Mostrando entradas con la etiqueta Cosa Nº 1514. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Cosa Nº 1514. Mostrar todas las entradas

viernes, 15 de febrero de 2019

Arte y política

Ayer volví a ver el video en el que Roberto Ampuero, el canciller chileno, contesta a la intervención de Jorge Arreaza, el venezolano, en una sesión de la OEA. El segundo, con un tono insolente, había dicho que el secretario general era un sicario y la organización un circo, donde los demás cancilleres que estaban ahí cumplían con una orden impartida por alguien. 

Cuando Arreaza termina de escupir sus palabras venenosas y malintencionadas, al primero que le conceden la palabra es a Ampuero. Me parece brillante la capacidad de discurso que tiene en sus zapatos de político, pero creo que lo que la hace posible es su pasado, o bien, su presente, su constante como escritor, una actividad que, imagino, nunca ha dejado de lado. 

Quién es Ampuero, no lo sé. Leyendo un poco me entero de que nació en Valparaiso y que estudió en el colegio alemán, del que se graduó con un promedio destacable y donde aprendió a escribir y hablar en alemán, lo que le permitió acercarse a escritores como Goethe y Mann, entre otros. 

Sobre su colegio afirma: “me enseñó a ser disciplinado y serio en lo que hago, a no desperdiciar tiempo, a revertir situaciones difíciles, a ser frugal y sencillo, y a vivir en otras culturas”. 

Después se traslado a Santiago y estudió Antropología Social en las mañanas y literatura latinoamericana en las tardes. Militó por un tiempo en las juventudes comunistas porque creyó que el socialismo era democrático, justo y de economía prospera y partió hacia Alemania Oriental luego del golpe militar en su país. Su experiencia comunista termina con una profunda desilusión política. 

En 1993 publica “¿Quién mató a Cristián Kustermann?” su primera novela. 

Creo que una forma de conocer a alguien es a través de lo que escribe, pero no he leído ningún libro de su extensa obra que, si no estoy mal, está orientada hacia la novela negra. 

Pero volvamos a lo de su discurso. La forma en que habla es tan clara y respetuosa, con pausas en las que busca la palabra precisa para que su idea no se diluya en imprecisiones. Parece que, en vez de contrargumentar a Arreaza, estuviera contando un cuento, pues su hablar pausado cautiva y no deja de blandir empatía y respeto. 

Creo que a la política le hace mucha falta el arte o que quienes la practiquen sean más humanos, personas de diferentes disciplinas: escritores, pintores, dramaturgos, etc. quienes cuentan, me atrevo a decir, con una visión más amplia de la vida, y rehúsan a anclarse a un único punto de vista.