lunes, 12 de julio de 2021

El llamado

Viernes 12:19 a.m.

Pienso en dormir, pero cuando entro en mi cuarto miro hacia el escritorio donde está el portátil y me dan ganas de escribir un artículo. Es como si el escrito me llamara y dijera: “Si no se sienta a escribirme ya, luego no va a poder ponerme un punto final nunca”.

Tiene que ver con la charla de una mujer. Tengo 6 páginas repletas de apuntes, de palabras que no existen y otras con errores ortográficos, pues mi velocidad de transcripción fue inferior a la del discurso de la expositora.

Una de esas palabras-no-palabras indescifrables que escribí es “garnbarteria”, pero el corrector de texto no arroja ninguna sugerencia de palabra, y no la logro descifrar por el contexto del párrafo del que hace parte, así que la descarto, confiando en que no sea muy importante o un elemento clave de su discurso.

Como me invaden unas ganas infinitas de escribir, me pongo como meta la 1 de la mañana.

Primero leo todo el documento de apuntes y me gusta el reto, pues la mujer no contó las cosas en orden cronológico, sino que saltaba del pasado a la actualidad como si nada.

Vuelvo a leer los apuntes y subrayo con amarillo las frases que voy utilizando, y encuentro un método para descartar otras que, creo, le sobran al escrito.

El tiempo pasa volando y la sesión de escritura se extiende hasta la una y media, pero el escrito ya no es una amalgama de momentos en el tiempo, sino que cuenta, parece, con cierto orden y ritmo.

Grabo, cierro el documento y apago el computador.

Me gusta hacerle caso a esos llamados que a veces hacen los escritos. Es posible que si lo hubiera dejado para después me hubiera enredado, o el producto final hubiera sido otro con el que no me sentiría a gusto.

viernes, 9 de julio de 2021

Las dificultades de ser un asesino

Hubo una época en que me aficioné a Investigación Discovery y me la pasaba viendo programas de asesinos en serie. Un buen día el gusto se esfumó, y me dejaron de llamar la atención.

Imagino que llevamos un gen amarillista y por eso ese tipo de programas abundan por todo lado.

Hace unos días tuve una recaída y me vi un documental en Netflix sobre el asesinato de una joven.

En un principio le echaron la culpa del crimen a una amiga de la mamá de la adolescente, bajo la hipótesis de que como era lesbiana, la había matado para continuar una relación que había tenido con la madre de la joven cuando esta se separó.

La mujer alcanzó a estar en la cárcel unos meses, pero alguien le dio a la policía una pista sobre el verdadero asesino. Finalmente lo capturaron, por el ADN de una colilla de cigarrillo que dejó tirada en la escena del crimen.

Luego cruzaron esa información con restos de piel que quedaron impregnados en las uñas de otra joven que murió años antes y la información coincidió.

Contactaron a las autoridades británicas y el hombre, antes de marcharse a España, ya había cumplido condenas por asaltos sexuales a otras mujeres.

Hoy me llagó un email con las novedades de mi cronología, es decir, el historial de mis ubicaciones del último mes. Me dicen que recibo el correo, porque es una opción que tengo activada, pero no recuerdo haberla configurado nunca.

Vamos dejando huellas por todo lado. que ADN por aquí, información en línea por allá, en fin

Que difícil ser un asesino en estos días.

jueves, 8 de julio de 2021

un andar solitario entre los libros

Un andar solitario entre la gente es el título de un libro del escritor Antonio Muñoz Molina. Me parece sugerente, pues invita a querer saber más. Si no se debe juzgar un libro por la portada, quizá si se pueda hacer por su título, en fin.

Sin embargo, es una lectura que tengo atorada, porque la he dejado dos veces.

Conocí el libro porque Millás lo alabó en un artículo, y como le hago caso a todas sus recomendaciones, me aventuré a leerlo, pero no sé qué me pasa con él.

