miércoles, 26 de mayo de 2021

Juzgar libros

“No juzgues un libro por la portada”, dicen.

La frase, pienso, debería ser más general: “No juzgues”.

Pero bueno, si de juzgar libros se trata, confieso que yo muchas veces si lo hago por la portada, es decir, que si me llama la atención, hay una mayor probabilidad de que los hojee.

A veces, muy pocas la verdad, voy a la fija, sabiendo cuál libro es el que voy a comprar.

En ocasiones como la Feria de Libro, adopto una actitud vagabunda, y me paseo por los pabellones a punta de feeling, digamos literario, esperando que algún libro me llame la atención.

Lo primero que debe tener, para que me enganche, es una portada llamativa. Luego reviso el título a ver si me despierta curiosidad. Por último, lo abro en cualquier página y leo un poco a ver si el estilo del autor(a) me convence.

Así descubrí a Juan José Millás, mi autor favorito, cuando me topé con su libro Articuentos Completos.

Hasta ese momento no tenía ni idea quién era; apliqué mi método y el párrafo que leí me hizo reír mucho. Luego de eso me enteré que escribía para el diario el País, después supe que era un novelista consagrado y comencé a leer toda su obra.

Ese descubrimiento también me llevó a explorar la obra de Rosa montero, que también escribe para ese diario.

Otras novelas que compré de la misma forma fueron: El Hombre que murió la víspera de Sergio Ocampo Madrid, y Como los perros, felices sin motivo de María Castilla.

También tengo debilidad por las portadas de la editorial Seix Barral. No suelen ser nada del otro mundo, sino fotos sencillas, pero tienen algo, quizás un aire vintage, que hace que me llamen la atención.

martes, 25 de mayo de 2021

Julieth

Wer bist du?
Ich bin Julieth

Woher Kommst du?
Ich komme aus Kolumbien

Esto fue lo primero que anotó Julieth en su cuaderno de Alemán.

Era de estatura baja, pelo rubio, ni muy gorda ni muy flaca, y hablaba francés perfecto porque su abuela le había enseñado ese idioma desde pequeña.

La característica que más recuerdo de ella eran sus carcajadas. Reía fuerte, con muchas ganas, pero no como esas personas que simulan estar contentas, sino que cuando ella lo hacía, era porque en verdad algo le había parecido gracioso y lo celebraba de esa manera.

Un día, a punto de finalizar un curso de alemán, le pedí su cuaderno para desatrasarme en un tema y me quedé con él. No sé por qué nunca se lo devolví.

Si no estoy mal, creo que viajó y por eso no nos volvimos a ver.

Si a alguien le tenía que pedir prestado los apuntes era a ella. Siempre me asombró el orden con el que los tomaba, a diferencia de los míos que eran erráticos, e incluso ininteligibles.

Para los títulos, Julieth utilizaba un esfero morado y para el resto uno negro.

Su escritura,  a diferencia de la mía, de trazo calmado y formas redondas,  no dejaba ver ningún tipo de afán, y hacía pensar que ya conocía el idioma, y que eso era lo que le daba tiempo para escribir de forma ordenada.

Hojeo el cuaderno rápido, y todos las hojas son igual de pulcras.

Su última anotación es:

Sich Freuen auf:futuro
                      über: pasado.

lunes, 24 de mayo de 2021

Tres besos

Estoy en el conjunto de mi hermana.

Después de almuerzo decido leer y voy a un lugar que tiene unas mesas con parasoles.

Ya en el lugar, una de las mesas está ocupada por un hombre y una mujer que charlan animadamente, sin tapabocas, y que están a menos de dos metros de distancia el uno del otro.

“Buenas tardes”, digo. A veces no sé dónde almaceno tanta decencia.
“Buenas tardes”, responden de forma cansada, como si las creyeran malas.

Me hago en otra mesa, lo más alejado posible y comienzo a leer.

La conversación de la pareja me distrae, porque la mujer suelta una carcajada por cada cosa que dice el hombre. Detecto una situación de cortejo.

