jueves, 20 de septiembre de 2018

El sistema

Me robaron la media pal bobo que creí haber ganado. Muchachos(as), lamento decirles, pero parece ser que el sistema siempre gana. Entiéndase por sistema el establecimiento, los que están en el poder, bien sean los políticos o las grandes empresas. 

Luego de una larga pelea con Amazon de tener muchos chats con sus agentes de servicio al cliente para alegar por un servicio Prime que me estaban cobrando y que nunca adquirí, por fin una asesora pareció dar con la solución a todo. La mujer, una tal Theena me dijo: “Mijo, tranquilo, no se estrese. Le voy a emitir una tarjeta de crédito promocional en dólares, equivalente al monto en pesos de las transacciones. 

Ya cansado de pasar de un asesor a otro, le dije que me parecía perfecto. Cómo lo escribí el otro día, empecé a fantasear con los libros que me iba a comprar. El primero iba a ser Alguien Camina sobre tu tumba, de Mariana Enríquez, un libro que una vez vi en la Lerner, en uno de esos días en los que uno hojea libros sin un peso en la billetera, y el título me engancho de una. Después, en un encuentro con Margarita García Robayo, la escritora colombiana recomendó leer a Enríquez, y últimamente el libro se me ha vuelto a aparecer de una u otra manera, ya sabemos que los libros nos llaman, y pues  es el que tengo entre ojos. 

Pero ahora tenía otra duda. ¿Cómo saber que al momento de comprar libros por Kindle me iban a debitar la compra de la tarjeta de crédito promocional, y no me la iban a cargar a mi tarjeta? 

Vuelve y juega. Otra vez me conecté, para en esa ocasión hablar con alguien que, por su nombre, supongo, estaba en la India. El afán de averiguar bien todo me entro a la 1 de la mañana, razón por la cuál mi higiene del sueño se fue al traste ese día y el siguiente. 

Después de preguntarle mil veces lo mismo para estar seguro a la persona que me atendió en esa ocasión ,me dijo que no tenía de qué preocuparme, que mis futuras compras se iban a debitar primero el saldo de la tarjeta promocional, y muy amablemente me pidió que le pasara los links de los libros que quería comprar. 

Así que en el afán le pase el link del libro del que les hablé y Los peligros de fumar en la cama, también de la misma autora. Pero la respuesta fue desconcertante. “lo siento, los libros tienen que ser vendidos directamente por Amazon”. Intenté plantear en inglés lo mejor posible y de manera decente, es decir, sin utilizar la palabra fuck, pero algo agresiva, la siguiente pregunta: “Pero qué coños quieren decir con eso? Y duré otro buen rato averiguando cuáles son los libros que puedo adquirir con mi súper tarjeta promocional, que claro está, ya no tiene ese estatus. 

La mujer me dijo que podría buscar asi: “Sold by amazon Kindle” y que mirara de los que aparecían cuáles me gustaban. 

Todo parecería estar bien, ¿cierto?, el único problema que los libros que vende directamente Amazon son una porquería, y la búsqueda solo pareció arrojar libros  de ese  género de literatura erótica que no voy a leer nunca en mi vida.

miércoles, 19 de septiembre de 2018

Higiene del sueño

Este fue el título que escribí hace un rato, luego me puse a ver televisión y lo olvidé por completo, hasta ahora que me vuelvo a sentar en el escritorio. 

“Te recomiendo que entre lo mucho que lees incluyas el tema higiene del sueño”, me dijo hace poco un médico, un tema que, supongo, hace referencia a tener buenos hábitos para dormir, ustedes saben: no trasnochar en exceso, no tomar bebidas oscuras antes de ir a dormir, no manipular aparatos tecnológicos, y cosas por el estilo, cosas que muchas veces hago. Le respondí que sí, que sonaba supremamente interesante y que lo iba a hacer. En parte respondí lo que supuse ella esperaba oír, pero en serio quería leer sobre el tema. No lo hice. 

La idea entonces era escribir sobre eso, mirar que tipo de asociaciones se me venían a la cabeza con la palabra higiene y esperar que ese fuera el punto de partida del texto. Ahora que lo leo me parece un tema aburridor, aunque puede que, como le dije a la mujer, sea interesante y que mi sueño y el de muchas personas sea un lodazal, lo más opuesto a algo higiénico que se me viene a la cabeza en este momento. 

