lunes, 19 de junio de 2017

Fue sin culpa

Llevaba cierto tiempo leyendo y desde hacía rato quería parar, pero la historia no me dejaba hacerlo, ocurrían y ocurrían eventos que me mantenían pegado al relato.

Decido parar en el próximo capítulo, que no existe porque el autor, al inicio de la novela, marcó el capítulo 1 y de ahí en adelante separó cada capítulo (¿qué indica la separación de un capítulo del otro?, ¿un cambio de escena, punto de vista, uno de esos aspectos narrativos, el feeling del escritor o alguna otra cosa?) con un asterisco pequeño y centrado. 

Leía una escena de una fiesta de matrimonio en la que una pareja está harta del protocolo social y la fantochería del caso. La mujer se emborracha y todo parece que está a punto de irse al carajo. El capítulo anda y anda y no hay atisbo del asterisco que indican su fin y el de mi lectura. 

Hago una breve pausa y me entran las ganas de escribir, pero ¿sobre qué? Continuo hasta que la escena acaba, sin todo ese bombo y platillo que me había armado en la cabeza.

Camino a la cocina y mi hermana está viendo una serie. Mientras me preparo algo de comer, escucho como uno de los personajes, una mujer, le dice a un hombre: “Fue sin culpa. Yo no quería darte un beso”. Me cuelgo de ella, la frase, pues me llama la atención.

Fue sin culpa yo no quería seguir leyendo”, “fue sin culpa, yo no me quería casar contigo”, “fue sin culpa , yo no quería aceptar ese trabajo”, “fue sin culpa, yo no quería tener ese hijo”. 

Es una frase aterradora. ¿Cuántas cosas hemos hecho o hacemos sin culpa y continuamos haciéndolas? Lo graveno es hacerlas, sino toda la avalancha de consecuencias que traen y a cuantas personas arrastra.

La novela que leo tal vez no tenga nada que ver. Fue sin culpa, yo no quería escribir esto.

viernes, 16 de junio de 2017

Convertirnos en personaje

Quizá nos iría mejor como personajes de una novela.  Como a veces tenemos ínfulas de importantes, lo mejor sería ser protagonistas, pero yo me contentaría con un papel secundario, uno de esos que cumple un papel específico en la trama de la historia, aparece estratégicamente en ciertos capítulos, le asignan un par de diálogos y de resto se queda en la sombra.

A la pregunta: ¿Cuál es la diferencia entre la ficción y la realidad?, Tom Clancy respondió: "La ficción tiene que tener sentido", es decir, que  todas las piezas de la historia deben acoplarse perfectamente, porque si no llega ese ser, el lector,  que juzga y  le molesta que la historia tenga asuntos no resueltos de los que se encariño  por X o  Y motivo.

Como personaje uno viviría tranquilo. Sí, nos repetiríamos eternamente, pues la historia siempre sería la misma, lo cuál no tiene mucha diferencia con nuestras rutinas, pero nuestras acciones y sucesos de vida diarios estarían acompañados de motivos identificables y todo, con el favor de nuestro escritor, funcionaria casi tan perfecto como un reloj que siempre da la hora exacta.

Si eso llegara a pasar, si de repente alguien nos escribe y nos convertimos en un personaje, el que sea: protagonista, antagonista, secundario, etc. y tenemos suerte de no caer en manos de un Woody Allen, es muy poco probable que nuestra causa de muerte se deba a una persona que intentaba suicidarse y que, sin lograr su cometido, nos cae encima. 

jueves, 15 de junio de 2017

Ser un turno

Hay días en los que nuestra existencia se reduce en ser turnos. Hoy, por ejemplo, fui dos: El 041 en un consultorio y más tarde el L99 en un banco. La “complejidad” del turno, imagino, viene dada según la transacción o vuelta que hagamos. 

El primero, asignado temprano en la mañana, sólo tenía números porque era algo sencillo, las personas todavía andábamos somnolientas y quizás agregarle letras o más números complicaría nuestro nuevo estatus de turnos. 

