martes, 6 de noviembre de 2018

Sola

Luego de unos exámenes de sangre, en ayunas, voy a desayunar a un café. El lugar está casi solo; únicamente hay un par de personas en la terraza, y adentro una mujer ocupa el puesto de una mesa que da hacia una ventanal.

La mujer toma café de forma espaciada. Cada vez que levanta la taza, la lleva muy despacio hasta la boca, le da un sorbo y la vuelve a poner, con delicadezasobre la mesa; parece ser  un ejercicio que realiza a plena conciencia. 

Mira fijamente un punto fijo más allá de la ventana, que da a la terraza del lugar. Supongo que posa su mirada sobre algo del entorno, cualquier cosa: una silla, la rama del único árbol del lugar, de la que cuelgan unas luces; las mismas luces, en fin; pero eso que mira tan fijamente, es muy probable que no coincida o tenga nada que ver con el lugar en el que se encuentra su mente, pues a todos nos pasa, nos enredamos con un recuerdo, una fantasía, una angustia y habitamos un espacio diferente al físico.

Me parece que la mujer esta sola, y cuando digo sola, me refiero a que está y no está, además de no tener nada a la mano que la distraiga, como su celular por ejemplo, que contrario a ella si está en el lugar y sobre la mesa. En medio de su estado contemplativo, el objeto le importa en lo más mínimo pues la mujer, creo yo, disfruta estar sola en ese otro lugar que comparte con sus pensamientos.

únicamente le da sorbos a la taza de café, sin mover nada más que su brazo izquierdo. Me pregunto en qué pensará, qué decisiones ha tomado en lo que lleva ahí sentada, mientras el resto de los mortales nos anestesiamos con nuestras rutinas.

Un hombre entra en la escena, la saluda y la saca de su estado contemplativo; luego pone un maletín sobre la mesa, hace ruido con la silla en la que se va sentar y se inclina para darle un beso en la mejilla. 

¿Seguirá sola la mujer?

lunes, 5 de noviembre de 2018

Pasos en la madrugada

Salimos del sitio en la madrugada y caminamos por un tiempo. Varios tratan de que Jay, un mexicano, no se tropiece con las personas que ocupan las acera, ni que se entretenga conversando con alguna mujer que no conocemos. No hay rastro de Miguel, su wingman, otro mexicano. 

Me alejo de mi esquina; quiero decir que me alejo de la esquina desde la cual siempre pido transporte cuando me encuentro en ese sector. Nos detenemos y estoy algo desorientado. Pienso que me excedí, y que más tarde me va a doler la cabeza. 

De repente ya todos saben para donde se dirigen, con quién y cómo se van a ir, mientras a mí, se me confunde el sur con el norte, las calles con las carreras. A mi lado está Andrea, una mujer que solo conozco desde hace un par de horas y que luce angustiada. Como nos dirigimos hacia el mismo lado, le digo que si quiere yo me voy con ella. Al resto de personas les parece bien mi propuesta y, ahora sí, se dispersan. 

Andrea me pregunta que si vamos a coger el carro juntos. “¿Pero primero vamos a pasar por tu casa?”. “Sí, ponemos dos direcciones, primero la mía y luego la tuya”. Parece no gustarle mi propuesta y se estresa. “¿Ahora qué hago?”, pregunta al aire, mientras yo cancelo un carro que reserva la carrera, pero que está muy lejos. 

Le digo que no, que tranquila, y la invito a que caminemos a la esquina. Andrea hace un puchero y me dice que no, que no quiere caminar más, y me da a entender que tiene un cansancio similar al de haber corrido una maratón. “¿Qué le pasa a esta cosa?”, pregunta ahora refiriéndose a su celular al que, al parecer, no le funciona el gps, pues no la deja escribir la dirección completa. Le digo que me deje intentarlo. Con el celular en mis manos,  pero mi gps interno fallando,un modelo que no conozco, no encuentro la tecla #, hasta que por fin lo logro, pero es verdad, la aplicación no deja poner la dirección completa. 

“Ay! Mira, ahí salieron ellos”- me dice, refiriéndose a una segunda tanda del grupo de personas con las que estábamos, que, de repente,aparece cerca de nosotros. “Yo mejor me voy con ellos. Le dijo que bueno, que lo siento por no haberle podido ayudarla a llegar a su destino, y me dice que tranquilo, que no hay problema. Se ve un poco más calmada. 

comienzo a caminar hacia mí esquina, y luego de unos pasos por fin me ubico. Ahora pienso en “El Sereno”, ese enemigo invisible, que nos acecha en las madrugadas. 