La verdad escribo y no escribo sobre la higiene del sueño porque no tengo idea sobre qué escribir. En el momento en que me di cuenta de eso, sentí un poco de envidia hacia esos escritores que, cuando los entrevistan, afirman tener miles de ideas para desarrollar novelas, y que lo que lo único que les hace falta es tiempo para poder escribirlas. 

Me acordé lo que le dijo una vez Kurt Vonnegut a Salman Rushdie cuando le preguntó seriamente acerca de sus intenciones sobre escribir, y Rushdie le dijo que si, claro, que a eso era lo que se quería dedicar por el resto de su vida. Vonnegut le contestó: “Entonces debes saber que llegará un día en que no tendrás un libro que escribir y, aun así, tendrás que escribir un libro”. 

De pronto si ayer hubiera dormido esas 8 horas sobre las que algunos hablan con tanta veneración, hoy estaría escribiendo sobre otra cosa, sobre lo bien que dormí, por ejemplo, y lo limpio e higiénico que fue mi sueño, pero no, si hay una palabra que define lo mal que dormí ayer, debería ser “sucio”. Tal vez, solo tal vez, la higiene del sueño, en cierta medida, garantiza la generación de ideas para escribir textos fascinantes o grandes novelas; vaya uno a saber.

martes, 18 de septiembre de 2018

Condena

La cajera de una cafetería habla con un guardia de seguridad. Le cuenta que su mamá, la de ella, no le ha dicho bien qué fue lo que paso; que en la audiencia de su hermano estaba muy afectada y que lo único que hizo fue llorar y llorar. 

“¿Será que si escuchó bien?”, le pregunta el hombre. “No sé”, responde la mujer, “es que ni siquiera a los violadores los condenan por tantos años” 

“Pues por ese delito”, le contesta el hombre en un tono paternalista, “lo máximo son 4 años” 

“No sé, ella me dijo que lo sentenciaron a 12, ¿será que escuchó mal?” 

“Además esas condenas no las dan en años, sino en meses: 200 meses, tantos meses y así”, concluye el hombre. 

Cambian de tema rápido, y comienzan a hablar de otra condena que la mujer tiene, al parecer, en proceso. Ella comienza a contarle al hombre, sobre una pelea que tuvo con su pareja el fin de semana pasado: 

“Pues imagínese que llegó súper tarde. Apenas entró, dijo que iba a salir, y yo lo confronté de una, le pregunté que qué le pasaba, que por qué estaba actuando tan raro y que me dijera qué quería conmigo, mejor dicho, qué era lo que esperaba de nuestra relación.” 

“Yo ya sé que conoció a otra vieja, y le pregunté: ¿Con quién se anda viendo?, pero se quedó callado y al final me respondió: “Si me va a molestar mejor me voy, y agarró las llaves de la moto y el casco, pero yo le dije que si iba a salir, que se fuera en bus o Transmilenio y que dejara la moto. Al final tiró el casco sobre la cama y me dijo que no lo esperará, que se iba a quedar donde la mamá”. Fijo se fue en la moto. 

“Qué inmaduro es” agrega su interlocutor pisando las palabras de la mujer. 

“Si. duramos unos días sin hablarnos y al final me llamó para decirme que, si lo nuestro debía terminar pues debía terminar, pero que de todos modos yo nunca iba a saber todo lo que me había querido. Que qué lástima que las cosas hubieran acabado de esa manera Desde ese día no nos hemos vuelto a hablar.”

lunes, 17 de septiembre de 2018

Dios y Chaquete

El conductor me pregunta algo y le respondo con naturalidad; me sorprende el modo conversador en el que me encuentro. Luego me cuenta que está muy feliz porque le salió mi carrera que ahora, supongo, es suya o nos pertenece a ambos. 

Me dice que llevaba más de dos horas parqueado y que nada de nada. “No sé, hay días, como este, en los que las cosas no le salen a uno”. Se le nota el desgano en su voz; lo único que se me ocurre contestarle es una frase de cajón, con la que le doy la razón, ustedes saben algo por como: “Las cosas pasan por algo” o cualquier frase de ese estilo. 