Mientras lo reclamaba, la mujer detrás del mostrador o cajera médica, suponiendo que el término aplica, le preguntaba a una mujer joven que también esperaba su bautizo de turno, si estaba embarazada.

“¡No!” respondió la mujer con asombro y un ligero tono de indignación. Al rato tomo su turno, el 040, y se sentó. La observe por un rato, pero era en extremo flaca; parecía haber contestado con la verdad. 

Mi tiempo como 041, duró más o menos 1 hora. Luego volví a ser yo, hasta que el mediodía fui al banco, donde me convertí en L99. Fíjese usted, estimado lectror, que ahora al turno se le suma una letra, pues la vuelta implica manejo de dinero y debe ser más exacta, por eso la combinación de consonante y número. Bajo ese nombre me sentí como una casilla de batalla naval o como la celda de una hoja electrónica. Debe ser porque en esos recintos adquirimos identidad de importe monetario y sin darnos cuenta se hacen cálculos con y entre nosotros.

Imagino que cada vez que nos asignan un turno, nos despojan de a poquitos de nuestra humanidad, o lo que queda de ella. Llegará el día en que no podremos actuar bajo nuestra propia iniciativa, sino que todo lo que hagamos se decidirá a punta de turnos.

miércoles, 14 de junio de 2017

El curo obrero es un carbón

Hace un tiempo, junto con otras personas, ayudé con la edición de unos cuentos en inglés que leímos y releímos varias veces con ojo crítico, para detectar errores de tipografía.

En ocasiones los errores que uno dejaba escapar eran detectados por otro. A veces no es que las personas tengan mala ortografía o redacción, sino que simplemente los errores se esconden en las sombras del texto y se rehúsan a ser detectados.

Al leer nunca me pongo el sombrero de edición, pero es imposible que mi cerebro no se fije con detenimiento en la palabra “curo” de la novela que estoy leyendo, pues es un error y debería ser “cura”: cura obrero, un personaje de izquierda que lucha por su partido político en plena época de elecciones.

Como es un escritor español, pienso que la palabra podría haber sido “curro”, que significa: majo o guapo, pero la frase carecería de sentido, e igual seguiría siendo un error al faltarle una r.

Unas líneas después, el narrador quiere tildar al cura de cabrón, pero la palabra que aparece es carbón.

Me sorprende que los errores estén tan cerca el uno del otro, y más porque es un libro de la editorial Seix Barral, a la que le profeso un profundo respeto. Pienso que la novela va a estar repleta de errores, pero, afortunadamente no es así; al parecer sólo esas dos palabras lograron escaparse del riguroso proceso de edición.

No fue difícil caer en cuenta de que las palabras debían haber sido cura y cabrón; además la actividad de leer perdería mucho sentido, si uno se convierte en un militante del lenguaje incapaz de perdonarle al escritor un esporádico error en su obra, ¿no?

martes, 13 de junio de 2017

Escritos sabrosos

A veces ciertos escritos "entran" de manera más agradable, y por ciertas razones, difíciles de precisar, nos gustan más.  Es como si fuéramos un surfeador experimentado que se monta en una ola, y la maneja a su gusto y al final esta lo deposita en la superficie del mar intacto, mientras que otros textos son un camino lleno de baches que sólo nos generan repulsión, si antes no nos hemos estrellado en alguno de sus imposibles recovecos.

Esos textos que digerimos más fácil que otros, son aquellos que se han escrito de forma sabrosa, que poco tiene que ver con estructuras gramaticales o narrativas, ni con ortografía  sino más bien con el ritmo del texto.

Puede que el autor trate la idea más simple o tonta del mundo, pero eso poco o nada nos importará, si el texto es sabroso.

Escribir de esa manera podría, tal vez, considerarse similar a eso que algunos llaman tocar con feeling un instrumento, que está lejos del virtuosismo o dominio del mismo.

