Ayer fue un día.
Ayer fue día
Día.
¿Malo, bueno?
Podría decir que lo primero, pero también lo segundo. Los absolutos, creo, no existen.
A eso de las 9 de la mañana me propuse dibujar para el reto de inktober. El tema era goteo, así que seleccioné unas fotos de ojos llorosos, y cuando me decidí por una, mis trazos fallaban una y otra vez.
Hacía medio día me comenzó un dolor de cabeza en el costado derecho y a los pocos minutos se intensificó. ¿Solución? Almuerzo, pastilla y echarme a dormir. Sentía sueño y pensé que una siesta era lo que necesitaba para reponerme del malestar.
Pasé unos 20 minutos tumbado en la cama y el sueño no aparecía, así que me levanté y di un par de vueltas por la casa con una nube de mal genio encima de mi cabeza.
Luego volví al cuarto a obligarme a dormir. Lo logré, pero fue un sueño intranquilo, una especie de duermevela que no me dejo salir de la frontera que separa el territorio del sueño y la vigilia. Pisé la realidad a eso de las 7:30. El dolor de cabeza se había esfumado por completo y pensé de nuevo en el dibujo. Putos ojos que no logré dibujar. Me levanté directo a mi escritorio para comenzar un nuevo dibujo.
Necesitaba aislarme, así que me puse los audífonos, mientras decidía qué canción iba a escuchar. De ese lugar extraño de donde provienen las ideas y los recuerdos, se me aparecieron dos palabras en inglés: Virtual Insanity. Sí, Jamiroquai era justo lo que necesitaba escuchar en es momento, pero como la sesión de dibujo se iba a alargar, necesitaba más de una canción para ella, entonces puse el Travelling Without Moving. ¿Qué mejor que escuchar ese disco mientras se dibuja? Dibujar, pienso, es viajar bien adentro sin desplazarse, ¿acaso no?. Cuando se acabó ese disco busqué el Amorica de los Black Crowes, mi preferido de esa banda.
Terminé el dibujo a las 9:30, justo cuando el estómago me reclamaba algo de comida. Fui a la cocina, caliente una almojábana con bocadillo por dentro, y me serví agua con dos cubos de hielo.
Volví a mi escritorio a las 10 para echarle tinta al dibujo y difuminar distintos tonos de negro. En ese proceso ya no puse más música, pues me pareció suficiente el silencio de la noche.
Terminé a eso de las 12:30 a.m. y como no tenía sueño y llevaba un par de días sin leer, me metí a la cama y me zampé un capítulo de La casa de los espíritus. Son capítulos largos y siempre he dicho que prefiero los capítulos cortos, sobre todo para no dejarlos por la mitad, pero la prosa de isabel Allende es tan envolvente que no he tenido problemas con eso.
domingo, 8 de octubre de 2023
viernes, 6 de octubre de 2023
La libertad
Es una mera ilusión.
La semana pasada decidí participar en Inktober y después de perderme el primer prompt, dibujé el segundo y estaba listo para hacerlo los 29 días que le restaban al mes. De repente me salió un viaje de último momento y todos mis planes se vinieron al suelo.
Pensé en llevarme mi libreta, lápices y rapidografos, pero me dio pereza trastearlos, entonces solo empaqué el Kindle, con la esperanza de leer un poco. Al final las vueltas que tenía que hacer consumieron todo mi tiempo y no leí ni dibujé ni nada. Pasé un par de horas metido en trancones y ya, lo que confirmó que cada vez quiero estar más alejado del caos y ritmo frenético de las grandes ciudades.
Todo eso me hizo pensar que ese cuentico del libre albedrío es mentira. Que tener la posibilidad de elegir o planificar nuestra vida es una simple ilusión y que el caminao’ se nos puede torcer en medio segundo.
Algo que sí hice, y que sé hacer muy bien, fue estar de malas pulgas, porque me da rabia no poder hacer algo que me propongo, mucho más cuando tiene que ver con leer, dibujar o escribir.
Para completar, una de las vueltas que tuve que hacer fue en una entidad pública, con tan mala suerte que coincidió con el simulacro de sismo, entonces tuve que participar de la actividad y formar filas con los funcionarios de la entidad, detrás de unas personas con unas paletas en las manos. Eso a la larga no fue nada. Lo que sí me pareció un despropósito fue quedarnos en el parqueadero por más de 40 minutos con un sol inclemente sobre nuestras cabezas y ningún lugar para tomar sombra.
lunes, 2 de octubre de 2023
Hacer lo que a uno le gusta
Resulta pasa y acontece que estamos en el mes de Inktober, ya saben, ese reto de dibujar seguido por 31 días.
