jueves, 18 de mayo de 2017

Al momento de mí muerte

La muerte siempre nos agarra con los calzones abajo. No hay manera de comprenderla.

Quiero escribir algo sobre la repentina muerte de Chris Cornell, pero no tengo idea qué. Ubico la carpeta de Soundgarden en mi mp3 y salgo a caminar a ver qué se me ocurre.

Apenas piso el andén le doy play al botón del aparatico, mientras pienso que escuchar las canciones de es el único homenaje que le puedo rendir a Cornell y su grupo.

La primera canción con la que me premia el Dios de la aleatoriedad es Like Suicide, que coincidencia el título, ¿cierto?, pero no, no tiene nada que ver con el suicidio pues narra una historia en la que Cornell le quito el sufrimiento de la agonía a una paloma, estampándole un ladrillo.

Cornell Llevaba más de 10 presentaciones con Soundgarden este año, la última la de ayer en Detroit.

“Tendrán algún mensaje oculto las canciones del setlist de mi caminata?” me pregunto, no sé, quizás en medio de las letras podría encontrar algo que me explique su muerte, pero concluyo que no, que estupidez. Las conexiones forzadas con las letras serían infinitas. En cambio, intento imaginar que nos quiso decir el frontman de Soundgarden con sus palabras, que seguro encierran sus pensamientos más profundos, posiblemente la clave para entender como veía la vida; algo difícil de captar, porque son pocas las veces en que no nos contentamos con sólo rasguñar la superficie de las cosas.

An unkind
“On the storm
It's time to go
On the storm
It's time to go”


"And if you don't want to believe"
Well you don't have to try to feel alive"


¿Por qué nadie se había dado cuenta de las señales que había enviado?, ¿lo había hecho?

Ty Cobb
“Sick in the head sick in the mouth
And I can't hear a word you say

Not a bit, and I don't give a Shit”


¿fue un acto premeditado o un impulso de un momento, un segundo en el que todo se trunca y la vida pierde, por completo, su sentido? ¡ja! Como si tuviera alguno. 

4th of July
“Down in the hole
Jesus tries to crack a smile
Beneath another shovel load”

Pero, ¿cómo saberlo?, ¿cómo enterarse con detalle de las millones de ideas que se pasean por los laberintos, callejones y precipicios de la cabeza, esa fortaleza, a veces, impenetrable? 

By crooked steps
“I'm addicted to feeling”


En el encore del concierto, la última canción que tocaron fue Slaves and Bulldozers del Badmotorfinger, a la que le mezclo parte de la letra de “In my time of dying” de Led Zepellin, cover de una canción gospell: “In my time of dying, I want nobody to mourn"

Overfloater
"I'm here and now I'm gone
I'm there and far beyond
And nothing's gonna pinch this nerve of mine"


¿Pretendía que leyéramos entre las líneas de la letra de la última canción que tocó en vivo? ¿Tiene el setlist seleccionado algún tipo de significado? Quizá sí, quizá no. 

Halfway there
“I get an itch and when I am scratching
Everything can go to hell”


¿Sabía el momento de la presentación que iba a acabar con su vida más tarde?

Black hole sun

"Times are gone for honest men"

Todo se convierte en preguntas y más preguntas que ya no vienen al caso, pues las respuestas, si es que las hay, son lo de menos, el hecho es que Cornell ya no está.

Let me drown
“So throw it away, you don't have to take me
Make no mistakes I'm what you make me”

Me da por pensar que la vida del artista es jodida con sentir todo tan personal, por dejarse afectar del mundo y sus incongruencias tan nostálgicamente, por decirlo de alguna manera. De pronto si uno no busca una forma de blindarse, la cabeza se va al carajo.

The day i tried to live
“I woke the same as any other day
Except a voice was in my head”


Imagino que Cornell lucharía con todas sus fuerzas con su estado emocional, con tratar de “estar bien”, lástima que nada ni nadie, en esas últimas horas de vida, lo sacó del hueco en el que se encontraba.

Burden in my hand
“So kill your health and kill yourself
And kill everything you love 
And if you live you can fall to pieces 
And suffer with my ghost”


¿Qué carga llevaba en su cabeza? Con Cornell también muere Soundgarden. No tiene remplazo y su voz era el fluido perfecto sobre el que navegaban y a la vez se acoplaban los frenéticos sólos de guitarra de kim Thayil, la sólida base ritmica de Matt Cameron y el parco bajo de Ben Shepherd. 

miércoles, 17 de mayo de 2017

Birra y Limone

Le atribuye la gripa que le dio a su hermana en pleno viaje a la diferencia horaria. Ahora ella guarda cama y él se aventura por la Via Ardea, una avenida amplia con un gran separador y 2 carriles en ambos sentidos. 

