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jueves, 10 de noviembre de 2016

Hablar con extraños

Voy por la calle y quiero hacerle una pequeña entrevista a alguien, no importa quien, sin  llegar fastidiarlo, por eso me demoro en seleccionar a la persona indicada. Son las 6 de la tarde y todos camina de afán, cada quién está inmerso en su mundo interno, rumiando sus aciertos, triunfos y/o derrotas del día, el año o toda una vida.  Veo una mujer bajita que va unos pasos delante mio.  La llamo: "Señora, señora".  Cuando estoy a punto de repetir la palabra una vez más ella frena, se voltea y me pone atención.  

Abre sus ojos, de color negro, y me mira con cara de sorpresa.  Le explico en que consiste mi proyecto de escritura y acepta que le haga las preguntas.  Cuando termino y creo que no va a hablar más, comienza a contarme una historia, con varios detalles, sobre su primer amor.  Después de 14 años se reencontró con ese hombre y  luego vivieron durante 6, hasta que se separaron.  Me dice que todavía se quieren mucho pero que ya no se buscan.  Le doy las gracias, me despido y ella también lo hace con una gran sonrisa.

Aunque sea difícil de creer,  las personas, casi siempre, están dispuestas a hablar. Todos llevamos miles de historias encima que nos gustaría compartir, pero nadie se atreve a preguntarnos algo.  Es asombroso cómo una sencilla pregunta permite que las personas hablen de forma sincera.

Tal vez, hablar con extraños es algo que nos hace falta; contarle a completos desconocidos sobre esos asuntos que nos taladran día y noche la cabeza, pero que mantenemos en secreto frente a nuestros amigos o familia.  

Saber que la otra persona no puede sacar ningún tipo de ventaja sobre la información que le suministramos  y que, probablemente, nunca la vamos a volver a ver en la vida, es algo realmente aliviador.