Decido dejar de leer para chismosear la conversación de la pareja, amigos con derechos o lo que sean.

A la distancia que estoy, el ruido del tráfico en la calle no me deja oír bien que es lo que dicen. Además, a veces bajan el volumen de su conversación como si lo que dijeran fuera un secreto, o como si se hubieran dado cuenta de que estoy poniendo atención.

La mujer ríe otra vez.

Ahora el hombre, que lleva una barba poblada, una sudadera blanca con líneas negras a los lados y unos tenis, blancos también, toma una de las manos a la mujer.

Parece que quiere decir algo serio, pero la mujer evade el tema y habla sobre los tenis que lleva el hombre.

“A ti te gusta mucho la marca adidas, ¿cierto?”, le pregunta

“Sí”, responde, “tengo 60 sudaderas”.

Intento volver a la lectura, leo dos páginas y la mujer vuelve a estallar de risa.

Levanto la mirada y el hombre todavía le sostiene la mano

“Yo estoy muy enamorado de ti, y creo que, si lo intentamos, cada día me enamoraría más”.

Le mujer se queda en silencio, como tratando de digerir la confesión amorosa que acaba de escuchar.

Responde algo que no alcanzo a escuchar, pero al rato se levanta, toma la cara del hombre con ambas manos, y le zampa uno, dos, tres besos en la boca y luego vuelve a sentarse en la su silla, como para que no vaya a pensar que está enamorada.

Una nube tapa el sol y comienza a hacer frío.

Abandono el lugar.

jueves, 20 de mayo de 2021

El Cobrador

Imaginemos la existencia de un hombre de apellido Lara. Démosle nombre: Camilo.

El señor Lara piensa que no le ha ido bien en la vida, y que esta le debe cosas, algo; no sabe precisar bien qué. Considera que las personas deben darle el lugar que se merece en el mundo, para dejar de sentir que está en desventaja cuando se compara con sus pares.

En últimas y de acuerdo con el refrán, Lara siente que no solo son sus escupitajos los que le caen en la cara, sino los de todas las personas.

Los sujetos como él, llenos de odio, son peligrosos. Ya nos lo contó el escritor Rubem Fonseca en su cuento El Cobrador.
 
El protagonista siente que todo y todos, la vida misma, el cosmos, digamos, están en deuda con él:

Digo, dentro de mi cabeza y a veces para afuera, ¡todos 
me las tienen que pagar! Me deben comida, coños, cobertores, zapatos, 
casa, coche, reloj, muelas; todo me lo deben.

Me deben escuela, novia, tocadiscos, respeto, sángüich de mortadela 
en el bar de la calle Vieira Fazenda, helado, balón de futbol.
- El cobrador -

Para nuestra fortuna el señor Lara, que puede ser un familiar cercano o un compañero de trabajo, o esa persona que camina a nuestro lado por la calle, no ha llegado a tal punto, pero ahí va, acumulando odio de a poquitos.

Uno de sus pasatiempos favoritos es cazar peleas con perfectos desconocidos en las redes sociales, personas con las que nunca ha tratado en su vida, pero por las que siente una envidia descomunal.

Confiemos en que su válvula de escape siga siendo ese espacio virtual.

miércoles, 19 de mayo de 2021

Posturas

Estoy en una sala de espera y le rindo honor a su nombre: espero.

Saco el Kindle, lo prendo y me pongo a leer.

Elijo el volumen 3 de los diarios de Anaïs Nin. Antes me había leído el volumen 4 y me pareció fascinante, porque Nin hablaba mucho sobre escritura, pero en estos, me parece, se enfoca más hacia el psicoanálisis y algunos pasajes son pesados.

Me meto en la lectura, la disfruto, y en medio de eso cruzo la pierna derecha sobre la izquierda, pero luego de unas cuántas líneas me canso de esa postura, descargo la pierna derecha en el suelo, me invento un ritmo y le doy a un bombo imaginario por un rato, hasta que decido cruzar la pierna izquierda sobre la derecha.

