martes, 10 de agosto de 2021

Dinero y balas

Messi y el Papa.

Ambos son de carácter divino. El primero es, para muchos, un dios del fútbol. El segundo, el principal emisario de Dios en la tierra.

Ahora, la gran mayoría de noticias deportivas giran en torno a Messi, por su salida del Fútbol club Barcelona y su incorporación al Paris Saint Germain.

Lo critican, hablan y especulan, sobre él: Que debió haber hecho esto y no eso, que mejor se hubiera ido a Inglaterra, que sí, que no, en fin.

Yo no me preocupo en pensar qué debería hacer el jugador, pues prefiero dedicar el tiempo a pensar qué es lo que debo hacer yo, pues hay ratos en que no lo tengo muy claro.

¿Qué pensará el futbolista argentino? Imagino que no debe ser agradable estar en la mira y boca de tantas personas, y que todos estén más pendientes de su vida que la de ellos.

El titular de una noticia dice: “90 dólares por minuto: el modesto sueldo que ganará Messi en el PSG”. Quizá, lo único en lo que está pensando es en descifrar en qué va a gastar todo el dinero que va a recibir.

También leí que le iban a pagar 35 millones de euros por temporada. Intento hacer cuentas rápidas en mi cabeza para ver si es verdad eso de los 90 dólares, pero desisto de la idea porque no hay espacio en ella para tantos ceros.

Lo mejor es que Messi, como todos, haga lo que le dé la gana con la vida que le tocó.

Ahora hablemos del Papa, un personaje que no recibe tanta atención como el primero.

Por los lados del Vaticano, al parecer, las cosas no andan bien. Si Messi está a punto de recibir miles de millones, el Papa, en cambio, por problemas monetarios, recibió una carta que llevaba tres balas calibre 9 milímetros.

Los Carabineros italianos interceptaron el documento proveniente de Francia que, junto con la munición, contenía un mensaje relacionado con irregularidades financieras del Vaticano.

El nombre del remitente apenas era legible, pero se alcanzaba a distinguir que decía: “Papa-Ciudad del Vaticano, Piazza S. Pietro en Roma”.

Me pregunto si uno, de buenas a primeras, piensa “Le voy escribir al sumo pontífice”, y le envía un mensaje con un detallito, como las 3 balas, a la ligera, en fin.

Pienso en las cantidades, pues hay algo obsceno en ellas. Recibir un cheque por muchos millones, puede ser tan contundente como recibir tres balas en un sobre.

¿Acaso qué significan? ¿Una alusión al padre, al hijo y al espíritu santo?

Qué difícil ser Messi o el Papa.

lunes, 9 de agosto de 2021

"No es para comer"

Miro productos en un almacén que da a la calle. Es un día frío y el cielo está encapotado. las ramas de los árboles del sector se mueven de un lado al otro. “Viento de lluvia”, pienso.

Por encima del ruido del tráfico, escucho que alguien grita afuera.

Me dirijo hacia la ventana del local para averiguar qué ocurre. Los gritos son de un habitante de la calle, que alega con alguien. No sé si con algún transeúnte o algún personaje imaginario, que lo acompaña, o bien lo atormenta, en sus andares por las calles de la ciudad.

Me devuelvo a mirar los productos y el hombre se ubica justo enfrente del almacén.

“¡Señor!, ¡señor!, ¡señor!” grita ahora.

Yo soy ese señor al que está llamando con tanta insistencia. Me hago el loco, pero repite la palabra sin cansancio

“¡Señor!”

Cuando está a punto de desgañitarse volteo a mirarlo.

“Regáleme una monedita”, dice y su dentadura blanca contrasta con su cara sucia. Hago un gesto y le doy a entender que no tengo “moneditas”.

El hombre dice: “no es para comer, es para drogarme”, y luego suelta una carcajada. Su franqueza me desarma y no sé qué responderle.

Como no le digo nada, continúa su camino arrastrando los pies, y con un costal, al parecer, desocupado, que lleva al hombro.

Pasados unos segundos comienza a gritar de nuevo:

“¡Vengase!, ¡vengase!”, le dice a un perro que le ladra.

Cuando el dueño le llama la atención a su mascota. El hombre vuelve a reír y luego dice: “o si no vengase usted”.

Se para en actitud de pelea con los puños a la altura del mentón, pero ni el perro ni el dueño le hacen caso.

Luego da media vuelta y sigue su camino.

viernes, 6 de agosto de 2021

Charla motivacional

Hace un tiempo, una de mis hermanas trabajo en una empresa alemana. Cuando iban a empezar el año, su jefe reunió al equipo de trabajo para darles una charla que los motivara.