Unas cuadras adelante, después de romper el hielo que suele separar al conductor del pasajero o, más bien, a cualquier par de extraños, nuestro tema de conversación toma un desvío hacia el terreno de la religión. No sé como llegamos a él, supongo que lo que hablamos al principio, eso de que a uno a veces le va bien y a veces mal, tiene mucho que ver con la fe o con lo que entendemos por ella; en definitiva, con ese deseo que llevamos encima de que todo nos salga bien, por el simple hecho de que nos consideramos buenas personas. 

El hombre me cuenta que ayer transportó a un señor. “Un cristiano debía ser, lo digo por su vestimenta. Parece que iba a dictar una conferencia o algo así. Se supone que yo soy católico-apostólico-romano—dijo las tres palabras rápido como si fueran solo una—pero la verdad no voy a misa ni nada de esas vainas. Respeto mucho todo eso, y creo en Dios y todo, pero pues así son las cosas." 

Lo dejé hablar sin interrumpirlo, básicamente porque no me gusta hablar de religión y porque me quedé pensando en lo de católico-apostólico-romano, lo cual se supone que también soy. 

“Vea que cuando vino el Papa, yo lo vi de lejos; vi como levantaba un brazo. El hombre me cae bien porque inspira mucha paz y confianza, ¿cierto? Yo tengo un hijo que es bien ateo, pero anda con una noviecita muy creyente, y ella lo obligó a que fueran a verlo. Mi hijo me contó que la paz que sintió cuando el Papa pasó en frente de ellos fue muy chévere.” 

Luego tan fácil como caímos en el tema de la religión, nos pasamos al de las apuestas, de pronto porque ambos están más cerca de lo que parecen o, simplemente, porque todo en esta vida está conectado de extrañas maneras. 

El hombre me contó que toda la vida le ha gustado apostar, pero que no lo considera un vicio, porque apuesta pequeñas sumas y no va al casino. “¿Entonces dónde apuesta?”, le pregunté”, y me contó que conoce un lugar, un local o una casa, nunca me quedó claro, donde varias personas se reúnen a jugar cartas. 
“¿y que juegan?”, le pregunté. “Pues hay muchos juegos, pero el que a mí me gusta es el Rummy", del cual me da una pequeña explicación de cómo se juega; en un momento me pierdo en sus palabras, pero igual asiento con la cabeza. 

“Otras veces juego Chaquete, ¿lo conoce?”, le digo que no. “Es como el Bagamon”, dice. Supongo que es el Backgammon, que he oído nombrar en algún lado, y que tampoco conozco. “Venga le muestro cuál es”, concluye, mientras lo busca en el celular. “Mire es este”, y comienza a teclear con el dedo índice, pero la luz que da sobre la pantalla no me permite ver nada; igual hago el papel de estar viendo todo muy claro. 

“Es Bagamon, pero también se le llama chaquete. Hace rato no voy a jugar; las últimas veces he perdido; en una perdí como 80.000 mil pesos, y además siempre que voy mi mujer se pone brava porque dice que me estoy enviciando”, y cuando termina esa frase suelta una ligera risa. 

En ese momento llegamos a mí destino. Me despido del hombre y le deseo un día con muchas carreras. 

“Muchas gracias, me dio mucho gusto llevarlo”.

sábado, 15 de septiembre de 2018

Este día

Si este, el del “amor y la amistad”. ¿Acaso debería estarlo celebrando, bien sea por lo uno o lo otro, en vez de estar encerrado en mí casa escribiendo esto? Puede que si como puede que no; bien sabemos que es difícil afirmar algo con precisión sobre esta vida. 

Imagino que existirán algunos que adoran esta fecha, y esperan su llegada con ansias para celebrarlo con sus parejas, o esa persona que quieren que sea su pareja o con quien creen que lo es. Están también esos otros que despotrican de ella con ganas, esos que dicen que es un invento para hacernos consumir más y no sé que otro pocotón de cosas. No me importa ninguna de las dos posiciones, que cada uno haga con este día lo que le dé la regalada gana. Por mi parte hace rato le perdí la fe a esta fecha 

El primer sinsabor, por decirlo de alguna manera, ocurrió hace mucho tiempo cuando estaba en la universidad y solía salir con frecuencia, dizque a “rumbear”. Hágame el favor semejante cosa tan ridícula, en fin, es una posición, quizá tara, personal, y no tengo nada en contra de aquellos que les gusta ir a bailar, y a tomar trago en cantidades exuberantes. 