Algunas veces en los escritos sabrosos prevalece el flujo de las palabras que la idea que se pretende exponer  y cuando se logran ambos objetivos, el texto es como una bala que se nos incrusta en la cabeza y que se quedará ahí hasta que dejemos de existir.

lunes, 12 de junio de 2017

Última palabra

Marcia deja escapar una lágrima cuando lee la palabra que lleva escrita el papel que envuelve un chocolate, que alguien le dejó sobre el escritorio de su oficina.

¿Hace cuánto tenía Jairo esa idea en su cabeza? Imposible saberlo, sólo debemos aferrarnos a los hechos, los malditos hechos, siempre tan precisos, tan fríos, tan crueles y, por lo general, desprovistos de cualquier emoción. Esos hechos que pocas veces dan lugar a la imaginación y no permiten cambiar el curso de una historia, con su habitual carácter determinante.

Jairo había entrado a trabajar en la compañía desde hace más de 5 años. Después de un tiempo de sacrificios y mucho estudio, logró ocupar un cargo de analista. No ganaba mucho, pero si lo suficiente para vivir tranquilo con su esposa y dos hijas de 5 y 3 años.

Hasta que un día se presentaron los hechos en forma de enfermedad: el cáncer. Jairo libró una larga batalla contra ese demonio, pero al final la perdió. En sus últimas dos semanas de vida, recostado en su cama le dijo a su esposa que quería hacer un triciclo con cartones, cartulinas, colores, pinturas, que debía arrastrar un pequeño vagón. En él Jairo iba a darle un último detalle, un chocolate envuelto en un papel en el que iba a ir escrita una palabra que encapsularía sus sentimientos hacia aquellas personas que consideraba importantes en su vida.

Marcia había sido la jefe de Jairo durante dos años y fue testigo de esa larga batalla que comenzó con mucho optimismo y terminó en la peor resignación de todas: esperar la muerte.

“Respeto” fue La palabra que eligió Jairo para ella.

viernes, 9 de junio de 2017

Mamá-da

Camila llega afanada al café con la cartera al hombro y varias bolsas en ambas manos.  De su falda cuelga Violeta, su hija, una pequeña 5 años. La madre se desploma en la primera mesa que encuentra desocupada y al rato suelta un gran suspiro.

Violeta sólo le presta atención a un juguete de varias piezas que tiene en sus manos, mientras Camila tiene la mirada, triste, fija en un punto.  Mira de reojo a su hija y se muerde el labio. " ¿Y que hiciste hoy en el colegio?" Le pregunta. "Ya no me acuerdo" responde de forma automática y odiosa la pequeña.

"¿Quieres un pastel de carne?" le pregunta Camila en un arranque de cariño. "No quiero nada" responde tajante la pequeña, sin la menor muestra de ternura. "Cuando lo pruebes te vas a antojar de uno para ti sola". La frase no surte el menor efecto en su hija.   A Camila esas actitudes la desconciertan y  a veces cree que esa "enanita", como le dice cariñosamente, con la que comparte la mayor parte del día no es su hija.

¿En qué  momento cambió tanto su vida? Había acabo una Maestría y tenía en la mira un doctorado cuando conoció a Federico.  Después de un año y poco más de relación se casaron y al segundo quedó embarazada,  era el curso natural de las cosas, ¿no?

Es ilógico pensar que no la quiere, pero en días como hoy, que se siente tan cansada y sola se aventura a pensar en esa otra vida paralela sin esposo ni hijos y viajando por el mundo, que llego a desear tanto en algún momento de su vida.

Intenta distraerse con el celular pero al rato lo deja.  Y si se para y la deja ahí y echa a correr,  ¿hasta dónde llegaría?.  Se imagina el titular de la noticia "Madre abandona a su hija en restaurante y sale a correr como loca". 

 "Mami quiero un jugo".  Esas palabras evaporan sus pensamientos; voltea a mirar a su hija y le acaricia la cabeza y le Sonríe, no tiene posibilidad alguna de odiarla.