Pues bien, tenía pensado participar, pero el primer día me invadió la pereza de todos mis ancestros y decidí no hacerlo.
Lo de la pereza fue más bien una simple excusa. La verdad es que me comencé a dar palo yo mismo, pensando vainas del estilo: ¿va a perder tiempo en eso?, ¿qué le deja? ¡Revísese hombre!
Pues bien, tenía pensado participar, pero el primer día me invadió la pereza de todos mis ancestros y decidí no hacerlo.
Lo de la pereza fue más bien una simple excusa. La verdad es que me comencé a dar palo yo mismo, pensando vainas del estilo: ¿va a perder tiempo en eso?, ¿qué le deja? ¡Revísese hombre!
Uno siempre le sale a deber a uno mismo.
En estos días he pensado mucho en el deber ser de las cosas, de la vida de un adulto funcional y me estaba rayando la cabeza con el tema.
Afortunadamente leí una publicación que me hizo cambiar de opinión con respecto a participar en Inktober. Decía así:
“Lo importante no es lo que tiene fecha.
Lo que dice el jefe.
Lo que me toca.
Eso, usualmente, es lo urgente.
Lo importante es lo que me sale del corazón
Es lo que quiero hacer.
Es lo que me ayuda a crecer.
Es lo que me alimenta."
Todo el tema me hizo acordar de un libro que leí sobre la muerte y los pacientes terminales. Cuenta que las personas en ese estado siempre se arrepienten de lo que no hicieron en vida.
La autora cuenta que todos llegamos al final de nuestras vidas con una mezcla de satisfacción y arrepentimiento por nuestras experiencias, y que el único momento en que se puede ajustar esa balanza es en el ahora, mientras tenemos fuerzas para hacer cosas; precisamente esas cosas que nos “alimentan”.
Luego de eso me acorde de una cita de la novela When Nietzche Wept:
Life is a spark between two identical voids, the darkness before birth and the one after death.” isn’t it strange how we are so preoccupied with the second void and never think upon the first?”
Entonces eso: La vida es solo un chispazo y toca aprovechar cada berraco segundo para hacer esas cosas que imprimen vida.
En estos días he pensado mucho en el deber ser de las cosas, de la vida de un adulto funcional y me estaba rayando la cabeza con el tema.
Afortunadamente leí una publicación que me hizo cambiar de opinión con respecto a participar en Inktober. Decía así:
“Lo importante no es lo que tiene fecha.
Lo que dice el jefe.
Lo que me toca.
Eso, usualmente, es lo urgente.
Lo importante es lo que me sale del corazón
Es lo que quiero hacer.
Es lo que me ayuda a crecer.
Es lo que me alimenta."
Todo el tema me hizo acordar de un libro que leí sobre la muerte y los pacientes terminales. Cuenta que las personas en ese estado siempre se arrepienten de lo que no hicieron en vida.
La autora cuenta que todos llegamos al final de nuestras vidas con una mezcla de satisfacción y arrepentimiento por nuestras experiencias, y que el único momento en que se puede ajustar esa balanza es en el ahora, mientras tenemos fuerzas para hacer cosas; precisamente esas cosas que nos “alimentan”.
Luego de eso me acorde de una cita de la novela When Nietzche Wept:
Life is a spark between two identical voids, the darkness before birth and the one after death.” isn’t it strange how we are so preoccupied with the second void and never think upon the first?”
Entonces eso: La vida es solo un chispazo y toca aprovechar cada berraco segundo para hacer esas cosas que imprimen vida.
sábado, 30 de septiembre de 2023
Dejar de escribir
Llevo varios días sin escribir acá.
El motivo de mi ausencia ha sido una mezcla de aburrimiento y malestar general. Apenas pienso en escribir me da una pereza infinita de hacerlo.
Mientras estoy echado en la cama, mirando pal techo, se me han ocurrido muchas ideas. Hay quienes dicen que también se escribe cuando no se escribe. Que el simple hecho de tejer fantasías en la cabeza vale como escritura. No sé, a mi me parece una idea romántica y pienso que escritura solo hay una: poner una palabra delante de la otra.
También me ha pasado que he preferido leer antes que escribir. Eso me recuerda lo que cuenta Rosa Montero en su libro La loca de la casa, sobre el ensayo Letra Herida de Nuria Amat.
