el ajo, tomate y aceite sobre las rodajas de pan, como si fueran Catalanes. 

Salieron del restaurante y doblaron en la primera esquina de su trayecto. Vieron a un grupo de personas arremolinadas en la entrada de en un edificio. Se acercaron para ver a qué se debía el alboroto: un concierto de guitarra clásica en una cripta. 

Un concierto no estaba dentro de sus planes, así que era una obligación comprar las boletas. Adentro, en una tarima improvisada, habían dos sillas que esperaban a una pareja de guitarristas. El sitio estaba iluminado por varios candelabros con velones, con sus llamas danzando en la oscuridad.

Los músicos aparecieron, saludaron al público, se dieron un beso y luego comenzaron a rasgar sus guitarras.




lunes, 13 de febrero de 2017

Helado

Escribe con rabia.  Parece que las palabras pasaran por su hígado antes de ser soltadas por sus manos. Sabe que son flechas poderosas y, a veces, desea infligir el mayor daño posible con ellas; que quienes las lean, caigan  en cuenta de lo equivocados que están al perseguir sus  creencias o al adoptar posturas que sólo son ridiculeces sin argumento alguno.

Cree que quienes lo rodean no ven más allá de las redes sociales y que les encanta empalagarse de sucesos triviales que no aportan nada a sus vidas.  Cuenta con miles de detractores que se despachan con todo tipo de insultos en la sección de comentarios de sus artículos, pero eso no le importa; saber que alguien se toma el tiempo de leer sus helados textos, para comentar las verdades que expone le produce satisfacción, pues es la mejor prueba de que sus letras, de una u otra manera, causan algún tipo de molestia.

Ahora escribe un artículo incendiario en uno de sus cafés preferidos.  Mira por una ventana y ve a un niño en la calle  que come un helado de dos bolas, una roja y  la otra blanca.  Hace calor y el helado se derrite;  lentamente resbala por la galleta  y le unta manos y brazos, mientras que otras gotas, las que no alcanzaba a lamer, se estrellaban contra el piso.  El niño no le presta importancia a eso para nada, y sigue dándole lengüetazos, a la ahora masa uniforme, como si nada.

Esa imagen lo cautiva.  interrumpe la redacción de su columna, llena de lecciones importantísimas y comienza a escribir otro texto, "Comer helado" lo titula.  En él simplemente va a narrar lo que está observando y va a dejar de lado las opiniones personales, o a camuflarlas lo mejor posible en el subtexto, si es que alguno emerge en el proceso.  Sólo quiere narrar el momento tal cómo acontece, quiénes se involucran en él y de qué manera se relacionan.  También imprimirle todas las propiedades del ambiente de forma justa, sin sobrecargarlo con descripciones o enumeraciones agotadoras.

Después de escribir frenéticamente un par de párrafos, decide leerlos.  Es un texto sencillo, repleto de lugares comunes que distan completamente de su estilo tradicional, pero es sincero y eso lo hace mejor que otros que siempre ha considerado sus favoritos.

Con él pudo comprobar algo que todavía le cuesta aceptar, que escribir únicamente consiste en ser capaces de narrar lo que pasa enfrente de nuestras narices. 

viernes, 10 de febrero de 2017

Peatones

Felipe Oliveira camina por la calle a eso de las 6:00 de la tarde.  Le gusta hacerlo a esa hora, pues el frenético movimiento de las personas que salen de la oficina y no ven la hora de llegar a sus casas, lo hace sentir vivo.

Siempre camina mirando hacia el suelo.  Ver como un pie avanza y el otro lo persigue, es algo que lo tranquiliza.  Rara vez levanta la cabeza.  Hoy lo hizo cuando escuchó la fuerte frenada de un carro a pocos metros de distancia. Entabló contacto visual con una mujer de su edad, o eso  le pareció, que venía en dirección contraria.

