jueves, 13 de mayo de 2021

Sin conocimiento

Un día, Julio Martínez se levantó sin nada de conocimiento en su cabeza.

Sabía que había estudiado economía, pero no recordaba ningún concepto.

No le prestó atención al asuntó, pues creyó que era algo pasajero, y se metió a la ducha, seguro de que un chorro de agua fría lo terminaría de despertar.

Cuando salió del baño, su situación era la misma: no sabía nada práctico para desenvolverse como un “profesional”.

Sentado en la mesa de la cocina, levantó la tasa de café con la mirada perdida en un punto en la pared. Su mujer, que leía el periódico; en un momento lo bajó y se dio cuenta de lo abstraído que estaba. “¿En qué piensas?”, le preguntó.

Martínez odiaba esa pregunta. Él, a diferencia de la mayoría de personas, siempre la respondía con la verdad.

“Se me olvido todo, no sé que tengo que ir a hacer a la oficina”, dijo.

“Déjate de bromas—le respondió su esposa—, seguro estás nervioso por la reunión que tienes hoy con la junta directiva. Tranquilo, todo te va a salir bien”

Todo te va a salir bien, “que frase tan zonza y falta de argumentos”, pensó Martínez, pero igual sonrió, apuró su café y salió a la calle, como todos, a estrellarse con la vida.

Cuando encendió el motor de su carro, tuvo miedo de no acordarse de la ruta a la oficina, pero no tuvo inconveniente alguno en llegar a la sucursal del centro.

Luego de parquear, y de camino a los ascensores, saludó a todas las personas con las que se encontraba por su nombre, y recordó conversaciones pasajeras que tuvo con ellos un par de días atrás, pero seguía sin acordarse que era lo que hacía.

Cuando abrió la puerta de la sala de juntas, todos los puestos de una mesa ovalada estaban ocupados por hombres de gestos serios, igual de oscuros que sus trajes.

En el ambiente flotaba un tufo dulzón, mezcla de todo tipo de perfumes y lociones para después de afeitar.

Martínez sintió náuseas y contuvo la respiración.

Sabía que su intervención era la que abría la reunión. Se sirvió agua en un vaso, tomó un sorbo, y buscó quemar tiempo con sus palabras.

“Señores, los noto muy tensos, les propongo que hagamos unos ejercicios de respiración”. Los ejecutivos lo miraron consternados, pero siguieron sus indicaciones, se pusieron de pie e inhalaron y exhalaron cinco veces seguidas.

Martínez nunca supo si esa dinámica de emergencia fue la que le devolvió su conocimiento, o parte de este, pero a pesar de algunos vacíos e ideas inconclusas, que camufló con chistes flojos, salió bien librado de su intervención.

Luego, su conocimiento fue llegando poco a poco, hasta que, cree, lo recuperó por completo.

Desde ese día, cada vez que se enfrenta con cualquier tema, nuevo o viejo, prefiere pensar que no sabe nada.

miércoles, 12 de mayo de 2021

Cafés pendientes

Imagino que mi escritorio y todo lo que tiene encima es como echarle la madre al feng shui.

Sí, esta desordenado y, aclaro, no es algo de lo que me enorgullezca. Pienso que es uno de esos desórdenes que guardan cierto orden, o que se deben preservar por alguna razón que la vida no me ha revelado.

O puede que no, que lo que acabo de decir sea una simple excusa para justificar mi desorden.

Para no pensar en orden o desorden, volteo a mirar hacia la derecha, y al lado de un payaso de madera que compré en un mercado de las pulgas, hay un arrume de tarjetas que fui acumulando en varios eventos de networking.

La montaña de tarjetas esta liderada por una de Cinemark Elite Gold, que suena, pienso, a pertenecer a un escuadrón de misiones especiales.

Luego vienen unos post it pequeños que tiene como nombre task manager, pero casi nunca utilizo esos papelitos de colores, pues anoto las cosas en ellos e igual se me olvidan. Finalmente, están las tarjetas.

Estimo que deben de ser más de 80, y que equivalen a 80 conversaciones, apretones de manos, sonrisas, en fin cualquier dinámica para conocer de forma escueta a una persona, en 10 o menos minutos.

Supongo que muchos de esos intercambios de tarjetas de presentación se sellaron con un: “tenemos que tomarnos un café”, quizás, una de las frases más ultrajadas de nuestro idioma.

Es posible que esas tarjetas también signifiquen 80 oportunidades de negocio perdidas, pero quitémosles ese halo comercial a esos cartoncitos y pensemos, más bien, en esos cafés que quedaron pendientes.

