sábado, 15 de octubre de 2016

Recomendar libros

En el colegio, en primaria, ya no recuerdo en qué grado, teníamos una clase de biblioteca, es decir, nos llevaban a ese lugar y nos dejaban escoger lo que quisiéramos para leer. No creo haber seleccionado una gran novela u obra de literatura en ese entonces, de pronto,  lo único que le hacia falta a tanta libertad literaria era  que alguien nos recomendara qué leer.

Una vez me encontré un libro pequeño, que contaba la historia de un niño que iba al colegio.  No sé por qué pero me engancho mucho, me imagino que como muchas otras veces me sentí identificado con la historia y su protagonista.  Después de terminarlo, lo releí un par de veces.  Otro día, en la misma clase, me di cuenta que Juan Miguel, un compañero, buscaba en los ficheros con ansias;  Le pregunté qué y me dijo que no sabia, que quería leer algo chévere pero no encontraba nada. Le recomendé el libro que me había leído y cuando lo terminó me contó que le había gustado mucho.

A mi, en cambio, me ha ido mal con las recomendaciones de libros que me han hecho.  Una vez, en una librería independiente, esas con ínfulas de no comercial, uno de los libreros me recomendó un libro.  Era una novela histórica sobre una operación de la segunda guerra mundial. No soy fan de ese tipo de literatura, pero él me aseguró que era lo mejor que había leído en el año y que no tenía pierde, así que decidí darle una oportunidad.  Casi no logro terminarlo.

Ese mismo día cuando iba a pagar en la caja, un viejo con un bastón preguntaba si conocían alguna novela con una historia acerca de la guerra de los balcanes.  No pude evitar meter la cucharada en la conversación para recomendarle "El Chelista de Sarajevo".  El señor me contó que quería leer algo relacionado con ese suceso, pues había hecho un viaje a Bosnia con su esposa  el año pasado.  Ojalá le haya gustado mi recomendación.

Recomendar libros, o cualquier cosa, es muy difícil, pues solemos recomendar lo que nos ha gustado, eso que nos impactó, nos marcó por alguna razón especial, y para el caso de los libros tal vez es una tarea sin sentido, pues como dice la frase de Edmund Wilson: "No hay dos personas que hayan leído el mismo libro". A cada quién dependiendo de su experiencia, recuerdos, estado de ánimo, etc. una historia lo afecta completamente diferente que a otra persona.

Tal vez las recomendaciones funcionarían si lográramos ponernos en los zapatos del otro para intentar averiguar que siente, preguntarse  ¿si yo fuera esa persona que me  pide la recomendación, qué tipo de libro es el que busco y por qué?.

miércoles, 12 de octubre de 2016

Los libros nos llaman

Hoy leí un ensayo de Malcom Gladwell llamado "Maduración tardía", que habla sobre la tendencia que tenemos de creer que  los los genios y sus grandes obras , de cualquier tipo, están ligadas a la precocidad.  Gladwell expone casos de personas que prueban lo contrario, de ahí el título de su ensayo, como el escritor Ben Fountain, que dejó su carrera como abogado para dedicarse de lleno a la escritura y encontró el "éxito" que buscaba después de 18 años de embarcarse en su nueva profesión. 

En una de las intersecciones del ensayo, a medida que toca ideas que al parecer no tienen nada que ver con las que ha mencionado previamente, Gladwell habla sobre  Jonathan Safran Fouer, el escritor de la novela "Todo está iluminado", quien a los 19 años, luego de una visita a un pueblo ucraniano escribe 300 páginas que vendrían a ser el esbozo de esa obra. 

Anoté el nombre de la novela porque me llamo la atención y más tarde, en una reunión, me puse a hablar con un amigo.  Mientras tocábamos un tema y otro sin mucho orden, por alguna razón me contó que su escritor favorito es Paul Auster y que su libro favorito es la trilogía de Nueva York.  

Después de eso nuestra conversación se volcó hacia otros temas hasta que me mencionó la novela de Fouer, lo que me pareció una extraña coincidencia.  A veces los libros nos llaman. 

martes, 11 de octubre de 2016

Lento

Así se llama un cuento que leí ayer.  Lo escribió un estudiante con discapacidad cognitiva.  Es un texto muy corto pero bello, no porque esté perfectamente escrito, no lo está, sino porque está cargado de significado.