Era  bonita y no puedo evitar sonreírle.  Ella le pagó con la misma moneda,  En ese momento Felipe sintió como un fuerte soplo de brisa le golpeaba la cara, luego, con algo de pena se fijo en una par de pájaros que revoloteaban cerca de unos cables de alta tensión, hasta que dejaron de hacerlo y se posaron sobre ellos adoptando una posición de estatuas.

Se preguntó por qué no les pasaba nada. Al bajar la vista se encontró de nuevo con los ojos de la mujer, quién ahora sonreía  con una intención casi sexual, o eso le pareció.

Cuando estaban a punto de cruzarse, en un arrebato, la agarró de un brazo y  la haló hacía él, mientras que con el otro le sostuvo la nuca.  Se besaron como si fuera el último beso sobre la faz de la tierra.  Al terminar, se sonrieron por última vez y cada uno siguió su camino. Alguien, no estaban seguros quién, los esperaba en casa.

jueves, 9 de febrero de 2017

Crudo

Sabe que algún día va a publicar un libro con las versiones 1.0 de sus escritos favoritos, páginas llenas de errores de sintaxis, faltas de ritmo y  sonsas, pero a las que les guarda cierto respeto por su crudeza. 

No entiende  por qué la raza humana le tiene tanto pavor a lo crudo, a lo que no ha sido procesado de ninguna manera, a lo lleno de errores, un decir, pues está seguro de que resulta imposible saber qué, de todo lo que puebla la tierra, es un acierto o una equivocación.

Alguna vez leyó, ya no recuerda donde, que esa aversión a lo no procesado, es una de las razones por las que el oro, al transformarse en un producto: un collar, una cadena, un anillo, un diente, lo que sea, adquiere su máximo potencial comercial,  mientras que a él le parece más bello en su estado más puro, o bien crudo, cuando aparece flotando, en forma de diminutas pepitas, sobre las bateas que levantan y lavan la tierra de los ríos.

Cree que cada cosa cruda es un punto de inflexión en el universo que puede  darle un vuelco radical al curso de cualquier acontecimiento.  

miércoles, 8 de febrero de 2017

Sueños

Así se llama un cuento que leí hace poco y que trata sobre una mujer que todas las mañanas le narra los sueños a su marido. Tengo entendido que todos soñamos, solo que unas personas tienen facilidad para recordar lo que soñaron, y otros no recordamos nada, o cuando lo hacemos son solo pequeños fragmentos o escenas sin conexión alguna que aumentan aún más el surrealismo que a veces adoptan los sueños.

Hace mucho una amiga, la misma que tiene como costumbre leer las últimas palabras de una  novela antes de comenzar a leerla, me contó que soñaba todos los días.  Eran sueños muy vividos, a manera de relatos enteros que siempre tenían un desenlace.  Ella escribía un blog donde los relataba, pero lamentablemente en cierto momento su gasolina para escribir se le acabo y dejó a un lado el registro de sus sueños.  Hace un tiempo volvimos a hablar y le pregunté si seguía soñando todas las noches; me contó que ahora depende de lo cansada que esté, que si ha tenido un día muy pesado el sueño es tan profundo que no sueña nada, por decirlo de alguna manera.

Dicen que los sueños reflejan todo lo que guardamos en el subconsciente, también todos nuestros miedos y deseos y hay quienes se aventuran a descifrarlos  o darles un significado, que cosa de locos. Tal vez los sueños  sólo existen para ser narrados  y no para intentar descifrarlos.

Mi hermana me cuenta que el sueño más extraño que ha tenido en su vida fue uno en el que ella estaba en el colegio y tenía 5 balas en la cabeza pero seguía consciente y hablaba con un grupo de profesoras que, minutos antes de enterarse de su estado,  discutían sobre la compra de una matera, mientras ella les decía: "¡Oigan! pero es que tengo 5 balas en la cabeza",  ¿Quién descifra eso?

