lunes, 6 de febrero de 2017

Temblor

Algunas personas contamos con un sistema interno de amortiguadores que le evitan al cerebro, captar  cualquier tipo de sacudida que experimente la tierra.  Esto imagino, es bueno, pues no permite que se sientan los temblores.

Lo malo de la situación que describo es  no poder hacer parte de esa histeria colectiva posterior a ese tipo de eventos. Hoy, en un grupo de Whatsapp, varios preguntaron que si todos nos encontrábamos bien.  "Fulanito no contesta" dijo uno. "Ya hable con él y todos están bien" respondió alguien, mientras que otros escribían mensajes de lo duro que había sido y en donde los había agarrado.  Yo escribí un comentario más bien flojo, tipo chascarrillo, en el que nadie reparo,  pero claro, lo importante es el temblor y la manera en que se experimentó, el resto de temas, lo que sea, puede esperar, pero bueno, tal vez mi chiste si estuvo muy malo.

Luego, a lo largo del día, todos llevamos un nuevo lugar común en forma de interrogante en nuestras cabezas :"¿Sintió el temblor?". Supongo que es interesante cuando alguien responde: "Si claro, iba camino a tal parte, cuando de repente.... bla bla bla", pues las historias, para todos nosotros, son como una droga, pero  ¿De qué van a querer hablar las personas cuando alguien  les responda con un tajante y frío "no, yo no sentí nada"?

Así no haya sentido el temblor, de todas maneras he tratado de estar lo más atento posible a cualquier otra sacudida de la tierra el día de hoy.  ¿Cómo saber, por ejemplo, que el temblor de la mañana, es solo el abrebocas del fin del mundo?  Cuando salí a la calle, anduve con cuidado, atento a cualquier grieta en el suelo que, con una nueva sacudida, podría convertirse en un abismo por el que varios caeríamos. 

viernes, 3 de febrero de 2017

Los caprichos de la vida

Malcom Myatt llevaba una vida saludable.  De un día para otro sufrió un derrame cerebral que comprometió su lóbulo frontal.  Después de 19 semanas en el hospital y para sorpresa de sus doctores, no murió.  Perdió sensibilidad en el lado izquierdo de su cuerpo y ahora debe utilizar bastón, un precio barato para la cuenta que le paso la vida.

Cómo ningún evento que nos ocurre es en su totalidad bueno o malo, Myatt ganó algo con lo que le pasó.  Adicional a su reducción de motricidad ahora es incapaz de sentir tristeza, pues la región del cerebro que se le afectó, es la encargada del control de las emociones y permite identificar si una persona está triste o asustada, de acuerdo a su tono de voz y/o expresión facial.

El curso de nuestras vidas es totalmente caprichoso, pues hace con nosotros lo que le de la gana.  Por más que intentemos vivir a lo seguro, solo se necesita una fracción de segundo, en el que convergen millones de variables y sucesos  que están fuera de nuestro alcance, para que nuestra vida cambie por completo.

Suponemos que tenemos claro que es lo que hacemos a diario y nos aterra improvisar. Aplicamos pasos para ir a lo seguro: "Hago A, sigo con B, luego C, D, E, así hasta donde sea necesario, pero llega la vida y nos susurra: "Hoy no mi querido amigo, hoy primero va a ser E, luego saltamos a la A, para luego seguir con D.

En medio de nuestra rutinaa la vida se empeña en ser caprichosa y nos asombra de cualquier manera, arrasa con nuestro sentido de "orden"que con tanto esfuerzo intentamos construir, pero siempre nos deja algo, quizás una de las llaves a la felicidad es descubrir qué.

De ahora en adelante voy a parafrasear el vallenato de Los Diablitos, cada vez que la vida me tienda la mano o me de una cachetada:


“Los caprichos de la vida
No son como yo pensaba
Como los imaginaba
No son como yo creía”   

jueves, 2 de febrero de 2017

Sencillo

Lleva quince minutos con el arma en su mano. Un bombillo, con una luz cansada, ilumina de manera tenue el cuarto de tortura. Sus manos sudan y siente que el arma se le resbala. La pone sobre una mesa para evitar un accidente.

Enfrente, a menos de 2 metros un hombre se encuentra atado de pies y manos a una silla. Una bolsa de tela cubre su cabeza. Trata de imaginar las facciones del hombre encapuchado; cree que sonríe , a pesar de que el hombre, que no tiene más de 20 años, no para de sollozar. 

Hace parte de los rebeldes, razón suficiente para que sus comandantes, le hayan dado la orden de acabar con su vida. Sabe que el mundo está lejos de ser un lugar feliz, y espera que por lo menos sea algo justo. 