Recuerdo que tiene segmentos buenos, pero la emoción con la empiezo a leerlo, va decayendo, hasta que llego a ese punto en el que me aburro y decido dejarlo. Quizá sea su estructura, porque no es una novela, sino una especie de homenaje de los grandes caminantes urbanos de la literatura.

Reconozco que es un tema fascinante. De hecho, ahora me dan ganas de volver a leerlo. Es posible que mi yo lector del pasado quería consumir ficción pura y dura, y por eso el libro no encajó en ese momento de mi vida. Así son de caprichosos algunos libros, y resulta imposible leerlos, así hagamos nuestro mayor esfuerzo.

Antes eso, abandonar la lectura de un libro, me parecía un sacrilegio, pero desde hace poco lo hago como si nada.

Comencé a hacerlo con El asesino ciego, de Margaret Atwood que, al parecer, es una exquisitez en cuanto a técnica, pero me costó un montón conectarme con la historia. ¿Pero si ven? Ya me desvié del tema, si es que este post tenía alguno.

Igual, como menciona Molina: “No escribo porque tenga cosas urgentes que decir. Escribo por el gusto de llenar las páginas en blanco del cuaderno que tengo abierto delante de mí.”

martes, 6 de julio de 2021

El mañana

“En fin, en cualquier caso, lo único obvio es que si tienes que preguntarle algo a alguien, hazlo ya. No esperes a mañana porque el mañana es de los muertos”, dice Manuel Vilas en Ordesa.

Hoy murió N. un amigo de un amigo con el que a veces coincidía en planes, sobre todo de fiesta. Recuerdo uno en particular, de una navidad. Estaba comiendo con un grupo de personas y M, nuestro amigo en común, me llamó para invitarme a una fiesta con N. en Candelario.

Siempre que me veía con él, N, hablaba de cómo había sido su vida en Barcelona, una ciudad que adoraba porque había vivido allá por dos años mientras hacía un máster.

La última vez que nos vimos, estábamos tomando cerveza con M, y esperábamos a N. Cuando llegó insistió en que fuéramos a Asilo Bar, porque el lugar iba a estar repleto de modelos y no sé que más cosas que prometían una noche de excesos.

Cuando llegamos al lugar, las tantas mujeres solas que había mencionado no existían, pero igual la pasamos bueno.

N. Era una de esas personas que siempre tenía que estar haciendo algo, y acompañaba sus acciones con una sonrisa de oreja a oreja. Todo le parecía divertido, en fin, una buena persona.

No me quedé con nada por preguntarle, pues éramos más conocidos que amigos, pero veo cómo muchas personas le dejan mensajes en su muro de Facebook. Sé que están en todo su derecho y es una forma de hacer catarsis y lidiar con la muerte de alguien que era cercano, pero no dejo de preguntarme: ¿Ya qué?

¨Por eso me acordé de la frase de Vilas.

lunes, 5 de julio de 2021

Ser obvio

El personaje de una novela espera que una mujer se vaya de la casa, porque quiere leer un manuscrito que tiene escondido en su cuarto.

Cuando llega al lugar busca por todo lado y piensa que hay que ser muy pobre de imaginación para ocultar algo en el closet, si uno no quiere que los demás encuentren, y que hay que ser aún más pobre de imaginación, para buscar en ese lugar, después de haberlo hecho debajo del colchón.

Ese personaje, en otro momento de la novela, también menciona que tal vez las cosas siempre están ahí, solo que no sabemos verlas.

De pronto una de las claves de la vida es ser obvios.

Recuerdo una escena de una película sobre la segunda guerra mundial, en el que una familia de judíos sabe que los soldados alemanes van a llegar a requisar su apartamento.

El padre, un hombre flaco, pálido y ojeroso, toma un puñado de billetes y busca un lugar para esconderlos, pero no se decide por ninguno. Cuando los soldados golpean la puerta, el hombre está en la cocina y todavía tiene los billetes en la mano y mueve la cabeza de un lado a otro sin saber qué hacer.

