jueves, 1 de septiembre de 2016

Soltar

A Novak Lucumí nunca le gustó el significado de su nombre: Recién llegado. De joven su madre había leído una novela de Jaroslav Hašek y se había obsesionado con un personaje que se llamaba así.  No había caso, su primer hijo varón estaba destinado a tener ese nombre.

Novak se sentía como un recién llegado en todos los lugares, sin importar cuanto tiempo llevara en ellos y lo bien que desempeñara sus tareas. Creía que, como buen primerizo, lo único que hacía era improvisar en el día a día.

También le parecía rimbombante la mezcla de su nombre con un apellido de origen chibcha, efecto que lo hacia sentir algo caricaturesco; pero Novak tenía mejores cosas que pensar que esas inconformidades otorgadas por el destino.

Tenía 27 años y estaba a punto de celebrar su cumpleaños.  Para él esa  edad era el último bastión de la juventud y una vez arrasado, comenzaría el lento y tortuoso camino de la adultez.  

Novak tenía preparado su autoregalo de cumpleaños. Llevaba 8 años trabajando en una compañía de telecomunicaciones y desde hacía cuatro, estaba preparando su salida para dedicarse a su proyecto de vida.  El día de su cumpleaños entregó su carta de renuncia.

El siguiente año fue una montaña rusa emocional para Novak.  Al zambullirse en el mundo del emprendimiento le hizo todo el honor posible al significado de su nombre.  Las cosas no marcharon como esperaba.

Un día recibió una llamada a su celular.  Era el nuevo gerente de recursos humanos de la empresa donde había trabajado.  Le contó que el cargo que había desempeñado había quedado disponible  y que su anterior jefe, el señor Martínez, se lo había recomendado. Quedaron en que al siguiente día   a las 7 de la mañana pasaría por la empresa, para una charla informal sobre su reintegro a la compañía pues, sin contar el tediosos papeleo, el cargo ya era suyo.  Novak le dio las gracias. "Nos vemos" fue lo último que dijo  antes de colgar.

Llego a su casa a las 10 de la noche, apagó su celular. Se baño, se puso su mejor pinta y se fue de juerga.  Nunca cumplió su cita.

miércoles, 31 de agosto de 2016

Delirar para vivir

Siempre he creído que los lugares, épocas, situaciones oscuras, son terreno fértil para la creación, independiente del campo en el que se trabaje.

El escritor Juan Manuel Silva contaba que gran parte de su novela "Besos, mordiscos", la escribió en un periodo el que estuvo enfermo.  Varios días en los que tuvo una fiebre muy alta, le sirvieron para escribir y planear su novela.

Tal vez, el mejor ejemplo lo ha dado Kafka, que no dormía, y el privarse de sueño le servía para hacer conexiones forzadas.  Alguna vez dijo que para poder escribir, lo importante era apartarse, recluirse en algún lugar: 

"Escribir, en este sentido, es como un sueño mayor que la muerte"
- Franz Kafka -

Todos queremos estar bien, pero a veces sobrevaloramos esos estados plenos y felices, y tratamos de esconder las angustias y todo lo que nos hace sentir mal.  Cada quien es libre de mostrarse al mundo como se le de la gana.  Con toda la vulnerabilidad posible o una fachada completamente falsa.  

Lo que creo necesario es que no deberíamos dejar de lado aquellas ocasiones en las que una nube negra nos acompaña.  Delirar es morir un poco y un estado que todos deberíamos experimentar alguna vez. 

martes, 30 de agosto de 2016

Cul-de-sac

Sueño. Pocas veces lo hago o más bien pocas son las veces que recuerdo qué soñé.  En el sueño el día está a punto de convertirse en noche.  Estoy con alguien y queremos tomar un taxi, miro la placa de una casa, la dirección es: “Carrera 1 Este: cierre.”  Meto la mano al bolsillo para sacar el celular y en ese momento suena la alarma del despertador.  

Casi siempre eso es lo que recuerdo de mis sueños, pequeños fragmentos o escenas inconclusas que siempre quedan en suspenso.  ¿Con quién estaba?  ¿Qué hacía en ese lugar?  ¿Existe esa dirección? Mientras me hago estas y otras preguntas oprimo, de manera torpe, un botón del radio-despertador para que la chicharra deje de soñar sonar.