Lo qiue más me impacto es que, al parecer, su autor es el protagonista del cuento.  El segundo es lento pues no se mueve igual que el resto de personas.  Quizás el estudiante escribió el cuento siendo consciente de que el era el protagonista y simplemente es una herramienta que utilizó para lograr una mayor conexión emocional con el lector.

En la primera página el narrador está describiendo al personaje y de repente en la narración se cuela un "de mis padres".  Al final el protagonista, a pesar de su discapacidad, logra hacer parte de  un equipo de fútbol y es aceptado por los demás.

El mensaje acerca de la importancia de la inclusión y no discriminación que deja el breve texto es maravilloso.  

Siempre he creído que la palabra discapacitado excluye y juzga.  Nadie está exento de ser lento, más bien todos los somos a nuestra manera.

lunes, 10 de octubre de 2016

Indignación

Fin de semana.  Estoy en un centro comercial que no conozco.  Es la hora de almuerzo.  Casi no tengo hambre pero en un impulso rutinario, estamos llenos de ellos, decido comer algo.  No tengo idea donde queda la plazoleta de comidas. Después de comprar un regalo, me subo a una escalera eléctrica que no sé adonde me va a llevar.  Me sorprendo cuando aterrizo justo en la plazoleta de comidas. Sonrío, bien lo dijo Gandalf: "No todos los que deambulan andan perdidos".

Pido una hamburguesa y me dan la factura y el localizador.  Arrugo la tira de papel, la arrugo y meto en un bolsillo, mientras  juego con el disco de luces. Son las 12 pasadas y  hay muchas mesas desocupadas.  Me siento a esperar que el disco vibre.  Trato de ponerle atención a las conversaciones a mi alrededor, pero la cacofonía del lugar: mensajes indescifrables que salen de  parlantes, ruido de cubiertos, voces, música, bebes llorando, risas, etc. no me lo permiten. En una de las mesas más cercanas, un papá se empeña en explicarle a sus hijos, que lucen totalmente distraídos, el diseño del techo del centro comercial.  Los entiendo, a pesar de su entusiasmo, es un tema muy aburridor. 

La vibración del disco frena mi tren de pensamiento.  Me paro de la mesa y mentalmente le echo la madre a esa persona, imaginaria, que me la va a quitar mientras voy por el pedido.  Camino rápido pero nada pasa.  Recupero la mesa.  Por eso la persona que se ganó mi insulto era imaginaria. Si era hombre se llamaba Carlos y si era mujer Carlota.  Tal vez algún día escriba algo sobre ellos. 

Al rato después de sentarme,  todas las mesas se ocupan rápidamente. Termino mi hamburguesa y me tomo la gaseosa lentamente, para que nadie se moleste en pedirme la mesa.  Una mujer  revolotea a mi alrededor y finalmente me pregunta que si se puede sentar  conmigo, dado que estoy solo y ella también lo esta, asegura.  Tal vez se llama Carlota, pero no le pregunto nada.  Al inicio de nuestro escueto intercambio de palabras, le sonrió por mera cordialidad  y luego me sumerjo en mi celular.  

En los minutos siguientes comienzo a sentir rabia contra ella.  Finalmente decido irme, me despido y le deseo un buen día (soberbio hipócrita).   ¿Cómo es posible que no me haya ofrecido ni una mísera papa?

viernes, 7 de octubre de 2016

La última voluntad

La abuela de Carolina murió hace un año.  Hace poco me contó que fue un episodio muy fuerte para ella y toda su familia. El tiempo que duro en la clinica, sufrió 5 infartos antes de fallecer

Un viernes, el hermano de Carolina estaba de cumpleaños y ellos la estaban acompañando en la habitación.  A la hora del almuerzo Carolina dijo que iba a salir a comprar el almuerzo para llevarlo a la habitación y no dejarla sola.

Su abuela le dijo que bueno, pero que tomara plata suya para comprarlo.  Carolina le dijo No, tranquila, que ella lo iba a gastar. Su abuela la miro fijamente y en un tono serio pero también cargado de ternura le dijo: "¡ No Carolina!, es mi voluntad".

En ese momento Carolina sintió que con el sencillo acto de comprar el almuerzo para compartir con sus nietos,  su abuela se quería despedir.  A los dos días murió.

