Atravieso un episodio de cefalea en racimos en el que los dolores de cabeza van y vienen. Hay veces que no aparecen durante varios días, hasta que, de repente, uno intenso hace presencia y me tumba de nuevo en la cama.
Por eso he estado ausente en este espacio y también porque en los valles de tranquilidad mental, he escrito otras cosas.
Las crisis empiezan como una ligera molestia que va escalando, como una de esas sinfonías que comienzan con las suaves notas de unos clarinetes, hasta que llega el clímax de la pieza, en el que todos los instrumentos de la orquesta suenan al mismo tiempo.
Tomo pastillas, me pongo toallas mojadas en el costado izquierdo, me lo masajeo, y maldigo por un buen rato. Si me quedo mucho tiempo quieto me desespero, así que a veces me pongo a caminar de un lado a otro del apartamento como si mi vida dependiera de ello.
Cuando ya no le encuentro sentido a estar en movimiento me vuelvo a recostar hasta que el dolor desparece tan rápido como llego.
En ese último tramo del dolor, la cabeza funciona de forma extraña y comienza a disparar todo tipo de ideas que, en apariencia, no tienen nada que ver las unas con las otras, pero no sé si es por todo el medicamento que circula por mis venas o qué, mi cerebro comienza a ver puntos en común entre ellas.
En ese punto, y si me animo, tomo el celular y comienzo a anotar todos los disparates que la cabeza me dicta, ideas que, pienso, no se me ocurrirían si no tuviera el dolor.
A veces, si el flujo no para, alcanzo a redactar borradores completos en la app de notas del celular.
El delirio como fuerza creativa.
sábado, 23 de octubre de 2021
martes, 19 de octubre de 2021
Escribir de verdad
“¿En qué momento comenzaron a escribir de verdad y publicaron su primer libro?”, pregunta una mujer en una red social. Varios respondes a su llamado tribal y dicen: a tal edad, a esta otra, a mis veintitantos, cuando no sé qué...
Me hago la misma pregunta, no porque quiera comentar la publicación, sino que esta hace que me pregunte si “escribo de verdad”, o lo que sea que eso signifique, pues hasta el momento no he publicado ningún libro; por lo menos no solo.
Imagino que todo el tema tiene que ver con los títulos, con poder gritarle al mundo entero “soy esto o lo otro, porque mira lo que he conseguido”.
No entiendo bien ese afán de tener que catalogarse de cierta manera, para poder ser algo.
Me parece que esto tiene que ver con algo que dice Millás en su diario novelado La Vida a Ratos:
“Si no conquistáis la ingenuidad, tampoco lograréis
escribir bien. “Mis alumnos por lo general no
quieren escribir bien, quieren ser escritores.”
Anne Lamott también toca el tema en su libro Bird by Bird:
I just try to warn people who hope to get published that publication
is not all that it is cracked up to be. But writing is. Writing has so
much to give, so much to teach, so many surprises. That thing
you had to force yourself to do—the actual act of writing—turns
out to be the best part. It’s like discovering that while you thought
you needed the tea ceremony for caffeine, what you really needed was the tea ceremony.
if what you have in mind is fame and fortune, publication is
going to drive you crazy.
Dicho esto, imagino que debo escribir de mentiras. Disculpen ustedes.
Lo seguiré haciendo.
sábado, 16 de octubre de 2021
Idealizar
Los seguidores de este blog —solo un decir, de pronto no lo sigue nadie, cosa que no me preocupa mucho, pues siempre he pensado que escribir tiene algo de egoísta, es decir, se escribe primero para uno, y puede que, con algo de suerte, eso que se escribe le guste a alguien más. Como dice Zableh:” Lo único que tengo que hacer por el resto de mi vida es escribir sin parar así no me publiquen, aunque nadie me lea. O como dice Leila Guerrero en uno de sus artículos citando a Enrique Lihn “porque escribí porque escribí estoy vivo” —deben saber que mi escritor favorito es Juan José Millás.