Lo que más me impacto de ese fragmento de sueño, que bien podría ser el inicio, nudo o desenlace de un cuento, fue la palabra cierre que acompañaba la dirección en la placa.  Inmediatamente trajo a mí cabeza el término: Cul-de-sac; esa expresión de origen francés que de forma literal traduce Culo de botella, y que una de sus traducciones al español podría ser callejón sin salida o, de forma aún más escueta, vía cerrada.

Fonéticamente, Cul-de-sac, me parece una palabra hermosa. Creo que se podrían escribir libros, sagas o tratados enteros a partir de esa expresión.  Si algún día me llego a encontrar una novela con ese título, la compraré a la ciega. Pero más allá de eso, lo realmente increíble son las miles de metáforas que encierra.

La más obvia salta a la vista y es lo que hacemos al ingresar a un laberinto¿Qué hacer ante un callejón sin salida? Dar reversa y buscar otro camino.  Si es algo tan obvio, no sé por qué no lo aplicamos más a diario.    

 Una amiga vivió en Bosque Izquierdo, y la entrada de su casa daba al Cul-de-sac más acogedor que he visto en toda mi vida.  Esa es tal vez otra de las tantas paradojas de los cul-de-sacs, que en medio de lo determinantes que son, nunca logramos admirar toda su belleza.  

lunes, 29 de agosto de 2016

Dolor de cabeza

A  Pedro Brzozowski el dolor de cabeza le llegó sin previo aviso, como lo hacen los más letales.  De repente un martilleo, que en ocasiones se acentuaba para dar paso a una falsa calma, comenzó en su lóbulo parietal izquierdo. 

Apenas el dolor se asomó,  se tomó una pastilla.  Era roja, similar a la que tomaba el personaje de Neo en la película The Matrix, aunque  Brzozowski  no quería tomarla para comenzar una revolución o ser parte del cambio, solo quería que el maldito dolor se esfumara por completo.

Brzozowski, sentía que su cabeza estaba igual de enredada que su apellido. pensó que la causa del dolor tal vez era esa; nadie, incluso él, sabía como pronunciarlo correctamente.  ¿Por qué no  tener un apellido común?  ¿Un Pérez, Rodríguez, etc.?

Se acordó que una vez leyó un artículo que hablaba de personas que enloquecían por fuertes dolores de cabeza y que veían el suicidio como única salida.  Comenzó a respirar despacio, tal vez solo eso era lo que necesitaba; entrar en una especie de trance y/o meditación.

Mientras respiraba y botaba el aire lentamente, fue por una banda elástica para dolores de cabeza.  La banda tenía velcro en los extremos y se podía poner en la cabeza como las cintas que utilizan los karatekas.  El estuche decia: "Cuenta con 7 imanes de más de más de 3500 Gauss (Que diablos es eso?) colocados en puntos de acupuntura". Brzozowski cree que la banda funciona más por sugestión que cualquier otra cosa, pero 3500, de lo que sea, es una cifra alta por eso la sacó del estuche y le confió el dolor de cabeza a los Gauss y los imanes. 

En el baño, mientras se mira en el espejo, Piensa lo ridículo que se ve y que haría Bruce Lee en estos momentos.

Finalmente se tumba en un asiento y trata de pensar en nada y en todo a la vez, tal vez el dolor se debía a alguno de esos estados: una mente completamente saturada por las angustias del día a día o una a la que le hacían faltas temas para no darle cabida a estúpidos dolores.

Mientras ocurre una explosión de pensamientos en su cabeza, el dolor, de la misma forma en que llegó, sin previo aviso, desaparece. No sabe si darle gracias a la pastilla roja, la banda elastica para karatecas con dolor de cabeza, a Gauss o los Gauss; o a su abundancia /ausencia de pensamientos.

sábado, 27 de agosto de 2016

Segunda Persona

Después de salir de la ducha entró al cuarto y con la toalla aún en su cintura, agarró su libreta y esfero.  Se tumbó en la cama a escribir  la idea que se le había ocurrido mientras el chorro de agua le golpeaba la cabeza. Sabía que tenía que anotarla en algún lado o la olvidaría por completo.

Era un fanático de la primera y tercera persona; más que fanático, siempre era la voz narrativa que aparecía en sus escritos, "Son las más "fáciles", sobretodo la segunda" se dijo a sí mismo.  

Pensaba escribir solo una idea, algo que le recordara bien lo que había pensado, para  luego escribir el texto en la tarde, pero cuando comenzó a anotarla en la libreta,  la idea en forma de frase, se transformo en párrafos enteros.  Pensó que lo de la musa si era cierto y que la suya le estaba dictando esas palabras.

