jueves, 11 de mayo de 2017

¿Cómo escribir una novela?

Busco un libro en mi biblioteca y me encuentro otro, uno pequeño que nunca había visto.  Se titula " ¿Cómo se escribe una novela?  ¿En qué momento llegó ahí?  Si no me agrada esa moda de los artículos tipo  "¿Cómo hacer inserte aquí el tema que se le venga a la cabeza?"entonces,  ¿por qué tengo un libro entero sobre cómo se debe hacer algo que desde mi  punto de vista considero casi sagrado?  Estoy seguro que yo no lo compré.  ¿Será una de señales sobre las que tanto se habla, que me pregunta en silencio  ¿por qué no escribe una novela?

Me acuerdo de otras apariciones repentinas, como una canción en mi mp3 que no sé como llegó a él, o una camisa en mi closet a la que le terminé cogiendo gusto y me la pongo seguido.  Ambos aparecieron de un momento a otro. Me gusta pensar que se materializaron de la nada.

El librito tiene 238 páginas  y lo escribió una periodista y filóloga argentina que escribe para el diario La Nación y  también  trabaja en Barcelona como directora de la revista Escribir y Publicar.  Está  dividido en 9 capítulos: El enfoque, El espacio y el tiempo, los procedimientos, entre otros.  Seguro tiene muy buenos consejos sobre como abordar ese proyecto tan desgastante y personal que es escribir una novela, pero creo que aprendo más sobre cómo escribir una novela leyendo una, que  leyendo sobre cómo se deberían escribir.

Pero, ¿quién sabe  algo con exactitud en esta vida? a la larga uno tiene idea de muy poco. Quizás  el librito se me apareció para cortar de un tajo mi arrogancia y encarrilarme en ese proyecto.  De pronto la camisa y la canción desconocida en mi mp3 juegan un papel importante, o se relacionan de manera misteriosa para dar vida a un relato de largo aliento; un texto que existe, me habita, pero que aún no he escrito.

"Escribir una novela es construirse un universo privado del que se puede salir y volver a entrar para habitar otras vidas" Son las palabras con las que la escritora inicia el libro.

miércoles, 10 de mayo de 2017

Nudo

Hago fila para pagar una bolsa de mandarinas. El supermercado está repleto, y trato de buscar una fila con pocas personas. La creo encontrar y me hago detrás de una señora. 


Cerca de la caja hay un stand con revistas. La caratula de una muestra a Trump, con uno de sus gestos indescifrables, como de dolor de estómago crónico, su cara a veces es un nudo, junto a Melania su esposa. El texto que acompaña a la fotografía es “Melania y Donald Trump duermen en cuartos separados”.

No importa la situación política y el ambiente de polarización en que se encuentra sumido ese país; tampoco que los gringos estén estudiando la posibilidad de agarrarse a bombazos con otros países; lo importante son esas maricaditas a las que les ponemos tanta atención.

Lucho con hacerle el nudo a la bolsa de mandarinas, que está a punto de romperse, mientras intento mantener el paraguas en equilibrio. La señora se voltea y me dice: “señor, hay una caja rápida allá” y señala con su mano hacia la derecha.

No sé por qué quiere que me pase a otra caja si voy detrás de ella en la fila. Le respondo: “¿Cuál?, ¿qué número?”. “La 5” dice. Le hago caso y me paso a hacer fila en esa caja.

Ubicado en mi nueva fila aún continúo sin poder hacerle el nudo a la bolsa. La tomo de los extremos y le comienzo a dar vueltas entre los brazos y se enreda con los cables de los audífonos que llevo puestos. La torpeza de mis movimientos hace que suelte la sombrilla, que se estampa contra el piso.

Delante de mí está una señora pelirroja de edad. Según el atuendo que lleva, creo que trabaja como “señora de los tintos” en alguna oficina; uno de los pilares de cualquier lugar de trabajo. La miro extrañado pues nunca había visto una mujer mayor con ese color de pelo que, al parecer, es natural. Mi nueva compañera de fila parece no tener claro el concepto de caja rápida, pues su carrito de mercado está abarrotado de frutas y varias botellas, tamaño litro, de gaseosa.