Comenzó la presentación mostrando videos de fragmentos de discursos de grandes personajes de la historia: John F. Kennedy, Martin Luther King  y Gandhi.

Cuando terminó esa primera sección de la charla, prendieron las luces de la sala y le hizo una pregunta a su equipo de trabajo:

“ ¿Alguien me puede decir que tienen en común estos personajes?

Como suele ocurrir, al principio hubo silencio absoluto.  Como nadie hablaba mi hermana se atrevió a hacerlo:

“Pues que a todos los mataron”, dijo.

otra vez el silencio reinó en la sala.

Los amigos de mi hermana tenían ganas de reírse, pero no lo hicieron, porque sentían la tensión que había generado la respuesta, y el jefe que esperaba una respuesta tipo: “Todos eran grandes oradores y sabían motivar a las personas”, tampoco supo que contestar en ese momento.

Mi hermana me cuenta que apenas empezó a ver las imágenes de esos personajes, lo primero que se le vino a la cabeza fue eso: “a este lo mataron, a este otro también, y a este le pasó lo mismo”.  Su respuesta  fue casi automática.

Apenas terminó de hablar, se dio cuenta, por la expresión de sorpresa en la cara de su jefe, supo que él esperaba otro tipo de respuesta

 ¿Quién motiva después de ese comentario?

miércoles, 4 de agosto de 2021

El trabajo de tus sueños

Linkedin, esa red donde todos tratamos de probar que la tenemos más grande laboralmente hablando, me muestra una imagen en la que sale un hombre con dentadura perfecta, camisa de cuello sin ningún botón suelto y saco gris de cuello en V.

El sujeto sonríe y mira, al parecer, hacia el infinito o , en definitiva, hacia el futuro. Por la forma en que sonríe, parece que lo tiene enfrente de sus narices y que está lleno de cosas buenas.

El copy que acompaña el anuncio está en inglés, pero como soy tan bilingüe, se los traduzco: “El trabajo de tus sueños está más cerca de lo que piensas” y debajo de la frase aparece un cuadro azul con letras blancas que dice: “mira los trabajos”.

Me imagino que el hombre de la imagen sonríe porque está pensando eso, que el trabajo de sus sueños está más cerca de lo que el cree o como lo hace ver la foto, justo enfrente de sus narices.

Pero bueno, si el hombre está feliz por eso o por cualquier otra razón, allá él, ¿cierto?

Mi trabajo soñado sería que me pagaran por leer, pero solo por eso, es decir, que no tuviera que rendir a nadie ningún tipo de informe sobre mis lecturas. Un trabajo sin jefe, en el que mis funciones se resumirían en una: leer mañana, tarde y noche.

Me imagino esa situación y supongo que estando en ella, también sonreiría como aquel hombre de la foto.

El trabajo soñado, el mío, el suyo, el de cualquier persona, estimado lector, sería un trabajo-no-trabajo. Se me ocurre que otro podría ser maratonista de Netflix o algo por el estilo.

El anuncio resulta ser un engaño, pues sabemos que esos tipos de trabajos no existen, que trabajar siempre va a tener aspectos que no nos van a gustar. De ahí, que el origen de la palabra venga de la expresión en latín tripaliare, que significa torturar.

martes, 3 de agosto de 2021

Tedio

“Aburrimiento extremo o estado de ánimo del que soporta algo o a alguien que no le interesa”, reza la definición.

Hoy me desperté con esa sensación. Ayer hablaba con una amiga y decía que estaba cansada. No se sentía mal físicamente; solo estaba cansada. Supongo que experimentaba tedio.

Intercambiamos un par de frases y uno de sus comentarios fue: “nadie sabe como encontrar el camino de regreso al tipo de vida que tenía antes”. Imagino que a eso también se debe el tedio que he experimentado en los últimos días.

De todas maneras creo que es necesario encontrar maneras de combatirlo con cosas sencillas.

Hoy, por ejemplo, mientras desayunaba, leí una caricatura de Calvin que me hizo sonreír. Iba a salir a comer con sus padres y tenía, claro está, que llevar a Hobbes. Como iban a ir a un restaurante elegante, lo vistió con un saco y una corbata del papa.

En el último cuadro, el papa dice: “no sé como me deje convencer de hacer esto”, mientras Calvin, sonriendo, le dice a la mesera: “A mi amigo le gustaría ver la carta de vinos”.