Les decía que el prime revés ocurrió en aquella época. Ese día, un sábado recuerdo, íbamos a salir con un grupo de amigos a un bar, discoteca, chuzo, sitio, lugar, boliche, antro, cuchitril, llámelo como quiera estimado lector, y efectivamente así ocurrió, pero ese día los astros se alinearon para que a mi novia de ese entonces le diera por terminarme justo en ese día, luego de unas horas de rumba. No sé por qué espero tanto tiempo para decirme que quería terminar, es decir, por lo menos me habría podido ayudar a que me ahorrara la platica que me iba a gastar ese día, ¿no? 

El segundo revés ocurrió muchos años después con una mujer que conocí en el matrimonio de un amigo. Duramos saliendo varios meses, y el sábado de la celebración, me pidió que la acompañara a comprar unos zapatos. “Que pereza de plan”, pensé, pero la vieja me gustaba, así que le dije que sí, que con ella hasta el fin del mundo. 

Fue en la tienda de zapatos, un local de Bosi, recuerdo, donde, algo incomoda, me soltó la siguiente perla después de darle un beso: “Mira, lo que pasa es que yo te correspondo los besos, únicamente para no hacerte sentir mal”. Me emputé, claro está, y recuerdo que, en defensa de mis sentimientos, incluí las palabras “mendigar amor” en mi respuesta, un pataleo poético que no sirvió para nada. 

El tercer y último revés, digo último no porque no pueda ocurrir otro, sino porque ya no me esfuerzo en lo más mínimo por celebrar este día, fue hace unos dos años. Llevaba saliendo con una mujer cierto tiempo, y se avecinaba la celebración, y tenía en mente invitarla a salir. La llamé entre semana, confiado de que me iba a decir que si, pero su respuesta, en medio de una risita canalla, fue la siguiente: “Oye, pero es que tu y yo ya hemos salido mucho”. “Pues acaso no se trata de eso tarada, de salir?”, fue mi respuesta mental; aún no llego a ese nivel de patanería en la vida real. 

De pronto lo que debo hacer es revelarme contra el sábado en el que siempre se celebra la fecha, pues es un día que, al parecer, no me funciona para esa celebración, aunque ya les dije, es difícil afirmar algo con precisión sobre esta vida.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Walkabout

Hoy alguien me acercó en carro a mi casa, pero el lugar en el que se acabó el aventón seguía estando muy lejos de ella. Comencé a caminar, teniendo en mente parar un taxi, pero me distraje con un par de pensamientos y cuando me di cuenta, ya había caminado un buen trecho y había llegado a una carrera principal. 


Estaba haciendo frio y unas gotas rebeldes se negaban a quedarse en las nubes, y en ese momento sentí que era un buen momento para un walkabout, canción que siempre se me aparece en la mente cuando me dispongo a caminar varias cuadras: 


“I think I'll go on a walkabout
And find out what it's all about
And that ain't hard
Just me and my own two feet
In the heat I've got myself to meet” 


Un estudio de la universidad de Stanford demostró que los niveles de creatividad aumentan con las caminatas, porque el ejercicio mejora la circulación de sangre hacia el cerebro y aumenta la actividad del hipocampo, una región del cerebro crítica para aprender y la creación de nuevas memorias. 

Y es que caminar creo yo, es otra de las pocas actividades que nos obligan a rumiar pensamiento tras pensamiento, una prima hermana, quizá, de ducharnos, otro momento, como ya lo he dicho, en el que estamos solos, sin ninguna distracción a la mano. 

Me gusta caminar más por ver a las personas que por hacer ejercicio. Hoy, varias de las que no llevaban sombrilla, caminaban de afán, como si las gotas que estaban cayendo fueran de lluvia ácida, que no sé bien qué es, pero siempre me imagino que si nos cayera encima ese tipo de lluvia, nos derretiríamos. 