Su misión es comprar un té caliente y unos limones, Limone, acaba de buscar la traducción, para atender a la enferma. . Lleva la cuenta de las calles que ha cruzado, pues está seguro que una enferma y un extraviado es una combinación peligrosa para un viaje. 

Camina por un sector comercial con tiendas de diseñador en ambas aceras. Toda la ropa elegante posible, pero ningún atisbo de una tiendita de frutas. Está listo para cargar el acento en la segunda sílaba de limone y gesticular con las manos como los locales, al encontrarla. 

Cansado, voltea a la izquierda y toma la Via Lavino, una callesita más bien parca, que contrasta con la majestuosidad de la otra avenida. Justo en la esquina del cruce con la Appia Nuova, encuentra la única tienda en todo el trayecto. Entra, a lo que más bien es una droguería, sin ningún limone a la vista.

Es primavera, hace calor y en el cielo no hay ni una sola nube, así que decide pedir una cerveza. ¡Birra! Se le aparece la palabreja en la cabeza. Con toda la propiedad del caso la pronuncia, y el tendero le responde “piccolo o grande”. No tiene pierde, piensa sobre lo fácil que resulta hacerse entender en italiano. Tal vez, luego de tomarse la birra y con algo más de suerte, encuentre el tan anhelado limone que busca. “Piccolo”, responde finalmente. 

Se sienta en la terraza del establecimiento. La silla y mesa son de metal y reflejan los rayos del sol, al tiempo que una ligera brisa termina de componer el momento. Al sentarse acomoda los pies sobre otra silla y se toma la cerveza despacio. A dos sorbos de acabarla, el tendero sale, pronuncia una ráfaga de palabras al tiempo que gesticula airadamente. Le es fácil entender que el hombre está de mal genio en italiano, al parecer, otro nivel de ira. Cae en cuenta que lo que le molesta son sus pies sobre la silla. En un movimiento sincronizado los baja, y se acaba la cerveza de un sorbo. “Grazie” dice y sale pitado del lugar.

De vuelta, a pocas cuadras del hotel, se cruza con un restaurante chino o japonés. “los asiáticos toman té, ¿cierto?” piensa, mientras entra al local armado con sus seis palabras en italiano: birra, limone piccolo, grande y grazie. También se sabe testa por los partidos de fútbol que ha visto de la liga italiana, pero considera que no aplica para la ocasión. Intenta pedir un té caliente de la mejor forma que se le ocurre, pero la dependienta, una mujer de ojos rasgados “con poca testa”, la juzga, no comprende nada de lo que dice.

martes, 16 de mayo de 2017

Medida justa

La vida de todas las personas está plagada de rituales simples pero repletos de significado y  que ayudan a colorear nuestras rutinas. Uno de los preferidos de Carlos Reyes es preparar tinto.

Sentado en su escritorio vuelve a pensar en  las tres cuartillas que debe entregar mañana, a primera hora.  Sólo tiene el borrador de la primera dentro de su cabeza, pero cada vez que la escribe y luego de leerla en voz alta, decide borrarla. Algo le dice que puede encontrar palabras mas justas, más acertadas para desarrollar la idea que introduce su escrito, pero el desgraciado, el algo, no lo da ningún indicio de cuales son las que debe utilizar.  En estos casos acude a su ritual para hacerle frente al "síndrome de pantalla den blanco".

Se empuja lejos  con las dos manos y se pone de pie.  Arquea su espalda de forma exagerada, parece que se fuera a quebrar por la mitad. Luego camina hacia la cocina.

De su ritual le gusta todo: Medir la cantidad justa de agua, calcular la cantidad exacta de café, girar la perilla de la estufa y escuchar el leve silbido que hace el gas al desplazarse en el aire, presionar, con decisión, el botón que produce la chispa y da paso a la llama.

Una tarea de medidas justas  y que ya tiene grabadas en su cabeza; tan diferente a su proceso de escritura, cuando se engancha en el flujo mental preciso,  que germina con una palabra y se convierte en un río de las mismas.  Un territorio sin confines y con más incertidumbres que certezas.