Amat le propone a los escritores una pregunta cruel: "¿Si tuvieras que elegir entre no volver a escribir o no volver a leer nunca jamás, ¿qué escogerías?" Yo lo tengo claro. Escogería la primera opción. Montero también, y a modo de juego le ha planteado la misma pregunta a los escritores con los que se encuentra. Cuenta que por lo menos el noventa por ciento, o incluso más, escogen la lectura sobre la escritura.
“Dejar de escribir puede ser la locura, el caos, el sufrimiento; pero dejar de leer es la muerte instantánea.”, concluye la escritora española y estoy completamente de acuerdo. Antes de ser escritor uno es lector, y un lector que quiere ser escritor, debe ser un lector voraz, "desbordado por la ansiosa hambruna de palabras", anota Montero.
El motivo de mi ausencia ha sido una mezcla de aburrimiento y malestar general. Apenas pienso en escribir me da una pereza infinita de hacerlo.
Mientras estoy echado en la cama, mirando pal techo, se me han ocurrido muchas ideas. Hay quienes dicen que también se escribe cuando no se escribe. Que el simple hecho de tejer fantasías en la cabeza vale como escritura. No sé, a mi me parece una idea romántica y pienso que escritura solo hay una: poner una palabra delante de la otra.
También me ha pasado que he preferido leer antes que escribir. Eso me recuerda lo que cuenta Rosa Montero en su libro La loca de la casa, sobre el ensayo Letra Herida de Nuria Amat.
Amat le propone a los escritores una pregunta cruel: "¿Si tuvieras que elegir entre no volver a escribir o no volver a leer nunca jamás, ¿qué escogerías?" Yo lo tengo claro. Escogería la primera opción. Montero también, y a modo de juego le ha planteado la misma pregunta a los escritores con los que se encuentra. Cuenta que por lo menos el noventa por ciento, o incluso más, escogen la lectura sobre la escritura.
“Dejar de escribir puede ser la locura, el caos, el sufrimiento; pero dejar de leer es la muerte instantánea.”, concluye la escritora española y estoy completamente de acuerdo. Antes de ser escritor uno es lector, y un lector que quiere ser escritor, debe ser un lector voraz, "desbordado por la ansiosa hambruna de palabras", anota Montero.
Como la lectura es tan importante en nuestras vidas, Montero concluye que la muerte también es lectora. De ahí la importancia de andar siempre con un libro en la mano, porque si te topas con ella en el transporte público, por ejemplo, y ve el libro, se interesa más por él, se distrae y te deja en paz.
viernes, 22 de septiembre de 2023
Bola curva
Hace poco la vida me lanzó una bola curva y no he agarrado el bate.
Estoy mirando qué hacer con ella. Lo ideal sería batearla, marcar un Home Run y sanseacabó el asunto, ¿no? El punto es que no ha llegado ese momento, apenas viene hacia mí la condenada.
Es extraño porque a ratos la olvido por completo y en otros momentos siento una angustia tremenda, la maldita incertidumbre me come la cabeza y me pregunto: ¿qué carajos voy a hacer?
Así que, para no echarle más leña al fuego, por el momento he decidido no actuar o como leí hace poco: ajustarme el cinturón de seguridad y dejar que caigan las hojas del calendario.
La filosofía china del Tao llama Wu Wei a esa conducta, a ese no actuar, que dista mucho de no hacer nada. A grandes rasgos consiste en resistir los embistes del mar de la vida, hasta que la marea se calme.
Eso hago entonces: esperar a que la bola curva esté a una distancia prudente para hacer swing con el bate y mirar si la impacto o la vida me hace strike, ¿qué más da?, igual no sería el primero que me como.
Mientras tanto leo, creo que es algo que se me da bien, ¿a quién no? Seguro a alguien que no sepa hacerlo, en fin. El punto es que Leer y escribir, y también dibujar, son actividades que no dejan que me desfase hacia atrás ni hacia adelante. Me anclan al presente.
Bien lo dice Pedro Mairal en un artículo: Escribir me ayuda a estar, a estar bien, pero bien significa presente, estar bien ahí, bien plantado, estar muy, estar plus, estar más, hiper estar.
De eso, creo, se trata todo, de Hiper estar en la vida, sino que lo hemos olvidado.
Estoy mirando qué hacer con ella. Lo ideal sería batearla, marcar un Home Run y sanseacabó el asunto, ¿no? El punto es que no ha llegado ese momento, apenas viene hacia mí la condenada.
Es extraño porque a ratos la olvido por completo y en otros momentos siento una angustia tremenda, la maldita incertidumbre me come la cabeza y me pregunto: ¿qué carajos voy a hacer?
Así que, para no echarle más leña al fuego, por el momento he decidido no actuar o como leí hace poco: ajustarme el cinturón de seguridad y dejar que caigan las hojas del calendario.