El paraguas continúa en el piso. La señora que ocupa el puesto detrás de mí, me lo hace saber: “Señor, se le cayó el paraguas” “Si, ya sé” respondo algo molesto, pero simulo una sonrisa. Unos segundos después, el destino la castiga a ella, pues el paquete de arroz que lleva en las manos cae al piso. “Señora, se la cayó el paquete de arroz al piso” pienso.

Por fin logro hacerle el nudo a la bolsa que tiene un hueco en uno de sus lados pero contiene, con dignidad, a las mandarinas. Me agacho y recojo el paraguas.

Cuando salgo del supermercado me pregunto cuál será el nudo en la relación de los Trump para que tengan que dormir en cuartos separados.

martes, 9 de mayo de 2017

Hijos

Aurora, quien debe tener un poco más de 50 años, le hace las uñas a una hombre en la peluquería.  Su cliente, no mayor de 30 años conversa con ella desinteresadamente.  Entre los múltiples caminos que puede tomar una conversación, la de ellos se encarriló en el tema de los hijos.

Aurora le pregunta al hombre: "¿Usted tiene hijos?". "No".  Respuesta que automáticamente desencadena otra: "¿Y por qué no?".

El hombre hace un gesto que traduce: "¿En que tema me metí?" y  responde que por el momento no quiere y que pensar en eso es intentar ubicarse en un futuro, y todo lo relacionado con ese más allá produce angustia.  "Igual uno nunca puede estar cerrado a nada porque llega el destino, el universo o el cosmos y nos suelta, a manera de bomba, cualquier acontecimiento" concluye.

Aurora insiste en el tema y le da algunas razones de lo bonito que es tener hijos.  Le cuenta que siempre le han gustado los niños; que ella viene del campo y que cuando alguien de su vereda tenía uno, ella agarraba un pollo de su granja para llevárselo de regalo a la madre.  La ofrenda no tenía otro fin que poder cargar al recién nacido.

Calla por un momento mientras se concentra en limar una uña.  Sube la mirada y le dice: "usted debería darle un nieto a sus papás".  El hombre le pregunta que si ella tiene nietos y responde: "¡Sí claro!, tengo 3.  Mi primer nieto nació cuando yo tenía 37 años.  Mi hijo tenía 16 y embarazó a una china, después conoció a otra mujer y tuvo otro hijo, pero de ninguno de los dos se hizo cargo.  Unos años después conoció a una tercera mujer, pero esa si le salió fiera y le dejó el bebé a él."

Ante la avalancha de información, ell hombre guarda silencio. Parece que juega con un pensamiento no relacionado con la charla, hasta que Aurora rompe su estado contemplativo  y le dice: "¿Si ve? lo dejé pensando.  Fijo esta noche cuando se acueste va a pensar en el tema".

Guardan silencio por un rato hasta que ella vuelve a hablar: "Mejor tenerlos que adoptarlos,  ¿no? porque uno debe querer menos a un hijo adoptado,  ¿no cree? Además, que miedo  ¿Qué tal que el papá del niño haya sido ratero o vicioso? Por genética el hijo tira para allá, que susto eso"

A punto de acabar su servicio, mientras repasa las uñas del hombre, concluye: "Pero si, lindo dejar una familia grande en el mundo.  EL hombre le responde con una sonrisa, le da las gracias y se despide.

"Del mismo modo que hay padres adoptivos más legítimos que los 
verdaderos,  hay autores que no se merecen los libros que han escrito. Es muy 
difícil merecer ser padre, o ser autor. En cuanto a los hijos, ya he dicho que 
todos somos en cierto modo adoptados."
- Dos mujeres en Praga -

lunes, 8 de mayo de 2017

Guantes negros

Domingo 7 de la noche. Duermo una película de Netflix y me aventuro en un sueño extraño. Me causa curiosidad cuando logro recordar lo que sueño ya que casi nunca lo hago, es decir, recordar, pues dicen, si no estoy mal, que siempre soñamos algo. Las pocas veces que lo logro, sólo recupero escenas sueltas.

