Aporreo el teclado con rabia porque no sé qué escribir. De ahí el título del post. Ya los debo tener secos con este tema que, parece, es el único que se me ocurre: escribir sobre mi incapacidad para escribir.
Escribir parece la tierra prometida de muchos. Fernanda, una amiga, preguntó el otro día en un grupo de chat qué lugar ocupaba la escritura en nuestras vidas. Se hacía la pregunta porque con frecuencia piensa en dejar su vida actual para dedicarse de lleno a escribir, pero es una sensación que le dura poco y al instante se retracta.
Yo le respondí que alguna vez pensé lo mismo —ya hace rato que no—, pero que ahora, con todo lo que me puede gustar escribir, me veo lejos de convertirme en un novelista serial.
Fernanda me pregunta que si no conozco a Sarangi, que se convirtió en novelista luego de cumplir los 60 años. Le digo que ese también fue el caso de Sam Savage y pienso concluir con algo más, pero no se me ocurre nada.
¿Qué tal dejarlo todo por escribir y no tener nada por decir, como usualmente me ocurre?
Esto me recuerda lo que le dijo Kurt Vonnegut a Salman Rushdie cuando este le contó que se iba a dedicar a escribir novelas: si vas a escribir novelas, debes saber que va a llegar un momento en que no vas a saber qué escribir, pero igual tendrás que escribir una. De pronto eso le ocurrió a Rushdie en algún momento y también aporreó el teclado en busca de inspiración.
Estábamos hablando sobre eso y María, que no había escrito nada, dijo lo siguiente: “Sinceramente, no sé por qué esa insistencia de dejarlo todo y dedicarse a escribir. Sin vida no existe escritura que valga. Pero si de lo que se trata es de vivir de la escritura, sí sé que tan solo un reducido número de personas son las que pueden vivir del oficio. Así que adelante, sigamos viviendo y escribiendo.”
imagino que en nuestro caso no hay vida que valga sin escribir.
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