" Tiene la expresión de quién acaba de despertarse, pero en 
su mirada también se aprecia que viene de muy lejos"
- Sueños, Raymond Carver -

martes, 7 de febrero de 2017

El conductor

Se llama Alberto.  Calculo que debe tener un poco más de 55 años.  Después de subir a su carro, en las primeras cuadras del trayecto. miro distraídamente por la ventana, mientras mastico un par de asuntos en mí cabeza, y me fijo en  los rayos de sol que se estrellan con furia contra el pavimento.   No tengo ganas de hablar.  Él comienza a hacerlo.

En un cruce de una calle de barrio le da paso a una mujer que empuja un carro de bebidas calientes. "Lo que es el rebusque,  ¿no?". "Si" le respondo, sin tener muy claro a que hace referencia y para entrar en modo conversación. Comienza a hablar.  Me despido del silencio que había pretendido guardar.

"Ayer recogí un muchacho muy joven, un venezolano.  Se vino para acá con toda la familia y no saben qué van a hacer.  Me contó que la situación allá está muy jodida.

"Mi hija, la menor, apenas terminó la universidad se fue para Aruba, pero se tuvo que devolver".  No entendí por qué hizo ese comentario.
"¿Qué estudió su hija?"
"Comercio Internacional"
" ¿Y qué hacia en Aruba?"
"Iba a trabajar en un puerto, pero mucho venezolano se ha ido para allá y regalan su trabajo, por eso se tuvo que devolver.  Lo bueno es que apenas llegó consiguió trabajo en Iberia.
"Unas por otras"
"Si".

"La mayor es diseñadora gráfica y trabaja en Auros.  Puede que no sean súper carreras, pero ahí van, además me han ayudado a aliviar la carga financiera, pues ya ambas aportan a la casa".  No me mira, parece que aprovecha para recordar algún momento compartido con sus hijas.  "Cada mes dicen. Mire mami, tome esta plata para los gastos del hogar."

"Lo importante es que les guste lo que hacen". Le digo.  Alberto me mira, sonríe y asiente con la cabeza.

Nos quedamos callados por un momento, pero Alberto lanza otra frase, a modo de salvavidas para la conversación:

"Yo a los 11 años me fui de la casa".  Lo miro con sorpresa y continua hablando. "Mi papá fue un viejo borrachín y todas las noches llegaba a darnos palo a mí y a mi hermano.  A mis hermanas nunca las tocó porque mi mamá no dejaba que les pusiera ni un dedo encima.  Yo me mamé y por eso me largué.  Fue una época dura.  Vivir en la calle es tenaz, pero aprendí a trabajar desde chiquito en muchas cosas, como mecánica y construcción.

"Este solazo está como pa' una pola,  ¿cierto?".  Ahora so yo el que asiente con la cabeza".  "Una polita bien fría no nos vendría nada mal", concluye.

Le pregunto que si siempre se ha dedicado  a conducir carro.  "No, durante 20 años administré varios locales de chance y luego de eso monté una empresa de artes gráficas.  Hace unos años al negocio le fue muy mal y hasta ahora me estoy recuperando, y ya es otro cuento con las hijas como profesionales.  Yo manejo por ahí hasta la 1 y me voy para la casita".

"He pensado en irme a vivir a tierra caliente mis últimos días" me dice.
"Si, vivir el desenlace de la vida en un lugar así debe ser bueno.  El caos de la ciudad como que lo envejece a uno más rápido" Le respondo.
"Si, mire que hace poco estuve en la casa de un primo en la Mesa y la pasé muy rico.  Me levantaba temprano y me hacía un tintico.  Pues sí, a eso es lo que le apunto y debo aprovechar ahora que estoy mejor de salud.  Hace un tiempo que me dejaron de funcionar los riñones y me la pasé en la clínica de cirugía en cirugía.  Y cómo son las cosas, mire que mi mamá sigue viva, pero  ¿usted cree que se preocupó cuando estuve grave en la clínica? Nada".

No se me ocurre que responderle y al rato llegamos a mi destino.  Le doy las gracias y le estrecho la mano, Alberto sonríe y me desea un buen día.