Hace poco, en un cuento, leí que las personas en su lecho de muerte, al saber que están en las últimas pueden decidir en que momento soltar la vida.  Es probable que la abuela de Carolina hubiera decidido hacerlo, no sin antes darle un último regalo a su nieto preferido. 

jueves, 6 de octubre de 2016

Papelito

Espero a que me atiendan en una entidad bancaria.  El lugar se encuentra desocupado, pero por alguna razón no me llaman.  Volteo a mirar el asiento a mi derecha y veo un papelito diminuto doblado una y otra vez sobre si mismo.  pienso en un acordeón. 

El lugar experimenta una extraña paz, parece desolado.  Agarro el papelito y juego  con el, en mis manos, por un rato.  Se nota que la persona que lo manipulo realizó los dobleces con esmero.  ¿Qué mensaje lleva?  ¿Por qué lo doblaron tanto hasta reducirlo casi  a nada?.

No aguanto las ganas de responderme las preguntas y cuidadosamente lo desdoblo. Cuando termino de hacerlo, me doy cuenta que, aparte de las arrugas, no lleva ninguna información.  Uno de sus lados está levemente manchado de tinta negra, lo que evidencia que alguien lo utilizó para limpiarse el dedo índice después de utilizar un huellero. 

Esperaba encontrarme un mensaje tipo: "Salga del lugar y camine hacia el sur.  Al doblar la esquina cuente 20 pasos.  A su derecha verá una matera roja con tierra removida.  Escarbe en ella  hasta que encuentre un paquete.  Abandone lugar"; pero no, alguien con una mente retorcida decidió doblar el papelito mil veces, no escribir nada en el, y dejarlo botado en una silla, que falta de todo.


miércoles, 5 de octubre de 2016

Chaquetas, "Te quiero" en danés y Estonia

Hace unos días mi computador decidió no arrancar su sistema operativo, desde ese episodio me da algo de miedo prenderlo, pues pienso que en cualquier momento va a dejar de funcionar; ya tiene sus años y posiblemente está sacando la mano. 

Hoy lo prendí y funcionó normalmente. El primer aviso que me dio "Cortana", un asistente virtual que nunca pedí, fue el siguiente:

 ¿Necesitas saber si te hace falta una chaqueta?
 ¿Cómo decir te quiero en danés? o
 ¿Cuál es la superficie de Estonia?
¡Pregúntamelo!

¿En qué momento mis búsquedas o información en la red indujeron ese tipo de preguntas? la tecnología en realidad asusta, nos tiene en sus garras y no hay forma de librarnos de ella.  Llevo tres días utilizando un buzo ligero azul y un saco gris; no es que quiera alardear sobre eso, pero  ahora entiendo la practicidad de no tener que decidir qué  ropa a utilizar al inicio del día.  ¿Se dio cuenta mi computador de esa conducta y ahora quiere fomentar un hábito de consumo preguntándome si me hace falta una chaqueta? que extraño es todo.

 ¿"Te quiero" en danés?   ¿qué diablos pasa? me aterra la supuesta no conexión entre una pregunta y la  otra, pues de seguro existe alguna.  Siempre hay relaciones o puntos de conexión que no vemos.  Ese  otro lado que les conté. 

No necesito saber cómo decir "Te quiero" en danés, no tengo planes de mudarme a Dinamarca, y no veo la necesidad práctica de aprender ese juego de palabras corto  repleto de significado y hasta peligroso.  Ya lo sé decir, en español, inglés, Alemán y Fines (Rakastan sinua

Laspalabras en ese idioma me las enseño Isabel, una mujer que vio unas materias conmigo en los primeros semestres de universidad y que luego decidió estudiar medicina.  Nunca tuve nada con ella, pero en alguna de nuestras conversaciones me comentó que había estado de intercambio  en Finlandia.  Me imagino que le pedi que me enseñara a decir algo  en esa lengua, de seguro una grosería pues siempre es lo primero que queremos aprender en otro idioma; y eso fue lo que me enseñó. 

Guardé, esas palabras, quién sabe por qué, en mi cabeza sin ningún problema.  Tal vez mi supuesta media naranja, alma gemela, etc. vive en Finlandia y es lo único que necesito saber de ese idioma.

No tengo nada que decir sobre la superficie de Estonia.