jueves, 23 de febrero de 2023

Impresiones

Cuando llego a la sala de espera una pareja y una mujer canosa conversan en voz alta porque están situados a los extremos.

Llego justo cuando el hombre le dice a la mujer: “imagínese, fue un viaje de 9 horas en avión en el que el tipo no me dijo nada”.

“No se lo puedo creer”, responde ella.

“Así fue. Luego el tipo me contó que tenía órdenes de no conversar con nadie y que por eso no había hablado”.

¿De quién hablan?, me pregunto. Me gustaría pedirles que me den algo de contexto, pero fiel a mi premisa de no interactuar con completos desconocidos, para que el curso de mi vida no se despiporre, no digo nada.

Solo me queda completar la historia con la información que recibí. Entonces decido que el hombre estaba hablando sobre un agente secreto del MI5, el servicio secreto británico.

De repente olvidan ese tema y de la nada el hombre cuenta que hace poco él y su esposa hicieron un viaje a España, y que visitaron un lugar llamado Antiqua o slgo así. Me da la impresión de que el hombre quiere monopolizar la conversación.

Puede que no haya captado bien lo que decían, porque tenía mi atención dividida entre una lectura y la conversación.

“¿En dónde estaban?”, pregunta la mujer canosa.

“En España”

“Si, pero ¿En qué ciudad?”, Contrataca la mujer.

“Sevilla”, responde la esposa del hombre.

Se sumergen en un breve silencio incomodo, y retomo la lectura, pero luego de leer un par de líneas, la mujer canosa, me parece, los pone a prueba:

“Ahh yo viví allá porque mi esposo era español”

“ ¿Ahh si?”, responde el hombre como aceptando el desafío.

Si él era de Asturias, bien hacia el norte”, dice la mujer.

“Claro”, responde el hombre como si fuera un dato que todo el mundo conoce.

“Ahora mi primera hija vive en Sevilla”.

Y cuando el hombre está a punto de responder algo, la recepcionista me dice que el doctor ya me puede atender.

Me levanto y dejo a esos extraños con su charla sobre agentes secretos y España. No me queda más que decidir si el hombre estaba diciendo la verdad o no; la mujer canosa sonaba muy convincente.

miércoles, 22 de febrero de 2023

Uno sabe

Después de mucho tiempo de sequía creativa, vuelvo a escribir un cuento que me agrada.

Lo que quiero decir es que uno sabe que va por buen camino si no deja de pensar en el texto y en posibles formas de llevarlo a buen puerto o a buen fin. Algo totalmente subjetivo, pero  ¿Qué más da?

Eso me pasó con el que acabo de escribir. La primerta decisión importante que tomé, fue no enredarme con los tiempos verbales, ni empezrlo por el clímax y esas estrategias tan enganchadoras, así que lo narré todo en tiempo presente y en orden cronológico.

Aunque suene muy romántico y todo, la trama se fue desenredando solita (Hay quienes dicen que los personajes les hablan y no sé qué más cosas. A mí eso nunca me ha pasado, y como dice Millás, quienes afirman eso tal vez solo o hacen para sonar interesantes)

A lo que me refiero es que mi personaje, sin proponérmelo sufre un cambio importante, pasa de un estado A al B, evoluciona o fracasa y los que saben mucho acerca de contar historias, dicen que ese es uno de los aspectos más importantes.

Yo insisto en que un cuento queda bien si uno se entusiasma y se divierte escribiéndolo. Ahí está todo. Si un texto no genera le genera ninguna emoción a quien lo escribe, lo mejor es borrarlo todo y hurgar la cabeza a ver si se da con una idea que encienda un poco el alma.

No tienen que ser pensamientos brillantes o ideas muy elaboradas (mi cuento trata sobre un tipo que está en una fiesta de grado, y un momento importante de la trama es cuando se levanta a hacer la fila para un buffet y al final le dan unos cubiertos de plástico, algo que lo pone de mal humor)

Apenas es el primer borrador, pero siento que ahí hay algo.

martes, 21 de febrero de 2023

Tomar apuntes

Creo que soy bueno para tomar apuntes, es decir, escribo rápido y logro captar todo lo que un profesor o ponente está diciendo, o bien lo más importante, y voy editando a medida que lo transcribo.

En mis épocas de estudiante me gustaba tener apuntes agradables a la vista, es decir, con títulos en un color diferente y ordenados.

Con mi velocidad sacrificaba estética, así que muchas vedes me decía: “voy a tomar apuntes a la maldita sea y cuando llegue a la casa las paso a limpio”, pero la verdad casi nunca me hice caso, y al final estudiaba para los parciales con mis apuntes frenéticos, que a veces eran garabatos indescifrables.