Por fin llego a la esquina de siempre, mí esquina, y me siento en un murito. Pido el carro y está a 8 minutos. Guardo el celular en el bolsillo y me dedicó a ver las personas que caminan a esa hora, un par de ellos van disfrazados, veo a una chilindrina y a una diabla. De repente un hombre con una guitarra se para enfrente mío y comienza a tocar una canción. Evito el contacto visual porque no tengo dinero para darle, pero el hombre no se mueve y sigue tocando: “Es ligero equipaje para tan largo viaje, las penas pesan en el corazón…”, típica canción de un Guitarrita

Otro hombre, que viene caminando de norte a sur por la misma acera en la que se encuentra este concertista de madrugada, lo empuja. No sabemos si no le gustan los “guitarritas”, la canción o qué es lo que le ocurre. El empujón hace que el hombre termine su canción antes de tiempo. “¿Qué le pasa a la gente?”, alega. Tiene razón, “¿Qué nos pasa?”, me pregunto. Por fin lo miro, le levanto un pulgar, y me pide una moneda; hago un gesto indicándole que no tengo, sonríe y sigue su camino. Luego un grupo compuesto por dos hombres y una mujer pasan por el lugar. Discuten lo bien que la pasaron. Uno de ellos lleva una botella de Tres Esquinas, en sus manos, y los otros dos vasos plásticos. 

El carro por fin llega.

sábado, 3 de noviembre de 2018

Bolsas plásticas

Una mujer ser acerca a  la barra en la que estoy leyendo y comienza a hablarme. Saca unas bolsas plásticas de su maleta y me cuenta que las está vendiendo para pagar sus estudios. 

Le dijo que no gracias, que no estoy interesado, ¿para qué hacerle perder su tiempo? Responde algo que no entiendo, pues habla muy de afán, y le vuelvo a repetir que no gracias. ´La sonrisa con la que inició su discurso se esfuma y ahora me mira con, creo yo, algo de rabia. 

Decide abordar al hombre que está sentado a mi izquierda, que tiene varios papeles en desorden sobre la barra, maneja una calculadora como si su vida dependiera de oprimir los botones, y hace anotaciones con un esfero rojo; ¡Rojo! 

Ls mujer le echa el mismo discurso de hace un momento, y el hombre, un sesentón con gafas y aspecto bonachón, sonríe como si estuviera escuchando a una nieta que le cuenta algo. 

“¿Qué estudias?”, le pregunta el hombre esbozando una sonrisa pícara 
“Relaciones internacionales” 
“¿En dónde?”. La mujer, algo incomoda ante la cercanía verbal de su nuevo interlocutor, le contesta algo que no logro entender 
“Ahh ya, ¿y de dónde eres?” 
“De acá de Bogotá” 
“¿Rolita como yo?”—!Rolita!, contraataca  el hombre, en su juego de pregunta-respuesta 
“La mujer sonríe pero con desgano, y no responde nada. 
“¿Y cómo te va con eso, si has vendido?” 
“Hay días buenos y días malos”, responde de forma seca. 
“Pero es que yo no utilizo de esas cosas, dice el hombre refiriéndose a las bolsas, como si fueran una prenda de vestir. 
“Sirven para todo: para canecas de basura grandes y papeleras” 

El hombre se mete la mano al bolsillo para sacar unas cuantas monedas que luego deja caer en la palma de la mano de ella cuando  estira el brazo, acción acompañada con la frase: “Estás muy linda”, que parece subrayar en un rojo pasión. 

“Gracias”, responde ella de forma escueta, da media vuelta y abandona el lugar rápidamente.

jueves, 1 de noviembre de 2018

La distancia

La distancia corroe los afectos, especialmente el amor y el cariño. Es difícil precisar a quién afecta primero, si al que se va o el que se queda, pero algo quiebra en las relaciones, y no solo me refiero a las amorosas, aunque parece que son las que más perjudica. Muchas veces he escuchado historias acerca de parejas de novios que deciden terminar, cómo no queriendo dejarse joder por ella, justo antes de que alguno de los dos tenga que realizar un viaje prolongado. 

Otras veces, como le pasó a una amiga, la pareja decide desafiarla y continúan la relación uno acá, el acá que le aplique a cada quien, y el otro allá, ese allá motivo de estudio, trabajo o la razón que sea, y a veces lo logran, pero cuando la separación termina y se supone que la relación vuelve a su cauce habitual, que todo vuelve la normalidad, vuelvo e insisto, parece que algo se hubiera quebrado; al final la relación de mi amiga no aguantó la embestida que la distancia le había dado y todo se fue al traste, que vaya a saber uno dónde queda, pero que definitivamente no es un lugar para los noviazgos. 