En el plano onírico me encuentro en un restaurante y como una hamburguesa. Soy, al parecer, la única persona en ese lugar. Reparo en mis manos y veo que llevo puestos unos guantes negros para lavar la losa. 

Luego de terminar mi comida me acerco con la bandeja a la caneca. Aplausos para mi personaje en el sueño, que supongo soy yo, por esa actitud. Detesto cuando las personas dejan reguero sobre las mesas en los restaurantes.

En mi trayecto hacia la caneca, paso cerca de la barra y veo un plato de nachos bañados en queso fundido, guacamole, frijol refrito y sour cream. El plato se ve muy apetitoso y pienso en probar uno, pues el cocinero está ocupado en la parrilla asando carne, “¿Para qué si no hay nadie?”, y seguro no se daría cuenta.

Nuevamente me concentro en los nachos, pero tengo las manos ocupadas con la bandeja y las manos llevan los engorrosos guantes negros, que le restan habilidad a los dedos.

Con el rabillo del ojo capto a una mujer y algo me dice que es la persona que ordenó los nachos. La conozco, mejor dicho, sé quién es. Hace muchos años me dejo un agradable comentario en la entrada de otro blog.

Camino hacia el baño y me encuentro con la mujer. Cuando nos cruzamos me sonríe y saluda: “Hola, hace tiempo no te veía, ¿cómo has estado?"  Su frase es afectuosa. También sonrío y le explico que voy para el baño y, torpemente, levanto mis brazos para mostrarle los guantes negros. No sé para qué hago eso pero, al parecer, los guantes negros, junto con los nachos son símbolos importantes de la narrativa de que plantea mi subconsciente o quien sea que dirige el sueño. 

Robert Mackee sostiene que en una narrativa debe tener un buen sistema de imágenes, con símbolos que nos muevan, mientras no los reconozcamos como eso, momento en el que pierden todo su poder de sugestión.  

En el baño, abro el grifo del lavamanos y pienso en la mujer de los nachos. “La voy a saludar”, pienso. Cuando salgo ella ya abandonó el lugar y tampoco hay rastro de los nachos.

Despierto. Son las 10:45. Siento hambre y mi estómago hace ruidos “¿Fue eso lo que disparó el sueño?" 

Voy a la cocina a servirme un cereal y en el lavaplatos veo un par de guantes negros. Los reviso y,afortunadamente, no están untados de guacamole.

sábado, 6 de mayo de 2017

Olvidar

Carmenza dedicó gran parte de su vida al Psicoanálisis.  

Un día comenzó a olvidar: caras, compromisos, fechas, todo, y lo que empezó como pequeños lapsus mentales atribuibles a olvidos pasajeros que le ocurren a cualquiera, pronto se convirtió en el monstruo del Alzheimer. 

Lo que más le afecta, o eso creen sus amigos y familiares, pues nadie sabe con certeza que pensamientos se pasean por el laberinto de su mente, no es olvidar, sino ser consciente de que está enferma.

Se la pasa encerrada en su casa porque esabe que si sale sola a la calle, seguro se va a perder.  Tampoco contesta el teléfono.  El otro día Clara, una de sus mejores amigas, la visitó y le contó que la había estado llamando a lo largo del día anterior. " ¿Por qué no contestas el teléfono?" le preguntó. "Es que me da miedo no saber quién es la persona que me habla". le contestó triste.

A veces se queda mirando un punto fijo en el horizonte sin pestañear, mientras navega quien sabe en qué tipo de recuerdos; de un momento a otro regresa a su realidad desconectada.