Los soldados no esperan más y abren la puerta a las malas. Lo único que se le ocurre al hombre es esconder los billetes debajo de un periódico que está encima de la mesa de la cocina.

Los soldados requisan el lugar por todo lado, buscando algo de valor, pero a ninguno se le ocurre levantar el periódico. Es una escena es buenísima por las alta dosis de tensión que carga.

Al final los soldados abandonan el apartamento y la familia no pierde el dinero.

De pronto, si uno quiere pasar desapercibido en cualquier contexto de la vida, ser obvio es el mejor recurso.

jueves, 1 de julio de 2021

Sin escribir

2 días de esta semana sin escribir acá.

Vuelvo y repito: pido disculpas si esa no escritura causó algún desbarajuste en el mundo. Tiendo a pensar que la escritura mantiene la cohesión de los eventos y evita que el curso de la vida se despiporre más de lo normal.

Así que si usted, estimado lector, notó un ligero cambio en su vida, puede que haya sido culpa mía. Lo siento, no era mi intención.

El lunes estaba muy cansado. En la noche leí un rato y luego me puse a ver televisión. Ayer, en la tarde, tuve un round de escritura con un texto de 1500 palabras, de las cuáles me faltan 50, y que, espero, aparezcan cuando lo edite.

Ese texto me dejó secó de palabras y por la noche me dio pereza sentarme al computador. Además, pensé, “¿cómo saber que no voy a desperdiciar las palabras que me hacen falta si me siento a escribir?”, mejor me las guardo para cuando les de la gana de abandonar las profundidades del subconsciente.

Imaginaría uno que esas cosas no pasan, y que hay palabras para cualquier texto en cualquier momento, pero puede que no, que las palabras que estoy utilizando hoy, se las estoy quitando a otro escrito, entonces esas veces en las que uno dice estar sin inspiración, lo que en verdad ocurre es que se anda sin palabras, porque ya se utilizaron.

Vamos por ahí creyéndonos los amos del lenguaje, pero este nos habita y se despoja de nosotros a su antojo.

Después de ese último párrafo que más bien tiene pinta de frase, le faltaban 46 palabras a este post para completar las 300, el mínimo que trato de escribir. No sé de dónde saque dicha cifra. Me parece que la menciona Stephen King en su memoir mientras escribo.

Quizá me gasté 46 de las 50 palabras que necesito para el otro texto, aunque el tema no tenga nada que ver con este, ojalá que no seas así. Ya les contaré.

martes, 29 de junio de 2021

Placeres lectores sencillos

Me refiero a esas minucias que le alegran a uno un rato de lectura. Son eventos triviales cargados, creo, de ese tipo de energía que lo pone a uno de buen humor.

Leer despacio, en mi caso, es el primero de todos y hace posible los otros. Me considero un lector lento, poco devora libro, y por eso me cuesta comprender las ventajas de la lectura rápida, ¿cuál es el afán?, en fin. Nada mejor que leer sin prisa y demorarse lo que uno se tenga que demorar en una página.

El segundo es cuando me encuentro con el título de la novela en alguno de sus capítulos. Siempre que me pasa eso, siento que es debo compartir esa información con alguien, y que si el autor inserto el título en ese pasaje preciso, es porque es determinante o encierra el significado de su obra.

A veces leo y releo la frase o el párrafo, que contiene al título, pero nunca llego a una conclusión certera.

El tercero es cuando conozco o he estado en el escenario en el que transcurre la historia; las calles que se mencionan o los lugares emblemáticos que se describen, hacen que viva la lectura a otro nivel.

Hoy M. fue la que me hizo car en cuenta del cuarto, que es cuando una novela hace referencia a un suceso especial de otra gran obra.

Por ejemplo En donde Cantan las Ballenas, Kilnkert hace una referencia al inicio de Cien Años de Soledad, cuando Aureliano Buendía recuerda aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.