No entiendo cómo pueden, sobre todo las mujeres, tomar apuntes de forma ordenada y con miles de colores para títulos, subtítulos y viñetas.

Así era Juliette, una mujer con la que estudié alemán y que tenía un cuaderno con apuntes perfectos, como para exhibir en un museo.

Hablo de ella porque una vez me quedé con su cuaderno, luego de pedírselo prestado para el examen final, porque otra vez había fracasado con el orden de mis notas.

Para los títulos Juliette utilizaba un esfero de color morado, el resto lo escribía con negro y subrayaba las casillas de los cuadros explicativos, como el de las declinaciones, en color rojo.

La verdad no sé cómo lograba copiar a tanta velocidad, mientras yo escasamente entendía lo que decía el profesor.

Juliette hablaba francés porque su abuela materna le había enseñado ese idioma, pero tengo mis sospechas de que también tenía mejores bases de alemán que el resto de nosotros, aunque siempre lo negaba con una gran carcajada.

Eso era otra cosa que no entendía, siempre parecía estar dispersa, hablando con Felipe quien, al parecer, estaba tragado de ella.

Eso me gustaba de ella. Se la pasaba de buen humor y con frecuencia su risa se alzaba por encima del resto de voces del salón, hasta que la profesora le decía: Juliette, Kanst du bitte vorlessen? ( ¿Puedes por favor leer en voz alta?) 

Así y todo, riendo fuerte la mayor parte del tiempo, tomaba apuntes de forma casi perfecta.

jueves, 16 de febrero de 2023

Leer de chorro

Una mujer pregunta “ ¿cuál libro han leído de una sentada?

Los comentarios a su publicación llueven: “Que tal, que ese otro, el de fulanito me pareció excelente”, y así.

Un par de personas mencionan los 12 cuentos peregrinos de García Márquez.

Me hago la pregunta y no le tengo respuesta. No me acuerdo qué libros leí de esa manera. Imagino que por lo menos fue uno, pero no lo tengo presente. ¿indica eso que no me marcó el libro o que soy un mal lector? No lo creo.

Más bien pienso que tiene que ver con mi inhabilidad para recordar la trama de las novelas que leo, pues a los pocos días de terminar una, se comienzan a esfumar de mi cabeza. Quizá esa sea una señal de que soy un mal lector, no lo sé. Ya les he dicho que sé muy pocas cosas, en fin.

Lo que pasa es que soy un lector lento. Creo que no consumo libros a la misma velocidad que otras personas, y algunos duro años leyéndolos. Toda una aberración, pensarán algunos, en cuanto a la lectura, pero así son las cosas.

Por X o Y razón, algunos libros los leo de a sorbitos, como la Tentación del Fracaso, por ejemplo, de Julio Ramón Ribeyro, que no sé cuando terminaré, pero ahí voy con su lectura, lento pero seguro. A la larga creo que la meta es leer, y la velocidad a la que se haga es lo de menos.

Pero bueno el tuit confirma lo que ya se sabemos: que hacen falta muchos libros por leer y que no hay tiempo ni mucho menos vida que alcance para ponerse, más o menos, al día con esa tarea.

miércoles, 15 de febrero de 2023

Técnica para comer galletas

Está claro que técnicas existen cientos, miles, millones, miles de millones de técnicas, tantas como estrellas en el universo; bueno de pronto no tantas, pero creo que me entienden.

Yo tengo una para comer galletas, ¿de cuáles? A mí me sirve con las Saltinas o las Ducales, que se dejan quebrar fácil por la mitad.

Cabe anotar que la técnica funciona si a usted, querido lector, le gusta hacer sopitas con esas galletas.

¿Y qué significa hacer sopitas?, me refiero a esa tradición milenaria que consiste en meter parte de la galleta en una taza de café o chocolate, sacarla inmediatamente, y darle un mordisco veloz, para que las gotas no escurran sobre la ropa o el mantel.

La velocidad es uno de los componentes importantes de la técnica, pues nada peor que estar listo para salir al trabajo y chorrearse la camisa o la corbata por ejemplo.

Pues bien, mi humilde técnica consiste en esparcirle algo (mantequilla, mermelada, queso crema, etc.) a toda la superficie de la galleta y luego de ese paso, viene el momento crucial, el cumbre, aquel en el que todo funciona o la técnica se va a la porra.

Consiste en darle un golpe a la galleta contra el plato y partirla exactamente por la mitad. ¿Por qué? Porque hacer sopitas con las mitades es mucho más fácil que hacerlo con la galleta entera.