La filosofía china del Tao llama Wu Wei a esa conducta, a ese no actuar, que dista mucho de no hacer nada. A grandes rasgos consiste en resistir los embistes del mar de la vida, hasta que la marea se calme.
Eso hago entonces: esperar a que la bola curva esté a una distancia prudente para hacer swing con el bate y mirar si la impacto o la vida me hace strike, ¿qué más da?, igual no sería el primero que me como.
Mientras tanto leo, creo que es algo que se me da bien, ¿a quién no? Seguro a alguien que no sepa hacerlo, en fin. El punto es que Leer y escribir, y también dibujar, son actividades que no dejan que me desfase hacia atrás ni hacia adelante. Me anclan al presente.
Bien lo dice Pedro Mairal en un artículo: Escribir me ayuda a estar, a estar bien, pero bien significa presente, estar bien ahí, bien plantado, estar muy, estar plus, estar más, hiper estar.
De eso, creo, se trata todo, de Hiper estar en la vida, sino que lo hemos olvidado.
miércoles, 20 de septiembre de 2023
Escritura verdadera
Continuo con mi racha de sequía creativa. Me dan ganas de escribir y cuando me siento a hacerlo ningún tema se me viene a la cabeza. Esto me obliga a repetirme, a tocar este tema una vez más, a contarles que no tengo idea sobre qué escribir, y estoy casi seguro que lo repetiré en un futuro.
De pronto no sirvo para esto de la escritura. Recuerdo que una vez una mujer preguntó en Linkedin: ¿A que qué edad comenzaron a escribir de verdad y publicaron su primer libro?
Tuve muchas ganas de dejarle un comentario, de mencionarle que si existe una escritura verdadera, también debe existir su contraparte, la falsa. O si no ¿qué nombre llevarían estas palabras, sin nunca van a ser publicadas?
No lo hice porque me da una pereza infinita interactuar con desconocidos en redes sociales, y más que eso me aburre armar polémica. Pero como el tema no dejaba de rondarme la cabeza, escribí una columna en la que hablaba sobre la escritora Sara Jaramillo Klinkert y la forma en que escribió su segunda Novela Donde Cantan las ballenas.
Klinkert terminó de escribir esa novela una choza con vista hacia el mar, un lugar perdido, sin señal de celular a varios kilómetros a la redonda. Su meta era permanecer en ese lugar hasta que se le acabara la comida.
De pronto no sirvo para esto de la escritura. Recuerdo que una vez una mujer preguntó en Linkedin: ¿A que qué edad comenzaron a escribir de verdad y publicaron su primer libro?
Tuve muchas ganas de dejarle un comentario, de mencionarle que si existe una escritura verdadera, también debe existir su contraparte, la falsa. O si no ¿qué nombre llevarían estas palabras, sin nunca van a ser publicadas?
No lo hice porque me da una pereza infinita interactuar con desconocidos en redes sociales, y más que eso me aburre armar polémica. Pero como el tema no dejaba de rondarme la cabeza, escribí una columna en la que hablaba sobre la escritora Sara Jaramillo Klinkert y la forma en que escribió su segunda Novela Donde Cantan las ballenas.
Klinkert terminó de escribir esa novela una choza con vista hacia el mar, un lugar perdido, sin señal de celular a varios kilómetros a la redonda. Su meta era permanecer en ese lugar hasta que se le acabara la comida.
Eso, renunciar a casi todo para dedicarse a la escritura, debería llamarse escribir de verdad. A la larga, lo de publicar libros es un efecto secundario de la escritura, pero nunca, creo, debe ser el fin último.
Si no conquistáis la ingenuidad, tampoco lograréis escribir bien.
Mis alumnos por lo general no quieren escribir bien, quieren ser escritores.
– La vida a ratos –
lunes, 18 de septiembre de 2023
En automático
Hace tiempo que no dedico ningún espacio del día a pensar sobre qué escribir. Por eso cuando me siento en el escritorio, hay ocasiones en las que me cuesta un montón arrejuntar unas cuantas palabras.
Lo de pensar sobre escribir puede sonar arrogante, pero no es así. No es que busque temas trascendentales o que le vayan a cambiar la vida a alguien después de leerlos, sino puede ser cualquier cosa: un recuerdo, algo que vi o que me paso en el día.
De pronto ocurren pocas cosas en mi vida. Me pregunto si será mejor vivir rápido o despacio. Los budistas, imagino, dirían que mejor lo segundo y les doy la razón. Hay que aprender a bajar los cambios.