Es posible que haya dejado escapar al amor de mi vida.

martes, 11 de mayo de 2021

De filas y tarjetas de crédito

Me acerco a una caja, en la que solo hay una persona, para pagar un juego de vasos de vidrio. “Que afortunado soy”, pienso, pues en el lugar hay bastantes compradores como para dar con una caja desocupada.

Apenas me pongo a hacer fila, tanto la mujer como la cajera me señalan dónde debo hacerla. Cuando volteo a mirar el lugar que me indican, veo que hay más personas haciendo una fila, que aparenta ser larga por las medidas de distanciamiento.

Justo después de que me ubico en la fila, se acerca una mujer, con una tabla, para tomar notas, en sus manos, a ofrecerme una tarjeta de crédito.

Me pregunta que si ya la tengo o que si ya me la han ofrecido. “Si, no”, respondo, dándole a entender que ya tengo tarjeta y que no quiero otra.

Contraataca.

“ ¿pero por qué no?” mire que con esta tarjeta bla bla bla bla”. Nuevamente le dijo que no me interesa, acepta mi respuesta y me dice que ya sabe dónde la puedo encontrar si cambio de opinión.

´Sonrío; un gesto que camufla un : “no la voy a buscar nunca señorita”.

Atrás un hombre habla por teléfono y le dice a su interlocutor: “Lo mejor es que renuncies a ese trabajo de mierda, muy bueno el sueldo y todo, pero no hay derecho; renuncia.”

Volteo a mirarlo y el hombre que acaba de dar ese consejo tan tajante, lleva una camisa con una figura de Yoda que dice: “Yoda says just relax”.

Eso es lo que dice el Yoda de su camisa, pero yo lo veo incómodo, tenso, como si el trabajo de su amigo o amiga, le preocupara más a él.

Mientras pienso en eso, otra mujer se acerca a la fila y le ofrece una tarjeta de crédito al hombre que no le hace caso al consejo del Jedi. Le pregunta que si tiene tarjeta de crédito y responde que no. Por el tono de voz, me parece que miente y solo se la quiere quitar de encima.

La mujer no se rinde: “pero mire que tener nuestra tarjeta de crédito sería bueno para que comenzara a crear su historial crediticio”

“No, gracias”, responde el hombre en un tono serio que camufla un: “no me joda más”.

La mujer se retira y ahora es mi turno de pagar en la caja.

lunes, 10 de mayo de 2021

La migaja

Los fieles lectores hipotéticos de este blog, ya deben saber que mi escritor favorito es Juan José Millás, al que he citado varias veces acá y en otros lados.

Admiro mucho a Millás, porque me deslumbra su capacidad creativa; la facilidad, como escribí hace unos días, con la que se amputa la realidad y se blinda de ficción y fantasía por todos lados. Esa, creo, es una de las opciones para hacerle frente a todos los absurdos que propone la vida, en fin.

Les hablaba de Millás, de cómo ve pasar una mosca y a partir de ese simple hecho es capaz de escribir una pieza brillante. De hecho la crónica que abre su libro “Vidas al límite”, se titula: “Biografía de una mosca”, y en ella relata la vida y obra de Catalina.

El escritor menciona en el prólogo, que su libro se enfoca en lo ordinario, y no por ello menos peculiar que hay en cada existencia concreta.

Esto, imagino, tiene algo que ver con lo que menciona en su novela La vida a ratos: “En el taller de escritura, hablamos de dónde buscar el significado. Les digo que en la periferia de la realidad. Si no está allí, no está en ningún sitio. De ahí que el escritor no deba mirar nunca donde le dicen que mire”.

Escribo sobre esto, porque miro una migaja de galleta que está encima del escritorio. No sé cuanto tiempo lleva allí. ¿horas, días meses?

Supongo que en su existencia, a pesar de la ausencia de consciencia, hay una historia que espera ser narrada, porque como alguien dijo alguna vez, “la vida es un relato en busca de narrador”.

sábado, 8 de mayo de 2021

Amor fugaz en el lecho del río

Recuerdo que en septiembre 29 de 2012 estaba recostado en mi cama viendo televisión.

Una prima me llamó, porque tenía entradas para el concierto de lanzamiento de Pueblo Alimaña, el álbum de las 1280 almas, en el teatro Jorge Eliecer Gaitán.

“Paso con Kike en media hora y te recojo”.

Me puse de pie, me alisté y esperé su llamada para bajar.

Ya en el teatro, nos ubicamos en la parte alta de este.

Hay ocasiones en las que uno se enamora de forma fugaz. Me refiero a esas veces en las que uno ve por primera vez a una persona que, por alguna razón, lo atrae fuertemente, y entonces, en cuestión de segundos, uno se imagina toda una vida al lado de ella.