Después de escribir el primero, cayó en cuenta que lo había escrito en segunda persona, un punto de vista que siempre le costaba trabajo y que nunca le fluía de forma natural.  Siempre le había molestado lo difusas que eran las  fronteras entre  narrador, narratario,  personaje y lector.

Escribió las 498 palabras a mano y se sintió bien.  Luego lo paso al computador y lo leyó y releyó toda la tarde.  Hoy en día a veces vuelve sobre ese escrito y aún piensa que es una de las mejores piezas que ha escrito. 

jueves, 25 de agosto de 2016

Un año

Hoy vi una página que hablaba sobre cómo escribir una novela en un año, y el subtitulo era: Semana 34 - Limpieza de primavera -.  A quién se haya embarcado en semejante tarea, sólo le quedan 18 semanas, tiempo en el cual debe terminar de escribir, eliminar fragmentos o capítulos enteros que no le aportan nada a la historia y analizar el desarrollo de los personajes, entre otras cosas.  La verdad es poco tiempo.

No entiendo cuál es el afán de escribir una novela en un año.  Tal vez un ejercicio tan metódico, con tareas tan detalladas para cada semana, le sirve para aquellas personas que tienen en mente eso de escribir un libro antes de morirse o sembrar un árbol, pero creo que a los novelistas, aquellos que en verdad dedican su vida a escribir les trae sin cuidado el tiempo que se demoren escribiendo una obra.

Hoy comencé a leer una conversación en la Catedral de Vargas Llosa, y en el prólogo cuenta que la comenzó a escribir en Paris mientras se ganaba la vida como periodista, luego la continuó en Lima, Washington, Londres, y finalmente la terminó en Puerto Rico en 1969, luego de rehacerla varias veces.  Estoy seguro que durouro más de un año escribiéndola.

Tolkien, si mi memoria no me engaña, tardo 14 años en escribir la trilogía del Señor de los Anillos, y varias veces reescribió capítulos completos al darse cuenta que las fases de la luna , entre uno y otro, no coincidían.  

En el lanzamiento de la Forma de las Ruinas, de Juan Gabriel Vásquez, le pregunte al escritor cuanto tiempo había demorado en escribir esa novela y me confesó que fueron 3 años de solo escritura, eso si contar el tiempo de investigación.

Nunca he escrito una novela, pero debe ser una tarea que deja completamente comprometido al autor; un  desgaste físico pero sobre todo emocional.  Un trabajo que se debe tomar con cuidado, en el que habrá días que no fluye ni una sola palabra.  

Así y todo, en estos tiempos de productividad y eficiencia algunos quieren hacerlo en tan solo  un  año.

miércoles, 24 de agosto de 2016

Momentos eternos

A veces parece que la vida se empeña de llenarnos de "putadas", una palabra que utilizan los españoles: 

Putada: "Acción muy fastidiosa o 
malintencionada para perjudicar a alguien". 

Eso no es un  secreto y creo que lo importante para no llenarse de angustia es aceptar el porcentaje de putadas que dios, el destino, la vida, el universo, etc. decidieron asignarnos.

Lo bueno es que entre putada y putada hay ciertos momento de gloria, aquellos en los que nos sentimos invencibles.

No tengo idea alguna de como ese o si existe la eternidad, pero siempre me la he imaginado como una situación bien aburridora, como sentarse indefinidamente en la sala de espera de un consultorio, con melodía estéreo como música de fondo.

Siempre que en mi vida se cuela un momento de gloria, que resultan ser muchos sino que nos gusta ser mártires, imagino a la eternidad de esa manera.  En enero de este año estuve en Cartagena y un día que hacia mucho calor, mientras caminaba con unos amigos por la ciudad vieja, la sombra de unos edificios nos cubrió y una brisa fuerte se estrello contra nosotros. En ese momento imaginé a la eternidad de esa manera; nada ni nadie  faltaba en ese momento.

El otro día compre un capuchino y el primer sorbo me supo a gloria.  Inmediatamente imaginé la eternidad como ese instante de satisfacción plena.  

Lo invito, querido lector,  a que evalué cada uno de los momentos placenteros que salpican su día a día y los disfrute como si fueran la eternidad.
  
On a good day, it's not every day,
We can part the sea
And on a bad day, it's not every day,
Glory beyond our reach