Hace uno días di con una nota de prensa peculiar sobre él: un chat que sostuvo con sus fans cuando lanzó su novela Dos Mujeres en Praga. Sus seguidores, su fanaticada, digamos, le iba haciendo preguntas que el escritor iba respondiendo, pero muchas veces lo hacia con un tono burlón que rayaba en lo grosero.
Siempre he pensado que Millás es un tipo agradable, con el que sería bueno sentarse a tomar café y hablar sobre libros, la vida y la literatura, pero quizá no, quizá es un tarado mala clase, y le tiene fastidio a sus seguidores.
Dicho esto, no lo voy a dejar de leer por eso. Creo que esa es una tarea que debemos hacer los lectores, es decir, aprender a diferenciar las obras de sus autores, y que la calidad literaria no tiene nada que ver con su personalidad.
Quizá, como leí hace poco, de pronto lo mejor es no conocer a los ídolos para que nunca pierdan esa aura especial que les conferimos.
miércoles, 13 de octubre de 2021
Los dioses del desayuno
Debo trabajar un guion con un publicista y me cita a las 8 de la mañana.
Me levanto justo sobre el tiempo, pongo a hervir un huevo y me meto a la ducha. Cuando el agua me comienza a golpear la cabeza me pongo a pensar en el tema del guion y lo que llevo adelantado del primer borrador. Me pregunto cómo hacer digerible, para el público al que nos debemos dirigir, un tema que, como está, es un ladrillazo en la cara.
Quién sabe cuánto duro en esas —Parece que el tiempo se expande debajo del chorro de agua— y apenas llego al cuarto, luego de salir del baño, miro el celular y solo faltan 5 minutos para las 8.
Podría conectarme 10 minutos tarde, mientras me preparo un café y me como el huevo en tres mordiscos, pero seguro me tomaría más tiempo, pues soy pésimo pelándolos; además, no me gusta llegar tarde a las reuniones.
En medio de ese pequeño dilema, con hambre y aún con la toalla en la cintura, me llega un mensaje al celular: “Me salió un tema acá en el trabajo y no puedo conectarme ahorita, ¿nos vemos a las 9:30?"
Sonrío y le doy gracias, mentalmente, tanto al dios del desayuno como al dios del café, para no incomodar al dios de las bebidas calientes que, supongo, vive más ocupado que el anterior.
Nada mejor que tener el tiempo suficiente para desayunar echando globos, pero no sobre el trabajo, sino sobre la vida en general. Pensar, por ejemplo, por qué no había leído a Javier Marías antes, si es un escritor tan tremendo.
Hemos vivido engañados: El desayuno no es la comida más importante del día por ser la primera y una fuente importante de energía, sino porque es un espacio en el que se puede, o más bien se debe, reflexionar sobre temas que uno considera importantes.
lunes, 11 de octubre de 2021
"Ohh Mamá"
La mayoría de recuerdos del tiempo que pasé en el hospital, debido al accidente que me dejó el amable recordatorio, son brumosos, sin embargo hay ciertas episodios que recuerdo con claridad.
En las mañanas tenía terapia física y hacia el mediodía me subían a la habitación para darme el almuerzo.
Imagino que los ejercicios que hacía no eran nada del otro mundo, pero terminaba agotado, y luego de la terapia único que quería hacer era dormir.
Mi mamá no me dejaba y me obligaba a almorzar todo antes de recostarme en la cama. Cuando por fin podía hacerlo, apenas ponía la cabeza en la almohada caía en un sueño profundo.
Siempre me despertaba entre cinco y media y 6 de la tarde cuando, creo, mi madre ya no estaba, aunque lo más seguro es que ella me despertara para despedirse.
En los primeros días, como no tenía gafas ni lentes de contacto, y el televisor estaba empotrado en una pared lejana, me quedaba mirando pal techo hasta que me trajeran la comida.