Hoy yo, a diferencia de otros días, no me encontraba ácido y estaba en paz con el mundo, así que en ningún momento me preocupé por mojarme un poco. 

En cierto punto de la caminata vi a un vendedor ambulante barriendo el agua que había dejado el aguacero previo, en el lugar donde tenía ubicado su carrito. La empujaba hacia la calle con una escoba. Parecía una tarea de nunca acabar, pues por más que barría y barría esta volvía a aparecer como si nada 

Después de un tempo vi a una mujer con un vestido rojo enterizo y ceñido al cuerpo, que resaltaba sus curvas, caminando a unos 25 metros delante de mí. Me entró un afán tonto de querer verle la cara, y decidí apresurar el paso, pero nunca logré acortar la distancia que nos separaba, así que abandoné la tarea hasta que la mujer entro a un supermercado y la perdí de vista para siempre. 

En medio de la caminata también me llego el olor de un cigarrillo, de un hombre que paso por mi lado muy cerca y que se lo había acabado de llevar a la boca. 

Fue así, en medio de esa contemplación desinteresada, que la caminata no se me hizo tan larga. No se me ocurrió ninguna idea brillante, pero disfrute de un momento de paz que, creo, es importante.

martes, 11 de septiembre de 2018

Media pal' bobo

Así decía Gonzalo, un amigo de mis padres con el que jugaban cartas seguido, cuando robaba una carta que le permitía bajarse, o cuando el juego suyo o de los otros, le favorecía. 

Yo en ese entonces tenía 5 años, pero esa frase se me quedó grabada desde la primera vez que la escuché. Gonzalo tenía otros dichos que a mí me parecían buenísimos, como: “Choque esos cinco claveles, Juancho”, mientras estiraba su mano para chocarla con la mía, saludo que únicamente utilizaba conmigo y que me hacía sentir importante. 

Siempre que la vida me sonríe con giros positivos, aplico esa frase, pues me parece más precisa que cualquier otra. 

Desde hacía varias semanas venía peleando con Amazon por una subscripción a su servicio prime, que me habían cargado a la tarjeta de crédito. La primera vez que me puse en contacto con la empresa, me atendió un tal Charles, y me pidió todos los detalles de la transacción y luego de más de medía hora de conversación, me dijo que alguien de la empresa me iba a llamar. Nunca ocurrió nada. 

Días después me puse en contacto nuevamente con servicio al cliente, y en esta ocasión me atendió Aakaksha que, por su nombre, imagino, conversaba conmigo desde la India. 

Luego de volver a repetirle todo, me dejo hablando solo en la ventana del chat, hasta que la conversación finalizo porque me aburrí de escribir, y luego Raagini la retomó. Él, estaba muy perdido y quería que le volviera a contar todo. Cerré la ventana del chat con rabia y maldije a Amazon, a Aakaksha a Raagini y a Charles, y me los imaginé a los tres en su momento de descanso, en una cafetería, burlándose del caso de ese colombiano al que le habían cobrado una suscripción a Prime. ¡Malnacidos! 

Hoy volví a intentarlo, era mi última oportunidad. En el chat calló Theena, una mujer, supongo, quién me saludo muy amablemente, y me preguntó que como estaba, pero yo entré con los taches arriba y le respondí que de muy mal genio. 

“Lamento mucho escuchar lo que le paso, pero no hay problema permítame ayudarle” 

“Espero que sea verdad, todos han dicho lo mismo”, soy bueno para hacer de mártir. 

Me preguntó por la información del caso y pegué toda la conversación que sostuve con el tarado de Charles. 

“¿Me puede dar la descripción de las transacciones, su monto y fecha?” 

“Señorita, esa información está en el texto que acabo de pegar, ¿para qué me pide información si no la va a leer?” 

“permítame leer esa conversación.” 

“Bueno.” 

Seguimos en ese rifirrafe comunicativo por un tiempo, hasta que Theena se cansó, o me dio la razón y me dijo: “Le voy a emitir un crédito promocional equivalente al valor de las transacciones. ¿Qué le parece eso?” 

“Perfecto, muchas gracias”, respondí, mientras hacía cálculos de cuántos libros iba a poder comprarme con ese dinero.

Media pal’ bobo.