Yo no sabía que ese día me iba a ocurrir eso, pues casi siempre me pasa cuando voy caminando por la calle o en el transporte público.

Hacia el final del concierto Fernando, el cantante, pronunció un par de veces su tradicional: “Alegría y rock and roll”, y presentó la siguiente canción: El lecho del río.

Dijo que hacía mucho no la tocaban, porque les hacía falta apoyo.

Ese apoyo eran tres coristas. Y luego de que salieron al escenario, me enamoré fugazmente de la de la mitad.

Corista del top rojo. Si por alguna razón caes en este escrito, quiero que sepas que te quise con locura esos 5 minutos que te vi.

Llegábamos a viejos juntos y vivíamos en una casita de campo en las afueras de la ciudad y, en esa fantasía, éramos muy felices.

“En barco yo te veo pasar
me dieron ganas de llorar
porque no te podía seguir
y tuve que dejarte ir”
- El lecho del río -

jueves, 6 de mayo de 2021

Guion

“Hola amigo. ¿Hola amigo? Eso suena
Aburridor. ¿Tal vez debería darte un nombre?
Pero eso es una pendiente resbaladiza. Solo estás
En mi cabeza. Tenemos que recordar eso”.

Ese es el inicio del guion de Mr. Robot. Me acordé de esa serie por todo el protagonismo que ha ganado Anonymous, el colectivo de hackers, en estos días.

Después de ver el primer capítulo, descargué el piloto del guion, porque me sorprendió, y quise repasar algunas citas de diálogos de los personajes, que me habían parecido grandes aciertos de Sam Esmail, el guionista.

Hoy volví a él porque me puse a echarle cabeza a todo el tema de las redes sociales; a esa necesidad  a veces malsana, quizá muchas, de figurar.
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Para figurar, imagino, es necesario ser alguien, tener y dar una opinión, y curar todo el berraco día esa persona online que queremos proyectar, para así evitar la crítica, en fin, todo un desgaste de energía, ¿no?

Todo esto me hizo acordar la frase “para evitar las críticas, no digas nada, no hagas nada, no seas nada” que, según internet, se le suele atribuir a Aristóteles, pero que le pertenece al escritor Elbert Hubbard, pero internet dice tantas cosas que vaya uno a saber cuántas son ciertas.

Mejor volvamos al guion. Les decía que hoy volví a él, porque precisamente habla sobre eso de curar la imagen, pero no encontré ese pedazo.

Pero adivine, estimado lector, quién me lo facilito. Es correcto, gana premio: Internet.

“Destruimos partes de nosotros mismos todos los días. Eliminamos nuestras 
verrugas con Photoshop. Editamos esas partes que odiamos de nosotros y modificamos 
las  que creemos odia la gente. Curamos nuestra identidad, la tallamos, la destilamos”.
- Mr. Robot -

miércoles, 5 de mayo de 2021

Apofis, el dios del caos

En la mitología egipcia, Apofis era un dios, en forma de serpiente, que representaba a las fuerzas del mal del inframundo egipcio. Era el encargado de atacar a Ra, el dios Sol, y causaba los eclipses solares.

Hoy la vida nos lo trae en otra presentación: un asteroide de más de 300 metros de diámetro y que pesa millones de toneladas, exactamente 2,1×10 a la 10 kg.

Mientras comemos, dormimos, tenemos sexo, en fin, mientras hacemos cualquier cosa, desde lo más banal a eso que creemos es extremadamente complicado y necesario para nuestras vidas y las de los demás, esa roca gigante va viajando por el espacio a la medio pendejadita de 45 mil kilómetros por hora.

Pero tranquilos, no hay de que preocuparse. De acuerdo a cálculos científicos, la serpiente galáctica hará su aparición en 2029 y se descachará en darle a la tierra por 37000 kilómetros.

El locutor del video que veo, tiene un tono serio de voz, pero a veces le inserta picos de angustia, como queriendo decir: “va a pasar lejos, pero quién sabe si cambie su trayectoria y nos convierta en polvo”.

Al final, como para no alarmar a quienes hayan caído en el video, menciona que, de acuerdo a los cálculos que se han realizado, no necesitaremos de ningún Bruce Willis que viaje al espacio para ponerle una bomba al asteroide.

Al final como para que uno se quede pensando, el locutor recalca que podemos estar tranquilos con Apofis, pero que el verdadero problema es que en el espacio siempre hay una piedra más grande que las que ya se han descubierto, y que va viajando por ahí, mirando qué se lleva por delante.