Todo esto para decirles que busqué cinco palabras aleatorias para escribir algo relacionado con ellas y me salieron: Dañado, receta, reproductor, golpe y lento.
Cuando estoy muy en la mala de temas, acudo a la escritura automática, que es como vomitar palabras, sin importar si el texto que logro tienen mucho sentido o no.
Hace poco estaba viendo televisión y se fue la luz. Todos los aparatos electrodomésticos de la casa se descargaron con un sonido de golpe seco. Por un segundo pensé que algunos se iban a dañar. Solo imagínense si uno fuera un aparato que recibe corriente todo el día y de repente se la cortan sin avisar. Debe ser traumático. Con razón que algunas rupturas amorosas son devastadoras, ¿acaso no?, en fin.
Pienso en la nevera y los alimentos que guarda. ¿Cuánto tiempo pueden durar sin refrigeración? Llego a la conclusión que tendría que ser un apagón muy berraco, uno de días, para que se malograran.
También pienso en la receta de torta de manzana que tengo pegada en la puerta de la nevera. Es una preparación a la que le guardo mucho cariño, porque fue de las pocas que aprendí y perfeccioné durante la pandemia. Me recuerda a la torta de manzana que vendían en la librería Prólogo, cuando tenía su sede en la calle 97.
También me viene a la mente el gran apagón que cuentan, ocurrió en Nueva York. Buscando en internet, me enteró de que fue en 1977, duró 24 horas y desató el caos en esa ciudad.
Si algo bueno tiene que se vaya la luz es que nos obliga a vivir más despacio. Es uno de los pocos momentos en los que la vida se hace más lenta, parece que todo se puede apreciar con más calma. Tal vez lo mejor que puede pasar es que el celular este descargado cuando eso ocurra.
Cabe anotar, estimado lector, que no se me ocurre como incorporar la palara reproductor, pero ¿para qué forzar las cosas? Seguro que existirán mil formas de relacionarla con algo de lo que he escrito, pero siento que voy a llegar al punto final y no se me va a aparecer ninguna idea; un apagón en el cerebro.
Lo de pensar sobre escribir puede sonar arrogante, pero no es así. No es que busque temas trascendentales o que le vayan a cambiar la vida a alguien después de leerlos, sino puede ser cualquier cosa: un recuerdo, algo que vi o que me paso en el día.
De pronto ocurren pocas cosas en mi vida. Me pregunto si será mejor vivir rápido o despacio. Los budistas, imagino, dirían que mejor lo segundo y les doy la razón. Hay que aprender a bajar los cambios.
Todo esto para decirles que busqué cinco palabras aleatorias para escribir algo relacionado con ellas y me salieron: Dañado, receta, reproductor, golpe y lento.
Cuando estoy muy en la mala de temas, acudo a la escritura automática, que es como vomitar palabras, sin importar si el texto que logro tienen mucho sentido o no.
Hace poco estaba viendo televisión y se fue la luz. Todos los aparatos electrodomésticos de la casa se descargaron con un sonido de golpe seco. Por un segundo pensé que algunos se iban a dañar. Solo imagínense si uno fuera un aparato que recibe corriente todo el día y de repente se la cortan sin avisar. Debe ser traumático. Con razón que algunas rupturas amorosas son devastadoras, ¿acaso no?, en fin.
Pienso en la nevera y los alimentos que guarda. ¿Cuánto tiempo pueden durar sin refrigeración? Llego a la conclusión que tendría que ser un apagón muy berraco, uno de días, para que se malograran.
También pienso en la receta de torta de manzana que tengo pegada en la puerta de la nevera. Es una preparación a la que le guardo mucho cariño, porque fue de las pocas que aprendí y perfeccioné durante la pandemia. Me recuerda a la torta de manzana que vendían en la librería Prólogo, cuando tenía su sede en la calle 97.
También me viene a la mente el gran apagón que cuentan, ocurrió en Nueva York. Buscando en internet, me enteró de que fue en 1977, duró 24 horas y desató el caos en esa ciudad.
Si algo bueno tiene que se vaya la luz es que nos obliga a vivir más despacio. Es uno de los pocos momentos en los que la vida se hace más lenta, parece que todo se puede apreciar con más calma. Tal vez lo mejor que puede pasar es que el celular este descargado cuando eso ocurra.
Cabe anotar, estimado lector, que no se me ocurre como incorporar la palara reproductor, pero ¿para qué forzar las cosas? Seguro que existirán mil formas de relacionarla con algo de lo que he escrito, pero siento que voy a llegar al punto final y no se me va a aparecer ninguna idea; un apagón en el cerebro.
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