También está el caso de los parientes que dejaron su país, y se fueron a buscar suerte en otro lugar, solos o con toda su familia. Parientes que, aunque llevan varias décadas por fuera, la nostalgia de estar lejos de los suyos todavía les pega duro, y cada vez que llaman a hablar con esos "suyos", que ya son otros, quieren hacerlo por horas enteras; hablar sobre todo, lo que sea: el clima, la política, los deportes y cualquier otro lugar común que esté a la mano, y también sobre temas trascendentales, de esos que evitamos mientras la rutina del día a día nos envuelve. ¿Y qué pasa?, que al que llaman no se siente igual, no le pesa la nostalgia, y en cambio está preocupado por sus cosas: la casa, el trabajo, el dinero, las deudas, los hijos, en fin, lo que sea que ocupe su mente y prefiere evitar esas conversaciones pues le molesta ese dejo sentimental. 

Pero igual ahí vamos, tratando de ganarle el juego a la distancia. 

miércoles, 31 de octubre de 2018

En silencio

Me Parece que la ciudad está en silencio, resulta casi obvio pensar que solo debe ser así en el sector donde vivo, y que en las zonas de bares de la ciudad, en este momento se están llevando a cabo sendas fiestas de Halloween, porque hay gente que es muy buena para enfiestarse aún teniendo que madrugar el día siguiente para ir trabajar. Lo ue me parece inreíble es que lo hacen como si nada, bueno eso es solo un decir, porque igual al otro día están completamente cansados, pero les importa más el logro de haberse ido de fiesta, que esa sensación de agotamiento y nauseas que a veces acompañan los guayabos;  me parece que asumen todo el cuento como una pequeña victoria ante el sistema. 

Hoy solo timbraron dos veces en el apartamento para pedir dulces: la primera vez lo hizo una niña de unos 10 años, que estaba disfrazada de científica o médica loca, pues su disfraz consistía en una bata blanca de médico con manchones rojos que simulaban sangre y estaba despelucada. A la niña poco parecía importarle si su disfraz era bueno o no y más bien se le veía muy feliz porque el edificio estaba casi solo para ella. 

Al rato volvieron a timbrar, esta vez era una bruja, de esas brujas que todos conocemos de vestido largo, el suyo era morado, y sombrero puntiagudo. Cuando abrí la puerta, la científica loca estaba en el apartamento del frente y, emocionada, le contó a la bruja: “¡Uy! El año pasado timbré en un apartamento y como no tenían dulces me dieron paquetes de galletas oreo”. 

Lástima que con el paso de los años uno vaya perdiendo esa emoción de disfrazarse. Ayer una escritora contaba en su cuenta de Instagram que su día favorito del año es el Halloween, pues le parece fantástico eso de disfrazarse un día, de pretender ser alguien más, de ficcionar la vida, que tanta falta nos hace, con un personaje que no es uno. 

Eso era todo lo que les tenia que decir, mientras tanto sigo sintiendo que la ciudad está en silencio, sola.

martes, 30 de octubre de 2018

Mensaje de despedida

HELP!”, es el mensaje de una amiga, que me encuentro apenas prendo el teléfono. Mi nivel de fantasía que, recordemos, según mi prueba de personalidad está por los aires, me hace creer que se encuentra en una situación complicada: la secuestraron y logró enviar ese mensaje desde el baúl de un carro aparcado en un terreno baldío, en las afueras de la ciudad. 

Le escribo de inmediato, pues con cada segundo que pasa, su vida entra peligro. Después de mi saludo, alguien comienza a escribir, ¿será alguno de sus captores el que lo hace? 



“Jajajaja”, escribe. “Mucho cínico”, pienso. 


“Ya no. Necesitaba de tu asesoría escriturística”. Con este mensaje la fantasía se me derrumba, ya sé que es mi amiga y que está bien. Continúa escribiendo: “Renuncié a mi trabajo y no sabía que escribir en el mail de despedida. Me salió otra cosa—imagino que se refiere a otro trabajo—…empiezo el lunes y pues trabajo hasta hoy”. 

Después de felicitarla, le respondo que lo único que se me ocurre para el mensaje, por el momento, es: “Hasta nunca perros”, y me responde que ella había pensado en: “Suerte y muerte”, un clásico que nunca perderá vigencia. 