Su tarea es Es fácil. El cuarto está bajo tierra y nadie escuchará el eco del disparo, el primero que le dará a quemarropa a un enemigo. Intenta pensar que nadie echará de menos al hombre que ahora hiperventila detrás de la bolsa de tela. que se contrae al ritmo de la respiración agitada. Lleva audífonos que reproducen música clásica a todo volumen. No quiere escuchar nada de lo que le dice la victima. Se recuesta contra una pared y simula con sus manos que dirige una orquesta invisible que ubica en un teatro imaginario; es imposible meterlos en el mismo cuarto. 

Quiere acabar ya con esto, es sólo un disparo. No ve la hora de irse a casa para abrazar a su esposa y jugar con su pequeña de cinco años. 

Suena el teléfono de la habitación´. El hombre lo descuelga y lo pone en su oreja sin decir palabra. 

"Lleva más de 20 minutos ahí Martínez, lo que debe hacer es sencillo. ¿Necesita ayuda?" 
"No señor" responde mientras se muerde el labio. 
Abre la boca para decir algo, pero al otro lado de la línea ya no hay nadie. 

Martinez cuelga, camina hacia la mesa y agarra la Desert Eagle. Comienza a llorar. 

Los dos hombres son los únicos que escuchan el estruendo. Uno de ellos cae al suelo.

miércoles, 1 de febrero de 2017

La caja

A veces a Andrés Martin le aburre revisar su correo electrónico.   En muy pocas ocasiones encuentra mensajes de quien realmente espera que le escriba. Es lo primero que siempre hace al llegar a su trabajo.  Hoy Tiene 148 correos nuevos en su bandeja de entrada y otros 425 en la de spam.  A veces revisa esa carpeta para ver si alguno de esos mensajes importantes se coló en ella por equivocación, pero nada. Todavía existen personas, que no logra identificar, que se preocupan por el enlarge  de los penis de miles de personas, incluido el suyo.

Otro correo asegura en su asunto: "Sabemos que quieres aprender todo acerca de mindfulnesss", no sabe qué más le pueden enseñar aparte de que estar presente, aquí y ahora en, todo momento, una de las mejores maneras para no enloquecer, dejando de lado todo el misticismo que rodea al asunto.

Andrés podría listar miles de consejos que le llegan a cada día al correo sobre lo que debe hacer y cómo debe vivir.  Entre esos mensajes se encuentran todos los que tienen que ver con creatividad, innovación, startups, emprendimiento, etc. que repiten sus consignas acerca de ser disruptivos, creativos, innovadores y el más trillado de todos: Think outside the box.

Andrés cree que en cierto momento le hacemos caso a la consigna y le apostamos a lo que cada uno piensa que significa eso de “pensar afuera de la caja”, pero ¿qué lugar es afuera?  ¿cómo sabemos que salimos o seguimos dentro de la caja?  ¿cuál caja?, se pregunta.  

Si todo se resuelve, si la vida en verdad se soluciona pensando fuera de la caja, ¿no deberíamos más bien mirar qué carajos pasa con o en esa caja que tanto queremos abandonar?  Si conseguimos reparar la caja, tal vez no habría necesidad de querer salir de ella en todo momento. 

Al solucionar nuestras diferencias con la caja, habría más espacio para todos, tanto los que quieren seguir pensando dentro de ella como aquellos que ya están totalmente acostumbrados a salirse, Andrés cierra su E-mail, para él es hora de meterse en la caja con el nombre trabajo, una de las tantas que habita a diario.

·    Comprendí que estaba en el lado de fuera de la caja porque el
 caos había comenzado a resultar excesivo incluso para mí, que siempre había tenido
problemas con el orden."
- El orden alfabético -



martes, 31 de enero de 2017

Saber cosas

Tranquilino García intentó vivir de sus oídos.  Desde pequeño había desarrollado una habilidad excepcional para escuchar sonidos casi imperceptibles.  A veces se asombraba cuando él y un perro eran los únicos que volteaban la cabeza cuando la vibración de algún cuerpo llegaba a sus oídos.

Duro 2 años sin un trabajo estable hasta que un día leyó, en la sección de clasificados del periódico, el aviso de un detective privado que hacía trabajo de seguimiento para estudios de comportamiento.

Ese día algo le hizo clic en su cerebro, en realidad no, pero a veces le gustaba aferrarse a ese tipo de clichés.  "Una de las habilidades principales de un detective privado es saber escuchar", pensó y para eso no existía nadie mejor que él, así que decidió ofrecer su servicio:

¿Quiere saber que es lo que dicen acerca de usted las personas que trata a 
diario? Llámeme.  Tranquilino García, teléfono 9565348752.  
Detective privado experto en escucha

Era un anuncio ambiguo , ni el mismo tenía claro el título que se había dado, pero le gustaba como sonaba eso de "experto en escucha", y pues, a la larga, todos se denominan expertos hoy en día.

Publicó el anuncio y luego de dos semanas, cuando estaba a punto de olvidar el asunto, le entró una llamada a su celular.  Una mujer quería contratar sus servicios.