Le gustaría poder tratar su trastorno mental con sus propios conocimientos, pero cada vez le cuesta más trabajo concentrarse. 

jueves, 4 de mayo de 2017

Afecto sin efectivo

Constanza y Martin, empleada y jefe, llegan a un café. Se sientan y luego de hacer el pedido, Martin saca unas hojas que están grapadas y un esfero.  Juega con el mecanismo retráctil de este con algo de ansiedad, hasta que repara en su actitud o se aburre y se queda quieto.

Las hojas tienen un libreto que escribió Constanza. Martin, otra vez, le saca la punta al esfero un par de veces, hasta que finalmente decide revisar e libreto.  Sabe exactamente cuáles son, según su criterio, las partes en las que tiene fallas  o que podrían mejorarse, y comienza a hacer anotaciones en los márgenes de las hojas, mientras no para de hablar.

Constanza lo mira distraída. Contesta con monosílabos que siempre le dan la razón.  No objeta nada seriamente, le da lo mismo que le diga que su texto es una mierda o que es el mejor libreto que ha leído en años.  Juega a darle vueltas sobre el piso  a la punta de su tenis, que tiene un diseño de arabescos naranjas que hace juego con su bufanda, del pie derecho.

Les llegan las bebidas, un capuchino para ella y una copa de vino tinto para él.  Hablan sobre la fuerza de un aparte del texto en el que una mujer salta por una ventana, no sabemos si es una metáfora o si hace parte de la acción cruda de la historia.  " ¿Entonces mejor quitar lo de la ventana?" pregunta Constanza

Martin, quizás sea un tic, vuelve  a jugar con el esfero presionando el mecanismo a 10.000 clics por minuto, le da un sorbo a la copa de vino, y le responde: "Si, creo que es lo mejor."

Luego, dejando el trabajo de lado, se embarcan en una conversación que propone Martin sobre los tipos de personas que les caen bien, y con esta finalizan sus bebidas.

Al momento de pagar el jefe pide el datáfono, pero le dicen que no está funcionando.  "Tranquilo, yo tengo efectivo" comenta Constanza y saca 2 billetes para pagar la cuenta.

miércoles, 3 de mayo de 2017

Buenas noticias

Las entidades bancarias son buenísimas dándonos buenas noticias. Hace unos días me llegó el extracto de la tarjeta de crédito junto con un un papel en el que mi nombre es Estimado(a) y mi apellido Cliente.  En él me dicen que  desde ya me puedo relajar y disfrutar al máximo de mis vacaciones. 

En un principio me alegré al saber que voy a tenerlas pero, justo al instante, la emoción se desplomó como un castillo de naipes azotado por un fuerte viento. Esos "señores" Me cuentan que  las compras que realice con la Tarjeta de Crédito (así lo escriben, con Mayúsculas como si fuera un nombre abstracto personificado), o bien , ese dinero invisible, entre el 15 de junio y el 15 de Agosto, las puedo pagar dos meses después de la compra. ¿Acaso son bobos o qué?,  ¿quién se va a relajar con semejante noticia tan ridícula?

Pueden ocurrir dos cosas: que uno olvide por completo la compras y a los 2 meses llegue un cojonal de cuenta, o vivir con estrés ese lapso de tiempo al tener presente esa deuda que ellos ven como terapia de relajación.   ¿Por qué no nos cuentan mejor esto?:

Estimado cliente, te informamos que todas las compras que realices con tu 
Tarjeta de Crédito entre el 15 de junio y el 15 de Agosto serán gratis"

 Eso si es motivo de relajación, contrario a dilatar el pago de una deuda.

Más tarde me llega un correo de otra entidad en el que afirman que hacer retiros de dinero me va a gustar más ¿Acaso hay alguien qué  encuentra satisfacción en teclear la clave en el cajero automático y esperar a que la máquina escupa el dinero? Pero esa no es la razón por la que voy a disfrutar más ese acto; la gran noticia es que ahora el monto máximo de retiro aumento a $700.000.

La única ventaja de todo esto sería el tener que visitar menos veces el cajero automático, para sacar la plata que debemos destinar a la deuda "relajada" de la tarjeta de crédito.