El sonido del agua, que burbujea , le gusta esa palabra, tal vez la utilice en su escrito, lo rescata de sus pensamientos.  "Medida justa" piensa.  Tal vez eso es lo que define a los buenos textos, esos que están compuestos por una cantidad mínima, como sinónimo de justa, de palabras y que evitan esa verborrea venenosa que a veces se apodera de ellos.

  "Contar, únicamente contar y tratar de nunca caer en la arena movediza de la opinión, que lo confunde todo" piensa, mientras varias ideas comienzan a burbujear en su cabeza.

lunes, 15 de mayo de 2017

Inicio de semana

Algunos afirman que el primer día hábil de la semana los toma preparados o, de cierta forma, recargados de energía, listos para enfrentar lo que la vida les tenga preparado para los 7 días que están por venir, otros persisten en abrigarse y quedarse envueltos en la modorra que acompaña el inicio de la semana, salpicada por los dos días de descanso previos; actitud distante para el primer bando.

Lunes. Es de noche y camino por un centro comercial. La mayoría de locales ya cerraron y son pocos los que continúan abiertos, con sus dependientes ordenando artículos de forma perezosa y tal vez con muchas ganas de abandonar lo más pronto posible su lugar de trabajo.

“Es que a yo-no-sé-quiencito no le gusta ni mierda”, le Dice una mujer, con voz potente y a la que no veo, a su interlocutora. Imagino que yo-no-sé-quiencito es su jefe y que es una persona que molesta bastante. Su subalterna tiene mucho mal genio, quizá estrés del primer día de trabajo de la semana, o algo que esa persona le dijo que la saco de sus casillas. Con yo-no-sé-quiencito, quien quiera que sea, valga la redundancia, encima, la semana no augura un buen futuro.

Me pregunto a qué bando pertenecerá la señora, ¿a los de la modorra o a los recargados de baterías? ppuede que el incidente la hunda más en su pereza o quién sabe cuánto porcentaje de batería para el resto de semana se le habrá ido hoy.

domingo, 14 de mayo de 2017

"Bailar jazz hasta morir"

El otro día en una librería vi un libro, tipo diario, de Anaïs Nin.  Me llaman la atención esos textos de los escritores que no tienen nada que ver con sus trabajos de ficción; solo un decir, pues seguro están repletos de temas que hacen parte de sus obras.

Me gustan porque me parece que en cada anotación, en cada entrada, saltan de un tema a otro  con facilidad, y esa especie de desorden y/o aleatoreidad me agrada.

Abro el libro más o menos por la mitad, y me encuentro con una entrada del 18 de Septiembre de 1935, ¿acaso eso no es fascinante?, es decir, tener la posibilidad de saber cuáles eran los pensamientos más íntimos de una persona que ya no está presente, en un día preciso? Quizás si, quizás no, de pronto es una especie de voyerismo que todos desarrollamos en mayor o menor grado.

Son tres párrafos pequeños.  En el primero Nin habla sobre un hombre que se llama Eduardo, de quién afirma que va: "acompañado de surrealismo"

En el segundo, habla sobre su proceso de escritura y cómo se traga su neurosis cuando escribe y cómo también puede hacerlo gracias a ella. Lo concluye con una frase hermosa:  "preferiría ser camarera de cabaret y bailar jazz hasta morir"

El último se lo dedica a Henry, Miller supongo, y cuenta como este utiliza a sus amigos, en especial a un tal Fred que define como: "una edición barata de Henry"

Adelanto unas hojas y caigo en otra entrada de unos días después. En esta habla sobre la debilidad de Miller al utilizar a las personas y como debido a eso, pierde su amistad con Aleister Crowley.  Nin dice que le escribe una carta y que está siendo sincero, pero que de resto solo se acerca a las personas para utilizarlas.

Dice que Miller no comprende que a las personas les duele que las utilicen, y que no sabe que "solo el amor hace que la utilización sea correcta."

Bailar, bailar jazz hasta morir...

jueves, 11 de mayo de 2017

¿Cómo escribir una novela?

Busco un libro en mi biblioteca y me encuentro otro, uno pequeño que nunca había visto.  Se titula " ¿Cómo se escribe una novela?  ¿En qué momento llegó ahí?  Si no me agrada esa moda de los artículos tipo  "¿Cómo hacer inserte aquí el tema que se le venga a la cabeza?"entonces,  ¿por qué tengo un libro entero sobre cómo se debe hacer algo que desde mi  punto de vista considero casi sagrado?  Estoy seguro que yo no lo compré.  ¿Será una de señales sobre las que tanto se habla, que me pregunta en silencio  ¿por qué no escribe una novela?