Cabe anotar que hay que imprimirle la fuerza apropiada al golpe, pues en algunos casos, una de las mitades de la galleta puede salir volando y como uno es de malas, casi siempre aterriza en la ropa o en el piso justo sobre el lado al que le untó algo.

No sé en qué momento me inventé tal técnica pero al día de hoy la sigo perfeccionado. Aunque no lo parezca tiene su ciencia. Todo en esta vida requiere cierto nivel de habilidad.

martes, 14 de febrero de 2023

"Yo lo haría"

"Yo lo haría", me dijo

Ahí estábamos, ella y yo, separados por un vidrio.

Yo con tapabocas porque tengo una tos de perro que no se me quita con nada, y ella, la cajera, allá sentada en su cubículo tratando de persuadirme, mientras las pulseras de sus muñecas hacían cling cling, cuando movía las manos.

“¿Por qué?”, le pregunté con desgano.

La impresora de mi casa falló, así que había salido a imprimir el extracto de la tarjeta de crédito.

Llevaba la plata exacta para pagar la tarjeta, y nunca pensé en el costo de la impresión.

Comencé a echar una retahíla de madrazos, hasta que se me ocurrió la solución.

De camino al banco, tomé un desvío para pedirle prestada una mísera moneda de $200, a Lina, una mujer parlanchina que atiende una papelería.

Luego fui al local de impresión, y por último me dirigí a mi destino final, el banco.

El lugar estaba repleto y me tocó el turno C27. Ahí, como una celda de Excel, no tenía ni idea si debía esperar mucho o poco tiempo.

Después de 15 minutos por fin salió mi turno en la pantalla.

Y fue ahí en la caja, después de pasarle el dinero a la cajera y que ella lo contará, cuando me dijo:

“¿Ya tienes asegurada la tarjeta?”
“No”
“Yo lo haría”

Luego me dio un par de razones: que para evitar fraudes por internet, por si compras un electrodoméstico y te sale malo, por esto y lo otro”.

“Puede hacerlo ya mismo”.

Lo que ella no sabía es que compro muy poco por internet. Además, imaginen mi nivel de abuelitud que insisto en pagar la tarjeta de crédito yendo a una sucursal y con el extracto en mano, en fin.

Quizá le faltó tener un discurso más preparado, o algunas preguntas para tener un perfil mío más detallado, para ver si valía la pena abordarme con ese tema.

“No gracias, mejor no”, le dije y sonreí debajo del tapabocas.

Ella también lo hizo y me deseo un buen día.

lunes, 13 de febrero de 2023

Escribir un párrafo

Me gusta como escribe Elena Ferrante.

Me parece que es fácil leerla, es decir, que uno se monta fácil en su prosa y, de repente, se leen 100 páginas de una de sus novelas sin casi sentirlas.

Casi siempre cuenta cosas, lleva los personajes de un lado a otro o los pone a hacer algo, y de vez en cuando estos tienen pensamientos brillantes, pero creo que la autora no los plasma para mostrarse de esa manera, sino que es producto de una escritura frenética, algo que se le da de forma natural, un efecto secundario de su  estilo.

Me la imagino como uno de sus personajes, sentada en su escritorio, escribiendo un párrafo durante horas, decidiendo qué palabra le cae mejor al ritmo de lo que cuenta.

O puede que no sea así, porque “En los días del abandono”, hay tramos de la novela que tienen aire de escritura libre, pero una contenida, que no deja que el subconsciente tome el control por completo. Entonces Ferrante, busca una manera elegante de conectar esos segmentos frenéticos con la historia que venía contando, para que la obra tenga la cohesión necesaria.

De ser así, Ferrante dedica el mínimo de tiempo a cada párrafo y todo el trabajo pesado se lo lleva la reescritura, las versiones posteriores a ese borrador atropellado, producto de las ansias de contar algo y vaciarse de las voces que inundan su cabeza. Caso contrario, como, imagino, le pasa a cualquier escritor, enloquecería.

Me pregunto, cuánto tiempo le tomará escribir un párrafo.

Me gustaría saber si dedica horas enteras a hacerlo o si descarga todo en la página y luego edita hasta la saciedad

“Inmediatamente después, hice un gesto demasiado brusco
para coger la bayeta y tiré también el azucarero. Durante una larga fracción
de segundo me explotó en los oídos el zumbido de la lluvia de azúcar, primero
sobre el mármol y luego sobre el suelo, manchado de vino.”
- Crónicas del desamor -