Luego, cuando una enfermera recogía la bandeja y apagaba la luz, me quedaba mirando pal techo. Me pregunto que habré pensado todas esas noches si reflexioné mucho en lo que me había pasado o simplemente dejé que el tiempo me pasara por encima.
Horas más tarde cuando por fin decidía dormirme, cerraba los ojos, pero al rato volvía a mi dinámica de mirar pal techo, pues como había dormido toda la tarde no tenía rastros de sueño.
Cuando por fin tenía sueño de nuevo, en la madrugada, supongo, cerraba los ojos, pero a esa hora un enfermo de otro cuarto se ponía llamar a la mamá, y gritaba “¡Ohh Mamá!” “Ohh Mamá” y entonces sus gritos no me dejaban dormir por y quién sabe a qué horas conseguía hacerlo.
miércoles, 6 de octubre de 2021
Mafia Rusa
En estos tiempos es fácil que a uno lo salpique cualquier lío, si no pregúntenle a todos los que están involucrados con el escándalo de los Pandora papers.
Va uno ahí por la vida, dizque tranquilo, y de repente algo que se hizo o se dejó de hacer se nos estrella contra las narices.
Hoy recibí un email con el siguiente encabezado junto con un link para conectarme a una reunión:
мотивация сотрудников и геймификация корпоративного
бучения — ненужное развлечение или необходимость?
Me inclino a pensar que está en ruso. ¿Qué me preguntan? ¿Acaso es una amenaza, en tono irónico, a modo de pregunta retórica?
удовольствием ответим на ваши вопросы!
Esa es la única frase que lleva un signo de admiración y qué, imagino, es una parte importante de la amenaza, algo así como: “¡tenga cuidado, se lo advertimos!
Pero ya ven, se preocupa uno de no tener líos con la DIAN y de repente, hay un mensaje de la mafia rusa en la bandeja de entrada.
Me gustaría poder escribir en mis redes sociales el típico mensaje de: “Responsabilizo a fulano de tal por lo que me pueda pasar”, pero no tengo idea a quién puedo responsabilizar. El único contacto que he tenido con ese país, es la esposa de un amigo de un amigo con la que alguna vez tomamos cerveza.
Si no vuelvo a escribir en este espacio ya saben qué fue lo que me pasó.
martes, 5 de octubre de 2021
Sala de espera
Espero.
Casi todas las sillas del lugar están ocupadas, y hay una libre entre cada esperador, pero la distancia entre las personas no son los 2 metros reglamentarios de los que nos han hablado desde que comenzó la pandemia.
De no ser por un televisor que está a todo volumen, la sala estaría en total silencio. Los que no le ponen atención al presentador de un noticiero, que solo habla de tragedias y noticias negativas, tienen clavada su mirada en la pantalla del celular.
Una mujer que acaba de llegar a la sala le habla fuerte a la recepcionista, y luego de que esta le responde algo, concluye con rabia “No me hable de mala gana”
“Yo no le estoy hablando así”, responde la primera
“Si lo está haciendo”, insiste la mujer.
Mientras camina para sentarse en la fila enfrente de mí, miro sus ojos y no son la ventana del alma sino de la rabia, o eso me parece.
A lo lejos escuchó el sonido de cubiertos y loza de una cafetería. Me dan ganas de tomarme un café, pero lo más seguro es que me llamen si decido ir a comprarlo.
Continuo con mi lectura y al rato es interrumpida por una mujer con tacones que camina pisando fuerte el piso de mármol. Parece que intentara decir: “Vean acá llegué yo”, con sus pisadas,
Se anuncia con la recepcionista que, recordemos, se supone habla de mala gana, y esta le dice que por favor espere en la sala.
La mujer debe estar estrenando zapatos o le gusta el ruido que producen los tacones con el piso, pues decide caminar de un lado al otro sin parar.
Mientras tanto leo y espero o espero y Leo.
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