Pero esa postura tampoco la considero adecuada, entonces me escurro en la silla y estiro las piernas.

Sigo leyendo y encuentro fascinante una de las tantas posturas de Nin.

Dice que a medida que el estado del mundo empeora, es cuando ella busca, de forma intensa, crear un mundo íntimo en el que ciertas cualidades se deben preservar.

Hace una comparación con un tal Dr. Jacobson, y dice que si él lucha contra las enfermedades de los pacientes que atiende, y no puede hacer nada más que eso, ella siente que tampoco puede hacer nada más contra la epidemia de odio en el mundo.

Por eso busca uno desprovisto de dolor y horror, para aferrarse a una isla de humanidad, sin importar lo pequeña que sea.

Su postura tiene que ver, quizá, con lo que hablaba el otro día, acerca de la necesidad de amputarse la realidad.

martes, 18 de mayo de 2021

Speed King

La historia se repite. Me pongo a escribir acá tarde, cansado y con pocas ideas.

Además de eso, tengo pocos tiempo para hacerlo, más o menos quince minutos, porque quiero ver un programa de televisión.

Algunos podrán decir que no tiene sentido escribir de afán, que nada como dedicarle a un escrito todo el tiempo que sea necesario, y sí, tienen razón.

Si les llevo la contraria es es porque pienso, como ustedes ya saben, que si dejo de escribir, el curso de la vida, y aclaro, no solo la mía, se puede despiporrar, y no quiero que me vengan a echar las culpas de sus desgracias.

Mi agrupación de rock favorita es Deep Purple;  de ahí el título de este post.

Hace muchos años compre un disco compacto de esa banda, un concierto inédito en el que tocaban esa canción. El sonido era pésimo, pero la grabación era una rareza, y tenía otras canciones que nunca le había escuchado en vivo a la banda.

En Speed King hay un momento en que Ritchie Blackmore, el guitarrista, tiene un duelo con Jon Lord, el organista. En ese momento el sonido del bajo y la batería bajan, y se le da protagonismo a los duelistas.

En ese concierto del que les hablo Gillan dice en ese momento: "Speed King is someone who can sing in a hundred miles per hour."

Para este tipo de ocasiones, a mí me gustaría ser una especie de Speed King de la escritura.

lunes, 17 de mayo de 2021

Electrodomésticos y dólares

Me llega un mensaje a mi celular, destinado a una María.

En él, Amanda, su prima, me cuenta que saliendo de Ecuador la agarró la policía y, a manera de dato curioso, menciona que le salió una orden de captura; vigente, aclara.

Pero eso es lo de menos, pues lo que de verdad importa es que el conductor de un camión, que no se dio cuenta de su captura, suponemos, siguió adelante.

Ese pobre hombre, del que no sabemos nada—queda claro que hace falta contexto, ¿quién es?, ¿qué tipo de relación tiene con Amanda?—, no sabe dónde ni a quién entregar la mudanza.

Amanda me dice que su nombre es Jhon, y me da su número de teléfono para que lo llame.

Luego, sin ningún tipo de transición y sin partir el párrafo, suelta la siguiente bomba: “lo que te voy a decir no lo cuentes a nadie en la lavadora van 320 mil dólares recupéralos como sea prima”

La frase que cierra el mensaje es: “Me van a quitar el celular apenas pueda te llamo Chao”

Cualquier junkie de la gramática, dirá que el mensaje es un desastre en lo que a puntuación se refiere, pero me imagino a la pobre Amanda, acurrucada en una esquina de su casa, justo donde estaba la lavadora, tecleando a toda velocidad, mientras los policías se acercan para capturarla.

Le cuento a mi hermana sobre el mensaje y le digo que me gustaría conversar con ese tal Jhon, pero me dice que no le preste atención, que ella en días pasados también lo recibió, pero los dólares iban dentro de un equipo de sonido.

¿Pueden creerlo? 640 mil dólares andando por ahí, sin nadie que los reclame. Es una lástima.