Más tarde, luego de mi segunda dosis de la vacuna, decidí celebrar comprándome un libro. Escogí “El libro del tedio”, pues me pareció apropiado para el estado de ánimo de los últimos días y porque parte de lo que leí en la contraportada me enganchó y me hizo sonreír:

“Sorprende y divierte, por ejemplo, la historia del empleado 
público que lucha a diario por descubrir las funciones para
las que ha sido contratado…”

Con la compra también me dieron un separador con una cita de Van Gogh:

“Tengo naturaleza, arte y poesía, y si eso no
es suficiente , entonces  ¿qué es suficiente?”.

lunes, 2 de agosto de 2021

Miedo

Recuerdo que en el colegio, cuano estaba en kínder, detrás de los salones había una zona verde con juegos: columpios y rodaderos, y también un pasamanos.

Siempre le tuve fastidio y miedo a esa estructura. Lo primero porque era gordito entonces la fuerza de mis brazos no era la suficiente para soportar mi peso y cuando me colgaba, solo avanzaba un poco y tenía que soltarme.

Lo segundo, porque no entendía el placer que otros encontraban en colgarse, de mil maneras, dichosos en esa estructura metálica. Yo siempre imaginaba que me iba a caer y hacer daño.

Lo que sentía tiene nombre: miedo.

Supongo que me daba miedo arriesgarme a experimentar la dicha de andar colgado patas arriba; tenía miedo de partirme un brazo, una pierna o la cabeza.

Ese miedo me ha acompañado toda la vida, pero el objeto o evento que lo desata ha ido cambiando.

Desde que comenzó la pandemia he tenido miedo de infectarme, y ser una de esas personas a las que el virus acaba en menos de una semana, aunque hay quienes dicen que al final todos nos vamos a infectar, entonces ¿qué más da?

Incluso es posible que ya me haya infectado y no me hubiera dado cuenta; tengo mis sospechas de un dolor de garganta que tuve el año pasado, en fin.

Me gustaría ser una persona más relajada, como esas que se la pasan viajando y que parece, han seguido con sus vidas de forma "normal", o esa que llevaban antes del mierdero que desató Covid Alfonso.

Tampoco es que antes de la pandemia fuera el ser más fiestero y social del planeta, pero si he dejado de salir bastante.

Supongo que esa conducta preventiva, ese miedo al contagio, le estará pasando factura, de alguna manera, a mi condición mental, por más de que no parezca. Incluso pienso que, a nivel genético o celular, algo de esa locura que algunos estamos incubando, se la pasaremos a las generaciones que están por venir.

Me gustaría que todo me resbalara y no preocuparme tanto por lo que me pueda llegar a ocurrir.

viernes, 30 de julio de 2021

Vmñl Nkoj

El escritorio en el que tengo el portátil tiene una bandeja retráctil, donde se encuentra el teclado. Los bordes de los brazos de la silla quedan justo a la altura de la bandeja, y  ya están roídos porque a cada rato les pego con una de las esquinas de la bandeja.

A veces, cuando me siento a escribir, no encuentro una posición cómoda, así que hoy decidí sacar el teclado y ponerlo encima del portátil.

En un arrebato de tipeo el teclado se resbaló y lo agarré a media altura, y le solté un madrazo. Lo que quedó escrito fue vmñl Nkoj, una palabra-no-palabra, con pinta de contraseña.

Podría ser una palabra de algún país de Europa central como la República Checa, esos idiomas con palabras llenas de consonantes, que incluso a veces llevan tilde.

El suceso me desconcentró y pensé que, quizás, el destino de alguna manera me quería dar un mensaje, una señal, pero es posible que entre sus reglas ser obvio esté prohibido, así que tiene que camuflar esos mensajes de alguna manera.

Lo primero que se me ocurrió fue escribir las letras, es decir:  Vemeñe ele Enekaojota, pero después de intentar interpretar el supuesto mensaje cifrado, no pude hacerlo. Así que si el destino tenía algo que decirme, debe ser más claro, porque soy malo para los juegos de palabras. 

Creo que lo único que queda claro es mi torpeza momentánea y que casi estampo el teclado contra el piso.

Una amiga una vez me preguntó, muy seria, que si no creía en las señales.  Le dije que no, que las cosas pasan y ya está, que no hay necesidad de buscarles un significado más allá del práctico.

“Ahh no, yo si creo en las señales y pienso que hay que ponerles atención”, me respondió,  cambió de tema al instante, y no me dejó defender mi punto de vista.