Muchos de los que abandonan una empresa, si no les han desactivado el correo, dejan en esos mensajes, aparte de un agradecimiento infinito, todos sus datos de contacto por si en el futuro alguien los necesita para algo, lo que sea, desde ir a tomarse una cerveza hasta pedirles plata prestada, o por si necesitan un consejo, yo que sé; además de desear infinidad de éxitos para los futuros proyectos de sus ex-compañeros, de quienes, si acaso, les interesará la vida de solo un par de ellos; claro que una vez una mujer de una de las empresas en la que trabajé, más o menos le hecho la madre a medio mundo en su mensaje de despedida, y se desahogó y botó todo lo que tenía atorado y que nunca había tenido el valor, ni la oportunidad de decir, en fin.

Y es que hay despedidas de despedidas, como la de Lopetegui: “Tras la decisión adoptada por la junta del Real Madrid en el día de hoy, quiero agradecer al club la oportunidad que me brindó”, en la que luego le da las gracias a los jugadores, hinchas y todo los involucrados con el equipo. Un mensaje muy sucinto; se nota que Lopetegui, en un futuro, no quiere que le pidan plata prestada. 

La verdad es que si a mí me echan de un trabajo, pero me van a dar 18 millones de euros a mí salida, cláusula que le aseguró el presidente del equipo a Lopetegui, si no podía pagarle el sueldo de 3 millones anuales hasta el año 2021; le escribiría un poema de despedida a cada uno de mis ex-compañeros; poemas sencillos, tipo: “Suerte y muerte”. 

lunes, 29 de octubre de 2018

Personalidad

Tomo un test de personalidad, supuestamente confiable, por Internet, es decir, no el de una revista de peluquería, sino uno al que un grupo de profesionales de diversas ramas le han invertido tiempo en su elaboración; podría decirse entonces que es uno serio. 

El test, mediante diferentes afirmaciones sobre las que uno debe escoger si esta de acuerdo ,en desacuerdo, o si ni le van ni le vienen;  califica diferentes aspectos: Abertura a experiencias, responsabilidad (tesón), extraversión o surgencia, o lo que sea que eso signifique; cordialidad, entre otros. 

Se esfuerza uno, a lo largo de la vida, en tratar de ser alguien, es decir, en tener una personalidad; de ser consistente en el actuar, de que las personas que conocemos, nuestros amigos y familiares, se formen una imagen de cómo somos: buena gente, tacaño, perezoso, pilo, vivo, etc. 

Trata uno entonces de serle fiel a esa imagen o, si no es así, a la que uno le apuesta, independiente de si coincide o no con la que los demás se han hecho de nosotros, pues casi siempre, independiente de si hacemos el bien o el mal, creemos que la manera en que actuamos es la correcta. 

Les contaba que hice el test, que califica cada aspecto de 0 a 100. En el ítem fantasía, que hace parte del grupo “Abertura a experiencias” obtuve un puntaje de 90, supuestamente porque soy un individuo imaginativo, a quien el mundo real le parece demasiado soso y vulgar. No sé si la saqué del estadio en este punto o si simplemente vivo en las nubes y evito eso que llaman “mundo real”, aunque no es momento de entrar en la discusión de qué es real y qué no. 

El test también mostró que soy medio rata, pues en el ítem “Juicio benévolo de los demás” obtuve un puntaje de 10, supuestamente porque no soy compasivo ni de buen corazón, y el dolor de los demás me vale huevo, aseveraciones con las que estoy en total desacuerdo. 

Qué difícil es eso de la personalidad, decir quiénes y cómo somos, aspectos que, creo, dependen de miles de variables emocionales, que a su vez dependen de hormonas y esos callejones oscuros sin salida que todos llevamos en la cabeza. El test, imagino, tendrá algo de verdad, pero también depende de muchas otras cosas: subjetividad, ánimo al momento de contestarlo, tiempo, etc. 

"Conócete a ti mismo.. Es fácil decirlo, y aún más creerlo; después, en 
los momentos de ruptura, de implosión; de caída en uno mismo, lo que se descubre 
es otra cosa. Cebollas infinitas, no termináremos jamás de retirar las telas, que nos 
abarcan desde los siete velos de Salomé hasta la prodigiosa espeleología del psicoanálisis; 
debajo, siempre más abajo, el centro rehúsa dejarse ver al como es. Estamos lejos 
de muchas cosas, pero de nada estamos más lejos que de nosotros mismos."
- Julio Cortázar -