Ella, Carolina se hacía llamar, atravesaba una situación complicada en la empresa donde trabajaba y quería saber que rumores corrían, en su lugar de trabajo, que la involucraban.

La función de Tranquilino era sencilla.  Carolina debía decirle a quien investigar y Tranquilino debía seguir a esas personas durante el tiempo que considerara prudente; ubicarse a la distancia necesaria de ellos y mirar, escuchar claro está, si la persona mencionaba a la mujer en alguna de sus conversaciones.

Comenzó su primera misión como detective experto en escucha con una lista de 10 personas.  Tranquilino veía su nuevo trabajo como una forma fácil de ganar dinero.  Eso fue lo que pensó en un principio, pero apenas supo detalles íntimos de la vida de Carolina entró en pánico. 

Un  día, en medio de un ataque de paranoia, abanonó la ciudad.  Ahora busca un especialista para reducir su capacidad auditiva.  Esta harto de saber cosas que no le incumben , de enfrentarse a dosis de realidad que, en ocasiones, lo desequilibran.

lunes, 30 de enero de 2017

Turbulencias

El avión se prepara para despegar.  Me gusta sentir la velocidad que alcanza en tierra antes de que se separe del suelo. Es de noche. Prendo la luz de mi silla, saco un libro y comienzo a leer. Lo llevé al viaje, solo de paseo, y no tuve tiempo para continuar con la lectura, así que espero dedicar todo el tiempo del vuelo a eso.

Ya en el aire, el avión se mueve más de lo normal, como si estuviera sobre una vía repleta de baches.  A los 20 minutos de haber despegado, el piloto anuncia que todo el mundo debe tener los cinturones amarrados, pues estamos a punto de entrar a una zona de turbulencias.  Reviso que el mio lo esté y lo ajusto aún más, para no salir volando en caso de que un hueco se abra en el techo o  algún costado del avión.  " ¿Como fueron las instrucciones de la mascarilla de oxigeno?" me pregunto.  Recuerdo que primero toca ponérsela a los niños, miro a mis lados y siento alivio de que ninguno se encuentre en mi fila.

Por la ventana solo se ve oscuridad, me pregunto si el piloto sabe hacia dónde se dirige o en que posición se encuentra el avión.  Una vez leí que, minutos antes de una catástrofe aérea, ninguno de los tripulantes en la cabina sabía si si el avión volaba boca arriba o al contrario. 

Intento concentrarme en la lectura pero no puedo.  No me gusta la sensación de no saber dónde estoy, además el cuento que leo no colabora para distraerme, lo encuentro aburridor,  o de pronto soy yo el que ocupa a mi mente con turbulencias imaginarias que no me permiten sumergirme del todo en la lectura.

El Piloto anuncia algo nuevo, pero solo para la tripulación, dice: "Tripulación , tomar posición de Xhfyh".  ¿Por qué no habló claro?  ¿Sabe su tripulación lo que significa ese comando indescifrable?   Intento recordar el nombre del piloto para mentarle la madre en el momento en que el avión comience a descender en picada,  ¿dónde vamos a caer? ni idea, que incertidumbre tan berraca.

Termino el cuento sonso, y comienzo uno de un hombre que juega bingo con su pareja.  Es entretenido y lo acabo rápido.  El avión ya no se mueve tanto, me pegunto si la tripulación todavía esta en posición Xhfyh. Los visualizo arrodillados con algún objeto de carácter religioso entre sus manos, enviando una plegaria hacia el cielo.

El piloto vuelve a hablar, e indica que el avión está próximo a aterrizar,  ¿qué fue lo qué realmente pasó durante el vuelo?  ¿estuvimos en algún momento en peligro? suficientes turbulencias por hoy.

jueves, 26 de enero de 2017

Nada

 ¿Podríamos, como personas, pretender ser objetos inanimados?. Si fuera posible creería que lo mejor sería ser como las plantas; estar ahí como observadores del mundo, pero sin reaccionar a ninguno de sus acontecimientos.  Esperar pacientemente a que nos caiga el sol y la lluvia para continuar con vida.

En ese estado imagino que no tendríamos tantas angustias porque todo nos resbalaría, pero estaríamos a merced de quien quisiera jodernos la vida, pues no  todos van a querer adquirir esa condición o ser como cualquier otro objeto inerte, qué se yo, una mesita de noche, por ejemplo.  Usted sabe, estimado lector, esas personas  que ya están tan habituadas a ser lo que son y que no hay manera de que cambien.

Uno de nuestros mayores problemas, creo yo, es que somos como un compuesto químico que reacciona con  todo, sin importar si es bueno o malo.  A cada rato bullimos, pues nos hace falta práctica para ser nada.

Bien lo dijo el papá de la narrativa:

Sólo hay una manera de evitar la crítica:
No haga nada, no diga nada y sea nada
- Aristóteles -