Me acuerdo de otras apariciones repentinas, como una canción en mi mp3 que no sé como llegó a él, o una camisa en mi closet a la que le terminé cogiendo gusto y me la pongo seguido.  Ambos aparecieron de un momento a otro. Me gusta pensar que se materializaron de la nada.

El librito tiene 238 páginas  y lo escribió una periodista y filóloga argentina que escribe para el diario La Nación y  también  trabaja en Barcelona como directora de la revista Escribir y Publicar.  Está  dividido en 9 capítulos: El enfoque, El espacio y el tiempo, los procedimientos, entre otros.  Seguro tiene muy buenos consejos sobre como abordar ese proyecto tan desgastante y personal que es escribir una novela, pero creo que aprendo más sobre cómo escribir una novela leyendo una, que  leyendo sobre cómo se deberían escribir.

Pero, ¿quién sabe  algo con exactitud en esta vida? a la larga uno tiene idea de muy poco. Quizás  el librito se me apareció para cortar de un tajo mi arrogancia y encarrilarme en ese proyecto.  De pronto la camisa y la canción desconocida en mi mp3 juegan un papel importante, o se relacionan de manera misteriosa para dar vida a un relato de largo aliento; un texto que existe, me habita, pero que aún no he escrito.

"Escribir una novela es construirse un universo privado del que se puede salir y volver a entrar para habitar otras vidas" Son las palabras con las que la escritora inicia el libro.

miércoles, 10 de mayo de 2017

Nudo

Hago fila para pagar una bolsa de mandarinas. El supermercado está repleto, y trato de buscar una fila con pocas personas. La creo encontrar y me hago detrás de una señora. 


Cerca de la caja hay un stand con revistas. La caratula de una muestra a Trump, con uno de sus gestos indescifrables, como de dolor de estómago crónico, su cara a veces es un nudo, junto a Melania su esposa. El texto que acompaña a la fotografía es “Melania y Donald Trump duermen en cuartos separados”.

No importa la situación política y el ambiente de polarización en que se encuentra sumido ese país; tampoco que los gringos estén estudiando la posibilidad de agarrarse a bombazos con otros países; lo importante son esas maricaditas a las que les ponemos tanta atención.

Lucho con hacerle el nudo a la bolsa de mandarinas, que está a punto de romperse, mientras intento mantener el paraguas en equilibrio. La señora se voltea y me dice: “señor, hay una caja rápida allá” y señala con su mano hacia la derecha.

No sé por qué quiere que me pase a otra caja si voy detrás de ella en la fila. Le respondo: “¿Cuál?, ¿qué número?”. “La 5” dice. Le hago caso y me paso a hacer fila en esa caja.

Ubicado en mi nueva fila aún continúo sin poder hacerle el nudo a la bolsa. La tomo de los extremos y le comienzo a dar vueltas entre los brazos y se enreda con los cables de los audífonos que llevo puestos. La torpeza de mis movimientos hace que suelte la sombrilla, que se estampa contra el piso.

Delante de mí está una señora pelirroja de edad. Según el atuendo que lleva, creo que trabaja como “señora de los tintos” en alguna oficina; uno de los pilares de cualquier lugar de trabajo. La miro extrañado pues nunca había visto una mujer mayor con ese color de pelo que, al parecer, es natural. Mi nueva compañera de fila parece no tener claro el concepto de caja rápida, pues su carrito de mercado está abarrotado de frutas y varias botellas, tamaño litro, de gaseosa.

El paraguas continúa en el piso. La señora que ocupa el puesto detrás de mí, me lo hace saber: “Señor, se le cayó el paraguas” “Si, ya sé” respondo algo molesto, pero simulo una sonrisa. Unos segundos después, el destino la castiga a ella, pues el paquete de arroz que lleva en las manos cae al piso. “Señora, se la cayó el paquete de arroz al piso” pienso.

Por fin logro hacerle el nudo a la bolsa que tiene un hueco en uno de sus lados pero contiene, con dignidad, a las mandarinas. Me agacho y recojo el paraguas.

Cuando salgo del supermercado me pregunto cuál será el nudo en la relación de los Trump para que tengan que dormir en cuartos separados.